sábado, 25 de febrero de 2017

Kuczynski, el neoliberal presidente de Perú, fue el primer mandatario latinoamericano que recibió Trump en la Casa Blanca: librecomercio y Venezuela, dos temas de debate. El magnate confirmó que su primer viaje a la región será en 2018 a la Cumbre de las Américas en Lima

 

Kuczynski defiende el valor de América Latina ante Trump

El peruano es el primer presidente latinoamericano recibido por el republicano

El País

No era tarea fácil. El peruano Pedro Pablo Kuczynski disponía este viernes de apenas 40 minutos para la primera reunión de un presidente latinoamericano con el nuevo inquilino de la Casa Blanca, el republicano Donald Trump. De ellos, solo 15 minutos eran un estricto cara a cara. Poco tiempo para asegurar la continuidad de las buenas relaciones bilaterales, a la par que convertirse en portavoz de todos los temores y agravios que América Latina siente con este nuevo presidente de Estados Unidos. Y la lista es larga: desde el proteccionismo exacerbado de Trump, que afecta al comercio regional, a sus amenazas a los inmigrantes, muchos de los cuales proceden del hemisferio.
Así que Kuczynski no perdió el tiempo. “América Latina necesita crecer más y vamos a hablar sobre cómo hacerlo", dijo el presidente ante las cámaras que recogieron los primeros momentos de la reunión con Trump en el Despacho Oval. "¿Quizás tiene algunas ideas para ello?", le preguntó bromeando a Trump. "Sí, las tengo", replicó este.
A Trump le gusta decir, y lo reiteró otra vez este viernes, poco antes de su cita con Kuczynski, que los acuerdos comerciales que EE UU tiene firmados son malísimos y perjudiciales para los intereses nacionales. En entrevista con la Agencia EFE en horas previas a la reunión en la Casa Blanca, el presidente del Perú, que tiene en EE UU a su segundo mercado de exportación y un acuerdo de libre comercio vigente desde hace más de una década, había replicado recordándole que su país también compra "muchas cosas a Estados Unidos".
"Estados Unidos tiene un superávit con el Perú o sea, que los estamos en cierta forma ayudando", subrayó. Proteger el libre comercio en las Américas y en el resto del mundo es la principal tarea que se ha autoimpuesto Kuczynski en su cita con Trump, tal como adelantó el mandatario antes de tomar el vuelo hacia EE UU.
Pese a las visibles diferencias, Kuczynski aseguró que la reunión fue “muy cordial y constructiva” y se manifestó confiado en poder mantener una “muy buena relación con EE UU”. Por el momento, Donald Trump visitará Lima para acudir a la Cumbre de las Américas el próximo año, según aseguró el peruano en su cuenta de Twitter.
La cuestión de la inmigración era considerada también tema obligado. Al fin y al cabo, esta misma semana el Gobierno de Trump dio nuevas instrucciones a las agencias migratorias que, en los hechos, abren la puerta a las deportaciones masivas, uno de los temas que más resentimiento han provocado en América Latina. Según adelantó Kuczynski, su objetivo era recordarle a Trump que “la emigración latina a EE UU ha contribuido a rejuvenecer la población”, entre otros beneficios. El discurso de Trump en la Conferencia de la Acción Política Conservadora también estuvo lleno de ataques a los inmigrantes y de promesas de “echar a los tipos malos del país”.
Kuczynski, muy cuidadoso, reveló a periodistas tras la reunión con Trump que explicó la situación sobre todo de los inmigrantes peruanos en el país, de los cuales solo una cifra muy baja están detenidos por algún delito, subrayó. No quiso entrar en la polémica del republicano con México acerca del muro fronterizo que insiste en construir y se limitó a manifestar su preferencia por "los puentes a los muros".

Trump pregunta por Venezuela

Ambos también debían discutir asuntos bilaterales y regionales. Según destacó Trump nada más comenzar el encuentro, tenía intención de tratar un tema que le lleva ocupando bastante las últimas semanas: Venezuela.
“Tenemos un problema con Venezuela, lo está haciendo muy mal”, dijo el presidente republicano, que ya sacó a relucir este tema en la conversación telefónica que mantuvo con Kuczynski el 12 de febrero, en la que se gestó este encuentro. Venezuela también ha ocupado parte de las llamadas telefónicas de Trump con otros mandatarios latinoamericanos, como el argentino Mauricio Macri.
Pero según el presidente peruano, en su charla la situación venezolana solo "se mencionó de forma tangencial". Presionado sobre la postura de Lima ante Caracas, Kuczynski fue igual de cuidadoso: "La posición del Perú es la de un amigo de América Latina. Apoyamos la democracia y haremos todo lo posible para que prevalezca la democracia y el bienestar en todos los países de Latinoamérica", dijo sin entrar en detalles.
La primera jornada en EE UU del presidente peruano comenzó en Nueva York, donde defendió ante el nuevo secretario general de Naciones Unidas, Antonio Guterres, la importancia del multilateralismo, otro de los principios que la llegada de Trump al poder pone en duda.
El sábado, Kuczynski recibirá en la Universidad de Princeton la medalla Madison, la máxima condecoración del prestigioso centro, en donde además dictará la conferencia Una nueva era para Latinoamérica.

