martes, 26 de junio de 2018

Charla-debate: Mujeres y Género en el G20



Mujeres y Género, Miércoles 27/6 a las 18h en el Edifico de Sociales (25 de mayo 1021, San Martín), Aula 3 de la UNSAM

Organizan: Escuela de Política y Gobierno UNSAM, la segunda reunión del ciclo sobre el #G20 organizado por la Licenciatura en Relaciones Internacionales. 

viernes, 22 de junio de 2018

Por la apertura dispuesta por Macri, se profundiza el déficit comercial. Aumentó un 151% de enero a mayo, respecto a 2017, que ya fue el peor año de la historia

Se acentúa la suba de importaciones y la baja de exportaciones. Foto: JUAN JOSE GARCIA - FTP CLARIN

En mayo volvió a aumentar el déficit comercial externo

Clarín 

Se incrementó un 123% el déficit de la balanza comercial y fue de U$S 1.285 millones.
Se acentúa la suba de importaciones y la baja de exportaciones.
A pesar de la suba del dólar y de mejores precios para las exportaciones, en mayo aumentó un 123% el déficit de la balanza comercial: fue de U$S 1.285 millones, cuando un año antes el “rojo” había sido de sólo U$S 576 millones, de acuerdo a los datos del Indec.
Este mayor resultado negativo fue porque las importaciones crecieron 6,3%, mientras las exportaciones cayeron 6% por menores cantidades vendidas al exterior tanto en bienes primarios como en manufacturas agropecuarias e industriales. , “Los déficits más importantes en mayo se registraron con Brasil, China, Estados Unidos, Alemania (-176 millones de dólares), Paraguay (-168 millones de dólares), México (-143 millones de dólares), Tailandia (-101 millones de dólares), Bolivia (-87 millones de dólares), Rusia (-84 millones de dólares) y Japón (-81 millones de dólares)”, según el Informe del INDEC.
El déficit de ayo no fue superior porque los precios de las exportaciones argentinas mejoraron más que los valores de las importaciones. Así, el INDEC dice que “el saldo de la balanza comercial en mayo de 2018 fue deficitario en 1.285 millones de dólares. Si hubiesen prevalecido los precios del mismo mes del año anterior, el saldo comercial habría arrojado un déficit de 1.774 millones de dólares. Bajo este supuesto, el país tuvo una ganancia en los términos del intercambio de 512 millones de dólares, debido a que la variación del índice de precios de las exportaciones fue positiva (13,3%) y superior al aumento de los precios de las importaciones (1,8%)”.
Con estos números,en los primeros 5 meses de 2018 el rojo comercial fue de U$S 4.691 millones, un 151% superior a los U$S 1.866 millones negativos de iguales meses de 2017.

miércoles, 20 de junio de 2018

Conferencia CLACSO 2018 - Información final para participar

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CLACSO
Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales
Conselho Latino-americano de Ciências Sociais
Latin American Council of Social Sciences

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8º CONFERENCIA LATINOAMERICANA Y CARIBEÑA DE CIENCIAS SOCIALES
PRIMER FORO MUNDIAL DEL PENSAMIENTO CRÍTICO

Buenos Aires, 19 al 23 nov. 2018

13/8/2018 | CIERRE DEFINITIVO PARA EL ENVÍO DE RESÚMENES DE PONENCIAS

Presentá tu resumen de ponencia en alguno de los 36 campos temáticos de #CLACSO2018

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Bienes comunes y acceso abierto al conocimiento • Cambio climático, medioambiente y sociedad • Comunicación y poder • Deporte y sociedad • Derechas y movimientos conservadores • Derecho a la ciudad • Derechos humanos y políticas de la memoria • Desarrollo rural • Desigualdades y pobreza • Economía y políticas de desarrollo • Epistemologías del Sur • Estado y políticas públicas • Estudios del trabajo y relaciones laborales • Estudios sobre la democracia • Estudios sobre los Estados Unidos • Feminismo y políticas de género • Innovaciones curriculares o institucionales en la formación en ciencias sociales y/o humanidades • Izquierdas y alternativas democráticas • Justicia y estudios del derecho • Juventudes y políticas de infancia • Medio Oriente y América Latina • Migraciones y movilidad humana • Movimientos sociales y ciudadanías • Políticas científicas • Políticas de integración y geopolítica mundial • Políticas e industrias culturales • Políticas educativas y derecho a la educación • Políticas públicas de salud • Políticas públicas para la igualdad • Pueblos indígenas • Racismo y afrolatinidad • Religión y política • Seguridad alimentaria y políticas públicas • Teoría social • Transformaciones tecnológicas, innovación y desarrollo sustentable • Violencia y seguridad ciudadana

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8º CONFERÊNCIA LATINO-AMERICANA E CARIBENHA DE CIÊNCIAS SOCIAIS
PRIMEIRO FÓRUM MUNDIAL DO PENSAMENTO CRÍTICO

Buenos Aires, 19 ao 23 nov. 2018

13/8/2018 | DATA FINAL PARA A SUBMISSÃO DE RESUMOS DE TRABALHO

Apresenta teu resumo de trabalho em algum dos 36 campos temáticos da #CLACSO2018

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Bens comuns e acesso aberto ao conhecimento • Mudança climática, meio ambiente e sociedade • Comunicação e poder • Esporte e sociedade • Direitas e movimentos conservadores • Direito à cidade • Direitos humanos e políticas da memória • Desenvolvimento rural • Desigualdades e pobreza • Economia e políticas de desenvolvimento • Epistemologias do Sul • Estado e políticas públicas • Estudos do trabalho e relações trabalhistas • Estudos sobre a democracia • Estudos sobre os Estados Unidos • Feminismo e políticas de gênero • Inovações curriculares ou institucionais na formação em ciências sociais e/ou humanidades • Esquerdas e alternativas democráticas • Justiça e estudos do direito • Juventudes e políticas de infância • Oriente Médio e América Latina • Migrações e mobilidade humana • Movimentos sociais e cidadanias • Políticas científicas • Políticas de integração e geopolítica mundial • Políticas e indústrias culturais • Políticas educativas e direito à educação • Políticas públicas de saúde • Políticas públicas para a igualdade • Povos indígenas • Racismo e afrolatinidade • Religião e política • Segurança alimentar e políticas públicas • Teoria social • Transformações tecnológicas, inovação e desenvolvimento sustentável • Violência e segurança cidadã

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8TH LATIN AMERICAN AND CARIBBEAN CONFERENCE ON SOCIAL SCIENCES
FIRST FORUM WORLD ON CRITICAL THINKING

Buenos Aires, nov. 19 to 23, 2018

08/13/2018 | LAST CALL FOR ABSTRACT PAPER SUBMISSION

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martes, 19 de junio de 2018

Grave! En apoyo al ultraderechista Netanyahu y por las críticas a su política de hostigamiento a los inmigrantes, Trump decidió que Estados Unidos abandonase el Consejo de Derechos Humanos de la ONU

Plenario del Consejo de los Derechos Humanos en Ginebra

Plenario del Consejo de los Derechos Humanos en Ginebra 

EE UU abandona el Consejo de Derechos Humanos de la ONU en apoyo a Israel

El boicot coincide con las críticas lanzadas hacia las políticas migratorias estadounidenses







