A menos de una semana de la muerte de Nisman sería prematuro avanzar
demasiado sobre cómo terminó la vida del magistrado. Pero alcanza para
analizar algunos comportamientos mediáticos alrededor del fiscal y de la
causa AMIA y algunas de las opacas zonas fronterizas entre la política,
el espionaje y el periodismo.
La fiscalía especial para investigar el atentado a la AMIA fue creada
en el 2005 por el entonces presidente Néstor Kirchner y dotada de
significativos recursos humanos y económicos para relanzar una
investigación moribunda que diez años más tarde seguía sin condenas y
con el juez y los fiscales que habían llevado adelante del caso
procesados por encubrimiento.
Desde entonces y hasta hace muy poco tiempo, la investigación de Nisman
había estado bajo el amparo de una política de Estado que incluía al
gobierno argentino, al juez, a los principales diarios y noticieros del
país (tanto k como anti k), a los principales políticos del gobierno y
de la oposición y a los dirigentes de las principales organizaciones de
la comunidad judía. Entre todos ellos regía un acuerdo patriótico de no
cuestionar la causa ni plantear objeciones al trabajo del fiscal. Como
le explica un dirigente de la DAIA a diplomáticos estadounidenses en un
cable filtrado por el sitio
Wikileaks, aunque existìan dudas
sobre la investigación, eran calladas porque la opinión pública no
soportar{ia otro fracaso en un tema tan sensible.
Después del peor atentado terrorista en la historia argentina, 85
muertos, después del bochorno vergonzoso en el que había terminado la
primera investigación, si la segunda investigación iba a ser como la
otra, con los mismos acusados, con los mismos testigos entre
misteriosos y truchos, básicamente las mismas pruebas endebles, pues
entonces por lo menos que no se note. Busquen los clips de los
noticieros en YoutTube, Relean las tapas de los diarios. Googleen el
declaracionismo. Repasen todas las decisiones de Canicoba Corral y verán
que rara vez lo criticaron al fiscal estrella de la causa AMIA y que
nunca le dijeron no.
Todos ellos, funcionarios, dirigentes comunitarios y periodistas que se
ocupaban del tema. sabían que la fiscalía de Nisman se nutría
básicamente de una fuente. Nisman nunca lo ocultó. Sabían que el peso de
la investigación lo llevaba el director de Contrainteligencia de la
Secretaría de Inteligencia, alias Jaime Stiusso, y a través de él, los
servicios de inteligencia extranjeros, especialmente de Estados Unidos e
Israel. ¿Y cómo es que Stiusso se había ganado la confianza de los
americanos y los israelíes? Más allá de su cargo y permanencia, la
verdad es que ni idea, no lo conozco, ni siquiera sé si habla ingles,
aunque muchos que escribieron sobre él lo describen como una especie de
genio de la tecnología especializado en pinchadura. Si conociera a los
manejadores extranjeros de Stiusso me encantaría preguntarles. La cosa
es que todos sabían: Néstor, Cristina, Canicoba, los presidentes de la
AMIA y la DAIA, los tres periodistas de
La Nación,
Clarín y
Página 12 que
llevan el tema por lo menos desde el 2005, sus editores responsables y
unas cuantas personas más. Yo me enteré en el 2011 cuando Nisman me citó
para hablar de los cables de la embajada estadounidense que acababa de
publicar en mi libro
Argenleaks.
Habia descubierto que los cables decían que Nisman recibía ordenes
directas de la embajada estadounidense de no investigar la pista siria y
la conexión local y de dar por cierta la culpabilidad de los iraníes,
aunque ningún juicio se había realizado. Que Nisman le anticipaba sus
dictámenes y los fallos del juez Canicoba Corral a la embajada con
varios días de anticipación. Que una vez Nisman llevó a la embajada un
dictámen de dos carillas y que la embajada lo mando a corregirlo,
entonces Nisman volvió unos días después con un dictamen de nueve
carillas que sí fue aprobado por la embajada y recién entonces
presentado en la causa. Y que otra vez Nisman pidió perdón tantas veces
por no avisar que pediría la captura de Menem, que los diplomáticos
tuvieron que escribir tres cables distintos para dar cuenta de sus
sucesivas ampliaciones de sus pedidos de perdon y de sus promesas de que
no volvería a suceder. Todo eso reflejaba una falta de independencia
del fiscal nada menos que ante una potencia extranjera, por muy amiga
que fuera, y enseguida me pareció que la información era de indudable
interés general. Pero mi diario no quiso publicarla y a medida que los
Wikileaks iban pasando de manos, me di cuenta que los demás medios
tampoco publicaban ni ponían al aire nada. Así conocí la pata mediática
de la política de Estado con respecto al atentado a la AMIA, una de las
razones que me impulsó a escribir los capítulos "AMIA" en
Argenleaks y "Nisman" en
Politileaks, mis dos libros.
