Argentina se hace emblema de genuflexión colonial ante EE.UU., que le reserva un garrote.
La
relación entre Donald Trump y Javier Milei es tapa de los diarios y
objeto de atención global. Ambos transitan su etapa aceleracionista,
modificando su política exterior, queriendo implementar un ajuste
económico regresivo, con fuertes resistencias internas y externas,
envueltos en el escándalo de las criptomonedas y prodigándose elogios
mutuos. Desde que ganó las elecciones, en noviembre de 2023, Javier
Milei viajó 10 veces a Estados Unidos, un récord que supera a cualquier
otro presidente en la historia argentina. Además, fue el primero en
asistir a una jura presidencial en Washington. La sobreactuación de
Milei con Trump expone un vínculo bilateral con rasgos neocoloniales,
funcional a los intereses económicos y geopolíticos de la Casa Blanca y
perjudicial para la soberanía argentina y la necesaria integración
latinoamericana, en un contexto de crisis de la hegemonía estadounidense
y transición hacia un mundo más multipolar.
Los 10 viajes de Milei a Estados Unidos
Pocos
días después de ganar las elecciones, en noviembre de 2023, Milei viajó
como presidente electo a New York y Washington. En un avión privado,
pagado por el empresario multimillonario Gerardo Werthein, quien luego
sería designado embajador en ese país y actualmente reviste como
canciller, tuvo reuniones en la Casa Blanca con el asesor de seguridad
nacional de Joe Biden, Jake Sullivan, y con el asesor para América
Latina, Juan González, con autoridades del FMI y hasta con el
expresidente demócrata Bill Clinton, previo pago de una suma de varias
decenas de miles de dólares. “Nos convertimos en un socio estratégico de
Estados Unidos”, declaró el libertario cuando volvió a Buenos Aires,
exponiendo el giro copernicano en la política exterior argentina.
Ya
como presidente en funciones, en 2024 viajó siete veces a ese país: el
23 de febrero estuvo en Washington para participar de la Conferencia
Política de Acción Conservadora (CPAC), donde logró una selfie
tras bambalinas con el entonces opositor Trump; del 10 al 12 de abril
estuvo en Miami y Austin, donde se reunió con el hombre más rico del
mundo, Elon Musk, y con la institución judía “Casa de Jabad”; el 5 y 6
de mayo viajó a Los Ángeles para un evento del Instituto Milken; del 28
al 30 de mayo visitó San Francisco, donde mantuvo entrevistas con los
empresarios tecnológicos Sam Altman, Tim Cook, Sundar Pichai y Mark
Zuckerberg, con la máxima autoridad de la Universidad Stanford y con la
directora de la institución Hoover, la exsecretaria de Estado
Condoleezza Rice; del 12 al 14 de julio participó en la Allen & Co.
Sun Valley Conference; del 22 al 25 de noviembre viajó a New York, para
dar su discurso en la Asamblea General de Naciones Unidas, aunque
también tuvo una nueva reunión con Musk y participó en la apertura de la
Bolsa de Nueva York; y el 14 y 15 de noviembre fue a la cumbre de la
CPAC en Mar-a-Lago, donde se reunió con el ya electo Trump. El 19 y 20
de enero de 2025 participó en los actos de asunción presidencial en
Washington DC y luego volvió a viajar a la capital estadounidense para
participar en la conferencia anual de la CPAC, que se realizó del 19 al
22 de febrero, oportunidad en la que tuvo su foto oficial con Trump en
el hotel de la convención, además de otro encuentro con el ahora titular
del Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE, por sus siglas en
inglés), Musk —a quien le regaló una vistosa motosierra—, y con la jefa
del FMI, Kristalina Georgieva. Completó así la sorprendente cifra récord
de 10 viajes a Estados Unidos en apenas 15 meses, todo un símbolo del
realineamiento geopolítico argentino.
¿Por qué Milei es funcional a Trump?
En mayo del año pasado, en el artículo “Milei y la sumisión neocolonial a Estados Unidos”, que escribimos para Tektónikos,
explicamos que “Milei es muy funcional a los objetivos estratégicos de
Estados Unidos en América Latina y a la política de desmantelamiento de
la coordinación política a nivel regional, por eso ataca a todos los
gobiernos no alineados y desconoce organismos como la UNASUR y la CELAC,
a la vez que soslaya la importancia del Mercosur”. Y eso que todavía
gobernaba el demócrata Joe Biden. Ya con Trump de nuevo en la Casa
Blanca, la sumisión alcanzó nivel jamás transitado en la historia
argentina.