Estados Unidos cumple con su amenaza y procede a abandonar el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas. El argumento es el mismo que utilizó para justificar la salida de la Unesco. La Administración que preside Donald Trump protesta así contra el tratamiento que este órgano con sede en Ginebra da a Israel, que califica de desproporcionado. El boicot coindice, además, con las críticas lanzadas hacia las políticas migratorias estadounidenses.
La decisión no es una sorpresa en los pasillos de la ONU. La embajadora de EE UU, Nikki Haley, ya amenazó hace justo un año con la posibilidad del abandono al denunciar "una campaña patológica" contra Israel. Era, por tanto, una cuestión de tiempo que Washington procediera a ejecutar la decisión y aclarara si la retirada era completa. El paso lo da, además, un día después de la apertura de la sesión plenaria, durante la que se abordará la crisis migratoria.
EE UU estuvo apartada del Consejo de Derechos Humanos durante tres años, después de que el republicano George Bush votase contra su creación en 2006. El demócrata Barack Obama cambió el rumbo y decidió incorporarse en 2009. Nikki Haley exigió después una reformar que facilitara la expulsión de países con un pobre registro en derechos humanos. Y aunque hay países que comparten esta misma inquietud, no creen que abandonarlo sea el remedio.
La diplomática hizo el anuncio en un evento este martes en Washington con el secretario de Estado, Mike Pompeo. El Gobierno de Donald Trump se distancia así del multilateralismo de su predecesor, como hizo con la Unesco, al descolgarse del Pacto del Clima de París, del tratado comercial del Transpacífico o del acuerdo nuclear con Irán. John Bolton, actual consejero de Seguridad Nacional, fue embajador ante la ONU cuando EE UU decidió votar contra su creación.
Pompeo dijo que no duda de la “visión noble” de este órgano pero señaló que es “un pobre defensor de los derechos humanos”. Es más, acusó al consejo de “encubrir los abusos” que comenten algunos países al tiempo que calificó de “inconcebible” las condenas contra Israel. El jefe de la diplomacia estadunidense dejó claro, además, que EE UU trató durante más de un año de reformarlo.
“Nuestra llamada al cambio no ha sido escuchada”, continúo Haley. Explicó que el repliegue podría haberse decidido de inmediato, pero trató de buscar un apoyo entre los países que comparten sus inquietudes. “No tuvieron valor y las cosas han ido a peor”, reiteró. Citó que la República Democrática del Congo fuera elegida como miembro o que no se pronunciara sobre las situación en Venezuela o Irán.
Aunque tanto Pompeo como Haley criticaron la actitud "hipócrita" del consejo hacia Israel, la decisión llega justo después de que el alto comisionado Zeid Ra´ad al-Hussein calificara de “inadmisible” la política disuasoria de separar a los menores que cruzan la frontera con sus padres. Haley ya advirtió hace dos semanas de que EE UU no iba a permitir que la ONU o cualquier otra organización le diera lecciones de lo que tiene que hacer su país a la hora de gestionar y proteger sus fronteras.
EE UU vota sistemáticamente en Nueva York y Ginebra contra las decisiones críticas con Israel. Recientemente fue el único miembro, junto a Australia, que se opuso en este órgano a una resolución en el que se proponía investigar el uso excesivo de la fuerza por parte de los militares israelíes durante las protestas en Gaza. También vetó una resolución del Consejo de Seguridad pidiendo protección para los palestinos.
El Consejo de Derechos Humanos está integrado por 47 miembros. Hay 14 países que no son considerados "libres" por la Freedom House, una lista que incluye a Arabia Saudí, China, Cuba y Venezuela. El anterior secretario de Estado, Rex Tillerson, también condicionó su participación a una reforma "considerable" y si persistía el sesgo contra Israel. En ese momento se inició un proceso de evaluación sobre la efectividad del órgano, aunque se mostró escéptico. 
La salida de EE UU se consuma dos años después de que Rusia fracasara en su intento por ser reelegida para un puesto, en un voto en el que se impuso por la mínima Croacia. Las consecuencias prácticas son limitadas, porque las decisiones y sus políticas no son vinculantes. Pero el abandono implica que Israel pierde a su principal aliado en este órgano. Está previsto que el próximo 2 de julio se celebre una discusión sobre la situación en Oriente Medio.
Kenneth Roth, director ejecutivo de la organización no gubernamental Human Rights Watch, se adelantó al anuncio oficial emitiendo una declaración en la que criticaba la maniobra aislacionista de EE UU. Considera que la retirada es “un triste reflejo” de la política que sigue la Administración de Donald Trump en materia de derechos humanos, “por la que defiende los abusos de Israel” frente a las críticas que hace el resto de la comunidad internacional.

lunes, 18 de junio de 2018

¿Podrá el imperio norteamericano sobrevivir a Trump? ENTREVISTA A LEO PANITCH

¿Podrá el imperio norteamericano sobrevivir a Trump?

ENTREVISTA A LEO PANITCH

(La Izquierda Diario)
Leo Panitch es uno de los animadores de Socialist Project, agrupamiento canadiense que considera imperativo que en el siglo XXI “la izquierda inicie un proceso sostenido de redesarrollo organizacional, experimentación y lucha”. En la revista Socialist Register que edita, escribe regularmente sobre cuestiones clave de actualidad: la democracia, la clase obrera y la organización política que esta necesita, las finanzas en el capitalismo del siglo XXI.
Publicó en 2012 junto a Sam Gindin La construcción del capitalismo global. La economía política del imperio americano, donde fundamenta lo que considera los rasgos determinantes de la manera en la que los EE. UU. establecieron un “imperio informal”, que en su visión habría sentado las bases para que primara en todos los estados se involucraran en su propio interés en una gestión “coletiva” del capitalismo global (bajo comando de las Secretarías de Estado y del Tesoro del Estado norteamericano) y alejado de manera duradera cualquier perspectiva de rivalidad con otras potencias.
Ya en otra oportunidad conversamos con Panitch sobre los aspectos problemáticos de esta caracterización del rol del Estado norteamericano, un contrapunto que continuamos como parte de una serie de elaboraciones sobre las teorías contemporáneas del imperialismo, y que motivó una breve respuesta de Panitch y Gindin.
Aprovechamos su visita a Buenos Aires para continuar discutiendo estos temas, y conocer su opinión sobre las perspectivas del rol geopolítico de los EE. UU. en tiempos de Donald Trump y su “America First”.
A partir de la cuestión de la organización política de la clase obrera en el siglo XXI, la entrevista se amplió a los problemas de la estrategia revolucionaria, la actualidad de las lecciones de las intervenciones revolucionarias de la clase obrera de las primeras décadas del siglo XX, y las elaboraciones desarrolladas por los marxistas (especialmente Lenin y Trotsky) a partir de las mismas.

Quería comenzar por preguntarte qué cambios observás en el rol y capacidades de lo que vos definís como el imperio norteamericano con la presidencia de Donald Trump. Con el “America First”, Trump llegó a la presidencia declamando un giro importante respecto del rol de garante de las reglas de la integración global. ¿Cuánto vez que cambió?

Bueno, ciertamente es un reflejo del imperio en crisis, de la deslegitimación de la globalización neoliberal. Que produjo, desafortunadamente, una reacción de derecha, que resulta seductora dada la bancarrota de la socialdemocracia, el colapso de los viejos partidos comunistas y la derrota del sindicalismo. Estas fuerzas atraen a muchos trabajadores, en todos lados.
En el caso de EE. UU. produjo la oportunidad para que Trump ganara la nominación del Partido Republicano –no para que Sanders ganara la del Partido Demócrata– y para que fuera electo. No es que tuviera la mayoría del voto trabajador, pero sí ganó en la suficiente cantidad de lugares donde siempre habían votado demócratas, desde el New Deal, comunidades de trabajadores en el viejo medio-oeste industrial, como para asegurar la presidencia. Y esto lo logró sobre la base de una retórica que es muy contraria al tipo de imperio de las leyes y de integración global liberal promocionada por el establishment que supervisó la construcción del capitalismo global a través del Estado norteamericano.
El rechazo a este tipo de rol de los EE. UU., del imperio informal, en contraposición al viejo tipo de política imperialista que era aceptada por este sector, es algo que siempre estuvo presente dentro del Estado, que se podía observar en los estamentos de los aparatos de burocracia y especialmente en el Congreso en sectores de la derecha. Esto se remonta al final de los años ’40, cuando la primera Organización Mundial del Comercio fue derrotada, a pesar de que era algo que el establishment buscaba imponer. Hay una oposición al rol que juega el Estado norteamericano en contener las crisis globales que viene de lejos. Lo que Trump refleja es esa clase de oposición.

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Hay que preguntarse si bajo esta administración el Tesoro, o incluso la Reserva Federal, que es menos efectiva, tendrán la capacidad, de jugar ese mismo rol en contener una crisis como esa si se produce.
La ironía es que el Estado norteamericano fue tan exitoso en atraer a otros Estados hacia una globalización basada en las reglas del tipo neoliberal, que cuando Trump adopta su postura, los otros Estados validan el libre comercio, los movimientos desregulados de capitales, etc. Los ministros del G20 le dicen al Secretario del Tesoro de EE. UU. que es necesario mantener el libre comercio y el libre movimiento de capitales. En 2008 era EE. UU. que se ponía a la cabeza de esto para asegurar la coordinación ante la crisis global.
Entonces, habrá que ver qué ocurre. Yo creo que lo que esta administración quiere hacer es trasladar algo de la carga de responsabilidad y desventajas fuera de los EE. UU. El grado de integración del capitalismo estadounidense es tan grande que es difícil de creer que vaya muy lejos en desintegrar al capitalismo global. Pero es imposible saberlo de antemano. Obviamente es un momento histórico el que estamos viviendo. Y uno peligroso. Desearíamos que, dada la crisis ideológica del neoliberalismo, este desafío viniera desde la izquierda y no desde la derecha.