El caso de Alejandro Toledo, en manos de la justicia

Uno de los temas que se espera que trate el peruano durante su estancia en EE UU, incluso con Trump, es el de su predecesor Alejandro Toledo, que se presume está en este país y sobre quien pesa una orden de prisión preventiva de 18 meses por haber recibido presuntamente 20 millones de dólares en sobornos de la constructora brasileña Odebrecht. La cautela de Kuczynski volvió a salir a relucir cuando se le preguntó por este asunto. Solo "unos segundos", dijo el presidente, se dedicaron a hablar sobre la situación de Toledo, un "tema que lo maneja el poder judicial en el Perú, el poder judicial aquí, y eso seguirá su curso", dijo. "Nosotros no estamos directamente envueltos en eso. Respetamos el debido proceso judicial", fue lo máximo que accedió a decir al respecto.

viernes, 24 de febrero de 2017

Trump le habló a su base ultraconservadora: prometió acelerar el muro con México y una mayor militarización

 

Trump enarbola su nacionalismo más furioso y promete una de las mayores militarizaciones de la historia

“No soy el presidente del orbe, sino de Estados Unidos”, afirma el mandatario

El soldado. El obrero. La patria. Donald Trump enarboló hoy  su bandera más nacionalista. En su alocución a las bases republicanas, el presidente consumó el repliegue de Estados Unidos a sus propios intereses. Fue la apoteosis del Trump más proteccionista. Un líder furioso que ha puesto en lo más alto de su programa la expulsión de inmigrantes, el control de las fronteras y ahora también uno de los “mayores esfuerzos militares de su historia”. “Nadie nos volverá a desafiar. Nadie. No soy el presidente del orbe, sino de Estados Unidos”, clamó.
Donald Trump buscó el calor de los republicanos. Tras un mes altamente erosivo, el presidente eligió la Conferencia de la Acción Política Conservadora para darse un baño de vítores. La reunión anual le aguardaba ansiosa. Después de ocho años de sequía, llegaba el gran hombre. El comandante en jefe que ha prometido establecer un nuevo orden. “Ya tenéis un presidente”, les dijo nada más subir al escenario.
Trump no decepcionó a su audiencia. Pero tampoco se salió del guión. Inmigración, seguridad, Obamacare, desregulación financiera, satanización de los medios… Los tópicos que suele llevar en la cartuchera emergieron al completo. Pero esta vez los unió a todos bajo la bandera del patriotismo. “El futuro es nuestro. Estados Unidos será mayor, más grande y fuerte que nunca”, prometió a sus seguidores.
Bajo este fervor nacionalista, Trump apeló a una fórmula que raras veces falla en los mítines: el Ejército. Símbolo de la unidad nacional, el presidente prometió un aumento masivo del presupuesto para lograr una defensa “mayor, mejor y más poderosa que nunca antes” “Y esperemos que nunca tengamos que usarla, pero nadie nos va a desafiar. Nadie. Será uno de los mayores esfuerzos de la historia”, afirmó.
Recuperado el orgullo militar, aunque sin ofrecer mayores datos, puso el tiro en una de las dianas favoritas: la inmigración. Y ahí no tuvo piedad. Sin importarle la negociación que tiene abierta con Enrique Peña Nieto, pulverizó todas las formas diplomáticas y volvió a blandir la construcción del muro con México como un factor de prosperidad y prometió acelerar su construcción. “Somos un país que pierde trabajo en su territorio y lo entrega fuera. Somos un país que defiende las fronteras de otros países pero no las suyas. Tenemos a los malos dentro y los vamos a echar”, detalló.
Pero la ofensiva no se limita a la inmigración. Para “mantener América segura” hay que tener los ojos bien abiertos. El planeta, según Trump, es un lugar inhóspito. El peligro islamista acecha ahí fuera. Por su culpa, Suecia Alemania, Francia –“París ya no es París”– viven días difíciles. “Mirad lo que ocurre en el mundo. Nos puede pasar a nosotros. Tenemos que ser inteligentes para evitarlo. Vamos a mantener fuera de nuestro país a los terroristas islámicos”, afirmó.
En esta representación del mundo, la globalización no sólo ha dañado la economía doméstica sino que ha llevado a EEUU a desperdiciar su energía lejos de donde es más necesaria. Trump lo explicó con un ejemplo espinoso: Oriente Próximo: “Allí nos gastamos seis billones de dólares. Y estamos peor que antes. Con ese dinero podríamos reconstruir tres veces nuestro país”, dijo.
Consciente del origen de sus votos, prometió la reconducción de esos “despilfarros” hacia la América profunda. Esas zonas industriales en decadencia, de mayoría blanca, donde Trump arrasa. “Les dije a Ford, Chrysler, Fiat, a la gran industria, que volviesen a invertir aquí y ahora lo están haciendo”.
Las apelaciones a la clase trabajadora fueron constantes. Conservador y multimillonario, Trump se ha especializado en construir discursos que recogen el malestar de esta franja poblacional. Incluso a sus colegas de formación les invitó a sumarse a esta ola: “El Partido Republicano también es el partido del trabajador americano”.
No fue una petición gratuita. Subido al estrado, Trump se sintió con fuerza suficiente para presentarse como el líder de un partido que durante años le tomó por un estrambote. Que más de una vez le negó aparecer en sus actos por considerarle un outsider o algo peor: un extraño que sólo buscaba su beneficio personal. Hoy, en la Conferencia de la Acción Política Conservadora pudo ver cómo le jaleaban a rabiar. No era solo el presidente. Era su presidente. Y a ellos dirigió su visión de futuro.
Militarización, rechazo a los inmigrantes, vuelta a la mirada interior. Aunque a trazos muy gruesos, el viaje prometido por Trump a sus seguidores republicanos dibuja un país cerrado a sí mismo. Una nación que, como ya ocurriera en otras épocas, ha empezado desconfiar del mundo.

jueves, 23 de febrero de 2017

Diego Luna, contra Trump y Peña Nieto: "Los mexicanos merecemos algo mejor"

 

Los mexicanos merecemos algo mejor

Por Diego Luna (El País)

El actor Diego Luna critica la actitud del Gobierno de Enrique Peña Nieto frente a los ataques del presidente de Estados Unidos, Donald Trump.

