martes, 30 de junio de 2015

Entra carne argentina a Estados Unidos después de 15 años

Como explicamos en este artículo que escribimos con Mario Rapoport, desde 2000, y con la excusa de la aftosa, se impedía el ingreso de carne fresca argentina a Estados Unidos, siguiendo un patrón proteccionista que históricamente afectó las exportaciones nacionales hacia el país del Norte. La noticia es que ayer se anunció que esas restricciones finalmente serán levantadas: 

COMERCIO

Télam
El anuncio se concreta tras el fuerte reclamo que el Gobierno vienen realizando desde hace años y levanta la barrera que desde hace cerca de 15 años impide el ingreso de cortes argentinos al país del norte.

El gobierno de los Estados Unidos anunció que “permitirá la importación de carne fresca" proveniente de Argentina, levantando de esta forma la barrera que desde hace hace cerca de 15 años impide el ingreso de cortes argentinos al país del Norte.

El anuncio, realizado por el Servicio de Inspección de Salud Animal y Vegetal (APHIS, según su sigla en inglés) del Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA), comprende la importación de carne bovina “enfriada o congelada” de la zona denominada “Argentina Norte”, ubicada al norte del paralelo 42, considerada libre de aftosa con vacunación.

Por debajo de ese paralelo, está el área conocida como “Patagonia Sur”, integrada por Chubut, Río Negro y Santa Cruz, considerada libre de aftosa sin vacunación desde 2014.

El gobierno estadounidense autorizará ahora el ingreso a la carne producida en la totalidad de las provincias argentinas.

La decisión del Departamento de Agricultura en Washington dará cierre así a más de una década de procesos e intercambios con agencias de ambos países y distintos organismos multilaterales y locales La decisión del Departamento de Agricultura en Washington dará cierre así a más de una década de procesos e intercambios con agencias de ambos países y distintos organismos multilaterales y locales, que fueron retomados hace dos años cuando Argentina hiciera su reclamo ante la Organización Mundial de Comercio (OMC).

Si bien aún resta el fallo final por parte de la OMC, se estima que el organismo multilateral presidido por el brasilero Alberto Azevedo, daría a conocer en pocas semanas más un pronunciamiento a favor de nuestro país.

La importación de carne bovina fresca desde Argentina estaba prohibida desde 2001 por el gobierno estadounidense, tras el brote de fiebre aftosa registrado en el país.

A pesar de que el país normalizó su situación en 2007 en lo que respecta a la enfermedad, EEUU mantuvo la barrera al ingreso de cortes argentinos.

La medida dada a conocer hoy a través del sitio web del USDA, que beneficia también a ciertas áreas de Brasil, precisa que se hará efectiva 60 días después de su publicación en el Boletín Oficial, lo que podría ocurrir en los próximo días.

De esta manera, la habilitación a las importaciones que deja atrás los bloqueos surgidos por la sanidad animal, podría hacerse efectiva desde septiembre próximo aproximadamente.


Una vez ocurrido ese plazo, el país deberá seguir estándares que aplica Estados Unidos en todos estos casos y que fueron incorporados en los últimos años, dando intervención a otra agencia del USDA que será la encargada de garantizar la seguridad de las carnes frescas exportadas en lo que hace a la salud de los consumidores.

lunes, 29 de junio de 2015

Estados Unidos en su propio laberinto: papel de las elites y diplomacia del dólar

TEMAS DE DEBATE. COMO VIENE EVOLUCIONANDO LA MAYOR ECONOMIA DEL MUNDO

Estados Unidos en su propio laberinto

En el primer cuatrimestre la actividad en ese país cayó 0,7 por ciento, muy por debajo de su media histórica de más de 3 por ciento. Pese a ello, continúa aplicando las mismas políticas ortodoxas. Qué rol cumple el dólar a nivel mundial.
Producción: Javier Lewkowicz

El papel de las elites

Por Matías Vernengo *
En el primer cuatrimestre de 2015 la economía estadounidense cayó 0,7 por ciento. El crecimiento en 2014 fue de 2,4, y se espera algo menos para este año. La economía viene creciendo por debajo de su media histórica de más de 3 por ciento, y es evidente que está en una trayectoria de crecimiento más bajo. Tanto Larry Summers, demócrata y ex secretario del Tesoro, como Ben Bernanke, republicano y ex presidente del Banco Central, están de acuerdo sobre el estancamiento secular.
La tasa de desempleo, en una primera mirada, no parece tan mala. El desempleo fue de 5,5 por ciento en mayo, el último mes medido. Pero buena parte de la reducción de la tasa de desempleo después de la crisis estuvo relacionada con la caída de la participación de los trabajadores en la fuerza de trabajo. Cuando el número se ajusta para incluir los que están marginalmente conectados con el mercado de trabajo, y que trabajan menos horas de lo que les gustaría, la tasa de desempleo es de alrededor de 10,8 por ciento.
Frente a esto, la única medida económica propulsada por Obama en el Congreso es el intento de obtener poder para negociar el Tratado de Libre Comercio conocido como el Acuerdo Estratégico del Trans-Pacífico. No sorprendentemente, en este caso su propio partido ha votado en contra, mientras el presidente tiene el apoyo de los republicanos. Y aunque Hillary Clinton ha sido enigmática en sus declaraciones sobre el libre comercio, la creencia general es que ella, como su marido antes, sería favorable a estos tratados que respaldan a las corporaciones contra los intereses de los trabajadores. Lo mismo se podría decir de todos los precandidatos republicanos. La única excepción sería el senador independiente, y abiertamente socialista, Bernie Sanders, pero su victoria sería un batacazo.
Al contrario de lo que se piensa, esto no es resultado de que la mayoría sería contraria a la intervención del Estado, y el aumento de los gastos sociales. Eso no es ni siquiera verdad sobre los blancos de más bajos ingresos. La idea es que supuestamente los blancos más pobres, del sur y del oeste de Estados Unidos, por razones étnicas, raciales y culturales, serían contrarios a la ayuda del Estado, que aunque los favorecería, ayudaría a minorías y los obligaría a votar contra sus propios intereses económicos. La pregunta simbólica sobre esta paradoja sería, ¿cuál es el problema con Kansas? Este fue el nombre de un famoso libro que buscaba entender porque la gente votaba contra sus propios intereses económicos.
En reciente encuesta financiada por la Fundación Russell Sage se ve que, mientras las elites, gente con ingresos superiores al millón de dólares anual, son poco favorables a la intervención del Estado, la mayoría de la gente es favorable a expandir los gastos con educación, salud, pensiones, y además el 78 por ciento cree que el salario mínimo debe permitir vivir de modo decente, con lo que, presumiblemente, debería ser más alto. Más relevante todavía, el 53 por ciento cree que el gobierno tiene la obligación de dar empleo a los que no lo encuentran en el sector privado. Efectivamente todos –o la mayoría– serían keynesianos ahora.
La pregunta es, entonces, si en una sociedad democrática la mayoría es favorable a estos cambios, que ayudarían a una recuperación de la economía en bases más inclusivas, porque los gobiernos, sean republicanos o, más sorprendentemente, los demócratas no expanden el gasto y generan empleos con salarios más altos.
Hay varios mecanismos por los cuales las elites, gente como los notorios hermanos Koch, manejan el sistema político. El cambio de los distritos, para facilitar la elección de sus candidatos, por ejemplo. O el gasto de los grupos de presión, el lobbying, que permite manejar la legislación en el propio Congreso. O finalmente la puerta giratoria, que permite que legisladores y funcionarios que dejan la función pública ganen fortunas en el sector privado. Lo que se ha llamado la coima anticipada, en otras palabras, lo que se espera ganar en el futuro por hacerles el servicio sucio a las elites. Si hay estancamiento, las causas no son, como cree Summers, tecnológicas, sino políticas. Es culpa de las elites, porque les va muy bien con las cosas como están. Una lección negativa para las democracias populares de América latina.
* Profesor, Bucknell University y visitante del MDE/Unsam.