Dados los riesgos que señalás para que el Tesoro o el Departamento de Estado puedan jugar el rol que tuvieron en contener la crisis, y siendo que algunos riesgos se agravarían por la reversión de las medidas de regulación aplicadas en su momento con la Ley Dodd-Frank, etc., ¿no podría generar un escenario de alto riesgo de dislocación geopolítica como la que se evitó por Lehman, dada la probable ausencia de una coordinación como la que se dio entonces impulsada desde los EE. UU.?

Es una posibilidad. Este tipo de disfuncionalidad desde el punto de vista del capital global podría ocurrir.
Pero es posible que no vayamos a ver otro incendio financiero. Lo que pasó en la Argentina en 2001 fue la última de las crisis financieras originadas por la remoción de los controles de capitales en todo el mundo, que se dieron especialmente en el Sur Global. Hubo 70 crisis financieras desde los ‘80 hasta la de Argentina. Y aparte de la gran crisis en 2007/2008 en los EE. UU., no ha habido otras semejantes a esa desde entonces. Y estas eran siempre peligrosas, porque podían desarticular todo el sistema a causa del peligro que representaban para los bancos en Wall Street.
Yo veo poco probable que una crisis de este tipo ocurra en los próximos años. Creo que tenés razón en que la desregulación, respecto de la ley Dodd-Frank implementada después de la crisis, es peligrosa. Ese fue un intento de introducir algún aspecto prevención de la crisis, en vez de contención una vez que estalla. Después de 2008 introdujeron mecanismos como la supervisión directa de las grandes instituciones financieras con presencia de representantes del Estado en las mismas. Ahora se está revirtiendo.
Entonces, comparto que hay un peligro dentro del Estado norteamericano. Pero el hecho de que no hayamos visto otra crisis como la de Argentina creo que significa que no hay tantos motivos de preocupación.

Con Trump, EE. UU. se muestra como un socio menos confiable en aspectos importantes. Como mostró con su retirada del acuerdo de París, o recientemente con las idas y vueltas de la política comercial proteccionista. ¿Todo esto no puede acelerar los esfuerzos de otras potencias por desafiar la preeminencia de EE. UU. en el orden global, y eso convertirse en un disparador para acelerar el fin del “imperio norteamericano” como vos lo definís?

Siempre es una posibilidad. Pero creo que lo que es significativo es el compromiso de todos los Estados capitalistas en tratar de mantener una economía mundial capitalista integrada. Sí es probable que si a EE. UU. continúa haciéndosele difícil manejar al capitalismo global, otros Estados buscarán hacerlo. Pero eso no tiene nada que ver con el retorno a las rivalidades interimperialistas.
Este es un momento muy extraño. Creo que no parece que la dinámica esté llevando a la clase de colapso de la internacionalización capitalista que tuvo lugar con la I Guerra Mundial y los desarrollos del período entreguerras que destruyeron el orden global existente en el siglo XIX, a pesar del ascenso de la xenofobia que estamos viendo en India, en Europa y en EE. UU. Y esto probablemente refleja el grado en que las clases dominantes, las grandes corporaciones, y los Estados en sí mismos, han sido transformados a causa de la integración del capitalismo global.
Es un capitalismo caótico e irracional en el que vivimos, y tenemos que ver la manera en que los Estados capitalistas están insertos en ese caos.

- seguir leyendo la entrevista completa acá

 

domingo, 17 de junio de 2018

"Política exterior. Un mundo incierto desafía al Gobierno"

Macri, a la derecha, entre líderes del G7; en el centro, el anfitrión Justin Trudeau, primer ministro de Canadá

  Macri, a la derecha, entre líderes del G7; en el centro, el anfitrión Justin Trudeau, primer ministro de Canadá

Política exterior. Un mundo incierto desafía al Gobierno

La Nación


Un viejo conocido de Mauricio Macri en el mundo empresarial es hoy uno de los mayores desafíos de la agenda internacional del Gobierno. Donald Trump, presidente de Estados Unidos, hombre de negocios al que Macri frecuentó desde mucho antes de que ambos se transformaran en los jefes políticos de sus respectivos países, obliga al Gobierno a ejercitar la cintura política fronteras afuera: imprevisible, osado y poco afecto a los protocolos de la alta política, Trump dispara sorpresas constantes.
Para empezar, el proteccionismo trumpiano no es la orientación que el Presidente esperaba de Estados Unidos cuando, a fines de 2015, empezó a reconfigurar la política exterior del país en un sentido opuesto al impulsado hasta allí por el kirchnerismo. Hoy los movimientos a veces sorpresivos de la principal potencia de Occidente obligan a correcciones en la estrategia de reinserción internacional que abrazó Macri, coinciden los especialistas. Al mismo tiempo, paradójicamente, el Presidente recibe algunas palmadas en la espalda por parte de ese viejo conocido. La más clara es el respaldo y la ayuda que le dio Trump a la hora de obtener auxilio financiero en el Fondo Monetario Internacional (FMI). Al final, la Argentina obtuvo hace poco más de una semana un acuerdo stand-by por 50.000 millones de dólares, el más alto de la historia del organismo en términos nominales. En suma, Trump define una realidad internacional incierta y Macri tiene el reto de adaptarse a ella.
El Presidente recibió el apoyo de Trump a la negociación con el FMI en una charla telefónica del 14 de mayo. El 7 de junio, el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, y el ex presidente del Banco Central, Federico Sturzenegger, anunciaron que había acuerdo con el organismo que dirige Christine Lagarde. En las páginas de este diario, Joaquín Morales Solá señaló después que Macri es el único mandatario que tiene con Trump "un deber de gratitud", porque "el decidido apoyo del Departamento del Tesoro de Washington fue fundamental para que el acuerdo con el FMI saliera como salió".
Apoyo para Macri, sin duda, pero también un modo de defender el orden establecido. "Por la velocidad con la que se consiguió, por el monto, incluso por algún grado de flexibilidad, se trata de un apoyo muy importante del Fondo como institución y, sobre todo, de los miembros del G-7 -analiza Sergio Berensztein-. Pero, y el pero hay que enfatizarlo, ¿qué hubiera pasado si el Fondo no ayudaba a la Argentina? Era un riesgo para el país que podría haber contagiado a mercados emergentes, sobre todo Brasil, China, Rusia. No es solo un apoyo a la Argentina, sino también una medida que contribuye a la estabilidad sistémica. Es un apoyo al sistema financiero".
El enfoque regional es clave para Berensztein a la hora de listar las razones que cimentaron el acuerdo. "Hay incertidumbre en Brasil, y más en México. Colombia está ante una segunda vuelta en la que no sabemos qué pasará y Venezuela sufre un colapso. El costo de no apoyar a la Argentina era muy alto: se podía desestabilizar uno de los pocos países que había hecho un esfuerzo para saltar hacia un gobierno un poco más previsible, más promercado y más democrático", analizó.
Hace dos semanas, Trump dio en Canadá una nueva muestra del modo en que desafía al orden internacional al que la Argentina preveía reinsertarse. Durante la Cumbre del G-7, rompió con todos los protocolos y sus desaires despertaron un evidente malestar en los líderes de las otras potencias. Rechazó la declaración final, pidió (contra la opinión de las potencias europeas) que se reincorporara a Rusia al grupo, acusó al premier canadiense, Justin Trudeau, de haberle mentido, y partió antes de lo previsto para volar a Singapur, donde concretó la cumbre con el dictador norcoreano Kim Jong-un. Con esa salida anticipada, Macri se quedó sin la foto del apretón de manos con el presidente norteamericano.
La directora editorial de Le Monde, Sylvie Kauffmann, dijo en una columna que publicó The New York Times que con Trump se puede estar ante "el fin del orden mundial tal como hoy lo conocemos".
Donald Tusk, presidente del Consejo Europeo, advirtió: "El orden mundial, basado en reglas comunes, se ve desafiado no por los sospechosos habituales sino, de manera sorprendente, por su principal arquitecto y garante: Estados Unidos".
Ante este orden tambaleante al que Europa aporta lo suyo (en Italia asciende al poder un gobierno populista, en España cae Mariano Rajoy por la corrupción del Partido Popular), ¿cómo debe jugar sus fichas el Gobierno? ¿Qué política internacional conviene desplegar?