"¿Cómo? ¿No lo conocés a Jaime?" me preguntó Nisman entre extrañado y
sorprendido en aquel encuentro del 2011. Acababa de decirme que en una
causa tan compleja, en la que uno básicamente depende de lo que puedan
averiguar los servicios de inteligencia extranjeros, su información
provenía de Stiusso, ya que Stiusso era el que manejaba la relación con
los servicios israelíes y estadounidenses. Me dijo que su tarea
consistía en chequear la inteligencia en bruto que le mandaba el agente,
y tratar de confirmar datos para que se puedan judicializar, ya que no
todo lo que le mandaba servía. Fue la única vez que lo vi y me lo dijo
sin conocerme. O sea, no era ningún secreto: Stiusso manejaba la
investigación.
Y yo no conocía a Stiusso, pero por supuesto que sabía quién era. Un
espía legendario de los tiempos de la dictadura, que había trabajado con
Nisman en la bochornosa primera investigación de la AMIA, él como
informante, Nisman como fiscal auxiliar. Un personaje oscuro al que por
entonces se le atribuían todo tipo de "carpetazos" (operaciones de
prensa) contra distintos personajes del gobierno y la oposición. desde
Boudou y De Narvaez, hast Enrique Olivera y el jefe de la bonaerense. Y
sabía, sabíamos quién era porque Stiusso se había hecho famoso, y peor
que le puede pasar a un espía es hacerse famoso. Fue en julio del 2004
cuando el entonces renunciante ministro de Justicia, Gustavo Béliz,
mostró una foto del agente en el programa de Mariano Grondona y denunció
que Stiusso había montado "un ministerio de seguridad paralelo", al que
describió como "una especie de Gestapo."
La denuncia y la exhibición de la foto le costaron años de exilio y una
batalla judicial a Béliz y su familia, pero a Nisman ni siquiera lo
despeinó. La fiscalía siguió su trabajo como siempre.
Era como si existiera un Stiuso bueno y un Stiusso malo. El Stiusso
bueno avanzaba con la causa, sobre todo con los pedidos de captura
contra los funcionarios y ex funcionarios iraníes acusados de haber
planificado el atentado, con un dictamen que sería confirmado primero
por el juez y luego por Interpol en el caso de cinco de los ocho
requeridos, por votación unánime del directorio. (Esto, luego de un
intenso trabajo de cabildeo conjunto secreto entre el Departamento de
Estado estadounidense y la cancillería argentina, al filo de la presión
política, con distintos paises miembro del directorio de Interpol, según
consta en una serie de cables filtrados por Wikileaks, a los que se
puede acceder en www.cablegatesearch.net,, ponchando el país "Argentina"
y la palabra "Nisman".)
El Stiuso bueno tenía la cara del fiscal Nisman que seducía a los
periodistas con su promesas de exclusivas de documentos secretos con
revelaciones explosivas que nunca terminaban de estallar. Funcionaba
así: cada vez que iba a hacer una presentación judicial avisaba a sus
contactos medi{aticos, generaba expectativa. Después, el día de la
presentación, entregaba un resumen de diez o quince páginas, como hizo
con la denuncia contra la presidenta. Con eso, los diarios hacían sus
tapas y echaban a rodar el ciclo informativo. El resto era material
clasificado, sensible, que debía permanecer bajo estricto secreto de
sumario, porque estaba en juego la vida de agentes secretos. Cuando se
terminaba de filtrar el escrito completo resultaba ser una zaraza de los
servicios que no terminaba de probar nada, pero el ciclo informativo ya
había pasado hacía varios días y a nadie le interesaba demasiado si las
pruebas era endebles o secretas porque el juez bancaba, el gobierno
bancaba, la opo bancaba, la AMIA bancaba y había que meterle para
adelante.
