América Latina bulle en las urnas, la protesta social y la represión. Las elecciones en Argentina y Uruguay ponen en cuestionamiento el neoliberalismo. Mientras en Chile y Ecuador la crisis del modelo ya llegó a la violencia en las calles. Bolivia y Venezuela son atacadas, mientras sufren sus propios dramas. El rol de los EE.UU. y la injerencia militar interna. Y las consecuencias regionales del eje Macri-Bolsonaro-Piñera-Trump. Peligra el Mercosur.
El próximo 4 y 5 de diciembre habrá cumbre de presidentes del Mercosur en un SPA vitivinícola ubicado en Río Grande Do Sul. El Jefe de Estado anfitrión Jair Bolsonaro propone una agenda agresiva y refundacional del bloque a cinco días de un presumible cambio de gobierno en Argentina, el otro socio mayor de la entente. El mandatario brasileño pone sobre la mesa dos propuestas que implican la destrucción de la unión aduanera. En principio solicitará a sus pares que suscriban rebajar el arancel externo común, es decir el principal escudo proteccionista, en un 50 por ciento incluso para bienes sensibles y de alto valor agregado. 
El otro punto de la agenda de Bolsonaro es inaudito, propone suspender la membrecía mercosureana de Argentina en caso de una victoria de Alberto Fernández y así lo justifica: “Sabemos que el regreso del grupo del Foro de San Pablo de la mano de Cristina Kirchner puede poner en riesgo a todo el Mercosur”. Al parecer, las declaraciones febriles del candidato a Vicepresidente Miguel Pichetto en el sentido de endilgar al gobierno venezolano ser el comando de las protestas sociales en Chile y Ecuador no constituyen solo una pose electoral. La verba flamígera del Senador rionegrino, en línea con lo dicho por el mandatario chileno Sebastián Piñera cuando en el día 3 de los levantamientos contra su modelo estimó que afrontaba “una guerra”, parece ser una pieza orgánica de un patrón político mayor: el interés de las élites y sus gobiernos por tensar el escenario regional. 
“Las protestas en todo el continente carecen de una conducción política. Los gobiernos de derecha han articulado una estrategia para acusar al supuesto eje cubano- venezolano de digitar los levantamientos en Chile y Ecuador. Esa acusación no tiene ningún asidero. Se trata de una teoría conspirativa que nace de su incapacidad para dar una respuesta política a las consecuencias sociales precipitadas por sus modelos de ajuste pactados con el FMI”, opina a Nuestras Voces el analista regional Leandro Morgenfeld, profesor de la UBA, Investigador del CONICET y autor del blog Vecinos en Conflicto, un diario político interesante que sigue el día a día en la relación de Estados Unidos con América Latina.
Las Fuerzas Armadas del Cono Sur vienen incrementado su protagonismo político tras muchos años de ostracismo: los militares cuentan con un presidente en Brasil, intentan contener con un baño de sangre y torturas el estallido chileno, recobran presencia electoral en Uruguay con la candidatura del ultranacionalista Guido Manini Ríos, amurallan al presidente ecuatoriano Lenin Moreno para intentar viabilizar los planes de ajuste del FMI, además de lograr con cierto éxito frustrar el proceso de paz alcanzado en Colombia entre el Estado y la fuerza insurgente FARC.
Los movimientos sociales ganan el espacio público en Chile y Ecuador, además de poner una valla ya sea al corte del gasto público solicitado por el FMI o a un nuevo capítulo de ajuste del denominado “milagro chileno”. La chispa de los levantamientos brota tras la decisión de esos gobiernos de hacer más inequitativa la vida diaria para sus ciudadanos. Moreno faculta una suba en el precio de los combustibles, Piñera permite algo similar con la tarifa del subterráneo. El común denominador de esos hechos pasa por la intención de esas administraciones de ahondar la brecha social.
¿Cuán desigual es Latinoamérica? Nuestras Voces trasladó ese interrogante a Rosa Cañete Alonso, Coordinadora Regional del Programa de Lucha contra la Desigualdad y la Captura del Estado para la red global OXFAM. Esa plataforma sorprende todos los años al mundo cuando informa en paralelo al desarrollo del Foro de Davos cómo viene avanzando la concentración de la riqueza, cuán lejos ha avanzado el poder del 1% de los más ricos del mundo. Rosa Cañete y su equipo han elaborado junto al consorcio de periodistas Ojo Público una interesante herramienta colaborativa denominada Calculadora de la Desigualdad, conformada con estadísticas oficiales tributarias e incluso con informes aportados por la banca privada. “Para tener una idea de la desigualdad en la región calculamos cuántos años debería trabajar una persona ubicada en la escala de ingresos del decil más pobre para obtener lo que gana un multimillonario en 30 días. La respuesta es que necesitaría trabajar 174 años en Argentina, 442 años en Colombia o 314 años en Brasil”, detalla Cañete desde República Dominicana.