Carrera de obstáculos

"El Gobierno comenzó su gestión en un contexto interno en el que uno de los temas fundamentales era reorientar la política exterior -dice Juan Gabriel Tokatlian, profesor de Relaciones Internacionales e investigador plenario de la Universidad Torcuato Di Tella-. Entonces se puso el énfasis en algunas cuestiones básicas: un reacercamiento fuerte a los principales países de Occidente, una menor intensidad con los socios que en su momento tuvo el gobierno kirchnerista y una expectativa de que el proceso de globalización se robusteciera. En consecuencia, desde esta perspectiva la llegada de una lluvia de inversiones productivas era una consecuencia lógica. Esta globalización optimista que Macri y su gobierno anticiparon como nota prevaleciente mostró signos de fractura aún antes de la elección de Trump. Aunque, sin duda, el proteccionismo se profundizó mucho más después de su elección".
Las dificultades de la Argentina con los Estados Unidos de Trump se reflejan en números. En 2017, según informó el Indec y publicó la nacion a principios de marzo, el déficit comercial del país con Estados Unidos aumentó un 25% con respecto a 2016, y escaló hasta los 3118 millones de dólares. El muro para el ingreso a territorio estadounidense del biodiesel nacional fue una causa central, que tuvo réplicas en los casos de los limones, el acero y el aluminio, ítems en los que finalmente se logró morigerar la negativa norteamericana.
El ex vicecanciller Andrés Cisneros afirma que hay tendencias positivas en la estrategia de la Cancillería. Pero subraya que el rumbo no es nuevo: Macri estaría retomando aquel que el kirchnerismo abandonó durante su gestión. Según Cisneros, el Gobierno ha sabido adaptar la política exterior a los vaivenes que impone el actual mandatario norteamericano. "Con Trump, uno puede considerarse exitoso si recibe el menor daño posible; es poco probable prosperar de manera significativa. America First es eso; parece que gobernara 'Teddy' Roosevelt", graficó, apelando a una comparación entre el presidente Trump y quien gobernó el país entre 1901 y 1909.
Lidiar con Trump no parece una tarea simple para Macri. "En lo comercial, le está llevando un tiempo y experiencias amargas como la del biodiésel, la lucha por los limones, el acero y el aluminio", afirma Patricio Carmody, doctor en Relaciones Internacionales y miembro consultor del CARI y el Cippec. La respuesta que el Gobierno debe implementar ante este orden internacional desafiante, dice, es la diversificación. "Estaría mejor posicionado en lo comercial si hubiera ejecutado una estrategia de horizontes diversos, dando más prioridad a la India, a la Asean [Asociación de Naciones del Sudeste Asiático], África y Medio Oriente. Eso, por supuesto, sin sacrificar principios o posiciones de política exterior, como el respeto a la legalidad de las decisiones del Consejo de Seguridad de la ONU o la neutralidad en el conflicto palestino-israelí, a cambio de supuestos beneficios económico-comerciales".

Corto y mediano plazo

Ya en su segundo año de mandato, Trump ha sacudido el mundo con varios gestos inesperados: el desplante a las potencias de Europa, Canadá y Japón en la Cumbre del G-7, la salida del acuerdo nuclear con Irán, complementado con el traslado de la embajada norteamericana en Israel a Jerusalén, la guerra comercial con China.
Ante esta imprevisibilidad, Cisneros señala que la forma en que el Gobierno encara el vínculo con Estados Unidos es exitosa "en el juego corto", algo que demostraron los acuerdos por limones, acero y aluminio. Sin embargo, el exvicecanciller advierte: "Hay un riesgo: el de hipotecar toda la política exterior en nombre de una facturación hipotéticamente un poco mayor. Parecemos demasiado enfocados en el mercado norteamericano. Olvidamos que Vietnam está entre nuestros cinco primeros compradores y de eso ni se habla. Dirigir un país no es exactamente lo mismo que conducir una empresa, y transformar a los embajadores en viajantes de comercio puede servir en alguna medida, pero no mueve decididamente el amperímetro".
Tokatlian dice que el Gobierno debería replantearse su fe en la globalización tal como la concibe. "Aquello que el Gobierno tenía como líneas directrices entra en entredicho en la medida en que sus objetivos no se realizan. Sin embargo, se sigue insistiendo en una visión plena de la globalización, en la presunción de que el libre comercio es la solución y en una expectativa de que en algún momento vendrán los capitales", plantea. "Lo cierto es que los que están más interesados en hacer inversiones son países no europeos, como China y Rusia; además, el proteccionismo no es una cuestión que se pueda resolver inmediatamente. La Argentina debería tener una política mucho más diversificada, que vaya más allá de Occidente. No veo que eso esté en la agenda".
Según Tokatlian, la Argentina debe reconocerse como un país del hemisferio Sur. "Hace falta retomar las relaciones Sur-Sur, que están en un ámbito de poca relevancia en la agenda externa del Gobierno. La incertidumbre fundamental para la Argentina es su relación con Brasil. Un Brasil inestable, atravesado por crisis económicas, políticas e institucionales se puede volver un dolor de cabeza".

La región, clave

La región aparece como una clave para la Argentina, según plantean los especialistas. Brasil también es una preocupación que identifica Cisneros. "América del Sur se encuentra enfrentada por una guerra civil ideológica. De un lado, países con populismo; del otro, países con sistemas republicanos. Y el más grande de todos, Brasil, ya padece esa guerra civil ideológica dentro mismo de su política interna. En octubre podremos presenciar una elección clave para percibir el rumbo que tomará ese vecino tan decisivo. La Argentina ha tomado la correcta actitud frente al desastre venezolano. Somos, además, el único país de la región que expulsó al populismo del poder a través de las urnas. Pero nuestras relaciones con Brasil son de una importancia capital y parece muy acertado que el Presidente no haga caso a quienes le aconsejan que se convierta, personalmente, en un líder regional, en un vistoso adalid de la democracia republicana, hasta tanto sepamos qué rumbo tomará el próximo presidente de Brasil. Cuando conozcamos eso, habrá que decidir si en una eventual cruzada contra el populismo seremos socios o competidores de Brasilia", evaluó.
Hay una foto que se repite desde que Macri se calzó la banda presidencial: la de los apretones de manos con los principales líderes mundiales, como Trump (y antes, Barack Obama), Angela Merkel, Vladimir Putin, Xi Jinping y Emmanuel Macron. Más allá de los gestos y las palabras de aprobación, los resultados de esos acercamientos hasta ahora son escasos, coincidieron los expertos.
Cisneros, que secundó al canciller Guido Di Tella entre 1992 y 1996, trazó una comparación con ese período. "Lo único que ha hecho [el Gobierno] es enunciar una buena política exterior, pero no exhibe acciones concretas de aplicación práctica de esa política. A los dos años de gobierno, Di Tella, que fue quien inició esta política exterior reconociendo méritos anteriores, no sólo la había enunciado sino que podía exhibir logros importantes: firma del Mercosur; continuación de los arreglos fronterizos tan acertadamente iniciados por [el ex canciller alfonsinista] Dante Caputo; alianza formal con Brasil y final de las relaciones de hostilidad con los vecinos, pasando a relaciones de cooperación; restablecimiento de relaciones diplomáticas con Londres y diálogo con los isleños; discusión de acuerdos de pesca en las zonas disputadas con el Reino Unido; asentamiento definitivo de Salto Grande como emprendimiento conjunto con un vecino, Uruguay, luego arruinado por Néstor Kirchner con las pasteras. A dos años de asumir, este Gobierno no está en condiciones de exhibir nada comparable", aseveró.
Tokatlian también se refirió a la falta de logros concretos. "Independientemente de los gestos hacia Occidente, de recibir a mandatarios de Europa y los Estados Unidos, de los viajes, la lluvia de inversiones no llega por razones muy distintas, que no tienen tanto que ver con la existencia de un gobierno de una orientación ideológica determinada, sino con las condiciones generales que hay en el mundo, poco orientadas a inversiones productivas, pero sí mucho más a inversiones especulativas, de corto plazo, de financiación y de compra de bonos".