Pasó con el supuesto chofer del coche bomba que habría volado la sede
mutual judía, Ibrahim Berro. Cuando Nisman anunció el 2005 que sus
hermanos en Michigan habían confesado que Ibrahim era el atacante
suicida, el resumen de diez páginas de una presentación judicial de
cientos de páginas que Nisman había entregado a los medios, fue tapa de
todos los diarios y cabeza de todos los noticieros. Pero cuando se
conoció la transcripción de la entrevista a los hermanos de Berro
semanas más tarde, se supo que los hermanos habían negado que Irahim
tuviera algo que ver con el atentado. Entonces Nisman dijo que los
hermanos mentían y a partir de ahí los grandes diarios y noticieros
dieron por hecho en innumerables noticias que Ibrahim Berro era el
atacante suicida.
Había excepciones, claro, sobre todo algunos familiares de las víctimas
y periodistas rebeldes. Los autores de los tres libros de investigación
más importantes que se hicieron sobre el atentado, Salinas, Levinas y
Lanata-Goldman, rechazaron la hipótesis central de Nisman. Esto es, que
fue un atentado con coche bomba y conductor suicida llevado adelante por
una célula de Hezbolá, con apoyo logístico desde la Triple Frontera,
por orden de la entonces cúpula del gobierno iraní. Los cuatro autores
hoy aseguran que el coche bomba no existió, dato a partir del cual
descreen de toda la historia.
Pero el apoyo para Nisman era tan sólido que hasta parecía abrumador. El
juez confirmaba, la prensa avalaba, el gobierno financiaba, la opo
otorgaba, las fuerzas vivas de la comunidad acompañaban. Algunas
críticas aquí y allá cerca del aniversario como para no perder la
costumbre, sí, pero con crédito abierto para el fiscal especial y para
el Stiusso bueno.
El Stiusso malo no tenía cara y era un personaje oscuro y poderoso que
metía mucho miedo. Aparece en uncable del 9 de julio del 2008, en el que
Julio y Fernán Saguier, dos de los dueños del diario
La Nación, según
describe el título del despacho, van a la embajada estadounidense a
quejarse de las "presiones" del gobierno contra el diario, En el
párrafo siete, el cable dice así:
La cobertura investigativa de La Nación en los días previos había
implicado a Jaime Stiuso, Director General de Operaciones en la agencia
de inteligencia del Gob. de Arg. (SIDE) en el caso Antonini Wilson. Los
Saguier consideran a Stiuso una figura ponzoñosa ("noxious") que usa
información, presumiblemente del Gob. de Arg., en contra de Argentinos
con varios propósitos. Explicaron que La Nación publicó registros que
mostraron que Stiuso había estado en contacto con el ex funcionario
Argentino Claudio Uberti poco tiempo después del descubrimiento de U$S
800,000 en un aeropuerto de Buenos Aires en una valija que llevaba
Antonini Wilson . El artículo rastrea muchas llamadas hechas por Uberti a
la residencia presidencial en el suburbio de Olivos y otros
inmediatamente después de la incautación de la valija con U$S 800,000
hecha por agentes de Migraciones en el aeropuerto. Stiuso habría hecho
tres llamadas a Uberti tres días después del descubrimiento. Los Saguier
le mostraron al embajador un artículo posterior que había salido en el
diario pro-gobierno BAE sobre otro caso que involucraba a Stiuso, en el
que el ex Ministro de Justicia Béliz está siendo juzgado por haber
revelado la identidad de Stiuso por televisión. El artículo dice que La
Nación es un apoyo posible para la defensa de Béliz. Los Saguier se lo
tomaron como una advertencia sutil.
Y más abajo, en el párrafo nueve:
Julio dijo que estaba seguro que los teléfonos y las computadoras del
diario habían sido pinchados y hackeados. El propio Fernán había
sufrido un "secuestro virtual" la semana anterior. Mientras tomaba café
con alguien su esposa recibió una llamada diciendo que había sido
secuestrado. Los que llamaban tenían detalles precisos sobre el el auto
que estaba usando en ese momento. Su esposa no podía localizarlo porque
su celular estaba apagado, Todo transcurrió en un par de horas. Cuando
la policía le dijo que probablemente se trató de un hecho policial
común, tuvo serias dudas, Otro crimen contra el staff del diario fue el
robo en la casa de Obarrio (el periodista de La Nación acreditado en la
casa Rosada), hace más o menos un año, el mismo día en que tenía una
suma importante de efectivo para comprarse un departamento nuevo. Los
ladrones tenían algún tipo de conocimiento previo, ellos creen, basado
en evidencias de que su teléfono habían sido pinchados y que
aparentemente habían entrado usando llaves. (Obarrio luego ,le dijo al
agregado de prensa que había presentado una querella criminal y que los
abogados de La Nación estaban empujando a los fiscales para que
investiguen.) También se habló del publicitado robo esa semana al
popular periodista radial Chiche Gelblung.
