lunes, 29 de febrero de 2016

Seminario de doctorado (UBA), Prof. Leandro Morgenfeld: "Historia de las relaciones económicas, políticas, sociales y culturales entre Argentina y Estados Unidos (1880-2015)". Inicio: 5 de septiembre de 2016. Informes e Inscripción, acá.






UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES
FACULTAD DE FILOSOFIA Y LETRAS
SECRETARÍA DE POSGRADO




PROFESOR: Dr. Leandro Morgenfeld

AÑO: 2016

CUATRIMESTRE:

DIA Y HORARIO DE CURSADA: Lunes 17 a 21hs.

INICIO: Lunes 5 de septiembre

DURACIÓN: 36 horas



 - INFORMES E INSCRIPCIÓN: ACÁ -

Posgrado FFyL-UBA: Puán 430. TE: 4433-5925 
 

PROGRAMA



1-FUNDAMENTOS Y OBJETIVOS

El objetivo del seminario será estudiar en profundidad las distintas etapas históricas de la relación entre Argentina y Estados Unidos, enfocando en los aspectos económicos, políticos, sociales y culturales del vínculo. Desde fines del siglo XIX, cuando el gobierno estadounidense pretendió consolidar su hegemonía en el Hemisferio Occidental a través de una organización panamericana, los representantes argentinos intentaron obstaculizar una organización que potencialmente podía poner en riesgo los lazos económicos y políticos con Europa. A lo largo del siglo XX, la Casa Blanca y la Rosada protagonizaron diversos enfrentamientos, en una relación que fue históricamente tensa. En este seminario se abordarán, entre otros, los siguientes interrogantes: ¿Puede juzgarse una política confrontativa con Estados Unidos como automáticamente autonomista? ¿Por qué, a lo largo de la historia, Argentina enfrentó en diversas oportunidades las iniciativas de Estados Unidos en la región? ¿Qué posiciones defendió Argentina frente al proyecto estadounidense de conformar una organización interamericana? ¿Qué relaciones estableció con los demás países latinoamericanos para desplegar su política hacia la Casa Blanca? ¿Qué sectores internos, en Argentina y Estados Unidos, alentaban la profundización del vínculo bilateral y cuáles lo obstaculizaban? ¿Qué distintas etapas atravesó, hasta la actualidad, la relación argentino-estadounidense y cómo se explican los períodos de mayor conflicto y mayor acercamiento?
¿Carnales? ¿tumultuosas? ¿maduras?¿conflictivas? ¿intensas? ¿distantes? A lo largo de la historia, protagonistas y analistas caracterizaron de las más diversas formas al vínculo bilateral. Argentina y Estados Unidos comparten un pasado común: fueron colonias. La independencia lograda por las posesiones inglesas en Norteamérica en 1776 fue un faro para los revolucionarios del Río de la Plata. Sin embargo, ese origen compartido no se tradujo en una relación estrecha entre Washington y Buenos Aires. Ni en una esperable solidaridad durante las luchas anti-coloniales. La Casa Blanca demoró el reconocimiento de las independencias latinoamericanas y tempranamente, en 1823, planteó la doctrina Monroe, fuente de esperanzas, recelos y equívocos al sur del Río Bravo. La creencia en el Destino Manifiesto y un temprano expansionismo anexionista fueron convirtiendo a Estados Unidos en una potencia continental primero y mundial después. El apetito por ampliar su territorio a costa de guerras y conquistas y consolidar lo que consideraban su patio trasero produjo un divorcio con las clases dirigentes latinoamericanas, temerosas pero a la vez crecientemente dependientes del gigante del norte.
            Argentina, desde sus orígenes, miró más hacia Londres y París que hacia New York o Washington. La clase dominante criolla, europeísta, fue tejiendo lazos económicos, políticos, sociales y culturales con el Viejo Continente. Desde finales del siglo XIX, cuando Estados Unidos pretendió erigir una unión aduanera continental, los gobernantes del régimen oligárquico dificultaron todo lo posible la organización panamericana. No por un afán latinoamericanista (el escepticismo hacia las ideas de Bolívar y el proyecto de una patria grande estuvo siempre a la orden del día), sino porque eran temerosos de malquistar a los gobernantes de los países europeos, que proveían capitales, préstamos y mercados para las exportaciones agropecuarias. Hasta la segunda guerra mundial, hubo idas y vueltas en el vínculo bilateral, limitado por el carácter no complementario de ambas economías y por las trabas estadounidenses a las compras de lanas, carnes y granos argentinos. Desde 1941, la tenaz neutralidad de la Casa Rosada pasó a ser eje de conflicto, luego potenciado por el ascenso de Juan Domingo Perón. El planteo de la Tercera Posición y sus políticas nacionalistas y reformistas fueron un desafío para los planes hegemónicos del Departamento de Estado, aunque no al nivel de impedir la creación de la OEA o la aprobación del TIAR, dos objetivos estratégicos para Washington.