Con gusto a poco

Para Berensztein, hay un desfase temporal entre la estrategia internacional de Macri y el escenario mundial actual. "Originalmente, la política exterior de Macri buscaba insertar a la Argentina en un mundo que hoy no existe más, que es el mundo de la democracia, del mercado, de los años 90. Por eso el G-20, la OMC, la OCDE, instituciones de los 90. Este mundo ya no existe, sobre todo, pero no exclusivamente, por los Estados Unidos. La Unión Europea no es la misma, China no es la misma que 20 años atrás, y la Argentina tampoco", dijo el analista. Y completó su diagnóstico: "La Argentina hizo una política de reinserción, pero no tuvo ninguna participación en ningún conflicto relevante, no consiguió inversión extranjera directa, pero sí compró un seguro que usó ahora [por el entendimiento con el FMI]. Lo que estabas haciendo, entonces, no era una política de reinserción, te estabas cubriendo porque necesitabas plata".
Según Carmody, el impacto no ha sido alto particularmente en lo que concierne a la contribución al desarrollo. "Parte del problema ha sido la división de responsabilidades entre la Cancillería y el Ministerio de Producción. Se percibe una falta de expertise en este último, y de real vocación para ubicar las exportaciones como un verdadero motor del desarrollo. Ascienden al 10% del PBI; hay que llevar ese índice al 15 o al 20. Tampoco hubo éxito en el intento de atraer inversión extranjera directa", evaluó.
La senda que eligió Macri para su política exterior no contemplaba a ese viejo conocido del mundo de los negocios, un desafío no sólo para las potencias, sino también para la Argentina. Lo paradójico es que ese factor de inestabilidad es capaz también de dar una señal de aliento en medio del atolladero, como la vital bendición de Trump al oxígeno financiero que aportará el FMI.

martes, 12 de junio de 2018

Hacia una renovación del paradigma de la Teoría de la Dependencia. Entrevista con Claudio Katz





POR STEFAN PIMMER / Cronicon

Claudio Katz, economista e investigador social argentino, es uno de los exponentes más destacados de la teoría marxista de la dependencia en América Latina. Próximamente va a publicar un nuevo libro en el cual reivindica una renovación del paradigma dependentista. Conversamos con él sobre este trabajo en curso, incluyendo su evaluación de los debates dependentistas de los años sesenta y setenta, su reivindicación de la figura de Ruy Mauro Marini, el estado actual del dependentismo en América Latina y el mundo, así como la necesidad de adecuar las reflexiones dependentistas a las particularidades de la fase capitalista actual.

El dependentismo ha sido caracterizado de manera variada, como teoría, escuela e incluso como paradigma. ¿Qué fue para ti ese desarrollo teórico y conceptual?

El debate sobre el estatus analítico de la teoría de la dependencia comenzó junto a la propia aparición de esa concepción. Agustín Cueva rechazó la existencia de leyes propias del capitalismo dependiente, en polémica con Ruy Mauro Marini y Theotônio Dos Santos, que atribuían a sus formulaciones esa condición. Eran dos miradas metodológicas contrapuestas. Posteriormente se tornó evidente que la primera postura era muy restrictiva y que la segunda no era satisfactoria. Entonces aparecieron criterios más flexibles. Cobró fuerza la idea de evaluar al dependentismo como un paradigma, en el sentido de un modelo aceptado por la comunidad de los cientistas sociales. Otros hablaron de una perspectiva, un enfoque, un punto de vista o un programa de investigación. Yo coincido con estas reformulaciones. Lo importante es registrar que el propósito específico del dependentismo ha sido estudiar el funcionamiento de las economías periféricas.
En su debut esa corriente incluyó internamente variantes de las tres principales expresiones del pensamiento económico latinoamericano. Todas asumieron cierta auto-denominación dependentista, aunque expresaban afinidades con el liberalismo, el desarrollismo y el marxismo. Las mismas escuelas que han confrontado en la última centuria polemizaron dentro del universo teórico de la dependencia. El clima radicalizado de esa época explica esa curiosa confluencia en un campo compartido.
La corriente marxista estuvo representada por Marini, Dos Santos y Bambirra. Retomaron ideas sugeridas por Marx en sus análisis de China, India y sobre todo Irlanda. Recogieron de Lenin, Trotski y Luxemburg explicaciones del subdesarrollo conectadas con la confiscación imperial de los recursos de los países atrasados. Y adoptaron miradas similares a Sweezy y Mandel, en la caracterización de los drenajes padecidos por la periferia.
Especialmente Marini reelaboró esos conceptos en forma muy original, combinando el legado marxista con ciertas nociones de la economía latinoamericana trabajadas por Prebisch y Furtado. Estudió detenidamente la forma en que la región reproduce su inserción subordinada en el mercado mundial y aportó un planteo muy esclarecedor de la reproducción dependiente.

¿Cuáles fueron las otras dos vertientes?

La segunda corriente estuvo liderada por Fernando Henrique Cardoso, que presentaba un enfoque en los hechos compatible con el liberalismo. Yo comparto la interpretación de varios autores brasileños, que destacan las viejas raíces de los planteos derechistas adoptados por Cardoso como primer mandatario. Ese giro no fue sólo una improvisación pragmática, del hombre que quemó todo lo escrito antes de ocupar el sillón presidencial. Hubo un elemento de continuidad en su pensamiento. Siempre fue hostil a los proyectos radicales. Coqueteaba con una especie de marxismo weberiano totalmente ecléctico y en su libro con Falleto concibió la problemática de la dependencia en simplificados términos políticos. Expuso una clasificación de regiones en modalidades de enclave o mayor autonomía, pero rechazó la contraposición básica entre dependencia y desarrollo. Postuló una idea de desenvolvimiento asociado con empresas transnacionales y posteriormente profundizó esa propuesta incorporando todos los dogmas del neoliberalismo. Su evolución guarda cierto parentesco con viejo liberalismo socialista que inauguró Juan B. Justo. Mientras que la teoría marxista de la dependencia se ubicaba en las antípodas de las tesis derechistas de la modernización, Cardoso elogiaba las inversiones extranjeras.
La tercera corriente del dependentismo mantuvo nexos con la CEPAL y expresó un momento de gran radicalización del desarrollismo. En cierta medida Osvaldo Sunkel representaba ese enfoque, que constituía una corriente de opinión con exponentes muy variados. Planteaba una combinación de dependentismo e industrialismo. No sólo promovían la intervención del estado en la regulación económica, sino que también convalidaban propuestas de reforma agraria. Fueron los antecesores de las corrientes social-desarrollistas del reciente ciclo progresista.
En síntesis, si se revisa la trayectoria de la teoría de la dependencia en sus años de gestación, puede notarse la convivencia y el choque en su interior de las tres vertientes del pensamiento económico latinoamericano. Esta reconsideración es útil para evaluar también los debates con los críticos del dependentismo. Yo creo que en los años setenta se exacerbaron las divergencias dentro del marxismo en torno a esa concepción. Por eso las fuertes polémicas de inicio se zanjaron con convergencias posteriores.
Agustín Cueva cuestionaba con razón las exageraciones exogenistas y la interpretación del subdesarrollo como un efecto exclusivo de la dependencia externa. Marini respondía objetando la unilateralidad inversa de explicaciones atadas a la dinámica de procesos internos. El trasfondo era la vieja discusión sobre las causas del retraso regional. Una mirada ponía el acento en los grandes latifundios y la otra en la extracción de recursos al exterior. Pero en los hechos ambas posiciones eran complementarias. La combinación de terratenientes y empresas extranjeras era determinante del subdesarrollo. Incidía tanto el despilfarro local como en la succión de los excedentes hacia afuera. Por eso Cueva y Marini convergieron, a medida que se clarificó la confrontación de ambos con Cardoso. Estas líneas divisorias maduraron con el tiempo, superando la inclusión o exclusión inicial en el universo del dependentismo.

Es interesante lo que dices frente a la usual contraposición de la teoría de la modernización (centrada en factores endógenos) con la teoría de la dependencia (preocupada por los factores exógenos). Pero también se afirma que el dependetismo incurrió en un determinismo económico, refutado por la industrialización de los “tigres asiáticos”.