Aún así, el diario nunca dejo de apoyar las investigaciones de el tándem
Nisman-Stiusso. Con honrosas excepciones, hasta el día de hoy sigue
siendo uno de los más entusiastas seguidores de la última obra del dúo,
la canción de despedida, la denuncia de un complot encabezado porla
presidenta para garantizar la impunidad de los asesinos que bombardearon
la AMIA.
Como ya es público y notorio a esta altura del partido, la política de
Estado para proteger la investigación Nisman Stiusso se empezó a romper
hace dos años cuando el gobierno argentino firmó un memorándum de
entendimiento con el gobierno iraní para que una Comisión de la Verdad
compuesta por juristas propuestos por ambos países determine la
culpabilidad o no de los acusados iraníes, eje de un brusco giro
geopolítico que emprendió el gobierno en la segunda parte de la
presidencia de Cristina. Se rompió todavía más el mes pasado cuando el
gobierno echó a Stiusso de la Secretaría de Inteligencia y se terminó de
romper del todo hace diez días cuando Nisman denunció a la presidenta.
A partir del acuerdo con Irán el caso AMIA cayó en la grieta: para los
medios anti k Nisman fue más que nunca un valiente fiscal de la patria.
mientras que para los medios k pasó a ser una mezcla entre demonio,
inepto y vende humo. El gobierno quedó de un lado, la oposición del
otro, y las organizaciones judías en el medio, tironeadas desde los dos
costados. Pimero apoyaron el acuerdo en una conferencia de prensa
conjunta con el canciller Timerman. Después cambiaron de parecer y se
pronunciaron en favor del rechazo antes de que el Congreso aprobara el
acuerdo. Después jugaron más fuerte: fueron a la justicia y consiguieron
que un tribunal lo declare inconstitucional. Pero cuando el fiscal
denunció a la presidenta, dudaron y terminaron retaceándole el apoyo
ante la certeza de que Nisman se presentaría en el Congreso, digámoslo
así, como de costumbre, con mucho entusiasmo y convicción, pero bastante
flojo de papeles.
Para entender cómo las líneas editoriales de las dos grandes
corporaciones mediáticas atraviesan la causa AMIA tanto como las
operaciones de inteligencia y los intereses geopolíticos para generar
una gran ensalada que termina obturando la búsqueda de la verdad, tal
vez convenga detenerse en el cruce informativo que protyagonizaron los
dos periodistas más importantes de la Argentina.
Por un lado Jorge Lanata, el editor más creativo y el mejor formador de
equipos periodísticos del país, legítimo heredero de Natalio Botana y
Jacobo Timerman. Desde de que escribió su libro "cortinas de humo" meses
después del atentado y durante años Lanata se la pasó denunciando,
muchas veces en soledad, que la causa AMIA era una truchada y que Nisman
era un trucho.
En este video de Día D se
lo ve a Lanata diciendo que la causa AMIA es miles y miles de páginas
de "nada". Pero ya con la camiseta de grupo Clarín cuando el fiscal
denunció a la presidenta,
Lanata decidió que la denuncia de Nisman era tan seria que ameritaba dejar en suspenso todo lo anterior.
Desde entonces es uno de los fogoneros de la línea Clarín: a Nisman lo
mataron o lo suicidaron para callarlo por la gravedad de lo que iba a
denunciar.
Por el otro lado Horacio Verbitsky, el mejor periodista de investigación
de la Argentina, legítimo heredero de Rodolfo Walsh. La semana pasada,
después de la denuncia de Nisman contra la presidenta,
Verbitsky escribió en el diario oficialista Página 12: "La gravísima denuncia del fiscal Alberto Nisman contra la presidente CFK intenta apuntalar la versión sobre el atentado a
la sede de la DAIA que acordaron hace más de veinte años los gobiernos
de Israel y la Argentina, con el respaldo de Estados Unidos, cuando aún
no había terminado la remoción de los escombros: acusar a Irán y no
investigar la participación de Siria, pese a que las condiciones
internacionales han cambiado. El
problema es que en la causa no abundan elementos que lo sostengan, por
lo cual ese relato descansa en recursos políticos y publicitarios.