Soy mexicano: aquí nací y aquí vivo. Y aunque la llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos ha sido una de las peores noticias de nuestra historia reciente, peor ha sido el pasmo y la respuesta temerosa del Gobierno que está a cargo de cuidar nuestros intereses ante la voz que nos amenaza.
El Gobierno mexicano invitó a Trump a la residencia presidencial cuando era candidato y lo recibió en nuestro país con bombo y platillo, validando su discurso de odio y dándole un foro para repetir sus promesas de campaña. El presidente de México le regaló a Trump la palabra y no pudo contradecirlo cuando realmente importaba: no por Twitter, horas después, sino ahí, en la escena. Después de aquello, el Gobierno ha perdido la capacidad de exigir una comunicación más sana y respetuosa.
Pero no solo eso. Mi Gobierno (y digo que es mi Gobierno porque formalmente así es, aunque aclaro que no me representa en ningún sentido) ha tenido varias oportunidades de demostrar legitimidad moral y las ha dejado ir sin excepción. Pudo recibir, por ejemplo, a las víctimas del decreto que prohibía la entrada a inmigrantes y refugiados de varios países musulmanes y que afectó a miles antes de que un juez los detuviera. Era una oportunidad invaluable para ponernos del lado correcto de la historia y mostrar empatía con aquellos que, como nosotros, sufren las consecuencias de un Gobierno autoritario. Pero Peña Nieto lo dejó pasar, temeroso, quizá, de una confrontación con el bully de Washington.
No hay ni siquiera una voluntad de autocrítica. Después de todo, hay pocos Gobiernos más duros e injustos con los migrantes que el mexicano. Basta leer los testimonios de los centroamericanos que cruzan por México hacia la frontera norte para conmovernos e indignarnos con sus terribles historias de abuso y extorsión. Para los migrantes centroamericanos, la injusticia comienza y a veces culmina en México. Este sería el momento de reconocer nuestras propias carencias. Nada más valiente, al final del día, que aceptar un error. Pero el Gobierno mexicano tampoco ha mostrado ese tipo de imaginación. Y ni hablar de la unidad latinoamericana. ¿Cómo es posible que Peña Nieto no voltee activamente al sur y convoque a la solidaridad? ¿Cómo no ha buscado crear un frente común que nos fortalezca frente al racismo del presidente de Estados Unidos?
En el fondo, es un misterio: a pesar de tener los niveles de aprobación más bajos de la historia de México, Enrique Peña Nieto insiste en no aprovechar el momento para hacer lo correcto y dar un golpe de timón. No tiene nada que perder políticamente y podría ganar mucho, empezando por la defensa de los más vulnerables: los millones de mexicanos que viven en Estados Unidos.
Enrique Peña Nieto insiste en no aprovechar el momento para hacer lo correcto y dar un golpe de timón
Las víctimas más cercanas del odio y la cerrazón hoy nos necesitan. Este martes, el Gobierno del presidente Trump informó de nuevas directrices con el objetivo de ampliar el número de inmigrantes indocumentados que puede deportar y acelerar su salida del país. A partir de ahora, los agentes de inmigración y de aduanas tienen la orden de deportar a cualquiera que haya sido condenado por cualquier delito. No hay tiempo que perder, no podemos permitir el dolor, la separación e incertidumbre de tantas familias. Actuemos a tiempo antes de que sea demasiado tarde.
Trump, después de todo, es una amenaza, pero también el posible comienzo de cosas mejores. El odio nos da la oportunidad de responder reconociéndonos en los demás, de mostrar solidaridad y respeto a los que, como nosotros, hoy la tienen más difícil que nunca. Hoy, el mundo siente una empatía natural con México y es nuestro deber aprovecharla. La clave está en ser parte activa de la resistencia, demostrar que somos capaces de practicar la compasión no solo por los mexicanos que viven dentro de nuestras fronteras, sino por los millones que están del otro lado, los mexicanos e hispanos en general a los que hoy pretenden callar, a los que pretenden quitarles el derecho a luchar. Contemos sus historias, dentro y fuera de Estados Unidos. No permitamos que su voz se apague. No hay mejor manera de manifestarse que dejar testimonio: todos merecemos algo mejor.