Yo creo que es una visión muy superficial, que desconoce la matriz política de todos los razonamientos del dependentismo marxista. Esta corriente surgió en directa sintonía con la revolución cubana. Sin ese acontecimiento no habría existido en la modalidad que emergió. Lo que determinó el ascenso y descenso de la prédica dependentista fue la incidencia de esa revolución y de su proyecto de gestar el socialismo en toda América Latina. La tesis de Marini constituye una teorización de esa expectativa y de un programa socialista como solución radical al problema de la dependencia. Esa misma percepción estaba presente en Cueva, a pesar de las fuertes divergencias que tuvieron en la definición de los caminos para alcanzar esa meta. Esas diferencias alcanzaron un pico de gran intensidad durante la experiencia de la Unidad Popular chilena. En contraposición a las estrategias de alianza con la burguesía nacional, Marini auspiciaba un proceso ininterrumpido de radicalización socialista.
Como todos los debates presentaban este fuerte trasfondo político, me parece totalmente desubicado calificar al dependentismo de economicista. Los principales exponentes de esa vertiente ni siquiera se consideraban economistas. Marini, Dos Santos y Bambirra pensaban como revolucionarios. Durante la gestación de la teoría estuvieron más comprometidos con la militancia que con el dictado de clases en alguna universidad.
Por otra parte, la problemática de los tigres asiáticos apareció cuando decaían los debates sobre la dependencia. Esa discusión fue previa y signada por otras circunstancias. Además, el impetuoso surgimiento de economías asiáticas no fue previsto por nadie. La omisión achacada al dependentismo valdría también para los economistas neoclásicos y heterodoxos. En realidad quién estuvo más cerca de explicar el fenómeno fueron todos los teóricos marxistas que realzaron la problemática de explotación. El gran capital comenzó a desplazarse al Sudeste Asiático para lucrar con la baratura de una fuerza del trabajo más disciplinada. Es importante situar siempre cada debate en su momento histórico. Cuando se olvida esa contextualización aparecen todo tipo de arbitrariedades.

El desenvolvimiento del dependentismo incluye una extraña paradoja. Ha sido marginalizado en un momento de gran recrudecimiento de la dependencia ¿Cuáles fueron las razones de ese retroceso?

Esa pérdida de influencia tiene una explicación política. América Latina presenta hoy un escenario más dependiente que en los años setenta y la tesis que mejor esclarece esa situación gravita menos que en el pasado. Actualmente impera el extractivismo y la regresión industrial en todos los planos, pero el registro de este hecho es menor. Las razones del divorcio se encuentran en lo sucedido en el plano político.
Tres grandes acontecimientos cerraron el ciclo de la revolución cubana. Primero se consumó la derrota de los movimientos guerrilleros, que buscaban expandir esa transformación social al conjunto de la región. El asesinato del Che simbolizó ese cambio. Luego se registró la frustración de la Unidad Popular en Chile y el renacimiento revolucionario posterior en Nicaragua, quedó cerrado con la derrota electoral del sandinismo. Ahí comenzó a la expansión del neoliberalismo, que fue parcialmente contenido en la última década con el ciclo progresista, pero sin la fuerza suficiente para evitar la ulterior restauración conservadora. En todas las fases de las últimas décadas se verificaron momentos de resurgimiento de la tradición dependentista. Pero en ningún caso se ha revertido el contexto adverso para ese proyecto.

Es interesante que sitúas el declive en el plano político frente a la generalizada creencia en una derrota del dependentismo en el plano teórico.

Esa impresión es totalmente equivocada. ¿Cómo medimos la derrota de una teoría? ¿Por su consistencia interna? ¿Por su capacidad para formular pronósticos acertados? El primer plano se dirime en los debates conceptuales. El segundo plantea un parámetro muy controvertible. Si la teoría de la dependencia no tuvo pronósticos certeros: ¿quién los tuvo? ¿Alguien previó el despegue del Sudeste Asiático?
Estamos considerando fenómenos muy complejos cuya dimensión política es siempre imprevisible. La caída de la Unión Soviética es otro ejemplo de esa dificultad de previsión. Hay que cuidarse de la típica evaluación retrospectiva de los sucesos del pasado con miradas del presente. La misma objeción de pronósticos fallidos que se expone contra el dependentismo cabría para cualquier otra teoría. No me parece un camino sensato de análisis.

A pesar de un cierto declive la teoría de la dependencia nunca desapareció, y su instrumental incluso ha sido utilizado por algunos economistas europeos. ¿Cuáles han sido los aportes al dependentismo en otras regiones?

Hay varios desarrollos a nivel internacional. Un curso muy fructífero se desenvolvió en el encuentro con la teoría del sistema-mundo de Immanuel Wallerstein. Ese empalme fue interesante, porque no estuvo centrado en ningún caso particular. No investigó lo ocurrido en un determinado país, sino que indagó la consistencia general de nuevos conceptos, como la semiperiferia. Esa noción de formaciones intermedias fue asumida por Marini al distinguir de hecho a Brasil de Haití. Pero también hubo áreas de discrepancia entre las dos concepciones. Marini y Dos Santos eran marxistas clásicos. No razonaban con el modelo cerrado del sistema-mundo, ni con la tesis de un fin predeterminado, con fechas de eclosión del capitalismo.
No estoy muy familiarizado con la recepción del dependentismo en Europa, pero es muy evidente la existencia de problemáticas comunes. Durante la crisis de la deuda en Grecia se generalizaron las comparaciones con lo ocurrido en Argentina. Esos contrapuntos se hicieron con miradas dependentistas. Se reconoció un problema común de la deuda manejada por distintos acreedores. En vez de Estados Unidos actuaba Alemania y en vez del FMI el ajuste era impuesto por la Comisión Europea. Pero la lógica es la misma. Algunos economistas franceses han escrito trabajos muy interesantes con ese basamento teórico, para clarificar la problemática del Euro. Plantearon muy bien cómo el Euro vincula a países con salarios diferentes, generando transferencias de valor desde la periferia al centro de Europa.

En ese caso se quita a los países periféricos la posibilidad de devaluar, generando un desequilibrio enorme. La periferia ya no tiene más válvulas de escape que disminuir el nivel de vida de los trabajadores.

Exacto. Ese mecanismo económico tiene muchas semejanzas con las tesis de Marini. Es la misma idea con otras modalidades operativas. El problema es siempre la transferencia de valor. Se puede consumar por senderos comerciales, financieros o productivos. En la periferia europea (Irlanda, Portugal, Grecia), el Euro consagra desequilibrios comerciales a favor de Alemania, que desembocan en endeudamiento y dependencia. Hay muchos estudios empíricos de esa dinámica.
Pero más allá del impacto que tuvo el dependentismo en Europa hay dos personalidades no latinoamericanas, que tuvieron gran influencia en el desenvolvimiento de esa teoría. Primero André Gunder Frank, un intelectual muy singular que inicialmente canalizó la conexión de las vertientes antiimperialistas de Estados Unidos (asociadas con la revista Monthly Review) con el dependentismo. Desenvolvió una formulación muy popular de esa concepción con la idea de “desarrollo del subdesarrollo” y su libro fue tomado como una gran síntesis de la teoría.
Pero curiosamente Frank abandonó ese enfoque muy temprano. En 1971 quedó fascinado por la teoría del sistema mundial que él contrapuso al dependentismo, cuando Wallerstein convergía con Marini y Dos Santos. Y en una etapa posterior elaboró una exótica concepción sobre el capitalismo milenario con epicentro en China. Fue una figura muy controvertida. Si miramos lo ocurrido en forma retrospectiva, Cueva fue mucho más dependentista. Sus críticas a Frank resultaron acertadas, especialmente en el debate historiográfico sobre el origen del capitalismo en América Latina.
La otra figura ha sido Samir Amin. Es el teórico vivo más importante del dependentismo y construyó la obra más consistente. Tuvo quizás la paradójica ventaja de razonar fuera del condicionamiento latinoamericano. Trabajó desde Europa, Asia y África con una mirada distinta y un enfoque más global. Partió del problema de viejas sociedades orientales sometidas al colonialismo europeo y no de un Nuevo Continente capturado por esa dominación. Por eso su análisis de las formaciones tributarias es tan distinto de la clásica controversia sobre el feudalismo y el capitalismo colonial.
Ha combinado como pocos autores la esfera de la historia con la economía y también razonó con otras referencias políticas. Mientras que el dependentismo latinoamericano estuvo signado de la revolución cubana, Amin partió de Bandung y la convergencia del nacionalismo revolucionario con el socialismo en Asia y África. Sin lugar a dudas expresa otra vertiente muy fructífera de la teoría de la dependencia.

Y también está el caso del dependentismo en el Caribe, donde se registró una recepción bastante interesante y poco investigada.