Mientras, nada se ha avanzado en el caudaloso expediente judicial." El
artículo dice que el mismo Verbitsky ya les había advertido a sus
lectores en el 2004, esto es, antes de que Néstor les creara a Stiusso y
Nisman la fiscalía especial, que se trataba de una investigación
trucha, digitada de antemano. También recuerda que en 2005 informó sobre
la necesidad de reformar los servicos de inteligencia tras un acuerdo
amistoso ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos entre el
gobierno argentino y la entidad de familiares de víctimas Memoria
Abierta con representación legal del CELS el organismo derechos humanos
que preside Verbitsky. La referencia al sus añejos escritos del 2004
2005 parecen reflejar que durante la década kirchnerista Verbitsky se
fumó a dupla Nisman-Stiuso, priorizando en sus investigaciones
periodísticas otros temas de indudable interés público y polìtico.
O
sea, cuando Verbistsky empezó a atacar Nisman y Stiuso en sintonía con
la nueva línea editorial del gobierno, Lanata, que siempre los había
atacado, empezó a defenderlos en sintonía con la linea editorial de
Clarìn, su nuevo empleador,
Entramos
en la era del posperioidsmo. Los medios se han convertido en extremos
de corporaciones y los periodistas giramos alrededor de ellas como
satélites, algunos màs cerca del eje, otros buscando más distancia, como
intentando resisitir ese centro de gravedad que se representa en el
metamensaje de la corporaciòn.
Yo,
como editor de Pagina 12 y director de la Maestría de Periodismo de la
UBA, prestigioso cargo al que accedí durante este final de década
kirchnerista, junto con el colega Verbitsky, parte de la corporación
estatal. Lanata, parte de una corporación que no es ningún monopolio,
pero que ejerce (o ejercía hasta la ley de medios) un posición dominante
en prácticamente todos los mercados infocomunicacionales de país,
superando en el análisis comparativo a gigantes como la red Globo de
Brasil o Televisa de México, según documentó la investigación de
Mastrini y Becerra Periodistas y Magnates (Prometeo).
Entramos en una era en que las
corporaciones y los actores comunican directamente y sin intermediarios.
O que comunican a través de voceros que venden y compran de los dos
lados del mostrador, fingiendo que se trata una novedad para poder llamarla noticia.
Entonces, ¿qué hacemos con la causa Nisman y con la causa AMIA?
En la causa
Nisman esperar y dejar que la fiscal y la jueza trabajen tranquilas. Yo
sé que esto puede sonar kirchnerista y que no es lo que piensa la gran
mayoría de los argentinos, porque las conspiraciones siempre son
seductoras y porque estamos en un año electoral. Pero hasta ahora las
evidencias que se conocen apuntan a un suicidio. Mejor dicho no apareció
hasta ahora ni una prueba sólida que apunte a un asesinato. Que Nisman
le dijo a su personal trainer no cuenta como prueba. Casi lo único que
se sabe a ciencia cierta es que un colaborador de su máxima confianza
le llevó un revolver, se fue, y a la mañana siguiente encontraron a
Nisman con un balazo en la cabeza, tirado en el baño .de
su custodiado departamento de edificio inteligente. Con respecto a que
lo suicidaron, hay presiones y presiones y hay que investigarlas a
todas. Pero si Nisman tenìa una custodia de diez personas, no una o dos
hay que dar por bueno que ya lo habìan amenazado de las formas posibles y
en todos los idiomas. Por eso conviene ser prudentes y esperar. Revisar
todo y estar muy atentos, como pide Lanata, reformar la ley de
inteligencia y transparentar el accionar los servicios como pide
Verbitsky
Con respecto a
la causa AMIA, un volver a empezar puede sonar doloroso, pero qué más
decir: el camino se hace al andar. Pero no empezaremos de cero, Que la
pista iraní no se haya probado no quiere decir que haya que dejarla. Al
contrario. Dato por dato, folio por folio, los iraníes siguen siendo los
principales sospechosos. Aunque todo debe ser revisado con ojos
frescos, insospechados y debidamente consensuados, los principales
proponentes tanto la pista siria (Escudé) como pista la narco (Salinas),
ni hablar de la pista del autoatentado (Petrosino) hoy por hoy lejos
están de producir las pruebas que puedan convencer a una opinión pública
comprometida y a una justicia independiente, como va a hacer falta para
esclarecer el atentado.
Mientras tanto,
por ahora, esto es lo que hay. Tenemos a Stiusso en nuestras
pesadillas, tenemos a un país entero conmovido por la muerte de un
fiscal. Tenemos medios cruzados y operetas de espìas. Tenemos a los
iranìes con pedido de captura como principales sospechosos aunque sin
demasiadas pruebas de un crimen atroz que ya cumplió 20 años de
impunidad.