Las protestas de la ciudadanía ecuatoriana o chilena contra los recortes de derechos y el uso del recurso militar de esos gobiernos para intentar acallar esas demandas han coincidido con el desarrollo de un cronograma electoral presidencial que puede precipitar en apenas siete días tres cambios de gobiernos en el Cono Sur. Bolivia votó el domingo. El presidente Evo Morales asegura haber ganado la elección en primera vuelta, la oposición denuncia fraude y moviliza a sus bases para incendiar los tribunales electorales. Lo más probable es que haya una continuidad del modelo bolivariano –crecimiento sostenido sin inflación-más exitoso de Sudamérica. Sin embargo, en caso de que Morales no pueda ganar la batalla comunicacional sobre la legitimidad de su triunfo, La Paz corre riesgo de sentir el cerco que hoy la OEA y el Grupo de Lima tienden alrededor de Venezuela para buscar su desconexión diplomática y comercial. 
En Uruguay el panorama es incierto para el oficialismo del Frente Amplio. El último trabajo de campo de la respetada consultora uruguaya Radar dibuja una media sonrisa en el Frente Amplio: por primera vez en esta campaña la coalición progresista cosecha una intención de voto superior a los números unidos de sus históricos rivales, los partidos Blanco y Colorado. Sin embargo, Radar también anticipa que el outsider de la elección, el General Guido Manini Ríos podría hacer una elección histórica. Ese emergente hace más abultada la suma opositora de cara a una hipotética alianza en segunda vuelta.
Rebelión en las calles y en las urnas. De fondo, la ausencia de una mesa política común donde los gobiernos latinoamericanos puedan procesar sus diferencias y evitar así un baño de sangre, como el que padecen los hermanos chilenos, o la interrupción de los procesos electorales por denuncias cargadas de imparcialidad que vuelve más tóxica la diplomacia común. Eso sucede en Venezuela y podría replicarse en Bolivia.
Al respecto Leandro Morgenfeld opina que: “El interés de EE.UU. pasó siempre por fragmentar a la región. Por eso los gobiernos de derecha, como el de Macri, paralizaron a la CELAC y luego dinamitaron la UNASUR, un bloque clave para monitorear los procesos electorales y contener disputas bilaterales. A su vez, el eje conservador intentó poner en marcha un mascarón vacío llamado ProSur. Sobre todo el interés de EE.UU. pasa por reposicionar a la OEA como el ámbito diplomático preponderante. La influencia de Estados Unidos en ese organismo queda clara estos días, cuando ante un nuevo triunfo de Evo Morales en Bolivia, la OEA intenta imponer su voz como árbitro de la elección y en ese sentido legitima las denuncias de fraude de la oposición. Por eso es necesario recrear nuevas instancias de coordinación y cooperación política autónomas entre los gobiernos del Cono Sur”.
Por último, el caleidoscopio de Latinoamérica, un volcán de imágenes donde se superponen las violaciones a los derechos humanos en Chile, ánforas incendiadas en Bolivia, declaraciones acordes al escenario vivido durante la Guerra Fría en la primera plana de la dirigencia del PRO y del oficialismo brasileño, cobra un color más encendido cuando la administración política del hegemón interamericano está en manos de un dirigente del talante de Donald Trump.
Morgenfeld, autor del reciente libro Bienvenido Mr. President -De Roosevelt a Trump: las visitas de presidentes estadounidenses a la Argentina– advierte lo siguiente sobre la consanguineidad política evidente entre Piñera, Macri, Bolsonaro y el hombre de jopo naranja: “Trump intenta modificar la política de injerencia regional. Busca hacer una utilización menor del poder blando, es decir la influencia diplomática o cultural, y en cambio se reclina más en el hard power, lo que implica recuperar la Doctrina Monroe, y entonces remilitariza los vínculos con América Latina y apoya de forma decidida a presidentes como Macri y Bolsonaro dispuestos a fragmentar el proceso de integración. Trump involucra a sus pares sudamericanos en una política agresiva, con una narrativa propia de la Guerra Fría, prioriza la coordinación gubernamental en el capítulo de defensa y antinarcóticos, con una gran hostilidad hacia los gobiernos no alineados como Cuba y Venezuela. Como dijo Julián Assange, mientras Obama era un lobo con piel de cordero, Trump es un lobo con piel de lobo. Para Macri o Bolsonaro abrazarse a un dirigente misógino y anti hispánico les genera un costo político. Macri pensó que la venia de Trump y su alfombra roja alcanzaban, y terminó siendo para él un salvavidas de plomo. Lo  mismo le pasa a Lenin Moreno o a Sebastián Piñera”.