Si. Fue distinta por su peculiar mezcla con tradiciones múltiples. Ahí aparece el problema de la negritud que no es estrictamente latinoamericano. La relación de dependencia con el indigenismo conceptualizada por  varios autores andinos, adoptó en el Caribe otro tipo de conexiones, insertas en la huella de los jacobinos negros y la revolución haitiana. Pero ahí también se observa la mayor proximidad de la revolución cubana. La teoría de la dependencia articuló esa diversidad de problemáticas con la especificidad de economías muy fragmentadas. Lo que Marini pensaba para Brasil no se aplica a Jamaica, pero ambos países están conectados a la misma dinámica de la reproducción dependiente.

Quería preguntarte sobre las distintas trayectorias dentro del dependentismo latinoamericano.

Yo considero necesario estudiar con detenimiento a Marini que elaboró un razonamiento integral. Indagó el caso de  Brasil que en los años sesenta era una formación intermedia en proceso de industrialización. Compartió las mismas preocupaciones de los teóricos de la CEPAL sobre Argentina y México y analizó la dinámica de esas economías. En ese abordaje introdujo categorías muy novedosas y polémicas, como la superexplotación, el ciclo dependiente y el subimperialismo. Lo que Cueva estudiaba para países como Ecuador, Bolivia o Perú –aún centrados en la problemática del campesinado y el latifundio– Marini lo indagaba para una sociedad como Brasil, ya signada por los desequilibrios de la industrialización. Eran dos escenarios distintos de la lógica de la dependencia.
Me parece importante rescatar también la figura de Theotônio dos Santos que acaba de fallecer. En los años 60-80 aportó ideas claves sobre el estado, las clases y también la estrategia socialista. Razonó de otra forma, con menos apego a la elaboración abstracta de Marini, que seguía rigurosamente las pistas de El Capital y de todas las categorías de Marx.

Es decir, pensaba el dependentismo a partir de la ley del valor.

Si. Claramente en Marini. Pero en Theotônio prevalece más bien el estudio combinado de la dimensión económica y política. Desarrolla una visión más familiar al abordaje que inauguró Lenin. No hay tanta preocupación por definir las contradicciones de un modelo de la reproducción ampliada, sino por detectar cuáles son las fuerzas sociales actuantes en cada escenario. Ahí aparece esa reflexión sobre las relaciones entre el estado, las clases dominantes y la burocracia, que en la obra posterior de Dos Santos asumieron connotaciones más controvertidas. Quizás a la hora de los homenajes conviene también recordar las interesantes clasificaciones que desarrolló Bambirra, sobre distintas economías latinoamericanas.
En mi opinión hay que revisar la originalidad y consistencia de cada aporte teórico, pero con alguna tesis ordenadora. De lo contrario, nos deslizamos hacia la simple descripción o hacia la reivindicación ritual. Mi balance subraya la síntesis entre Cueva y Marini y la consiguiente confluencia del endogenismo con el exogenismo marxista. Observo los aspectos problemáticos de ambas vertientes, pero no pierdo de vista que ese empalme define un enfoque integral y rival del pensamiento liberal o desarrollista. En ese trípode se concentran las grandes divergencias teóricas que perduran hasta la actualidad.

En los años ochenta el dependentismo experimentó un fuerte revés y partir del nuevo milenio se observa una ligera recuperación. ¿Cómo caracterizarías ese acotado resurgimiento?

Yo creo que efectivamente hay una cierta recuperación del dependentismo. Ese rebrote acompañó al ciclo progresista de la última década y sobre todo al surgimiento del chavismo. La teoría de la dependencia estuvo muy presente en el universo conceptual de Chávez y también en muchos razonamientos Evo Morales. No es la mirada de Lula, ni tampoco de Cristina Kirchner, que son tolerantes pero no afines al dependentismo. Con el mismo énfasis que postuló la actualidad del comunismo y del socialismo, Chávez reivindicó la teoría de la dependencia.
En términos más generales, todas las propuestas teóricas que aparecieron en los últimos años como el “socialismo del siglo XXI”, el “bolivarianismo” o el “buen vivir” rescatan elementos de la teoría de la dependencia. Por eso hemos visto homenajes a sus principales figuras y una interesante reedición de libros. No se repite el clima intelectual de los 70, pero resurgió el pensamiento crítico. Han aparecido además muchos núcleos de investigación especialmente en Brasil, mientras que en México continúa la elaboración de los autores que fueron discípulos de Marini. Hay muchas variantes de estos replanteos en distintos puntos de América Latina. Incluso en Argentina, dónde nunca tuvo raíces significativas.
En la actualidad se verifica también un llamativo contrapunto entre los defensores de la teoría de la dependencia tal como fue formulada por Marini, y los críticos marxistas de ese enfoque, que conforman la vertiente antidependentista. Retoman los cuestionamientos que aparecieron desde los años 80, especialmente en Inglaterra. Son planteos con cierta resonancia en el mundo académico de Argentina.

Pero también existe una corriente que reivindica una renovación de la teoría marxista de la dependencia.

Si. Yo me ubico en ese terreno de reivindicación de la teoría, señalando al mismo tiempo la necesidad de introducir importantes actualizaciones y modificaciones. En este plano hay varios temas en discusión. El primero es la superexplotación. En sus últimos trabajos Marini sostuvo que ese rasgo ya no constituía una peculiaridad de América Latina o la periferia, sino que integraba las características del capitalismo globalizado. Esa reformulación abrió un debate entre quienes ampliamos y reconsideramos la dinámica de ese principio y los autores que defienden su formato tradicional.
El segundo tema –que todavía no suscitó polémicas abiertas pero que seguramente va a derivar en intensas discusiones– es la renta. Algunos pensadores cuestionan la teoría de la dependencia por omitir esa categoría y otros responden que no tiene relevancia específica. Yo coincido con la tesis de reintegrar el concepto al dependentismo, con una caracterización peculiar de la renta agraria y petrolera a escala internacional. Este problema tiene importantes consecuencias para la evaluación de la economía argentina o venezolana.
También se ha renovado el viejo debate sobre el intercambio desigual, ya no con las referencias de los años 70 al modelo de Emmanuel, sino considerando las nuevas modalidades de la división global del trabajo. Hay investigaciones muy interesantes, sobre la forma en que la plusvalía es transferida a empresas ubicadas en la cúspide de la cadena de valor. El mismo proceso se verifica en las maquilas y en ciertas empresas transnacionales. Las ideas dependentistas son muy gravitantes en estos terrenos.
Un tercer problema en debate es la validez o alcance del concepto de subimperialismo. Hay llamativas evaluaciones de Brasil y Sudáfrica y sobre todo del papel de los BRICS. Yo creo que esa categoría rige más bien para países como Turquía o India. No es una noción meramente económica. Es un concepto geopolítico, referido a la capacidad de una potencia intermedia para actuar en el plano militar. Es lo que hace Turquía en Siria contra los kurdos. Brasil ha quedado situado en otro plano, desde que perdió capacidad de acción autónoma. Otro tema muy conectado a estos debates es la configuración actual de China. La controversia gira en torno a su clasificación dentro del denominado “Sur global”.

Y en ese caso si el comercio entre América Latina y China expresa una cooperación sur-sur o una nueva forma de dependencia.

Exacto. Hay trabajos muy recientes de autores estadounidenses sobre el tema. Abordan la globalización productiva desde la óptica dependentista, con acertadas evaluaciones de la nueva dinámica del arbitraje global del trabajo. Analizan cómo el valor generado en un punto del planeta se realiza en otro. Pero justamente ahí aparece el problema geopolítico del status de China. No creo que esa nueva potencia forme parte del “Sur global”. Es la segunda economía del mundo y actúa como un imperio en formación.

En uno de tus textos más recientes reivindicas entonces la renovación del paradigma dependentista. ¿Cómo se concretaría ese replanteo?

