miércoles, 29 de julio de 2020

Reseña crítica de Cooperation and Hegemony in US-Latin America Relations. Revisiting the Western Hemisphere Idea



Revista Estudios Sociales, Universidad Nacional del Litoral
Vol. 58 Núm. 1 (2020)

RESEÑA BIBLIOGRÁFICA


Leandro Morgenfeld
Profesor UBA- Investigador CONICET
leandromorgenfeld@hotmail.com

Originado en el simposio “Repensando las relaciones entre Estados Unidos y América Latina: debates historiográficos y actuales” (Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Cambridge, 2011) y en un panel del Congreso de la Latin American Studies Association (LASA), realizado en Washington DC dos años más tarde, el presente libro editado por Juan Pablo Scarfi y Andrew R. Tillman tiene un objetivo ambicioso: recuperar la idea del Hemisferio Occidental, que supo popularizar el historiador Arthur Whitaker en los años cincuenta del siglo pasado, para los estudios de las relaciones interamericanas. 
            En la introducción al volumen, los editores se plantean, como propósito, una lectura más balanceada entre hegemonía y cooperación y entre la diferencia y lo que tienen en común las naciones al norte y al sur del Río Bravo, para solucionar lo que identifican como un problema: la sobreestimación de Estados Unidos como responsable del devenir del vínculo con el resto de sus vecinos del continente. Tal como se plantea al principio del libro, la propuesta es desafiar las supuestas dos grandes falacias “divisivas” de la historiografía estadounidense y latinoamericana: la idea del choque de civilizaciones y la del excepcionalismo estadounidense. Para lograrlo, proponen adoptar una perspectiva global y transnacional (pág. 2). La apuesta: que la noción de Hemisferio Occidental, que declinó en las últimas décadas hasta volverse irrelevante, vuelva al primer plano de los debates académicos. Así, se lograrían conciliar las visiones que enfatizan los aspectos hegemónicos estadounidenses con los otros que ponen en foco en la cooperación interamericana. Claro que, cuando se procura la recuperación de la idea de Hemisferio Occidental, no debe caerse en el error de limitarse al análisis de una historia continental, sino que tiene que pensarse, argumentan acertadamente Scarfi y Tillman en la introducción, dentro de una perspectiva global.
            La dimensión espacial o geográfica de la idea del Western Hemisphere es crucial, pero a la vez debe superar, señalan los editores, la propia manera en la cual Estados Unidos separa a América Latina y el Caribe en distintas regiones. También reclaman que la historiografía latinoamericana cumpla un rol clave a la hora de reescribir la historia de las relaciones interamericanas, a la vez que los aspectos culturales deben ocupar un lugar destacado, a pesar de que tradicionalmente fueron relegados. Tras una revisión de cómo apareció la idea y qué lugar ocupó en las décadas siguientes, el volumen se inscribe en la tradición de otros autores que apelaron a una perspectiva trasnacional, pero sin quizás explicar adecuadamente por qué sería fructífero recuperar el “concepto” de Hemisferio Occidental.
Luego de la introducción, el libro consta de tres partes, cada una de ellas con dos textos. La primera parte se ocupa de cuestiones metodológicas y de los fundamentos de la disciplina, entre las Relaciones Internacionales y la Historia. El capítulo de Charles Jones propone que la noción de Hemisferio Occidental se transforme en un “laboratorio” para entender las relaciones tremendamente asimétricas y culturalmente disímiles entre los distintos países del continente, abandonando los enfoques estadounidense-céntricos que priman en la disciplina de las relaciones internacionales. Tanya Harmer, por su parte, plantea la potencialidad de recuperar el concepto para construir una perspectiva sobre las relaciones interamericanas cada vez menos centrada en Estados Unidos, y que recupere la agencia de los distintos países y actores de América Latina, que distan de ser meras marionetas de Washington. En esa línea, recupera los trabajos recientes de diversos historiadores como Tom Long, Max Paul Friedman y Alan Mc Pherson, solo por citar algunos de los académicos que vienen trabajando en archivos diplomáticos de América Latina, tradicionalmente soslayados.