El “volver al mundo” de Macri en España


El “volver al mundo” de Macri en España Por Juan Manuel Karg Página/12 El firme discurso de Ínigo Errejón en el Congreso de España, replicado en redes sociales una y otra vez, habla a las claras sobre la percepción que se tiene en relación a nuestro país en el exterior. Errejón, conocedor cabal de la política argentina, desplegó un conjunto de contundentes argumentos para cuestionar al empresario devenido presidente: Panama Papers, tarifazos a los servicios públicos, recortes a programas sociales y educativos, y la detención arbitraria de Milagro Sala, cuestionada por ONU, Parlasur, Amnesty y hasta Human Rights Watch y la OEA. “Es de los suyos” le dijo el jóven politólogo al gobernante Partido Popular, graficando una unidad que viene de larga data. Por esas críticas Podemos, el partido de Errejón, segundo en todas las encuestas conocidas en España detrás del propio PP, no participó de la gala que al Jefe de Estado se le ofreció, cuestionando la política de DDHH y la creciente pauperización social en nuestro país. Pero la agenda de Macri en España va más allá de Rajoy y Felipe VI, hijo de Juan Carlos, receptor de la tristemente célebre frase “Deberían tener angustia de tomar la decisión, querido rey, de separarse de España”, que pronunciara MM en 2016 en referencia a los líderes independentistas. Su encuentro con José María Aznar, que busca hace ya tiempo mostrarse como un articulador de las derechas iberoamericanas, demuestra su intención de convertirse en la referencia de la derecha sudamericana, en un momento donde Temer y Cartes afrontan una creciente impopularidad, incluso mayor que la del Jefe de Estado argentino. Aznar fue fundador de FAES, un think tank que se vinculó tempranamente con la Fundación Pensar, ligada al PRO, y que nucleó a diversas ONG´s de América Latina frente al avance de los gobiernos progresistas, nacional-populares y de la izquierda continental. La estrategia inicial de FAES fue contra los gobiernos de Cuba y Venezuela, pero velozmente intentó expandirse en Ecuador, Bolivia y Argentina. “El padrinazgo ideológico de Aznar sobre Macri terminaría de sellarse con los congresos que la ONG española realizó en el 2013 y 2014 en Buenos Aires” recordaba sobre el tema Federico Vázquez en una nota de 2015, previa al ballotage argentino donde Cambiemos-PRO se impuso por escaso margen. Es que Macri, a contrapelo de lo que dijo al iniciar su gobierno, tiene una profunda “ideologización” en su política exterior. Por ello buscó que Argentina ingrese a la Alianza del Pacífico, más no sea como observador, en vez de intentar fortalecer el Mercosur y Unasur tal como piden las circunstancias internacionales con el realineamiento provocado tras la llegada de Trump a la Casa Blanca. Y esa ideologización de las RRII se vincula con su estrategia partidaria: el PRO se unió, en enero de este año, a la autodenominada Unión Demócrata Internacional (IDU), donde se congregan casi un centenar de partidos de derecha, entre los cuales se encuentran nada menos que el Partido Republicano de EEUU, la CDU alemana, el propio PP español y la UDI de Chile, entre otros. ¿Y quién fundó a la IDU en los 80? Nada menos que Margaret Thatcher, a quien Macri le tomó “prestado” aquello de que “no hay alternativa” frente a las políticas ortodoxas que, en términos económicos, despliega nuevamente la Argentina. Tiene razón Errejón: aún cuando Macri “es de los suyos”, la historia –a contrapelo de los postulados de Thatcher e incluso de Francis Fukuyama– siempre demuestra que hay alternativas al desaguisado social que producen administraciones como las de Rajoy y MM. Por lo pronto, el tan magnificado “volver al mundo” se convirtió apenas en un paraguas de la derecha internacional ante la tormenta perfecta (inflación, despidos, enfriamiento económico, aumento de la brecha entre quienes más y menos tienen, cuestionamientos internacionales a la política de DDHH) que vive nuestro país. * Politólogo UBA / Analista Internacional.


lunes, 20 de febrero de 2017

"TrumPolis". Episodio 1.


Cecilia Nahón, desde Washington DC, y Leandro Morgenfeld desde Buenos Aires, analizan la realidad internacional con una mirada crítica. El foco está puesto en cómo la presidencia de Donald Trump afecta a los Estados Unidos, América Latina y Argentina, reflejando las múltiples dimensiones de lo que está ocurriendo en esta nueva etapa.

- escuchá acá el episodio 1 de TrumPolis




Trump prepara la orden para la expulsión masiva de inmigrantes

 

Trump prepara la orden para la expulsión masiva de inmigrantes

El plan permite reclutar a 15.000 nuevos agentes así como ampliar las expulsiones inmediatas y devolver automáticamente a su país a los mexicanos sorprendidos en la frontera