El excéntrico mandatario argentino, desde su llegada al
poder, viene mostrando una clara admiración y afinidad política e
ideológica con Trump. Además, la sobreactuación del seguidismo al jefe
de la Casa Blanca se debe a que el plan económico de Caputo —con un peso
sobrevaluado y un ajuste regresivo para financiar la fuga y el carry trade— depende
del apoyo del Secretario del Tesoro para un desembolso del FMI, pese a
que sus técnicos del organismo multilateral exigen una devaluación que
Milei resististe por motivos electorales. Para Trump, por su parte,
Milei representa un delegado clave en América Latina, región donde Estados Unidos ha buscado históricamente consolidar su influencia
y que enfrenta un grupo de gobiernos no afines, en Brasil, México,
Colombia, Chile, Uruguay, Bolivia, Cuba, Venezuela, Nicaragua y
Honduras, entre otros. La retórica antiestatista y promercado de Milei
coincide con la agenda neoliberal que Trump promovió durante su primera
presidencia, especialmente en lo que respecta a la desregulación
económica, ajuste del gasto social, en salud y en educación y la
reducción de impuestos a los más ricos. Esa afinidad no es total, claro,
ya que Trump es fuertemente proteccionista y despliega un nacionalismo
económico, utilizando el poder estatal para doblegar a otros países en
función de los intereses de las grandes corporaciones estadounidenses,
amenazadas por el avance arrollador de sus competidoras chinas.
Milei,
por su parte, despliega una “diplomacia de fotos”, se rodea de los
exponentes ultraderechistas de Estados Unidos, Europa y América Latina y
cultiva una imagen internacional activa, que le rinde especialmente
para su acumulación política interna. Se burla de quienes hablaban de él
como un “fenómeno barrial” y se imagina, junto a Trump, como uno de los
dos líderes más importantes del “mundo libre”, acaudillando la guerra
cultural contra la supuesta agenda progresista woke. Sostienen
los libertarios que el alineamiento con Trump va a lograr soltarle la
mano al Fondo y atraer inversiones estadounidenses. Sin embargo, Milei
debería observar con cuidado la deriva del presidente ucraniano
Volodimir Zelensky, que pasó de marioneta de Washington, cuando
gobernaba la fracción globalista, a ser insultado por Trump y Musk, hace
unos días, y el viernes 28 de febrero directamente reprendido
públicamente por Trump y el vice J. D. Vance en una inusual transmisión
en vivo desde el Salón Oval de la Casa Blanca. Luego de haber empujado y
financiado la escalada de la OTAN y Ucrania contra Rusia desde 2014,
ahora Estados Unidos le exige al devaluado líder de Kiev que entregue
sus recursos estratégicos y acepte el acuerdo que Trump discute con
Putin sin siquiera participar en la mesa de negociaciones, para horror
de los líderes de la Unión Europea.
En el caso de Argentina, y sin
entregar nada a cambio, Estados Unidos logró que Milei diera marcha
atrás con el estratégico ingreso argentino al grupo BRICS, canceló la
compra acordada de aviones chinos, para optar por los vetustos F16 de
origen estadounidense, dio concesiones a Musk para avanzar con sus
negocios en el país, prometió a Laura Richardson, la jefa del Comando
Sur, la construcción de una base militar conjunta en Tierra del Fuego,
entregó el control de la hidrovía y promete la participación
estadounidense en la privatización de empresas públicas, además de
atacar directamente a los gobiernos latinoamericanos no alineados con
Washington y de poner en peligro acuerdos como el del MERCOSUR: en su
discurso del 1 de marzo de apertura de sesiones del Congreso, Milei
volvió a amenazar directamente con abandonar el bloque, para firmar un
improbable acuerdo de libre comercio con Estados Unidos.