En la segunda parte, se analiza el vínculo entre panamericanismo y la idea del Hemisferio Occidental. El capítulo de Mark J. Petersen se ocupa del caso chileno, para mostrar cómo el primero, a pesar de ser una herramienta funcional a la hegemonía estadounidense, también fue utilizada, en este caso por el país trasandino, para contrarrestar dicha hegemonía y avanzar en la cooperación en una serie de tópicos, como las políticas sanitarias, las políticas sociales o los derechos de las mujeres (pág. 112). El texto de Ricardo Salvatore, por su parte, se aboca a las distintas concepciones espaciales en la historia de las relaciones interamericanas y a la interacción entre el hemisferio, la región y la nación. Muestra la coexistencia de las visiones estadounidenses hegemónicas hacia América Latina y el proyecto panamericano (pág. 160).
En la tercera parte, abocada la cuestión legal, se tratan tópicos más específicos, como las relaciones entre derechos humanos, derecho internacional americano y sistema interamericano. El texto de Scarfi presenta una detallada investigación del Instituto Americano de Derecho Internacional (AIIL, según su sigla en inglés) y de cómo, a pesar de su breve existencia, influenció al movimiento panamericano, hasta su declive. El trabajo de Par Engstrom, por su parte, se ocupa de estudiar el sistema interamericano de derechos humanos, intentando mostrar de qué forma se constituyó en una entidad de influencia política supranacional, a pesar de ser frecuentemente criticado como una simple extensión o herramienta de la política exterior estadounidense (pág. 233-234).  
Pensar en las Américas como una unidad puede parecer atractivo. Con unos 1.000 millones de personas, un tercio del PBI mundial (24% Estados Unidos, 7% América Latina y el Caribe y 2% Canadá), el continente cuenta con el 45% del agua renovable a nivel mundial, el 40% de las reservas de petróleo, enorme potencial de energías renovables y un liderazgo mundial en la producción de alimentos. Claro que esos agregados dicen poco sobre las heterogeneidades, las asimetrías y la historia de dominación. Toda elección académica supone un fundamento político. Estados Unidos apeló a la idea de Hemisferio Occidental para reforzar el proyecto panamericano, en disputa con otros proyectos regionales. Lo hizo también, más recientemente, para impulsar el ambicioso proyecto del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA). Es una noción que justamente diluye otras identidades, como la latinoamericana o la nuestramericana, intentando reforzar la idea de lo común por sobre las diferencias entre los países al norte y al sur del Río Bravo. Es funcional a la nueva estrategia de seguridad nacional estadounidense, que reivindica la Doctrina Monroe frente a los nuevos desafiantes: China y Rusia.
Y esto no es una novedad de Trump o su ex Secretario de Estados Rex Tillerson. Ya en noviembre de 2005, cuando en Mar del Plata defendió su proyecto estratégico del ALCA, George Bush (hijo) sólo tomó la palabra para decir que la integración de las Américas –lo que ellos llaman el Hemisferio Occidental- era clave para poder hacer frente juntos a China. Las denominaciones, sabemos, no son neutrales. Hemisferio Occidental, Latinoamérica, Hispanoamérica, Indoamérica, Iberoamérica o Nuestra América suponen tradiciones y apelaciones diversas, con connotaciones que es preciso no soslayar. Este libro, sin lugar a dudas, abre un debate rico, no sólo en el ámbito académico, sino también político. Sería promisorio seguir profundizando en el análisis de la dialéctica entre cooperación y confrontación, en el concepto de hegemonía en las relaciones interamericanas y en qué implicancias político-ideológicas, además de las historiográficas, tendría en el siglo XXI la recuperación de la referencia al Western Hemisphere. 

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