            En los años 50, la guerra fría se trasladó al continente americano. Primero con el golpe contra Jacobo Arbenz en Guatemala y luego, plenamente, tras el triunfo de la Revolución Cubana. El peligro rojo se había instalado en el patio trasero. La respuesta de la Casa Blanca fue una nueva combinación de palos y zanahorias, o sea agresiones militares y promesas de concesiones económicas. Las relaciones interamericanas volvieron a crujir. Era la hora de la Alianza para el Progreso, la Doctrina de Seguridad Nacional y los golpes de estado en todo el continente, impulsados por militares entrenados en la Escuela de las Américas. Arturo Frondizi, a su manera, intentó sacar provecho de la situación, alentando negociaciones con la Casa Blanca, pero su gobierno sucumbió ante los militares.
            La sucesión de dictaduras en Argentina no allanó la relación con Washington. Complejas alianzas internacionales –“apertura al Este” mediante-, diferencias económicas -potenciadas por la crisis de los años setenta-, choques vinculados a la violación los derechos humanos y, finalmente, la Guerra de Malvinas, dificultaron mucho más de lo predecible el vínculo bilateral. La vuelta de la democracia se dio junto a profundas crisis económicas. La elevadísima y fraudulenta deuda externa operó como un elemento disciplinador. En consecuencia, con Raúl Alfonsín, hubo un rápido abandono de tenues posiciones heterodoxas iniciales, en función de un “giro realista” en la relación con Washington. La confluencia con Ronald Reagan no tardó en llegar. Años después, la dependencia financiera se profundizó, derrota popular mediante, y las relaciones pasaron a ser “carnales”, como nunca antes. Tras el Consenso de Washington, se teorizaba, era necesario asumir el realismo periférico y no confrontar con la principal potencia mundial en un mundo pretendidamente unipolar.
            El estallido del 2001, en el marco de un movimiento popular que se vio replicado en buena parte de América Latina, obligó a repensar, también, el vínculo bilateral. El proyecto estadounidense del Área de Libre Comercio para las Américas (ALCA), que parecía inexorable, fue finalmente derrotado hacia 2005, en Mar del Plata. En el nuevo contexto político y social regional emergió, con límites y contradicciones, un inédito horizonte de integración latinoamericana, por fuera del mandato de Washington. La Casa Blanca, en consecuencia, debió soportar resistencias en la región, incluyendo las de la Casa Rosada, con la que tuvo un vínculo ambivalente desde el inicio del siglo XXI. ¿Existen posibilidades de una nueva relación Argentina-Estados Unidos? ¿Otra América es posible? ¿Se puede abandonar la concepción del realismo periférico? ¿Hay condiciones para que el horizonte de la integración apunte a América, en vez de Estados Unidos, Europa o Asia? ¿Es momento de (re)pensar la relación bilateral con parámetros distintos a los que se la abordó hasta ahora?
            El presente seminario es una invitación a abordar estos interrogantes, recorriendo la historia de las conflictivas relaciones entre Argentina y Estados Unidos y sintetizando investigaciones que venimos realizando desde hace más de una década –incluyendo nuestras tesis de Especialización, Maestría y Doctorado, y las líneas de trabajo posdoctorales-. Nos interesa comprender el carácter de la relación entre un país que, a pesar de su pasado colonial, desarrolló el capitalismo hasta constituirse en una potencia imperial y otro que se incorporó tardíamente a la economía mundial, como país dependiente. No pretendemos realizar una descripción de todos los avatares de la relación, sino destacar los ejes fundamentales de la misma, integrando las dimensiones política, económica, social y cultural, que en muchos estudios se abordan aisladamente. Trabajaremos también en las clases con documentación inédita de los archivos de ambas cancillerías –venimos hace años realizando una extensa tarea de investigación en distintos archivos argentinos y estadounidenses- y con entrevistas que realizamos a los principales actores de la política exterior argentina, en el marco de un proyecto en curso de Historia Oral de la Política Exterior Argentina (Rapoport, 2015).