La diplomacia del dólar

Por Fabio Nigra *
A fines de la década de 1970 irrumpieron en el escenario político internacional dos personajes que expresaron ideológicamente un proceso de ruptura y transformación: Margaret Thatcher y Ronald Reagan. Postularon una reestructuración económica y política que se conoció popularmente como neoliberalismo, y que en esencia puso al mercado sin control como el único agente válido para la organización social.
Una nueva alianza de fracciones de la clase dominante en Estados Unidos tomó el poder, podría decirse, y redefinió estructuralmente la economía y la sociedad norteamericana en la década de 1980, para luego impulsar esa redefinición para el resto del mundo (el Consenso de Washington). Los gobiernos de George Bush, Bill Clinton, George Bush (Jr.) y Barack Obama no han más que profundizado esa reestructuración pero con una salvedad: el dólar sigue siendo (con altibajos) la sortija de la calesita económica mundial, donde el calesitero la suelta o la esconde según necesidades políticas. En otras palabras, la fórmula popularizada por el estudioso de las relaciones internacionales William A. Williams en la década de 1960 (la Diplomacia del Dólar), al promediar la segunda década del siglo XXI mantiene su vigencia.
A partir de la toma del poder de la Reserva Federal por parte de sólidos cuadros del monetarismo (Paul Volcker, Alan Greenspan, Ben Bernanke), esta práctica se profundizó, con una diferente modalidad. Hasta 1971 el patrón dólar-oro establecido en los acuerdos de Bretton Woods impuso a esa moneda como el referente internacional fuera del área socialista. Pero la crisis económica de principios de 1970 permitió una redefinición estructural: con políticas claramente monetaristas de restricción monetaria (iniciada por Volcker), el resto del mundo comenzó a ver cómo todos los países deberían entrar a la calesita monetaria que dispusieran las autoridades de Estados Unidos. No sucedió sin cierta resistencia, ya que los sucesivos acuerdos entre las grandes potencias revelaron sus intentos de luchar: el Acuerdo del Smithsoniano (12/1971); Acuerdo del Plaza (septiembre de 1985); Acuerdo Baker-Miyazawa (otoño de 1986); Acuerdo del Louvre (principios 1987). En todos ellos se buscaba establecer relaciones de paridad entre el dólar y las restantes monedas.
El juego era sencillo, dado que Estados Unidos es el único país del mundo que no puede devaluar para equilibrar su tipo de cambio (ya que todas sus deudas, y las deudas de otros países están nominadas en su propia moneda), juega con la tasa de interés, impulsando la cantidad de dólares en el mundo, o restringiéndola. Cuando la tasa de interés es alta, todos concurren a comprar bonos de deuda norteamericana y así financian su exceso de consumo; cuando necesitan sostener su dinámica interna y las exportaciones, emiten dólares y la tasa de interés baja. Este juego de dólar fuerte/dólar débil le permite ajustar las relaciones con el resto del mundo en términos económicos. Es para destacar que entre mediados de 2008 y principios de 2009 el presidente Bush (Jr.) y el presidente Obama inyectaron más de un billón y medio de dólares para comprar créditos tóxicos generados por el descontrol de las hipotecas subprime (posibilitadas por el proceso de desregulación del sistema bancario y financiero iniciado por Reagan), y sin embargo, lo que en otro país produciría una hiperinflación, en Estados Unidos no sucedió. Primero porque no fue dinero para la gente; segundo porque eran solamente dólares electrónicos.
Sin embargo, a nivel mundial la mayor parte de los países constituye sus reservas en dólares. ¿Se puso, usted lector, a contar la cantidad de dólares que existe en los Bancos Centrales de los diferentes países, junto a los bonos en manos de particulares? Algunos sostienen que alcanza a los 18 billones (sí, 18 millones de millones de dólares). Mientras tanto, juega con su valor para negociar un acuerdo que equilibre la paridad de compra con el área del Euro; y a la vez presiona a China para que revalúe el yuan. Esto coloca a China en una trampa lógica: si refuerza su moneda, pierde capacidad de exportación; si permite que el dólar siga perdiendo valor, una parte de sus reservas se deprecia (se estima que rondan el billón de dólares). En pocas palabras, si bien en decadencia, Estados Unidos tiene un camino todavía como potencia hegemónica.
* Dr. en Historia, profesor de Historia de EE.UU.-FyL-UBA.

"Márgenes de autonomía". Reportaje a Alejandro Simonoff sobre la relación con EEUU, la UE y China



Reportaje a Alejandro Simonoff: La relación de América latina con la Unión Europea, Estados Unidos y China. En una entrevista de Cash, el investigador Alejandro Simonoff explica que América latina tiene una originalidad en el plano de las relaciones internacionales: haber desarrollado el concepto de “autonomía”. Afirma que Estados Unidos concentró su agenda internacional en el escenario de Oriente Próximo, lo que permitió una mayor flexibilidad y recuperación de márgenes de maniobra en la región. Aunque aclaró que además fue necesaria una cuestión de voluntad de los líderes políticos involucrados en un proyecto autónomo. Menciona que, a partir de la diversificación de las fuentes de financiamiento, se pueda llegar a conseguir mayor margen de maniobra de los gobiernos de la región.


Por Natalia Aruguete (Suplemento Cash, Página/12)

El intercambio comercial entre la Unión Europea (UE) y Latinoamérica aumentó en la última década hasta superar los 250 mil millones de dólares en 2014. La inversión proveniente del viejo continente llegó a representar casi la mitad de la inversión extranjera directa que recibe la región. En este escenario tuvo lugar la segunda cumbre UE-Celac, donde, pese a la presión de algunos sectores, no se alcanzó una definición sobre el Tratado de Libre Comercio (TLC) entre la UE y el Mercosur. Las tratativas con Europa se dan en un contexto de recuperación del concepto de autonomía, analizado en el libro “Integración y cooperación regional en América Latina” (Biblos). Cash dialogó con Alejandro Simonoff, especialista en relaciones internacionales y editor de este libro junto al investigador brasileño, José Briceño Ruiz.