Donald Trump prepara su nuevo asalto contra la inmigración. Tras su batacazo judicial con el veto a siete países musulmanes, el presidente de Estados Unidos ha ordenado elaborar un vasto plan de acción contra los sin papeles. Acelerar y ampliar las expulsiones inmediatas, devolver automáticamente a los mexicanos sorprendidos en la frontera, reclutar miles de nuevos agentes y hasta perseguir penalmente a los padres que traigan a sus hijos forman parte, según los borradores conocidos, de este agresivo proyecto. Un paso con el que Trump echa otra palada al legado de Obama y con el que podrá cumplir una de sus más deseadas y oscuras promesas: la expulsión masiva de inmigrantes.
Estados Unidos, un país que se hizo grande con la inmigración, está listo para dar un portazo al eslabón más débil. Si la política de Obama se centró en la persecución y expulsión de aquellos inmigrantes que hubiesen cometido delitos graves, ahora se prepara la apertura de la veda a todos los que carezcan de documentación en regla. Once millones de personas, la mitad mexicanos pueden empezar a temblar.
La magnitud del golpe se conocerá en pocos días. El presidente ha anunciado que esta semana hará publica su nueva orden. Entretanto, Washington es un hervidero. Los borradores circulan por doquier. Algunos han sido desmentidos con rotundidad, pero otros, como los publicados por McClatchy y The Washington Post, han sido reconocidos como documentos de trabajo. En estos últimos, aunque susceptibles de cambios, asoma el verdadero rostro de la Administración Trump.
Los borradores apuntan a que la ofensiva será masiva. Para reforzar las agencias dedicadas al control de la inmigración, se establece la contratación de 15.000 nuevos agentes, se aumentan las competencias policiales y se preconiza una mayor colaboración con las fuerzas locales.
Para la operatividad de este ejército, el departamento de Seguridad Interior, en manos del antiguo general de marines, John F. Kelly, pretende aligerar las barreras legales, en especial en el capítulo más ejecutivo: las deportaciones inmediatas. Hasta ahora esta modalidad de expulsión se aplicaba a aquellos inmigrantes que hubiesen pasado menos de dos semanas en el país y estuviesen a no más de 160 kilómetros de la divisoria. Pero los borradores indican que se pretende anular los límites geográficos y extender su aplicación a todos aquellos que lleven hasta dos años en territorio estadounidense. A este enorme salto se añade la devolución automática de los inmigrantes mexicanos sorprendidos en la frontera y la persecución penal de aquellos padres que hayan pagado a redes de traficantes para traer a sus hijos.
Fuera de estos planes queda, según los borradores, el programa de Obama destinado a proteger a los dreamers, los menores escolarizados que llegaron sin papeles a Estados Unidos. Un sistema que ha permitido otorgar permiso de trabajo a 750.000 inmigrantes y que el propio Trump ha reconocido, en tono de culebrón, que le será complicado liquidar. “La situación de estos menores es muy difícil para mí, mucho… porque yo amo a esos niños; yo mismo tengo niños y nietos, y encuentro muy, muy difícil hacer lo que las leyes ordenan. Y todos saben que la ley es dura”, dijo el sábado en su mitin de Florida.
Pero más allá de los dreamers, el horizonte se oscurece para el resto de los inmigrantes. Trump sabe que su base electoral, de mayoría blanca y obrera, los contempla como un competidor. En las antaño poderosas zonas industriales, ahora azotadas por el desempleo y los salarios bajos, el discurso del enemigo mexicano ha calado hondo. Y el presidente, consciente de su mal momento en las encuestas, busca un golpe de efecto contra los migrantes para mantener su activo entre sus fieles.
“Tendremos fronteras fuertes otra vez. Los criminales, la gente mala-mala, entrará en prisión. Pero en su mayoría, se irán fuera de aquí. ¡Los llevaremos al lugar de donde vinieron!”, prometió Trump a sus bases. La norma para llevar adelante este plan está muy cerca de ver la luz. Esta semana se conocerá. De momento, ya se escuchan las campanas del odio.

domingo, 19 de febrero de 2017

Bocas de urna dan ganador en Ecuador a Lenín Moreno, por amplia ventaja. La duda es si terminará imponiéndose en primera vuelta (necesita 40% y 10 de diferencia con el segundo) o se volverá a votar el 2 de abril

Las elecciones en Ecuador se desarrollaron con normalidad.
Telesur

El abanderado del partido Alianza PAIS lidera la votación en las elecciones generales de este domingo en Ecuador.

Los resultados a boca de urna de las elecciones presidenciales en Ecuador revelan que el candidato del partido Alianza PAIS, Lenín Moreno, lleva la ventaja con 42,9 por ciento de los votos, mientras que Guillermo Lasso, del Movimiento CREO-SUMA, tiene 27,7 por ciento, según Opinión Pública.
Dato World otorga a Moreno 39,4 por ciento y a Lasso 30,5 por ciento. Mientras que Centro Invest da 43,3 al candidato de Alianza PAIS y 27,7 al abanderado de CREO-SUMA.
Market da la ventaja a Moreno con 40,8 por ciento y 29,8 por ciento a Lasso. En el caso de Cedatos, 39,4 por ciento a Moreno y 30,5 por ciento a Lasso.
Tras conocerse los resultados preliminares, el abanderado de Alianza PAIS manifestó: "Hemos ganado las elecciones justamente. Un millón de ecuatorianos más votaron por continuar Revolución Ciudadana".
Los resultados preliminares no reflejan el resultado final de las elecciones, el cual será anunciado únicamente por el Consejo Nacional Electoral (CNE).
Moreno fue propuesto por el presidente saliente, Rafael Correa, para fungir como su sucesor político en la dirección de Ecuador y dar continuidad a la Revolución Ciudadana.
La jornada de comicios se desarrolló con normalidad durante todo este domingo, informó el presidente del CNE, Juan Pablo Bozo.
Se espera que el CNE también emita los resultados preliminares de los 137 diputados a la Asamblea Nacional (AN), los 5 del Parlamento Andino y la consulta sobre la prohibición de los paraísos fiscales en el transcurso de la noche.

"Elecciones presidenciales en Ecuador. Entre la revalidación de la Revolución Ciudadana o la confirmación del fin del ciclo en la región" (Santiago Barassi)