2-RÉGIMEN DE ACREDITACIÓN

Se observará lo estipulado por el reglamento correspondiente al Doctorado de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.


3-CARGA HORARIA Y FRECUENCIA

Se contempla realizar 9 clases semanales cuatro horas cada una, totalizando el seminario 36 horas de clases presenciales.


4-DÍA Y HORA POSIBLES PARA SU DICTADO. PERÍODO

El curso será dictado los días lunes de 17 a 21 horas, a partir del 5 de septiembre de 2016. Cada encuentro se dividirá en dos partes. Una primera, teórica e histórica, que consistirá en la exposición del docente a cargo del seminario, y una segunda, en la que expondrán los estudiantes los textos previstos en cada clase y se trabajará analizando documentos inéditos de ambas cancillerías. Luego, al  final de cada encuentro, el docente hará un cierre/síntesis de cada unidad.


 5- EVALUACIÓN

Además de la exposición en las clases, los estudiantes prepararán a lo largo del seminario una propuesta de tema y bibliografía para la monografía final. A lo largo de la cursada, deberán entregar esa propuesta, que tendrá que ser aprobada por el docente a cargo, antes de la confección de la monografía final. Todos los inscriptos deberán presentar esa monografía sobre alguna/s de las temáticas abordadas, cuya extensión máxima será de 20 páginas. Se estimulará a  los cursantes a que elijan que un tema que tenga relación directa con su Tesis Doctoral, aunque esto no es obligatorio ni excluyente.


6- BIBLIOGRAFÍA

La bibliografía que se presenta a continuación será brindada a los estudiantes por el docente, y podrá ser enriquecida y complementada con otra más completa y actual, que se ofrecerá en cada clase.

- Acá podés leer el tema y bibliografía de cada unidad -

- Completá acá el formulario de inscripción
 

Obama intentará incorporar a la Argentina al Acuerdo Transpacífico, el tratado de libre comercio que impulsa EEUU para contener a China

 

Aceleran un acuerdo clave con EE.UU. y una alianza con la UE

Intensas negociaciones de libre comercio de cara a las visitas de Obama y de Mogherini.
LA NACION
 