¿Por qué cree que es importante retomar el debate alrededor del concepto de autonomía?

–La región tiene una originalidad en el plano de las relaciones internacionales: haber desarrollado el concepto de “autonomía”. Hay variantes relativas a las tradiciones de los distintos países en materia de autonomía. Y eso tiene que ver con la relación directa entre el Estado, las políticas que lleva adelante y el campo académico. La propuesta de hacer un paneo de las diferentes concepciones de autonomía se debe a que, desde fines del último milenio, la región ha empezado de nuevo a hacer uso de ese concepto.

¿Qué diferencias encuentra entre la concepción de autonomía de los ’60 y la actual?

–Desde el punto de vista de las relaciones Centro-Periferia, hay una mayor jerarquización. También es cierto que Estados Unidos concentró su agenda internacional en el escenario de Oriente Próximo, lo cual permitió una mayor flexibilidad y una vuelta a los márgenes de maniobra de América latina. Por otro lado, hay una cuestión de voluntad: no es sólo cuestión del sistema, los actores deben estar necesariamente involucrados en un proyecto autónomo. La región avanzó en una coordinación política sólida en América del Sur. En un escenario de guerra fría, esto habría sido impensado porque Estados Unidos promovía la ruptura entre los países de la región.

¿Qué rol le cabe al Estado en las distintas concepciones de autonomía?

–Puig (N. de la R.: Juan Carlos Puig ha sido una de las principales figuras del pensamiento autonomista de la década de 1970) pensaba al Estado como sujeto de pujas, algunos sectores pretenden el alineamiento y otros pretenden la autonomía. A mediados de los años ‘80, la principal estrategia para la construcción de autonomía es lo que él llama “integración solidarista”, que se diferencia de la “integración comercialista”.

¿En qué se diferencian?

–La comercialista busca simplemente la apertura de mercados, con el inconveniente de que agudiza las asimetrías entre los miembros. Eso se contrapone con la integración solidarista, en la que hay instrumentos de coordinación política –no meramente económica– y una integración de instrumentos que tratan de aminorar las asimetrías existentes entre los miembros. Se parte de la idea de que todos tienen que mejorar sus condiciones, no sólo algunos. Lo que se llamó “regionalismo abierto” en los ’90 se asemeja a lo que Puig había denominado integración comercialista.

Pensando en el reciente encuentro Unión Europea-Celac, Estados Unidos está concentrado en otras regiones pero ¿qué ocurre con la UE?

–Hay un juego a tres bandas. La UE y Estados Unidos están tratando de firmar el tratado transatlántico de libre comercio y eso genera que algunos sectores dentro de nuestras sociedades empiecen a ver con cierto temor una restricción en el acceso a inversiones. Eso es muy claro en la posición que tiene la Fiesp (poderosa cámara patronal de San Pablo) en Brasil, que empuja el acuerdo de libre comercio con la UE. Me parece que es apresurado tratar de concretar un tratado de libre comercio entre ambos.

¿Por qué?

–Porque están apareciendo otras oportunidades de financiamiento. China, en los últimos años, ha salido muy fuerte a jugar en el escenario internacional, no sólo aportando fuentes de financiamiento sino también de inversiones. A partir de la diversificación de las fuentes de financiamiento se pueda llegar a conseguir mayor margen de maniobra.

En el encuentro UE-Celac no se alcanzó una definición sobre el TLC entre la UE y el Mercosur.

–Allí hay un problema histórico y estructural que nuestra economía tiene con la Unión Europea: los subsidios. El libre comercio no allana el problema de los subsidios. Eso genera tensiones en cualquier proceso de inversión. Más allá de que se busque patearlo para adelante, enviándolo a la Organización Mundial del Comercio (OMC), el problema sigue estando presente. El libre comercio no va a solucionar la distorsión de los precios que generan los subsidios. Hasta que eso no desaparezca permanecerá la discusión. Sobre todo en el caso argentino, donde el sector agrario ha tenido un fuerte poder de lobby sobre el Estado.

Algunos analistas advierten que es negativo depender del endeudamiento con China. ¿Cree que puede ocasionar algún perjuicios?

–En principio, los mismos perjuicios que puede traer cualquier deuda. Si Argentina logra diversificar sus fuentes de financiamiento, es mejor. Entiendo que hay ventajas con China: una tasa de interés más baja y el hecho de no haber condicionalidades. Pero es cierto que los acuerdos con China traen otro “paquete”: la reprimarización de las exportaciones.

¿Condicionalidades subliminales?

–Exactamente. No están explícitas pero hay que ir negociándolas. La estructura diversificada (de financiamiento) es buena, porque así no se depende de un solo actor y eso da margen de maniobra para decidir qué hacer, para defender los propios intereses en el sistema.

Estados Unidos negocia tratados de libre comercio con los países en forma aislada. ¿China se diferencia de esa estrategia mediante acuerdos con el bloque o tienen un estilo similar al de Estados Unidos?

–A mí me da la sensación de que no se diferencia. China avanza sobre América latina y también mira a Estados Unidos. Va negociando la vacancia.

¿China negocia la “vacancia” con el bloque o con países por separado?

–Negocia con países, también. Hay que mirar cómo se van organizando los viajes, Argentina y Brasil no están entrando en el mismo paquete. Allí hay también un intento de fragmentar, son negociaciones de poder y eso no cambia. Siempre es mejor negociar individualmente que colectivamente.

¿A qué se refiere cuando dice que China mira a Estados Unidos?

–A que ésta es el área de Estados Unidos. En algunas ocasiones, más allá de los anuncios, su concreción tarda. Entonces, creo que con esa demora ellos manejan después las necesidades de la contraparte, juegan con la demora para poder mejorar su negociación.

¿Cuál es la concepción de autonomía a nivel regional en un Mercosur que se ha ampliado?

–Una de las características del Mercosur era su carácter selectivo. A riesgo de que el “nos integramos con todos” no funcione, se empieza en una escala más pequeña y se va hacia una más grande. En algún sentido, eso está bien.

¿En cuál sentido lo está?

–En que permite partir de un núcleo duro homogéneo teniendo en cuenta a los actores principales: el acuerdo ArgentinaBrasil es central para que funcione cualquier integración en la región. Ahora, la ampliación es auspiciosa, lo que tal vez habría que repensar es la cuestión de la institucionalidad, no copiando a la UE sino pensando en nuestros propios desafíos para la integración.

¿Qué desafíos observa?