La diplomacia como mecanismo de acumulación política de Milei
Para
Milei, la diplomacia está privilegiándose como un mecanismo de
acumulación política interna. Sus frecuentes viajes a Estados Unidos y
sus encuentros con figuras como Trump y Musk fueron y son utilizados
para proyectar su imagen de líder global y reforzar su legitimidad
doméstica. Milei presenta estas reuniones como pruebas de su capacidad
para atraer inversiones y fortalecer la posición de Argentina en el
escenario internacional, como baluarte de la lucha global
antiprogresista.
Esta estrategia ha sido efectiva hasta ahora en
términos de comunicación política, ya que le permite a Milei exhibirse
como una figura que talla en las grandes ligas. Sin embargo, esta
diplomacia espectacular también tiene sus límites. La dependencia de la
imagen internacional para consolidar su liderazgo interno puede resultar
contraproducente si no se traduce en mejoras tangibles para la
población argentina.
Además, esta acumulación política a través de
la diplomacia ha generado críticas desde sectores que consideran que
Milei prioriza los intereses extranjeros sobre los nacionales. La
alianza con Trump y otros líderes conservadores ha polarizado aún más el
escenario político argentino, dividiendo a la sociedad entre quienes
apoyan esta alineación y quienes la ven como una amenaza a la soberanía
nacional, por no mencionar los “volantazos sin rumbo”,
como ocurrió en el caso del reciente voto contra Ucrania en la ONU,
luego de haber recibido a Zelensky en Buenos Aires en diciembre de 2023.
Con
el escándalo internacional por la estafa con la criptomoneda LIBRA,
Milei enfrenta demandas judiciales en Estados Unidos y llegó a la tapa
del New York Times y otros influyentes medios de ese país,
quienes avanzan con sus propias investigaciones, demoliendo la imagen
internacional que supo cultivar Milei. En abril, además, se va a
presentar una demanda judicial colectiva en Estados Unidos, impulsada
por cientos de damnificados. El propio Mauricio Claver-Carone, delegado
de Trump para América Latina, que mantiene un encono personal con el
jefe de gabinete Guillermo Francos y que ya criticó públicamente el plan
económico de Milei, repitió este fin de semana que Milei sería
investigado por la cripto-estafa y que no veía plausible un acuerdo
comercial bilateral entre Estados Unidos y Argentina. Trump, por su
parte, el lunes 3 de marzo fue más ambiguo, calificó a Milei como un
“líder excepcional” y, ante una pregunta, declaró que estaba dispuesto a
conversar sobre cualquier propuesta que le hiciera llegar el mandatario
argentino.
La pérdida de soberanía nacional
Uno
de los aspectos más preocupantes de la relación con Estados Unidos bajo
los gobiernos de Trump y Milei es la potencial pérdida de soberanía
nacional. La sumisión casi automática con los intereses de Washington ha
llevado a que la Argentina adopte políticas que no responden a sus
propias necesidades, sino a los intereses estratégicos de Estados
Unidos.
Un ejemplo claro es la renegociación del acuerdo con el
Fondo Monetario Internacional, en el que Milei tiene depositadas sus
expectativas, para recibir un préstamo que le permita llegar a las
elecciones de octubre con el dólar planchado y la inflación controlada,
sus dos logros económicos sobre los que sustenta todavía un importante
apoyo popular, pese al ajuste y la recesión económica. La dependencia
financiera respecto del Estados Unidos y el FMI ha restringido el margen
de maniobra del gobierno argentino, lo que ha generado críticas desde
sectores que defienden una política exterior más independiente,
coordinada con otros países de la región y que diversifique los vínculos
económicos y financieros internacionales.
La subordinación de la
política exterior argentina a los intereses de Washington afecta la
capacidad argentina para establecer relaciones equilibradas con otros
actores globales, como China y Rusia y demás miembros del grupo BRICS.
Esta pérdida de soberanía no solo tiene implicancias económicas, sino
también políticas y estratégicas, ya que limita la capacidad de la
Argentina para definir su propio rumbo en el escenario internacional.
En
función de sus anteojeras ideológicas y sus necesidades políticas (que
ahora se suman a las personales-judiciales, para evitar que avancen en
Estados Unidos las causas por la estafa cripto), Milei está dispuesto a
dinamitar cualquier estrategia latinoamericana para cooperar y coordinar
en función de ampliar los márgenes de autonomía y defender la soberanía
de los países de la región. Por el contrario, Milei pretende avanzar,
como declaró públicamente, en destruir las capacidades estatales
argentinas para entregar las fuerzas del mercado, o sea a las
principales corporaciones estadounidenses, los principales resortes de
la actividad económica argentina.