 
Varias sorpresas podrían deparar tanto la visita de Barack Obama como la de la jefa de la diplomacia de la Unión Europea (UE), Federica Mogherini, quienes vendrá a la Argentina en los próximos días para reunirse con Mauricio Macri.
Más allá de los gestos protocolares que podrían dar tanto Estados Unidos como la UE en la nueva etapa política que abrió Macri para la Argentina, hay un diálogo subterráneo bastante avanzado en la diplomacia que podría derivar en posibles anuncios tras estos viajes clave.
Según confiaron a LA NACION fuentes de la Casa Rosada, la llegada de Obama podría traer entre manos la promoción del Tratado Transpacífico de Cooperación Económica, más conocido como el TPP. Se trata de un ambicioso plan de libre comercio que impulsa Washington y que ya selló junto con Japón, Australia, Nueva Zelanda, Malasia, Brunei, Singapur, Vietnam y Canadá. En América latina ya suscribieron a este acuerdo México, Perú y Chile.
Hay claras intenciones de Macri de acercar posiciones de la Argentina a la Alianza del Pacífico, que integran Colombia, Chile y Perú, razón por la cual esto podría derivar en un avance de las negociaciones por el TPP tal como lo plantea Estados Unidos.
El secretario de Comercio, Miguel Braun, estuvo en Washington la semana pasada y en sus visitas oficiales con funcionarios norteamericanos dejó bien en claro las intenciones del comercio internacional que busca Macri. "La Argentina debe aspirar a participar en la mayor cantidad de acuerdos de comercio posibles porque, siempre y cuando resguarden a los sectores sensibles de nuestra economía, son muy positivos para nuestro bienestar porque generan inversiones, empleo y oportunidades para que nuestras Pymes se inserten en cadenas globales de valor", dijo Braun en una conferencia que ofreció en el Atlantic Council sobre oportunidades de comercio e inversiones en el país.
No sólo esto. Braun dijo que Macri quiere abrirse a "socios estratégicos" como Estados Unidos, con iniciativas como el TTP. En un encuentro con las autoridades de la Oficina del Representante de Comercio de los Estados Unidos (USTR, en sus siglas en inglés) Braun remarcó que "en el corto plazo, la prioridad es avanzar con Mercosur-UE, la Alianza del Pacífico, México, Colombia en la profundización comercial y de inversiones con Estados Unidos".
En el largo plazo, una eventual inclusión de la Argentina en el TPP apuntaría a regular un gran número de temáticas, que van desde el comercio de lácteos hasta la regulación laboral, pasando por derechos de autor, patentes, inversiones estatales y medio ambiente. Los detractores de este tipo de acuerdos señalan que habría una limitación del acceso a medicamentos, leyes de propiedad intelectual más estrictas y un perjuicio para la industria nacional.
En el Gobierno no está claro aún cuándo podrían comenzar las negociaciones por el TPP pero sostienen que la visita oficial de Obama prevista para el 23 y 24 de marzo podría contemplar un apartado sobre este tema.

Frente europeo

Por otra parte, la llegada el 9 de marzo próximo de la jefa de la diplomacia de la UE no sólo buscará darle un empuje a las trabadas negociaciones entre la UE y el Mercosur por un acuerdo de libre comercio. También la llegada de Mogherini intentará sellar una "alianza estratégica" entre la Argentina y el bloque europeo. Hasta ahora, la UE sólo tiene este tipo de alianzas con Brasil y México, lo que supone un mayor acercamiento político y una agilización de los canales de diálogo.
"Queremos tener una alianza estratégica con la Argentina para dar una clara señal de que hay un mejor clima político con el nuevo gobierno", dijo a LA NACION una fuente diplomática de la UE que ratificó que en la agenda de Mogherini no se descarta una reunión con Macri, más allá del encuentro que habrá con la canciller Susana Malcorra.
En la práctica, establecer una alianza estratégica entre la Argentina y la UE facilitaría trámites de comercio, una mayor cooperación en diferentes áreas y una señal de acercamiento político en momentos en que cambian los vientos en América latina. Es que tras la victoria electoral de Macri en la Argentina, se dio la derrota del chavismo en las legislativas del año pasado y ahora Evo Morales tuvo que enfrentar el NO en un referéndum donde buscaba extender su reelección presidencial.
La canciller Susana Malcorra cree que no estaría nada mal avanzar hacia una alianza estratégica con la UE aunque entiende que en estos momentos la prioridad del gobierno de Macri deberá ser la agilización de las negociaciones por un acuerdo de libre comercio entre la UE y el Mercosur. Los tiempos corren para ambos bloques para la presentación de ofertas ya que en julio la presidencia pro tempore del Mercosur pasará de Uruguay a Venezuela. Y se sabe que el gobierno de Nicolás Maduro es reacio a entablar un acuerdo de libre comercio con la UE.

domingo, 28 de febrero de 2016

Federico Merke: "Obama viene para establecer agenda"

"Obama viene para establecer agenda"

El experto en relaciones internacionales Federico Merke considera que la visita del líder estadounidense es una oportunidad para reestaurar una relación bilateral "diluida" e iniciar una política exterior más "consistente" del país.