–Hay una presión muy fuerte de la Fiesp al gobierno brasileño para abandonar el Mercosur, sobre todo apuntando a la cláusula 32, que establece la negociación en bloque. Ven que Argentina y Venezuela están demorando el acuerdo con la Unión Europea. Los grupos brasileños dicen que se les van a agotar las fuentes de inversiones a partir de la otra estrategia que está jugando Europa con Estados Unidos. Ven en ese acuerdo de Libre Comercio la posibilidad de que se reduzcan inversiones en este lugar del mundo. Si cada uno negocia por separado o si se negocia en conjunto es una prueba política para el futuro del Mercosur.

"La Argentina que asoma hacia el mundo". Lo que se viene en política exterior




Por Federico Larsen
Columnistas de NODAL

Los candidatos presidenciales en Argentina afilan su estrategia internacional. En todos los casos se apunta a una mayor relación con EEUU y Europa, y se diferencian en la relación con los BRICS en una América Latina cada vez menos bolivariana y cada vez más moderada.

Las elecciones de octubre en Argentina representan un nuevo capítulo en el lento cambio de etapa de las relaciones internacionales para América Latina (http://www.nodal.am/2015/02/la-mutacion-de-un-ciclo-en-america-latina-por-federico-larsen/). El ciclo revolucionario en la región, abierto en Venezuela con la llegada de Hugo Chávez a la presidencia, muestra signos de reacomodamiento a las necesidades de los nuevos equilibrios internacionales y las demandas de mercado. Si los países del ALBA, que pusieron en su norte la construcción de un nuevo modelo humano y productivo hacia la constitución del socialismo del siglo XXI, viven hoy una etapa de resistencia, los llamados gobiernos “progresistas” se preparan para mantener cierta estabilidad con amplias concesiones a los sectores dominantes internacionales. Uruguay, Brasil y Argentina están a la cabeza de este proceso. Recobrada la gobernabilidad institucional puesta en jaque por la movilización popular entre los últimos años de la década de los ’90 y los primeros del 2000, las principales economías del Mercosur reacomodaron su política internacional al nuevo escenario global, y parecen aprestarse a retomar relaciones con las potencias tradicionales, aunque bajo nuevos criterios dictados por las disputas geopolíticas.

Los gobiernos consagrados en las elecciones de 2014 en Brasil y Uruguay, el crecimiento de las fuerzas neo-conservadoras en todo el continente -con la Alianza del Pacífico a la cabeza-, el debilitamiento del rol internacional de Venezuela, y cierto estancamiento en las economías agro-minero exportadoras, llevaron a varios países de la región a morigerar el optimismo con que se había encarado el proceso de integración latinoamericana hace diez años.

Las elecciones parlamentarias en Venezuela, y las presidenciales argentinas, pueden representar los últimos hitos de este proceso de moderación. En el primer caso, los comicios suponen una evidente intención desestabilizadora por parte de la oposición, en caso de obtener un caudal de votos relevantes, como sucedió en 2013. Pero el caso argentino es diferente. Los cambios se presentan a partir de las propuestas políticas que hacen tanto el oficialismo como la oposición, a partir de los proyectos que encarnan en el ámbito de la política internacional.

La “continuidad”

La llegada al poder de Nestor Kirchner en 2003 supuso el fin del incendio comenzado con las revueltas populares de diciembre de 2001, y el reacomodamiento de los sectores de poder en Argentina. Ese proceso continuó con el disciplinamiento interno al partido de gobierno, y la alineación a nivel internacional con los gobiernos progresistas y revolucionarios de la región. El enorme acumulado social y político del Partido Justicialista, y la adhesión de algunos movimientos sociales a éste, sirvieron luego como primera base social para mostrar a nivel internacional un gobierno con apoyo popular. El kirchnerismo tuvo la inteligencia de reestructurar el sistema de dominación política y económica en Argentina en función de los límites que las clases populares marcaron en su resistencia al neoliberalismo de los 90, e insertarse en la tendencia de cambios que vivía el continente. Kirchner fue uno de los mandatarios más importantes en la creación de arquitecturas diplomáticas que alejaran, aunque sea temporalmente, la influencia directa de EEUU en la economía y la política latinoamericana. Si bien esa influencia continuó claramente a través de la política militar y empresarial norteamericana, la creación de UNASUR supuso un alivio para la región de los mandatos de Washington.

Uno de los hombres clave en esa construcción, Rafael Follonier, es hoy el principal asesor en relaciones internacionales del candidato oficialista a la presidencia, Daniel Scioli. Coordinador de la Unidad Presidencial con rango de secretario de Estado, asesor de Néstor Kirchner y luego de Cristina Fernández, Follonier abandonó la Casa Rosada a finales de 2013 para dedicarse a tejer las relaciones a nivel internacional del futuro candidato a presidente. En los años 70 fue militante de izquierda, en el Partido Revolucionario de los Trabajadores – Ejército Revolucionario del Pueblo (PRT-ERP). Esa experiencia le permitió conocer a otros militantes guerrilleros que luego llegarían a los más altos cargos del estado en sus países, como el ex presidente uruguayo José “Pepe” Mujica, Alí Rodriguez y Fidel Castro. Su amistad con Scioli se remonta a 1997, cuando Carlos Menem designó al ex deportista como candidato a diputado por la ciudad de Buenos Aires, y Follonier, devenido en peronista, lo apoyó en el marco de la interna en el justicialismo porteño contra los partidarios de Miguel Ángel Toma.

Su debut como asesor del actual gobernador de la Provincia de Buenos Aires se dio a finales de 2013. Entendiendo el rumbo que iba a tomar la propuesta de política exterior, logró que Scioli apareciera como invitado en el encuentro anual de la Fundación Clinton en Miami, sacandose sendas fotos junto al ex presidente norteamericano, el mandatario colombiano Juan Manuel Santos, el multimillonario Carlos Slim, y el titular del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), Luis Alberto Moreno. Ese encuentro suscitó no pocas perspicacias, ya que Clinton y Santos, junto con el ex primer ministro británico Tony Blair, acababan de relanzar en Colombia su “Tercera Vía”, espacio político internacional de corte neoliberal. La estrategia planteada por Follonier también le permitió a Scioli visitar a varios mandatarios latinoamericanos como Michelle Bachelet, Tabaré Vázquez y Horacio Cartes, y discutir allí sus propuestas para la región.