El punto de partida es evaluar las enormes transformaciones registradas en el capitalismo, en comparación a la época de Marini. Estamos en una etapa neoliberal completamente distinta, luego del ocaso del periodo keynesiano. Necesitamos conceptualizar el funcionamiento del capitalismo mundial de nuestro tiempo.
Ese sistema se basa en una agresión permanente contra los trabajadores, asentada en el predominio de las empresas transnacionales. Hace cuarenta años ya era un capitalismo mundial pero sin cadenas de valor. Ahora predomina la globalización productiva, que define las formas de expansión de la mundialización financiera y de los nuevos mecanismos de extracción de plusvalía. La distinción entre explotación del centro y superexplotación en la periferia ya no constituye un criterio acertado. Hay expresiones de ambos tipos en ambos polos de la economía mundial, con fuertes diferencias en el status del trabajo formal e informal.
También la estructura jerárquica mundial y las redes de transferencia de valor son diferentes. Por eso necesitamos una comprensión del nuevo capitalismo mundial, que opera con una inédita dinámica de recorte del empleo. No sólo destruye más puestos de trabajo que los generados. Consuma esa demolición a una velocidad muy superior a todo lo conocido. Theotônio dos Santos era un pensador muy abierto a estudiar estos problemas. Pero esos procesos eran desconocidos en el auge de la teoría de la dependencia. La revolución digital sólo era imaginada en la ciencia ficción.
Además el universo geopolítico actual es totalmente distinto. Desapareció la Unión Soviética, surgió China y existe una controversia irresuelta sobre el declive Estados Unidos, en un contexto de remodelación de todos los dispositivos imperiales. El capitalismo y el imperialismo son distintos a los imperantes en los años de Marini. Sin afrontar el tipo de transnacionalización pura que conciben algunos pensadores, tampoco prevalecen las viejas configuraciones nacionales. Más bien predomina una modalidad híbrida de mundialización productiva, sin correlato equivalente en las clases sociales y los estados.
Esta mutación nos obliga a re-conceptualizar muchos problemas. Por ejemplo, el estricto paralelo entre subimperialismo y semiperiferia ya no se verifica con la misma sintonía. Hay modalidades combinadas en todas las formaciones intermedias. Una semiperiferia como Corea del Sur carece de rasgos subimperiales y difiere de Turquía, que a su vez no tiene el grado de integración global de la economía del Sudeste Asiático.
Por lo tanto hay que reacondicionar muchas categorías en la tradición teórica del dependentismo, pero sin fascinarse con un sólo pensador. Y por eso conviene observar a esa escuela como un momento de evolución de todo el marxismo, con un aporte específico en la indagación de la lógica del subdesarrollo. Quizás lo más interesante es retomar las tesis del ciclo dependiente, como mecanismo de transferencia de valor hacia economías más desarrolladas. Marini fue un buen teórico de la maquila mexicana. Pero hay otros fenómenos que en su momento exageró o que eran válidos para su época y no para la actualidad.

Y desde esa perspectiva de una renovación intervienes en los debates sobre la superexplotacion.

Si. Pero en esas discusiones deberíamos tener cuidado para no repetir los errores del pasado, cuando se extremaron contraposiciones entre partidarios de la misma concepción. Como es un debate entre defensores de la misma tradición dependentista deberíamos mensurar las divergencias en juego. Estas polémicas no pueden tener la intensidad de las controversias con nuestros enemigos del neoliberalismo o con nuestros adversarios de la heterodoxia.

En los últimos años, una de las nociones más frecuentadas en los debates sobre el desarrollo en América Latina ha sido el extractivismo, pero curiosamente emerge con grandes desencuentros con el dependentismo. ¿Por qué?

También ahí existe una dualidad de situaciones. Hay por un lado un gran espectro de convergencias entre ambas corrientes, en la denuncia de la reprimarización y en la defensa del medio ambiente. Muchos autores trabajan con razonamientos de las dos concepciones. El desencuentro se ubica con lo que podríamos denominar post-desarrollismo. Hay vertientes anti-extractivistas que objetan la idea del desarrollo, en contraposición al programa marxista de forjar otro desarrollo. Esa meta es clave en América Latina como corolario directo de la crítica al subdesarrollo. Además, existe una fuerte divergencia con las perspectivas localistas, meramente comunitarias y anti-estatales de esas corrientes. La teoría de la dependencia se inscribe en una tradición de intervención estatal radical, con la mira puesta en la gestación de una sociedad socialista. El post-desarrollismo se opone a esa perspectiva.

El fin del ciclo progresista es uno de los temas de mayor actualidad en la región. ¿Cuál sería la lectura dependentista de ese proceso?

Desde una óptica dependentista cabría señalar que el ciclo progresista se frustró por no encarar la superación del subdesarrollo. Y eso vale para Argentina, Brasil, pero también para Venezuela. No se ha logrado transformar la renta agraria o petrolera en una fuente de desarrollo inclusivo y equitativo.
Desde la misma tradición es igualmente clave distinguir el radicalismo de Chávez o Evo Morales del centroizquierdismo convencional de Lula o Kirchner. También corresponde aclarar que esos procesos no están clausurados. Debemos extraer un balance de lo ocurrido hasta ahora sabiendo que la disputa sigue en pie.

¿Y cuáles son para ti las posibilidades y los límites del nuevo auge del neoliberalismo en América Latina?

Yo soy muy cauto con cualquier pronóstico. Lo que está claro es el diagnóstico. Estamos en un momento de restauración conservadora con gobiernos neoliberales que afrontan tres grandes problemas. El primero es económico. Pretenden afianzar la primarización y el extractivismo, en un contexto internacional adverso por el estancamiento de los precios de las materias primas. Implementan una adaptación pasiva al libre-comercio, cuando Trump y Macron revisan todos los aranceles. Además, el comprador de las materias primas es China y no Estados Unidos, y los presidentes derechistas de la región han quedado desubicados por su primitivismo ideológico pro-norteamericano.
El segundo problema es político. Son gobiernos con legitimidad reducida, basados en un esquema de constitucionalismo muy limitado. Cada día se corrobora algún nuevo rasgo regresivo de sistemas políticos autoritarios con elementos pro-dictatoriales. La consistencia de esos regímenes para implementar la reorganización neoliberal que ambicionan es muy dudosa. El tercer aspecto es la resistencia social. Todos enfrentan el rechazo en las calles. En Argentina esa oposición es fuerte y ha limitado el proyecto de Macri. En otros países es más limitada, pero todos los regímenes derechistas deben lidiar con el movimiento popular. Qué no hayan logrado destituir a Maduro es otro indicio de los límites del neoliberalismo. Bolivia, Venezuela, Cuba siguen en pie, demostrando la persistencia de los bastiones que la derecha no ha podido remover.

Por último, quisiera preguntarte sobre el alcance del dependentismo. ¿Puede trascender el contexto latinoamericano y posicionarse frente al capitalismo mundializado?

Me parece que sí. Pero ese problema remite a una vieja disyuntiva de los pensadores sociales de la región, que han buscado evitar tanto el puro singularismo como la disolución de la especificidad latinoamericana. Nuestros problemas no son únicos e incontrastables, pero deben ser abordados con una mirada de tradiciones locales. Por eso es tan fructífera la herencia de Mariátegui.
La teoría de la dependencia justamente evitó esos dos errores. Compartió las trayectorias del marxismo latinoamericano y se mantuvo alejado del exotismo regional y de la simple copia de enfoques elaborados en otros escenarios. Confluyó con pensadores de África y Europa, integró exponentes de Estados Unidos y nunca tuvo pretensiones latinoamericanistas excluyentes. Pero al mismo tiempo evitó la mera absorción de un dogma elaborado fuera de la región.
El dependentismo construyó una teoría para explicar el subdesarrollo y por eso despertó tanto interés en otras regiones de la periferia. Brindó instrumentos para comprender las polaridades mundiales y también las bifurcaciones. Este último aspecto es clave por la relevancia actual de las semiperiferias frente a la mera contraposición entre centro y periferia. No basta con explicar las distancias que separan a Estados Unidos de Guatemala. También debemos entender a Corea del Sur, en la pista aportada por Marini para indagar a Brasil.
Yo creo que hoy es interesante estudiar por qué ciertas economías industriales declinan, y otras avanzan. Es justamente el contrapunto entre Corea del Sur y Brasil. Ese cambio sólo se explica en  la lógica de la mundialización productiva y por eso es decisivo renovar el dependentismo.
Finalmente una observación política. La actualización de la teoría de la dependencia empalma en mi opinión con el resurgimiento del antiimperialismo. Esta bandera es clave en una era signada por la agresiva brutalidad de Trump. También debería converger con tradiciones internacionalistas de acción común de los pueblos sin distinción de nacionalidades. Son dos raíces que siempre nutrieron al dependentismo. La lucha contra el imperio y la batalla contra el capitalismo. En esas dos acciones aparecerán nuevos problemas y nuevas respuestas que afianzarán la renovación de la teoría marxista de la dependencia.