La incorrecta lectura geopolítica y los desafíos para Nuestra América
Estados
Unidos encontró en el libertario argentino un ejecutor obediente de sus
mandatos. Milei ataca a todas las fuerzas políticas y sociales que
resisten la dominación imperial, a los gobiernos progresistas, nacional
populares y de izquierda latinoamericanos —contribuyendo a la desunión
regional— y, a nivel global, a los países que desafían la hegemonía
estadounidense, en particular los que conforman el grupo BRICS. Todo
esto en un contexto mundial muy crítico, en el que se profundiza una Guerra Mundial Híbrida y Fragmentada.
Además, involucra a la Argentina en lejanos conflictos militares. Esta
sobreactuación, excesivamente peligrosa, rompe la tradición histórica
argentina de mantener la equidistancia y la neutralidad, la posición de
que los conflictos deben resolverse de manera pacífica en el marco de
los organismos internacionales y no a través del uso de la fuerza. Este inédito alineamiento
nos involucra en conflictos externos, en los que la Argentina no tiene
capacidad militar para participar debido, entre otras cuestiones, a las
enormes vulnerabilidades que tiene en materia de defensa. Nada bueno
podemos esperar de eso y sí puede traer aparejadas consecuencias muy
perjudiciales. Además, lesiona nuestras posibilidades de unirnos con el
resto del mundo, con otros bloques de países como el G77+China (grupo de
naciones del sur global, actualmente reúne a 135 países), en la ONU, en
los organismos regionales, en el grupo BRICS, que nos permitirían tener
mejores condiciones para avanzar en el reclamo soberano sobre Malvinas,
por ejemplo. Justamente, el Reino Unido es el segundo socio en
importancia de la OTAN, después de los Estados Unidos, y tiene una base
militar en nuestras islas del Atlántico Sur ocupadas.
La alianza
con Trump refleja una incorrecta lectura geopolítica por parte del
gobierno argentino. En un mundo cada vez más multipolar, donde China,
Rusia, India y otros actores globales están ganando influencia, el
alineamiento acrítico con Estados Unidos es absolutamente
contraproducente. Argentina está perdiendo oportunidades de diversificar
sus alianzas y fortalecer su posición en el disputado escenario
internacional.
Desde asumió el 20 de enero, Trump despliega un
giro en la política exterior de Estados Unidos hacia América Latina y el
Caribe, en lo que llamé el “Corolario Trump” de la doctrina Monroe, que se caracteriza por mucho garrote y poca zanahoria: amenazas, sanciones y poco para ofrecer en materia de ayuda económica o acceso a su mercado interno.
La
política exterior neocolonial de Milei ha generado, además, tensiones
con otros países de la región, como Brasil, México y Colombia, que han
adoptado posturas más independientes frente a Washington. La integración
regional, un objetivo clave para Nuestra América, se ha visto
debilitada por la alianza de Milei con Trump. En lugar de fortalecer los
lazos con sus vecinos, Argentina ha optado por una política exterior
que prioriza los intereses de Estados Unidos, lo que ha generado
desconfianza y aislamiento en la región.
Mientras los desafíos
para Nuestra América son significativos, la alianza entre Milei y Trump
representa un obstáculo para la construcción de un bloque regional unido
y autónomo. En un contexto de creciente competencia global, la falta de
coordinación entre los países de la región debilita fuertemente la
capacidad para defender sus intereses comunes.
Mientras el 1 de
marzo asumió el frenteamplista Yamandó Orsi en Uruguay, ocasión en la
que se reunieron Lula, Petro, Boric, Xiomara Castro y otros mandatarios
latinoamericanos, Milei ratificaba, frente a un congreso semi-vacío, la
amenaza de abandonar el MERCOSUR, para encadenar el futuro argentino a
un tratado comercial con Estados Unidos. Todo un símbolo del desatino de
una política exterior sumisa y dependiente que, de perpetuarse, va a
profundizar todavía más la dependencia argentina y condenarla a la
irrelevancia estratégica.