La Argentina no consiguió la separación definitiva de Venezuela del Mercosur
El
Gobierno buscaba una condena explícita contra Maduro antes de las
elecciones constituyentes convocadas para el 30. Pero Uruguay presionó
hasta lograr un documento genérico y Bolivia directamente no firmó el
texto final.
El Presidente Mauricio Macri sufrió el segundo gran fracaso
diplomático en 19 meses de gobierno. Como anfitrión de la cumbre de
presidentes del Mercosur no consiguió que el bloque aumentara de manera
irreversible el castigo contra Venezuela. Macri y su canciller Jorge
Faurie se quedaron sin lograr la virtual expulsión del país que gobierna
Nicolás Maduro. La oposición venezolana quedó más débil. Quería una
sanción dura en Mendoza.
La curiosidad es quién protagonizó el primer gran fracaso. Se trató
de la primera canciller de Cambiemos, Susana Malcorra. Macri buscaba
alzarse con el triunfo que supondría su designación como secretaria
general de la Organización de las Naciones Unidas. Malcorra no llegó. En
lugar del coreano Ban Ki-moon fue elegido el portugués António
Guterres. El costado paradójico es que Malcorra no era precisamente
chavista pero ponía sus fichas en el diálogo dentro de Venezuela. En
sintonía con un sector del establishment norteamericano, Malcorra
argumentaba que una explosión en el norte de Sudamérica tornaría
inestable la situación de todo el Caribe y haría peligrar la paz en
Colombia. Las diferencias con Macri, la derrota en la ONU y el desgaste
de las concesiones al Reino Unido por las Malvinas precipitaron su
salida.
Faurie, en cambio, evitó desde el primer momento de su gestión
cualquier palabra que pudiera ser interpretada como un desmarque
respecto del Presidente. Y en los últimos días, además, subió la
apuesta. En la tarde y la noche del jueves se lanzó a una serie de
declaraciones agresivas contra Venezuela dando por sentado que no se
trata de una democracia, criticando abiertamente al Presidente Maduro y
pidiendo una suspensión definitiva de los venezolanos, equivalente a una
expulsión aunque esa figura no existe literalmente en las normas del
bloque.
No consiguió la separación definitiva por la negativa de Uruguay, que
terminó torciendo el texto del documento final sobre Venezuela. (ver
aparte).
La Argentina y Brasil querían que el texto advirtiera explícitamente
que si Nicolás Maduro insistía en convocar a una Constituyente el 30 de
julio, es decir dentro de pocos días, el Mercosur consideraría
inexistente la vocación de diálogo por parte de Caracas.
Pero el texto consensuado por los presidentes no hizo una mención
abierta. Dice textualmente sobre los Estados: “Exhortan al Gobierno y a
la oposición a no llevar a cabo ninguna iniciativa que pueda dividir aún
más a la sociedad venezolana o agravar conflictos institucionales”.
Primera conclusión: en diplomacia no es lo mismo hablar de algo con
todas las palabras que aludirlo para que se interprete libremente. Lo
segundo es más débil. Segunda conclusión: la alusión podría apuntar a la
Constituyente pero también al plebiscito informal realizado por la
oposición el 16 de julio o, incluso, a la construcción de un Estado
paralelo cuya última noticia es la designación de jueces.
En otro párrafo, los presidentes “hacen un urgente llamado al cese de
toda violencia y a la liberación de todos los detenidos por razones
políticas, instando al restablecimiento del orden institucional, la
vigencia del Estado de derecho y la separación de poderes, en el marco
del pleno respeto de las garantías constitucionales y los derechos
humanos”.
El matiz uruguayo se descubre en este tramo: “Convencidos que la
solución a la crisis sólo podrá ser resuelta por los venezolanos, instan
al Gobierno y a las fuerzas opositoras de la hermana República
Bolivariana de Venezuela al diálogo, que permita una concertación
política creíble”.
Los Estados, al final, “reiteran su plena disposición a acompañar ese
proceso de diálogo entre venezolanos de la manera en que sus actores
estimen más conveniente”.
Aun cuando el texto no era el que querían Macri y Temer, Evo Morales
fue el único presidente que no acompañó con su firma a los colegas de la
Argentina, Brasil, Uruguay, Paraguay, Chile, Colombia, México y
Guyana.
“Nosotros veníamos explicando desde antes que no hay que intervenir
en los asuntos internos de Venezuela y que Nicolás Maduro es un
presidente democrático”, dijo a este diario el embajador boliviano
Santos Tito, ex senador, ex gobernador de Oruro y dirigente del
Movimiento al Socialismo liderado por Morales.
Antes de llegar a la Argentina desde Nicaragua, Evo ya tenía en sus
manos el documento emitido por la Cumbre de los Pueblos que sesionó el
jueves en Mendoza con la coordinación del diputado Parlasur Oscar
Laborde y el cierre del diputado nacional por Mendoza Guillermo Carmona.
El encuentro tuvo un sello de solidaridad con Venezuela. En la cumbre
de los presidentes Evo señaló tres cosas:
- “Ni como países de Mercosur ni como organismos de América podemos
ser cómplices de una intervención norteamericana en Venezuela”.
- “Las intervenciones en Libia, Irak y otros países son para
apropiarse de recursos naturales. Detrás de la intervención en Venezuela
está el petróleo”.
- “Nuestro Mercosur no puede repetir la amarga historia de la OEA:
por razones políticas o ideológicas expulsar o excluir a países”.
Identidad
Macri eligió la cuestión venezolana desde el inicio de su gestión
para distinguirse del resto de los presidentes. El tema está en su ADN.
En diciembre de 2015, a pocos días de asumir la Presidencia, planteó la
crítica abierta en la cumbre del Mercosur de Asunción, la anterior a la
de Mendoza. Todavía gobernaba Dilma Rousseff en Brasil y no se habían
producido ni el juicio político ni el golpe contra la presidenta electa
en 2014 por 54 millones de votos. Luego la presencia de Michel Temer en
el Planalto, la Casa Rosada de Brasilia le dio a Macri un aliado
impopular pero incondicional. Los dos cancilleres del presidente de
facto, primero José Serra y ahora Aloysio Nunes, convirtieron la lucha
contra Maduro en la clave de la política exterior y, como en la
Argentina, interior. Ante la imposibilidad de tildar a Dilma de
“corrupta”, el adjetivo utilizado fue “chavista”. Igual que en la
Argentina, la idea parece asumir que cualquier político sufrirá un costo
si resulta asociado a Venezuela.
Por Aurelio Tomás (Perfil)