El equipo internacional del candidato oficialista también incluye al joven subsecretario de Relaciones Económicas Internacionales del Ministerio de Producción, Ciencia y Tecnología de la Provincia de Buenos Aires, Carlos Peralta; el presidente del Banco Provincia, Gustavo Marangoni, y el actual ministro de producción provincial, Cristian Breitenstein, señalado como principal candidato a ocupar la cancillería en caso de victoria de Scioli. A partir de las declaraciones de sus asesores como del mismo candidato, queda claro que el proyecto oficialista tiende a encolumnarse detrás de sus socios del Mercosur. Así como el gobierno uruguayo anunció el acercamiento con “otros socios” por fuera de América Latina, y Brasil evalúa la firma de acuerdos bilaterales con EEUU y la UE, el oficialismo argentino podría seguir ese rumbo. Las relaciones con los países del ALBA pasarían así de “prioritarias” a “cordiales”, y se incentivaría la inversión extranjera en el país, profundizando la estrategia que actualmente mantiene el gobierno con grandes multinacionales como Chevron, Barrick Gold o Monsanto. Aunque pueda llegar a sonar contradictorio, desde este espacio se propone mantener las estrechas relaciones entabladas con las potencias emergentes, especialmente Rusia y China. Si bien se trata de relaciones comerciales evidentemente desiguales -Argentina exporta materia prima e importa producción manufacturada con un déficit en la balanza comercial con China equivalente a 6.400 millones de dólares-, se sigue la tendencia regional de la apertura hacia los nuevos mercados, la consolidación de la alianza con los BRICS en un supuesto orden multipolar que, hasta ahora, ha beneficiado principalmente las grandes empresas multinacionales. Clave también es para el elegido a suceder a Cristina Fernández la relación con Brasil. Durante el V congreso del PT, Scioli envió a emisarios de confianza para hacerle llegar una carta de apoyo al ex presidente Lula da Silva, que recambió el gesto diciendo que “la Argentina no debe retroceder”.

El “cambio”

Mucho más agresiva es la propuesta que se extrae de las posiciones de los asesores del derechista Mauricio Macri, candidato a presidente por la coalición Cambiemos. En los últimos años este empresario ya ha tenido posibilidad de mostrar sus posiciones en el ámbito internacional, desde la de ceder a los pedidos de los fondos buitre, hasta la vuelta de las relaciones carnales con Washinghton. Macri, al igual que muchos otros representantes de la oposición, intentan desde hace años instalar la idea de que Argentina está aislada a nivel internacional, que rompió los puentes con las grandes potencias, y sólo se relaciona con Venezuela e Irán, países que consideran dictaduras. En los últimos meses, se sumaron también fuertes críticas al acercamiento con China y Russia, por no formar parte de los tradicionales aliados del país. Es a partir de estas ideas que se estructura la propuesta del macrismo y de otros espacios. Cabe recordad que el PRO cuenta hoy también con el asesoramiento de especialistas del Partido Popular español, relación construida especialmente a partir de su oposición a la estatización de parte de YPF. En la Argentina, el principal asesor en política exterior del macrismo es un ex funcionario de la Cancillería durante el menemismo, y actual Subsecretario de Relaciones Internacionales e Institucionales de la Ciudad de Buenos Aires, Fulvio Pompeo; lo acompañan Rogelio Pfirter, ex embajador en Gran Bretaña, y Diego Guelar, ex embajador en Estados Unidos. Los tres conforman, junto con otros ex embajadores, diplomáticos y estudiosos de las relaciones internacionales, el Grupo Consenso, una entidad promovida por el Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI), y que publicó hace poco un documento intitulado “Seremos afuera lo que seamos adentro”. En los 20 puntos del documento se destaca justamente la necesidad de retomar las relaciones con los países “más exitosos” del planeta, propone basar la inserción internacional del país a través de la producción alimentaria y energética -punto que, en mayor o menor medida, comparte con el oficialismo-, y en ningún momento nombra organismos internacionales como la UNASUR o CELAC, reconociendo sólo a la OEA y el Mercosur como mecanismos de integración. El documento también lleva la firma de Jesús Rodriguez, asesor internacional de Ernesto Sanz, de la Unión Cívica Radical, quien compite en la interna de la coalición Cambiemos con Mauricio Macri; y de Juan Pablo Lohlé, ex embajador en Brasil y actual asesor en política exterior de José Manuel de la Sota, también pre candidato a presidente.

En el Grupo Consenso también se encuentran todos los asesores internacionales de Sergio Massa, candidato por el Frente Renovador. Este espacio anunció la formación del equipo a mediados de 2014 y desde entonces sus declaraciones no pararon de generar rechazos. El coordinador es Sebastian Velesquen, secretario de Relaciones Internacionales de Tigre, ferviente defensor del líder opositor venezolano Leopoldo López en las redes sociales. Resalta la presencia del ex secretario ejecutivo de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, Santiago Cantón, que, denunciado públicamente por Chávez, debió renunciar a su puesto en la CIDH a causa de su vinculación con la CIA en tareas de desestabilización de gobiernos de la región; actualmente forma parte del Robert F. Kennedy Center, un observatorio norteamericano sobre Derechos Humanos. También asesoran al massismo el ex vicecanciller de Carlos Menem, Andrés Cisneros, y otro ex vicecanciller Roberto García Moritán, actualmente investigado por lavado de dinero a través del banco BNP Paribas de Suiza. A nivel internacional, las propuestas opositoras no difieren en sus líneas generales. Ambos hacen fuerte hincapié en un cambio en las relaciones preferenciales hacia Europa y Estados Unidos, y subrayan la necesidad de modificar la política cambiaria para favorecer la inversión.

La propuesta hacia el mundo

La distancia que existe entre las propuestas electorales para este 2015 en el ámbito de las relaciones internacionales es más acotada con respecto a lo que muchos simpatizantes de los gobiernos progresistas latinoamericanos se esperarían. Continuidad y cambio coinciden en términos generales en la apertura estratégica hacia los capitales extranjeros, hacia las potencias tradicionales y se diferencian en la táctica a seguir. Todos coinciden en la necesidad de afianzar las relaciones con el Mercosur, y especialmente con Brasil, principal potencia del bloque que ya está actuando en función de una mayor heterodoxia económica y diplomática. Las grandes diferencias, hasta ahora, surgen a partir de la relación con las nuevas potencias mundiales -Rusia y China principalmente-, que configuran ciertamente un posicionamiento frente a los conflictos geopolíticos actuales.

Ninguno de ellos ha hecho siquiera mención al rol que cumplen los movimientos sociales y populares de la región, o la agenda que éstos han venido proponiendo sistemáticamente en todos los foros internacionales a través de los delegados del ALBA. También es notorio el hecho de que ningún espacio piense hoy estratégicamente el Parlasur. Por primera vez se desarrollará la elección directa de diputados a esta instancia supranacional, pero las listas se utilizaron para conformar a dirigentes excluidos de las postulaciones locales, sin un debate amplio sobre su importancia. Una falencia que pone de manifiesto la indiferencia hacia la construcción de nuevas formas de gobernabilidad, con mayor protagonismo popular y capacidad de decisión de las clases postergadas. En todos los casos, el debate gira en torno a las grandes discusiones geopolíticas mundiales y la macroeconomía. Quienes presentándose como supuesta alternativa al orden tradicional del siglo XX, y quienes en cambio reivindicando aquella trayectoria nefasta.