Leonado Herreros
Diario Rio Negro

El propósito de la visita de Obama a la Argentina en marzo próximo tiene más que ver con un intento de establecer una agenda para el futuro que con algún tema en concreto, asegura el doctor en relaciones internacionales y profesor de la universidad de San Andrés, Federico Merke. Lejos del entusiasmo oficialista que presenta al gobierno de Macri como la cabeza de un "nuevo liderazgo regional", el académico duda que el viaje del presidente estadounidense intente "equilibrar" el viaje a Cuba, ya que "difícilmente el norteamericano medio sepa quién es Macri". A su juicio, es más bien un gesto de fin de mandato para restablecer el contacto con uno de los principales países del Cono Sur de cara al próximo gobierno, tras los cortocircuitos con el gobierno anterior.

La política exterior de Mauricio Macri.

Merke: "La política exterior sufrió mucho el default, que nos sacó un poco del mapa. No es que Argentina estuvo aislada, yo no compro esa teoría..."

–¿Cuál es el significado de la visita de Obama a la Argentina?
–Yo lo interpreto como una visita que enmarca un punto de inflexión, que busca restaurar una agenda bilateral que estuvo un poco diluida en estos años. No es que no hubo agenda entre EE. UU. y Argentina en estos años de Cristina Fernández, hubo colaboración con EE. UU. en materia de terrorismo y cooperación nuclear, dos temas en los cuales siempre hubo sintonía, pero quizás en otras áreas sí había disonancias.
–¿Se refiere al área económica sobre todo?
–Claro, me refiero a las trabas comerciales, al proteccionismo comercial y en los últimos años a la disputa judicial con los fondos buitre en Nueva York, cuando el gobierno veía en la Casa Blanca parte de los obstáculos a la negociación, mientras el gobierno norteamericano señalaba que era un tema judicial en el cual no podía intervenir. Me parece que con el cambio de gobierno, al abrirse la negociación, Macri dio señales positivas a los ojos de Washington, y un poco acá están los resultados, aunque hay que poner la visita en contexto: Obama está en su último año de gobierno, es difícil pensar en que tenga una agenda propia en este momento con Argentina. Es más bien una tarea pendiente que tenía como presidente...
¿Se refiere a que Argentina era el único país "grande" de la región que aún no había visitado?
–Estuvo en Chile, Brasil, Colombia, no recuerdo si en Uruguay... de modo que hay un intento de recomponer la relación.
–¿Cuáles son las señales de Macri que a su juicio resultaron más importantes para Washington?
–Yo pienso en tres. Una, la que mencioné, la predisposición a negociar con los holdouts. La otra es una actitud de mayor apertura hacia el comercio, menos proteccionista que el gobierno anterior, que siempre cae bien en Estados Unidos, un campeón del libre comercio global (aunque del propio no tanto), y la tercera, declaraciones tanto de Macri como de su Canciller Malcorra de tener una política exterior más pragmática, menos ideologizada y ver en qué cosas se puede cooperar y en qué no, que a mi juicio es uno de los problemas históricos de la relación de Argentina con EE. UU., más allá de Macri.
–¿A qué se refiere?
–A que nosotros debemos emitir señales honestas hacia EE. UU. Cuando digo honestas me refiero a que cuando el país dice "sí" es sí y cuando dice "no" es no, lo que permite avanzar en lo que se está de acuerdo y postergar para más adelante lo que no. Pero no algo que primero es un "sí" pero cuando se vuelve al país es un "no", o peor, un "ni"; que Estados Unidos sepa en qué puede contar con Argentina y en qué no. No creo que hoy Washington esté en una postura de demandar actitudes nuestras, sino de establecer una agenda clara: en las cosas que no se pueda trabajar no trabajaremos. Éste es un cambio en este momento. No estoy de acuerdo con que haya una actitud de alineamiento automático, o del regreso a las relaciones "carnales" del menemismo...
–¿Por qué?