SANTIAGO BARASSI* (Cuadernos de Coyuntura)
El escenario político ecuatoriano frente al cambio de mando. La candidatura de Lenin Moreno como continuidad de la Revolución Ciudadana y la oposición aspirando a la segunda vuelta electoral. ¿Consolidación de la hegemonía neoliberal o refutación del “fin de ciclo” regional?  
Estabilidad política, crecimiento económico sostenido y fortalecimiento del Estado eran nociones ausentes en la dinámica política ecuatoriana previa al triunfo de Alianza PAIS en noviembre de 2006. Sin embargo, el personaje que encarna en su figura este virtuoso y novedoso proceso político estará ausente en las elecciones presidenciales del próximo 19 de febrero. Rafael Correa Delgado no podrá poner a prueba la vigencia de su liderazgo en las urnas y aspirar a una nueva reelección, justamente por una cláusula de la Constitución de Monte Cristi, la piedra fundamental sobre la que se construyó la Revolución Ciudadana. Este hecho redefinió el escenario electoral de 2017, en especial para el oficialismo. La joven Alianza PAIS, el instrumento político a través del cual se dio organicidad a la mayoría de las fuerzas vivas que parieron la Revolución Ciudadana, sintió en su interior las tensiones que genera un traspaso de mando forzado.
Rafael Correa Delgado no podrá poner a prueba la vigencia de su liderazgo en las urnas y aspirar a una nueva reelección justamente por una cláusula de la Constitución de Monte Cristi, la piedra fundamental sobre la que se construyó la Revolución Ciudadana
La elección de Lenin Moreno, vicepresidente del primer mandato de Rafael Correa, como el candidato, garantizó conocimiento e imagen positiva a la candidatura del oficialismo, a la vez que despertó recelos en los sectores más encumbrados dentro de la gestión gubernamental y la estructura partidaria. Los cuatro años que Lenin Moreno se desempeñó como asesor especial de Ban Ki-Moon en las Naciones Unidas para temas de Discapacidad y Accesibilidad, despegaron su imagen de la cotidiana fricción y alta polarización en la que se ha desenvuelto la dinámica política ecuatoriana en los últimos tiempos. Previo a la oficialización de su candidatura, esto fue reforzado con un discurso ambiguo y modos edulcorados que lo diferenciaron de la intensidad correísta, despertando también las esperanzas y ambiciones de sectores de la Revolución Ciudadana que en los últimos años quedaron relegados de los lugares de decisión.
La elección de Lenin Moreno, vicepresidente del primer mandato de Rafael Correa, como el candidato, garantizó conocimiento e imagen positiva a la candidatura del oficialismo, a la vez que despertó recelos en los sectores más encumbrados dentro de la gestión gubernamental.
Del mismo, la designación de Jorge Glas como su vicepresidente, apuntó a cohesionar al oficialismo. Glas, actual vicepresidente, encarna el núcleo duro del gobierno y los sectores más próximos a Rafael Correa, siendo por tanto el encargado de velar por la continuidad de los pilares del proyecto en un hipotético futuro gobierno. Resuelta la discusión sobre las candidaturas, se esperaba que la cohesión interna y la homogenización de la estrategia electoral crecieran con el avance de la campaña. Esto se logró más en la estética y en la consigna casi desesperada de “en una sola vuelta” antes que en una articulación real de las fuerzas de PAIS. El desplazamiento de Rafael Correa del centro de la escena ha dejado un vacío de liderazgo que ha dado lugar al regreso a la superficie de disputas entre facciones y poderes locales, fenómeno nunca deseable para garantizar un triunfo electoral.
El desplazamiento de Rafael Correa del centro de la escena ha dejado un vacío de liderazgo que ha dado lugar al regreso a la superficie de disputas entre facciones y poderes locales, fenómeno nunca deseable para garantizar un triunfo electoral.
Esto no impedirá que el próximo domingo Alianza PAIS sea la fuerza más votada en las elecciones generales. Sin embargo, la alta tasa de indecisos (alrededor de un 30%) instala una incertidumbre en el escenario electoral respecto a la posibilidad de que el triunfo sea en primera vuelta. De no ser así, por primera vez en 10 años las fuerzas opositoras tendrán aspiraciones reales de volver a conducir el aparato del Estado luego de la implosión del modelo neoliberal y el sistema político que lo legitimaba.
Esto no impedirá que el próximo domingo Alianza PAIS sea la fuerza más votada en las elecciones generales. Sin embargo, la alta tasa de indecisos (alrededor de un 30%) instala una incertidumbre en el escenario electoral respecto a la posibilidad de que el triunfo sea en primera vuelta.
Tanto el banquero Guillermo Lasso como la socialcristiana Cynthia Viteri, los dos candidatos que se disputan el segundo lugar en las encuestas, aspiran a una segunda vuelta en la que el rechazo a un nuevo mandato de Alianza País sea más fuerte que una década de transformaciones y ampliación de derechos. Quien figura primero en las encuestas es Guillermo Lasso, líder de la alianza de centro derecho CREO-SUMA. Miembro del Opus Dei y personaje destacado de la élite económica ecuatoriana, es un claro exponente de los sectores acomodados del país que han rechazado desde siempre el proceso liderado de la Revolución Ciudadana. Su lema de campaña “Vamos por el cambio” hace evidente sus similitudes con la Alianza Cambiemos de Mauricio Macri en Argentina. En su discurso de campaña, Lasso ha buscado conjugar la exaltación de las bondades del libre mercado y el retiro del estado con una prédica social enfocada en reducir la pobreza generando empleo a partir del espíritu “emprendedor”. Para esto, lleva como propuestas promover la inversión privada creando un banco central independiente del gobierno para recuperar así la reserva monetaria.
Tanto el banquero Guillermo Lasso como la socialcristiana Cynthia Viteri, los dos candidatos que se disputan el segundo lugar en las encuestas, aspiran a una segunda vuelta en la que el rechazo a un nuevo mandato de Alianza País sea más fuerte que una década de transformaciones y ampliación de derechos.
Cynthia Viteri, la mujer más relevante de la escena política ecuatoriana, es asambleísta nacional por Guayas, el distrito de mayor peso electoral y donde el Partido Social Cristiano es gobierno desde hace años. La estrategia electoral de la abogada y periodista apuntó a ser un punto intermedio entre los extremos que representarían Lenin Moreno y Guillermo Lasso. Sus propuestas apuntan a la apertura económica y la reducción de costos de producción con aumento de inversión social, bajo criterios de eficiencia y sin los “vicios populistas” del correísmo. Buscando capitalizar también su paso por los medios, ha tomado como bandera propia el “resguardo de la libertad de expresión”, proponiendo la derogación de la Ley de Comunicación impulsada y aprobada por el gobierno en 2013.
Como ya es costumbre en la región, los medios han desplegado todo su arsenal para limar la imagen del gobierno y sus candidatos. Denuncias de corrupción, cuestionamientos a los modos presidenciales e insistencia en la necesidad de “desideologizar las relaciones internacionales” –o sea, un realineamiento de Ecuador con EEUU- han sido una constante.
Como ya es costumbre en la región, los medios han desplegado todo su arsenal para limar la imagen del gobierno y sus candidatos. Denuncias de corrupción, cuestionamientos a los modos presidenciales e insistencia en la necesidad de “desideologizar las relaciones internacionales” […] han sido una constante.
Estos elementos que se repiten en los escenarios de cada país sudamericano demuestran que no sólo el futuro de la Revolución Ciudadana está en juego en estas elecciones, sino también la consolidación de una renovada hegemonía neoliberal en la región o la refutación del promocionado “fin de ciclo” que permita esperar un 2018 de reflujo popular en México y Brasil.