La región se torna entonces cada vez menos bolivariana. Sea cual fuere el resultado en octubre, queda claro que el alejamiento de los valores impulsados por la cumbre de los pueblos de Mar del Plata en 2005, de la construcción de mecanismos financieros por fuera de las lógicas del capital que fue germen del Banco del Sur, Petrocaribe, el Sucre, y de la integración regional más profunda, la de los pueblos, no estarán en las agendas del próximo presidente argentino.

Seminario: "La actualidad de la Cooperación Sur-Sur en América Latina y el Caribe: dinámicas bilaterales y dimensiones regionales"


domingo, 28 de junio de 2015

Jornadas Historia: "Del Congreso de Tucumán a la Patria Grande en el siglo XXI" (6 y 7 de julio)



Del Congreso de Tucumán a la Patria Grande en el siglo XXI


VI JORNADAS DE HISTORIA

CENTRO CULTURAL DE LA COOPERACION 
“FLOREAL GORINI”
CONGRESO INTERNACIONAL DE ADHILAC
Del Congreso de Tucumán a la Patria Grande en el siglo XXI

6 y 7 de julio de 2015

Asociación de Historiadores Latinoamericanos y del Caribe
(ADHILAC, Argentina)


Sede de evento: Corrientes 1543, Ciudad de Buenos Aires.

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MESA REDONDA DE CIERRE
Martes 7 de julio a las 19 hs
Sala Raúl González Tuñón

"Los desafíos de Nuestra América. Procesos de integración y vínculos con las grandes potencias extrarregionales"

Leandro Morgenfeld (UBA/CONICET), Norberto Aguirre (FCE UBA), Jorge Enrique Elias Caro (Universidad de Magdalena, Santa Marta, Colombia), Carolina Crisorio (FCE, CBC, UBA). Secretaria Ejecutiva de ADHILAC.

Coordinación: Alejandro Pisnoy Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini.

sábado, 27 de junio de 2015

Jueza argentina embarga a empresas británicas y estadounidenses que operan en Malvinas



La jueza federal de Río Grande hizo lugar al pedido del Ministerio Público Fiscal por la exploración y explotación ilegal de hidrocarburos en las Islas. La cifra asciende a los 156 millones de dólares.

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Una jueza federal de Río Grande ordenó embargos por más de 156 millones de dólares sobre bienes y activos de empresas británicas y estadounidenses denunciadas por la exploración y explotación ilegal de hidrocarburos en las Islas Malvinas.

Los embargos fueron dispuestos por la jueza federal Lilian Herraez al admitir un pedido de los fiscales Marcelo Rapoport, de Río Grande, Adrián García Lois, coordinador de distrito de Tierra del Fuego, y Carlos Gonella, a cargo de la Procuraduría de Criminalidad Económica y Lavado de Activos (Procelac).

Los funcionarios imputaron penalmente el 21 de abril a las empresas transnacionales Falkand Oil and Gas Limited (FOGL), Edison International SPA, Noble Energy Inc. y su filial Noble Energy Falkland Limited, Premier Oil plc y Rockhopper Exploration plc.

Herraez hizo lugar al pedido del Ministerio Público Fiscal y ordenó embargos por más de 156.432.000 millones de dólares. La medida incluye el secuestro de buques, de una plataforma semisumergible y cuentas bancarias de empresas británicas y estadounidenses.

Además, la magistrada ordenó el cese inmediato de la exploración y explotación en territorio argentino, medida que se había solicitado en el requerimiento de instrucción debido a los graves e irreparables daños ambientales producidos por las actividades petroleras ilícitas.

La orden judicial será notificada a la Cancillería para que, por vía diplomática y en cumplimiento de los pactos de cooperación internacional en materia judicial, sea derivada para su ejecución ante los tribunales de cada país en los que se encuentren radicados los activos identificados. Asimismo, la jueza autorizó al Ministerio Público Fiscal a realizar medidas tendientes a poner en conocimiento de lo decidido a los organismos internacionales correspondientes para hacer efectiva algunas de estas medidas, entre otras destinadas al embargo de bienes, cuentas bancarias y acciones, mediante la articulación de mecanismos internacionales.

Cuatro petroleras británicas no podrán invertir en Argentina hasta 2033.

Al momento de presentar la denuncia, Gonella, mencionaba que "cualquier persona física o jurídica, cualquier Estado que desee realizar actividades de esta naturaleza en nuestro territorio, tiene que contar con la autorización de las autoridades estatales". "En este caso –por tratarse de recursos naturales sometidos a la soberanía del Estado- y como se detectó a partir de una investigación de Cancillería que buques extranjeros de empresas extranjeras estaban haciendo este tipo de actividades sin contar con autorización, se iniciaron ya en el año 2010 sumarios administrativos y se sancionó a estas empresas", según la web de fiscalías nacional.


El fiscal advirtió que "como no cesaron con esta actividad, se presentó una denuncia penal en el marco de la ley 26.659 que regula estos delitos".

viernes, 26 de junio de 2015

Relaciones Peligrosas. Estados Unidos y América Latina

Artículos de este número

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Las estrategias de Latinoamérica frente a los nuevos escenarios energéticos
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La guerra psicológica como guerra permanente: Estados Unidos en América Latina
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La presencia militar de Estados Unidos en América latina
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El Atlántico Sur: un mar de abundancia para el siglo XXI
Sonia Winer
Paraguay, la “Triple Frontera” y la representación imperial de los peligros
Mario Ramos
Aportes a una doctrina de defensa y militar para Nuestra América



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Incluye: 

"La Argentina y EEUU: las conflictivas relaciones económicas"