–Porque el mundo cambió. Estados Unidos es menos poderoso que en los 90, cuando salía como vencedor de la Guerra Fría y tenía un estatus simbólico mayor que el que tiene hoy; China no era la potencia que es hoy, Argentina no está tan colapsada como en esos años... en fin, no veo que el gobierno argentino tenga las presiones o incentivos para tener esa actitud. El mundo y el comercio se han diversificado. Estados Unidos sigue siendo una superpotencia, pero América Latina y el Cono Sur en particular han demostrado en los últimos años que hay otras alternativas, y América del Sur ha gozado de mayor autonomía, al punto de tratar de resolver muchos de los problemas entre los propios miembros de la región. Eso ha sido saludable y no creo que se altere mucho.
Federico Merke es profesor titular de Relaciones Internacionales en la Universidad de San Andrés.
–Entre las razones de política interna, muchos interpretan la visita como un intento de Obama de equilibrar o atenuar las críticas que va a recibir de la oposición por su visita previa a Cuba...
–Si, algo he leído de eso. La verdad, no lo veo. El tema es cuántos estadounidenses saben hoy quién es Macri, que puedan decir "ah, pero Macri es más liberal, de centroderecha". Yo creo que el grueso del foco de atención político y mediático del viaje de Obama va estar puesto en Cuba, que es parte importante de su política interna. Argentina no mueve las agujas de la política doméstica de EE. UU., salvo en el caso de los holdouts. Argentina no es tema de campaña como sí lo es Cuba, en el caso de los precandidatos republicanos como (Marco) Rubio y (Ted) Cruz. De modo que no creo que sean viajes equiparables, que uno equilibre otro. Dudo que el americano medio sepa quién es Macri o incluso que hubo un cambio de gobierno.
–Una política del gobierno anterior que fue ambivalente combinó gestos de autonomía, de fuertes críticas, como de acercamiento...
–Yo diría que inconsistente. El problema es que la relación con Estados Unidos en Argentina siempre fue un problema de política interna, especialmente con el peronismo. El presidente peronista siempre ha tenido la necesidad de que cuando le habla a Estados Unidos en realidad le habla a sus bases de apoyo interno, que históricamente han sido reacias a una relación armónica con ese país, con fuerte sentimiento antihegemónico, encontrados con Washington desde el "Braden o Perón" en adelante. Y en particular, la coalición del kirchnerismo, muy distinta del menemismo. Estados Unidos apareció más en los discursos de política interna de la presidenta que en la agenda de política exterior de la cancillería. Una cuestión más retórica y discursiva de "pegarle al norte" que una política exterior articulada y consistente. Macri se está despegando de esto.
–¿De qué manera?
–Con que EE. UU. no ocupe tanto lugar en el discurso político interno, esto quiere decir, ni para pegarle y ni para amarlo, que sea un tema más de política bilateral, definir cuál es el interés de Argentina en esta relación. Qué podemos obtener y ganar nosotros y ellos.
–La mayoría de los analistas de política exterior señalan que a partir de la crisis del 2001 la política exterior estuvo cada vez más marcada por problemas coyunturales que por una estrategia a mediano plazo.
–La política exterior sufrió mucho el default, que nos sacó un poco del mapa. No es que Argentina estuvo aislada, yo no compro esa teoría; sí que la política exterior de nuestro país fue inconsistente. Esto ocurre en cualquier país que tiene una gran crisis como la nuestra: los problemas internos te absorben mucho y la política exterior deja de ser relevante, estás abocado a apagar incendios...
–Y ahora, ¿qué puede dejar la visita de Obama en concreto?
–Puede ser una señal positiva para el mercado internacional, que ya descuenta el acuerdo con los holdouts. Pero más que resolver temas, es plantear una agenda de colaboración donde se pueda avanzar. En marzo hay una cumbre sobre seguridad nuclear donde Argentina va a participar y siempre ha mantenido criterios comunes con EE. UU. Es una señal más hacia adelante y no de resolver cosas para atrás. De dejar las puertas abiertas para el próximo presidente de EE. UU., algo que debiera empezar a interesarnos y puede ser preocupante.
–¿Por qué?