*Sociólogo. Miembro del OBLAT: www.oblat.am, santiagobarassi@gmail.com

Sigue el injerencismo: Trump incrementa la presión sobre Venezuela

Trump exigió la libertad de Leopoldo López tras reunirse con su esposa en la Casa Blanca.
 
En su tercera intervención en una semana, Washington demandó un “proceso democrático”
 
Trump aumenta la presión sobre Venezuela
 
Página/12
El Departamento de Estado pidió ayer la liberación de los “más de 100” presos “por sus convicciones políticas”, entre ellos Leopoldo López, quien ayer cumplió tres años en la cárcel, condenado por terrorismo.

Estados Unidos aumentó ayer la presión sobre Venezuela al pedir un “proceso democrático” y la liberación de los presos políticos, el tercero de los movimientos del gobierno del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, sobre la nación sudamericana en una semana.
En un comunicado del Departamento de Estado, Estados Unidos pidió ayer la liberación de las “más de 100” personas presas en Venezuela “por sus convicciones políticas”, entre ellas el líder opositor Leopoldo López, quien ayer cumplió tres años en la cárcel. Trump ya exigió la libertad de López este miércoles tras reunirse con su esposa, Lilian Tintori, en la Casa Blanca, dos días después de que su gobierno impusiera sanciones económicas al vicepresidente venezolano, Tareck El Aissami, por presunto narcotráfico.
El comunicado de ayer, firmado por el portavoz interino del Departamento de Estado Mark Toner, es, por tanto, el tercer paso significativo del gobierno de Trump en sólo una semana sobre su política hacia Venezuela. “Estados Unidos está consternado no sólo por los presos políticos sino también por otras acciones tomadas por el gobierno de Venezuela para criminalizar el disentimiento y negar a sus ciudadanos los beneficios de la democracia”, asegura la nota. Así, el gobierno llama a la inmediata liberación de todos los presos de conciencia, pero también al respeto del Estado de derecho, la libertad de prensa, la separación de los poderes constitucionales y la restauración de un proceso democrático que refleje la voluntad del pueblo de Venezuela, sin precisar más al respecto. En la nota, EE.UU. cita algunos “presos políticos”: el fundador de Voluntad Popular (VP) Leopoldo López, el ex alcalde de Caracas Antonio Ledezma y el ex alcalde de San Cristóbal Daniel Ceballos, así como “muchos otros estudiantes, activistas, periodistas y manifestantes pacíficos”.
Durante la campaña electoral, Trump no dio pistas sobre su política hacia Venezuela, más allá de expresar su “solidaridad con los pueblos sufridos de Cuba y Venezuela” y prometer a los exiliados de ambas naciones en Florida luchar “contra la opresión de los regímenes de (Raúl) Castro y Maduro”. “Los movimientos de esta semana indican que el gobierno de Trump está tomando una posición pública más dura con el régimen de Maduro que el gobierno de Obama”, indicó ayer Michael Shifter, presidente del centro de estudios Diálogo Interamericano. También es significativo que, en los últimos días, Trump haya hablado de la situación de Venezuela, por separado, con los presidentes de Perú, Colombia y Argentina, según las informaciones ficiales sobre sus llamadas telefónicas.
Durante sus audiencias de confirmación en enero, el secretario de Estado de EE.UU., Rex Tillerson, prometió urgir a la cooperación estrecha con los amigos de EE.UU. en la región y con organismos multilaterales como la OEA para buscar una transición negociada hacia un gobierno democrático en Venezuela. “Creo que estamos de acuerdo completamente en la calamidad que ha ocurrido en Venezuela. En gran medida, producto de su incompetente y disfuncional gobierno, primero bajo Hugo Chávez y después bajo su sucesor designado Nicolás Maduro”, afirmó entonces Tillerson. El nuevo jefe de la diplomacia estadounidense tuvo una tensa relación con el gobierno del fallecido Chávez cuando era director de la petrolera Exxon, compañía que, tras disputas y litigios, abandonó el país después de la nacionalización del sector petrolero en 2007.
Republicanos y demócratas en el Congreso apoyan, según Shifter, que EE.UU. adopte una posición madura frente a Venezuela porque cada vez están más preocupados por el deterioro de la situación en Venezuela y frustrados con el régimen de Maduro. La semana pasada, un grupo bipartidista de 34 legisladores envió una carta a Trump para pedir más presión sobre el gobierno de Venezuela con la imposición inmediata de sanciones a funcionarios que están beneficiándose con las violaciones de derechos humanos. Esa misiva fue el primero de una serie de movimientos que se dieron en Washington en las últimas dos semanas y que devolvieron el protagonismo a la crisis venezolana en EE.UU., eclipsada durante el arranque de la presidencia de Trump por el choque con México a cuenta del muro fronterizo.
La renovada presión de EE.UU. sobre Venezuela generó expectativas en la Organización de Estados Americanos (OEA) sobre si Trump será la llave para aplicar la Carta Democrática, un proceso que podría llevar a la suspensión de Caracas del ente. El secretario general de la OEA, Luis Almagro, una de las voces internacionales más críticas con el gobierno de Maduro, anunció que actualizará el informe de 132 páginas sobre Venezuela en el que el pasado 31 de mayo concluyó que en ese país existe una “alteración del orden constitucional que afecta gravemente al orden democrático”. La clave ahora, según varias fuentes diplomáticas es si el gobierno de Trump quiere presionar a Caracas también a través de la OEA y decide liderar la búsqueda de votos (se necesitan 18 de 34) para iniciar el proceso de la Carta.