Por Mario Rapoport y Leandro Morgenfeld

Voces en el Fénix, Número 44, págs 44-51

El 3 de abril, una semana antes de la Cumbre de las Américas de Panamá, la subsecretaria de Estado Roberta Jacobson lanzó duras críticas al modelo económico argentino: “La Argentina, que no es un país del ALBA, está en muy mala forma. Es un ejemplo de por qué ese modelo económico no funciona”. Al mismo tiempo se conoció un informe de la administración estadounidense –USTR– que destacó las supuestas falencias de la política económica argentina: se refirió a las trabas comerciales –restricción de las importaciones–, a las limitaciones para operar con divisas y al desaliento a las inversiones privadas. Es decir que se volvió a la vieja prédica (neo)liberal, exigiendo apertura económica, desregulación del mercado cambiario y facilidades al capital extranjero.
Al día siguiente de las declaraciones de Jacobson se conoció un comunicado de respuesta por parte de la Cancillería argentina, en el cual se señala que a diferencia de Estados Unidos de Norteamérica, la República Argentina no suele opinar sobre políticas ajenas de orden local, “aunque sí critica y seguirá criticando la injerencia en los asuntos internos de otros países”. Ese texto de la Cancillería argentina explica que el colapso financiero internacional se inició en 2007 cuando “el mercado hipotecario de Estados Unidos mostró una violenta contracción que empujó a la economía globalizada a la peor recesión desde la Gran Depresión de los años ’30”; debido a la “feroz e irresponsable desregulación financiera llevada adelante por las autoridades de Estados Unidos”. El documento concluye recordando que “a diferencia de lo ocurrido durante la neoliberal década de los ’90, Argentina hoy reafirma que es un país soberano que decide sus propias políticas en función de los intereses de su pueblo, y no buscando ser el mejor alumno de los EE.UU. Evidentemente, hay quienes extrañan la época de las ‘relaciones carnales’”.
Estos roces bilaterales y diferencias en torno a las políticas económicas, comerciales y financieras no son nuevos, sino que tienen una larga historia, producto del carácter no complementario de ambas economías y de los intentos de Washington de no aceptar actos soberanos de nuestro país, como ocurre actualmente.
En casi doscientos años, desde el reconocimiento de la independencia del Río de la Plata por parte de los Estados Unidos, las relaciones comerciales con la potencia del norte fueron muy poco complementarias y en ocasiones altamente conflictivas. Estados Unidos casi nunca dejó que los productos argentinos entraran en sus mercados mientras que la Argentina se fue haciendo cada vez más dependiente de las importaciones de aquel país, sobre todo en lo que se refiere a bienes de capital con alto contenido tecnológico e insumos industriales. Por ejemplo, ya antes de 1914, como señala Alfred E. Eckes, un experto estadounidense en el tema, “los granjeros norteamericanos se quejaban de problemas en el acceso a las exportaciones. Con las mejoras en los fletes y las comunicaciones, se incrementó la competencia en el mercado europeo de oferentes como Australia, Argentina, Canadá y Rusia, encommodities tales como harina y trigo. Entonces, los asuntos de seguridad y las presiones políticas de los granjeros contribuyeron a aplicar medidas más proteccionistas”.
Hace más de un siglo que los grandes productores agropecuarios del país del norte presionan al Capitolio y a la Casa Blanca para impedir la competencia de bienes primarios provenientes de la Argentina. Se pueden citar varios ejemplos de vieja data respecto de las dificultades que encontró nuestro país para exportar a los Estados Unidos.
Hacia 1867, tras la Guerra Civil, el Congreso norteamericano cerró virtualmente la importación de lanas argentinas al dictar la ley de Lanas y Manufacturas de Lanas. Este producto era el rubro principal dentro de la estructura exportadora de la época y Estados Unidos absorbía una cuarta parte de las colocaciones argentinas. Esta medida llevó a la quiebra a muchos productores y debieron sacrificarse millones de ovejas. Este fue uno de los reclamos de Roque Sáenz Peña y Manuel Quintana, en la Primera Conferencia Panamericana (Washington, 1889-1890), cuando Estados Unidos pretendió establecer una unión aduanera continental.
En 1921, el presidente norteamericano W.H. Harding pidió al Congreso una ley de emergencia tarifaria señalando: “Creo en la protección a la industria norteamericana y es nuestro propósito que Norteamérica prospere primero”. En consecuencia, en 1922, se promulgó el arancel (Tariff Act) Fordney-McCumber, que representaba volver a los niveles de protección previos a la Primera Guerra Mundial y afectaba entre otras cosas el comercio de carnes, cereales y frutas.
A pesar de que a mediados de la década de los ’20 el mercado norteamericano no era muy importante para las exportaciones de nuestro país, en ese momento era el principal proveedor de bienes industriales de la Argentina, formando un triángulo económico y financiero con Inglaterra, donde aquellos bienes con productos de nueva tecnología, como los automóviles, el petróleo, las comunicaciones, las medicinas y otros financiados en gran parte con préstamos, desplazaron a los viejos productos británicos, como el carbón y el hierro. De ese modo se formó un comercio triangular en el cual los déficits con Washington se contraponían con los superávits con Gran Bretaña, nuestro mercado principal, a quienes vendíamos primordialmente productos agropecuarios no a cambio de inversiones sino de intereses y dividendos de sus empresas instaladas en el país.
Por otra parte, en septiembre de 1926, el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos restringió más su comercio de exportación, emitió una disposición por la cual se prohibía la entrada de carnes frescas o refrigeradas de regiones con aftosa, perjudicando especialmente a la economía argentina cuyas principales zonas ganaderas se consideraban afectadas por esta enfermedad aun cuando muchos de esos productos eran aceptados en Inglaterra y Europa continental. Londres no aplicó las mismas políticas que el país del norte, en tanto esto hubiese perjudicado seriamente su economía doméstica, que podía resultar afectada por un aumento del costo de vida. Lo que ocurrió en Estados Unidos es que se impusieron los intereses del Farm Bloc (bloque agrícola), que pretendían y lograron evitar la competencia de la carne argentina. En este episodio encuentra su justificativo el lema de “comprar a quien nos compra” enarbolado por la Sociedad Rural Argentina, que constituye el primer antecedente del acuerdo comercial más importante firmado por la Argentina en la década siguiente: el controvertido Tratado Roca-Runciman. El déficit crónico con Estados Unidos del que habla la subsecretaria Jacobson y que tanto le preocupa tiene su origen en disposiciones como esta, que luego se continuaron en el futuro.
En diciembre de 1930, siguiendo cronológicamente los acontecimientos que marcan las relaciones económicas entre los dos países, luego de la caída de Wall Street, el Congreso norteamericano instrumentó la ley arancelaria Smoot-Hawley, que impuso las tarifas aduaneras más altas en la historia de los Estados Unidos. En consecuencia, las exportaciones argentinas a Estados Unidos se redujeron casi un 75% entre 1929 y 1931. Hubo así en el país una considerable agitación pública contra Washington. De acuerdo con esa ley arancelaria, las tarifas promedio llegaron al 59,1% en 1932.
Más tarde, durante la Segunda Guerra Mundial, a raíz de la posición de neutralidad argentina en la guerra, pero incluso luego de romper relaciones con el Eje, el gobierno de Washington aplicó severas sanciones económicas al país, procurando su aislamiento en el mundo, con la aplicación, entre otras cosas, de dos embargos de oro y bienes argentinos en Estados Unidos.