–Por los candidatos que se perfilan. Si triunfa Hillary Clinton puede pensarse en una continuidad de las políticas de Obama, pero en el panorama republicano el tema es preocupante. Los candidatos más fuertes, como Trump, Cruz o Rubio tienen una visión muy negativa sobre Latinoamérica, y a Macri no le será sencillo tratar con ellos. Todos se concentran en los aspectos puramente negativos de América del Sur como el populismo, el narcotráfico, corrupción, la supuesta ineficiencia de los gobiernos... Y los tres están muy concentrados en Medio Oriente y Asia Pacífico, ninguno de ellos ha dicho algo sustantivo hacia América Latina en esta campaña. En otros términos, tendrían una mirada más de halcones que de palomas. Y esto nunca ha sido positivo para el continente y para la Argentina.
Perfil
Mario Federico Merke es doctor en Ciencias Sociales y profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad de San Andrés. También es investigador del Conicet. Estudió Relaciones Internacionales en la Universidad del Salvador, hizo un master of arts en Estudios Internacionales en la Universidad de Warwick (Reino Unido) y un doctorado en Ciencias Sociales en Flacso, en el que investigó la relación entre identidades políticas y política exterior en la Argentina y Brasil. Fue becario chevening del British Council y del Ibero-Amerikanisches Institut (Berlín). Hasta el año 2009 fue coordinador académico del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales y Profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad del Salvador. Sus áreas de docencia e investigación comprenden la teoría de las relaciones internacionales, el análisis de política exterior y la política internacional latinoamericana.
La flecha, una "mala coincidencia"
–Uno de los aspectos más polémicos de la visita del líder estadounidense es la coincidencia de su viaje con el 40º aniversario del golpe de Estado del 24 de marzo, lo que ha despertado críticas de sectores de izquierda y ligados a los derechos humanos.
–Sí, yo creo que fue una mala coincidencia, me cuesta creer que hubiera intencionalidad de cualquiera de los dos gobiernos. Había un problema de agenda: Obama quería aprovechar su salida hacia Cuba y seguir hacia acá. Quizás la reunión de Macri con grupos de Derechos Humanos que garantizó la movilización a Plaza de Mayo aplaque los ánimos. Aún no se sabe si Obama concurrirá a la ex-ESMA, como se dice, lo que genera susceptibilidades. De todos modos, con los sectores extremos es muy difícil dialogar, aquellos piensan que EE. UU. siempre es igual, que el de Obama es el mismo gobierno que avaló los golpes en los 70 y el Plan Cóndor. Es como si Cristina (y ahora Macri) viajara a Italia y allí dijeran "no vamos a recibir a la presidenta de un país que torturó y desapareció a 30.000 personas". La respuesta hubiera sido: "Pero esta presidenta no tiene nada que ver con esos gobiernos". Nosotros hacemos esta distinción para nuestro país, pero muchas veces no la hacemos con otros...
Una historia de malentendidos
Desde tan lejos como la Doctrina Monroe, las relaciones con la superpotencia no han sido fáciles. Además de algunas condiciones estructurales, la historia está llena de mucho verbo incendiario y poca capacidad para establecer vínculos racionales y maduros. Ante la visita de Obama, Macri tiene la palabra.
Carlos Torrengo
carlostorrengo@hotmail.com
Complejas desde tiempos con atisbos casi bíblicos. Y complejas como mínimo, como punto de partida para reflexionar sobre el tema. Éste es el signo, el dato más permanente que sella las relaciones entre Estados Unidos y Argentina. Un trayecto marcado por "repetidos malentendidos", sentencia el historiador americano Joseph Tulchin, explorador minucioso de pasados y presentes de ese vínculo.
Y al ampliar su definición, Tulchin suma sustanciosas apreciaciones para enmarcar la cuestión: las dificultades han sido recurrentes a lo largo de casi dos siglos y entre gobiernos de diversos signos: civiles o militares, populistas u oligárquicos en la Argentina y demócratas o republicanos, aislacionistas o internacionalistas en Estados Unidos.
