En una editorial sin firma, La Nación insiste hoy con un análisis de la relación bilateral en la que hacer lo que EEUU quiere parecería estar bien, y cuestionar las posiciones de la principal potencia, mal.
Idas y venidas con los EE.UU.
La Cumbre de las Américas será el nuevo escenario en el que la relación bilateral volverá a ponerse a prueba
SI no fuera porque se trata de la relación entre dos países, podría decirse que se está ante una comedia de enredos y de desencuentros acaecidos por cuenta y riesgo de un gobierno que, como el de la Argentina, se muestra las más de las veces soberbio, caprichoso y convencido de que puede calmar los males mundiales sin necesidad de apagar los incendios que provoca. Algo de eso seguramente habrá de notarse cuando este fin de semana Cristina Kirchner deba cruzarse con Barack Obama, en la VI Cumbre de las Américas, en Cartagena de Indias, que reúne a 33 jefes de Estado del continente.
Ese cruce tendrá lugar en un clima enrarecido para la relación bilateral. Como acaba de informar LA NACION, la administración norteamericana está analizando nuevas medidas contra la Argentina, tras haber participado, junto con otros 40 países, de la durísima queja que la política de restricciones a las importaciones de nuestro país generó recientemente ante la Organización Mundial de Comercio (OMC).
Precisamente, esa reunión estuvo encabezada por los EE.UU. Cuatro días antes, el gobierno de Obama ya había suspendido a la Argentina como beneficiaria del Sistema Generalizado de Preferencias (GSP) por considerar que no actuó de buena fe en dos fallos internacionales en favor de empresas norteamericanas. A ello se suma que el 6 de este mes los EE.UU. apoyaron la revocación de órdenes que obligarían a nuestro país a pagar con intereses el dinero que debe a un fondo de inversión estadounidense.
Aún no se saben cuáles serán las sanciones que prepara el gobierno de Obama como consecuencia de la queja conjunta de numerosos países que, junto con los EE.UU., entienden que la política de restricciones a las importaciones representa "una seria preocupación" por las barreras establecidas como por "la falta de transparencia" con que ellas se aplican.
Se sabe que la historia de la relación entre la Argentina, los EE.UU. y los organismos multilaterales nunca ha sido sencilla, y el kirchnerismo no ha marcado una excepción.
El caso Antonini Wilson, en el comienzo de la gestión de Cristina Kirchner, y el secuestro en Buenos Aires de un avión militar norteamericano que traía elementos básicamente de comunicaciones, devuelto varios meses después, no hicieron más que ahondar la inestable relación que, cada vez menos en sordina, profundizan casi todos los funcionarios de la era K con el país del Norte.
En ese punto aparece hoy como muy lejana y hasta forzada la foto conjunta entre Cristina Kirchner y Barack Obama, de noviembre del año pasado, cuando ambos consiguieron reunirse en Cannes después de algunos intentos fracasados. Para ese entonces, los dos mandatarios se pronunciaron en favor de que avance "una relación (bilateral) más honesta y franca" para solucionar los problemas pendientes.
Ahora se presenta una nueva oportunidad para corroborar si esas imágenes tienen posibilidades de transformarse en algo más concreto. La Argentina debe dejar de cerrarse cuando se la critica por manejos que resultan cuestionables y no sólo a ojos de los argentinos. Probablemente en Cartagena de Indias -donde los dos temas principales de la cumbre serán la despenalización del consumo de drogas y la apertura a Cuba de ese foro-, nuestro país siga blandiendo la necesidad de sumar apoyos para una negociación con el Reino Unido en torno de las Malvinas. Es de esperar que no sea el único objetivo que, hasta ahora, sólo parece haberles servido a la Presidenta y al primer ministro británico, David Cameron, para tapar los otros tantos problemas con que deben lidiar en sus frentes internos.
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