Otro incidente sucedió durante la implementación del programa de reconstrucción europea en la posguerra (el llamado “Plan Marshall”), ya que los países latinoamericanos tenían la expectativa de participar como proveedores de productos agropecuarios. No obstante, ninguno de ellos pudo incorporarse, ya que Estados Unidos, cuyo poder en la orientación de las compras era determinante dado que proveía las divisas, no autorizó la concreción de tales negocios, que perjudicaban la colocación de sus excedentes agrarios. Una vez más, el lobby agropecuario borró de un plumazo las ilusiones argentinas.
Ante la crisis mundial, y luego, en la posguerra, como parte de su prédica de libre comercio, se reemplazaron los aranceles por cuantiosos subsidios agrícolas, que se triplicaron en la última década del siglo XX. El proteccionismo estadounidense abandonó la clásica forma de las barreras arancelarias, pero se mantuvo vigente de una manera distinta.
En los últimos años, Washington había dado claras señales de que iba a disminuir esos subsidios (haciéndolos menos distorsivos) y se esperaba que, en el marco de la Organización Mundial del Comercio (OMC), los redujera. Pero esto no ocurrió, se empantanaron las negociaciones y hasta cayeron acuerdos como el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), por la negativa estadounidense a desmantelar el proteccionismo vía subsidios agropecuarios. En cambio, la situación empeoró en forma considerable con la aprobación por parte del gobierno de George W. Bush (h) de una nueva Ley Agrícola (Farm Bill), en la que se profundizaron las medidas de apoyo al sector agropecuario norteamericano. Esta nueva ley significó un giro de 180 grados en comparación con la vieja ley,Fair Act, que rigió entre 1996 y 2002. La Fair Act buscaba que los agricultores decidieran qué producir, cómo producir y en qué cantidad producir teniendo en cuenta los precios del mercado y no los incentivos que otorgaba el gobierno. La nueva legislación se apartaba considerablemente de dicho enfoque, ya que procuraba garantizar niveles de rentabilidad mínima para la producción sectorial, más desprendidos de las señales del mercado.
Esta ley agrícola fue aprobada el 13 de mayo de 2002, teniendo como objetivo reemplazar a la ley de 1996. Entró en vigencia a partir de septiembre del mismo año, autorizando un gasto estimado superior a los 100.000 millones de dólares (o 19.000 millones anuales), y representaba un incremento en el monto de los subsidios del 70% con respecto a la ley anterior de 1996 (51.700 millones).
En resumen, Estados Unidos es el principal productor agrícola del mundo y, a la vez, un gran exportador. En consecuencia, juega un papel clave en la formación de los precios internacionales y, de este modo, cualquier distorsión que se genere en su mercado tiene amplias repercusiones en los mercados mundiales y afecta a numerosos países, en este caso particularmente al nuestro.
La actual negativa a habilitar el ingreso de carnes y limones argentinos con la excusa de medidas sanitarias, no es más que la vieja práctica de proteger a los grandes productores agropecuarios norteamericanos. Y explica, en parte, por qué la balanza comercial bilateral favoreció en el último año a Washington por más de 6.000 millones de dólares, a pesar de las quejas de su gobierno por la regulación argentina de sus importaciones. Es más, la Argentina es uno de los pocos países con los cuales Estados Unidos tiene en la actualidad un comercio superavitario.
En los últimos años otra controversia económica bilateral giró en torno al CIADI. Surgido como tribunal arbitral para dirimir controversias entre los inversores extranjeros y los Estados adheridos, representa un caso de renuncia a la soberanía nacional. A través de él, bancos, multinacionales y operadores financieros tratan de proteger sus intereses en países periféricos.
A comienzos del siglo XX las doctrinas Calvo y Drago procuraron defender el sistema legal argentino con respecto al capital o a residentes extranjeros, ante pretendidas excepciones a la jurisdicción interna o el intento compulsivo del cobro de deudas de naciones latinoamericanas por parte de acreedores europeos. No por casualidad en los años ’50 surgió una idea opuesta en las economías centrales: crear una institución (el CIADI) para amparar a sus empresas en casos como la expropiación de compañías petroleras en Irán, la nacionalización del canal de Suez, el intento de reforma agraria que afectó a la United Fruit Company en Guatemala (tras lo cual se derrocó al presidente Jacobo Arbenz), etcétera. Esa institución fue fundada finalmente en 1965 como una dependencia del Banco Mundial. La Argentina adhirió a él en 1994, en plena furia privatista. Tras la salida de la convertibilidad sufrió el récord mundial de demandas en este organismo (por 17.000 millones de dólares), que por supuesto falló siempre en favor de las empresas transnacionales. A pesar de que la mayoría de las compañías que actualmente litigan contra la Argentina incumplieron sus contratos, dejando a miles de familias sin servicios básicos esenciales, logran a través de este tipo de “tribunales” indemnizaciones multimillonarias.
Es hora de abandonar la idea de que la función de gobiernos de países como el nuestro es dar garantías a las empresas transnacionales y a los fondos de inversión. Para tomar medidas soberanas, como la anulación de contratos cuando se incumplen las cláusulas, es necesario salir del CIADI. Venezuela, Ecuador y Bolivia ya lo hicieron. Y Brasil, un país que nunca dejó de recibir inversiones, jamás adhirió a este organismo. Más que cargar las tintas sobre los incumplimientos argentinos de fallos aberrantes, es necesario debatir en el ámbito de la Unasur y la CELAC retirarse en forma conjunta de este “tribunal” creado en exclusivo beneficio del gran capital de las potencias centrales, y contra las atribuciones soberanas de los Estados de los países periféricos.
Otro tanto puede señalarse en relación con la disputa con los fondos buitre. El gobierno de Estados Unidos, lejos de apoyar la posición del gobierno argentino, dejó avanzar a un juez de Nueva York que pone en peligro la reestructuración de la deuda, y futuras renegociaciones que pretendan implementar otros países acosados por la aplicación de las recetas neoliberales emanadas desde los centros financieros internacionales. Luego, avaló también la resolución de este juez, que declaró al país en desacato. La Argentina viene librando una batalla internacional contra esos fondos, en la cual logró la solidaridad de muchos países que acompañan el planteo de que es necesario regularlos. En distintos foros regionales se viene exigiendo que se limite la capacidad de estos especuladores de poner en riesgo las reestructuraciones de la deuda, como la que Argentina logró con más del 90 por ciento de los acreedores.
Las disputas económicas entre la Argentina y Estados Unidos –en torno a temas financieros, comerciales y monetarios–, en la historia y en la actualidad, remiten a algunos de los principales conflictos entre las potencias centrales y los países emergentes. Las diferencias bilaterales no se saldarán con estrategias de alineamiento o seducción. Es hora de abandonar la idea de que el mejor horizonte posible para la Argentina o cualquier otro país latinoamericano es constituirse como satélite privilegiado de la potencia de turno. Muchos gobiernos, incluidos los argentinos, suelen olvidar sus posiciones en favor de la autonomía cuando aparecen promesas de Estados Unidos de otorgar concesiones comerciales o financieras. Los países latinoamericanos, por el contrario, están llamados a potenciar un eje alternativo al proyecto de Estados Unidos de consolidar su hegemonía en el Hemisferio Occidental. Las instancias de coordinación política, como la Unasur o la CELAC, pueden ser un instrumento adecuado para ampliar la autonomía y superar la histórica fragmentación regional.