Extensos períodos de tensión y desaprovechamiento de oportunidades para lograr cooperación y la amistad entre ambos países. Este patrón persistente, en vista de las presiones para lograr cooperación, sugiere que pueden existir cientos factores subyacentes que provocan las dificultades: causas estructurales que pueden explicar la incapacidad de ambas naciones para establecer una base firme sobre la cual construir relaciones amistosas para el beneficio mutuo.
Con este punto de vista coincide otro americano de largo rastrillar en la historia de las relaciones entre Washington y el conjunto de América Latina, Gordon Connell-Smith. Pero su óptica también aborda la cuestión del poder, las diferencias de cuotas de poder que median entre Estados Unidos, en tanto potencia, y Latinoamérica.
Una distancia cuyo abono se encuentra en la cuna misma de ambas naciones, que tras sacudirse su condición de colonias lograron su independencia. Distancia que Connell-Smith extiende al conjunto de los vínculos entre la Casa Blanca y Latinoamérica. Y explica el investigador:
• Los Estados Unidos eran ya una potencia establecida, que en el hemisferio se pudo tener como relativamente grande cuando la mayoría de los países latinoamericanos se hicieron independientes.
• Para entonces, los gobernantes de EE. UU. acariciaban la ambición de que su país llegara a ser la única gran potencia del hemisferio occidental. Para ello debían excluir de él a las grandes potencias europeas y establecer un desequilibrio de poder en las Américas.
En línea con este razonamiento emerge en la década de 1820 la Doctrina Monroe como instrumento organizador del paradigma de ejercicio de poder de los EE. UU. en el continente. Pero ya es historia. Incendió praderas y alentó la entrega de sangre contra ella.
Estados Unidos es, al menos hasta hoy, la potencia excluyente en el mundo. Poder golpeado, sí. Con fatiga de material, sí. O quizá –como señala una diplomática colaboradora de Bill Clinton– Washington esté ingresando, por mil razones, en la categoría de "mito de superpotencia".
Todo por "uso y abuso del poder", señala Nancy Soderberg en un libro que irritó al clan Bush.
Entre alaridos nacionalistas, populismos y verbos insustancialmente épicos alentados por imaginarias cuotas de poder propio para vincularse con Washington, pocos argentinos pensaron desde la política la construcción de un vínculo racional con EE. UU.
Quizá la cabeza más lúcida que desde argentina percibió dar respuesta a esa necesidad fue la de Federico Pinedo. Supo desde muy temprano en la década del 30 que lo que después se llamó Segunda Guerra era inevitable. Y supo entonces que, muy a pesar del aislacionismo que dominaba al poder en materia de política exterior, EE. UU. ingresaría en la guerra. Y que de ella emergería como potencia excluyente. Argentina no la podría ignorar.
Argentina tenía que forjar una política de entendimiento sólido, previsible, con EE. UU.
Pero Pinedo perdió. Su plan fue rechazado.
Y Argentina, más allá de la adultez que Arturo Frondizi le intentó inyectar al vínculo con Washington, siguió manejándolo con humores que sólo dañaron el interés nacional.
Ahora la palabra la tiene Mauricio Macri.
Fuerte imagen negativa
Los expertos señalan que Argentina ha sido históricamente ha sido el país de América Latina cuya población más guarda sentimientos antiestadounidenses.
Un estudio realizado en el 2015 por la Universidad Torcuato Di Tella y la Universidad de San Andrés, el 47,5% de los argentinos encuestados no confía "nada" en el gobierno norteamericano. A su vez, el 69% de los encuestados siente "desprecio" o "indiferencia" por EE. UU. Y un 29,3% lo ve como "amenaza".
Las relaciones entre Argentina y Estados Unidos se deterioraron durante los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández.
El fracaso del ALCA que impulsaba Washington en la Cumbre de las Américas en Mar del Plata de 1995 marcó un punto de inflexión en las relaciones, junto con el rechazo de Kirchner al FMI y a su influencia en la economía local. A partir de entonces se sucedieron entredichos diplomáticos que no pasaron a mayores pero que tensaron la relación, como la incautación en Buenos Aires de material que Washington había enviado en un avión militar y el conflicto con los fondos especulativos. A pesar de todo, Obama mantuvo cinco encuentros con Cristina, en foros multilaterales, aunque nunca visitó el país.