sábado, 18 de febrero de 2017

Mauricio y Donald se reunirían entre abril y junio. Hoy, Macri atacó a Venezuela, tema del que conversó con Trump en la llamada telefónica del miércoles. Adoptando la agenda del Gran Hermando del Norte?

El presidente estadounidense, Donald Trump y el presidente argentino, Mauricio Macri

 

Susana Malcorra confirmó cuándo se concretaría la cumbre Macri-Trump

La Nación
Desde Alemania, la canciller argentina informó que el encuentro entre los mandatarios podría ser entre abril y junio de este año


La canciller Susana Malcorra confirmó que la cumbre entre el presidente Mauricio Macri y su colega estadounidense Donald Trump podría concretarse entre abril y junio de este año, según un comunicado emitido hoy por la Cancillería.

En cuanto al diálogo entre Buenos Aires y Washington, afirmó: "Es posible que a medida que repasemos la agenda surjan nuevos temas, eso es natural. Pero no hemos encontrado, en principio, más que un compromiso para avanzar en la agenda que estaba prevista.
"Estamos intentando entender cuál será el planteo de políticas que tendrá la nueva administración [de Estados Unidos]. Hay que traducir sus mensajes en decisiones políticas y queremos ver ahora hacia donde irá, por eso la importancia del acuerdo bilateral, donde se reconfirma nuestra agenda", aseguró Malcorra, según el comunicado oficial.

En el marco de la Conferencia Internacional sobre Seguridad, que se realiza en Munich, la canciller confirmó que el encuentro entre los presidentes Macri y Trump podría ser entre abril y junio, según lo permitan las agendas presidenciales.
Malcorra destacó además el encuentro de ayer con el secretario de Estado norteamericano, Rex Tillerson: "Nuestra impresión es muy positiva; recorrimos temas de agenda común y reconfirmamos la agenda a partir de la visita de (el entonces presidente) Obama del año pasado. Seguirá vigente y seguiremos trabajando en esas líneas".

El comunicado agrega que, durante la Conferencia, Malcorra se reunió hoy con sus pares de Ucrania y Eslovaquia, Pablo Klimkin, y Miroslav Lajcák, respectivamente.
La canciller argentina también dialogó hoy en Munich con Madeleine Albright, la primera mujer que ocupó la Secretaria de Estado norteamericana durante el segundo mandato (1997-2001) del presidente Bill Clinton.
Ayer, Malcorra también se había reunido con un par británico, Boris Johnson, con quien conversó sobre Malvinas: "Fue el primer tema del cual hablamos. Los dos dejamos en claro nuestras posiciones. Es evidente que tenemos una diferencia muy grande que gira en torno al tema de las Malvinas", manifestó, según el comunicado oficial.
En la Conferencia Internacional sobre Seguridad participan 40 ministros de Defensa y de Exteriores de sus respectivos países.

Agencia Télam

viernes, 17 de febrero de 2017

El final del neoliberalismo “progresista”. Por Nancy Fraser



El final del neoliberalismo “progresista”

 
La victoria de Trump no es solamente una revuelta contra las finanzas globales. Lo que sus votantes rechazaron no fue el neoliberalismo sin más, sino el neoliberalismo progresista. Esto puede sonar como un oxímoron, pero se trata de un alineamiento, aunque perverso, muy real: es la clave para entender los resultados electorales en los EEUU y acaso también para comprender la evolución de los acontecimientos en otras partes.


La elección de Donald Trump es una más de una serie de insubordinaciones políticas espectaculares que, en conjunto, apuntan a un colapso de la hegemonía neoliberal. Entre esas insubordinaciones, podemos mencionar, entre otras, el voto del Brexit en el Reino Unido, el rechazo de las reformas de Renzi en Italia, la campaña de Bernie Sanders para la nominación Demócrata en los EEUU y el apoyo creciente cosechado por el Frente Nacional en Francia. Aun cuando difieren en ideología y objetivos, esos motines electorales comparten un blanco común: rechazan la globalización gran-empresarial, el neoliberalismo y al establishment político que los ha promovido. En todos los casos, los votantes dicen “¡No!” a la letal combinación de austeridad, libre comercio, deuda predatoria y trabajo precario y mal pagado que resulta característica del actual capitalismo financiarizado. Sus votos son una respuesta a la crisis estructural de esta forma de capitalismo, crisis que saltó por primera vez a la vista de todos con la casi fusión del orden financiero global en 2008.
Sin embargo, hasta hace poco, la repuesta más común a esta crisis era la protesta social: espectacular y vívida, desde luego, pero de carácter harto efímero. Los sistemas políticos, en cambio, parecían relativamente inmunes, todavía controlados por funcionarios de partido y elites del establishment, al menos en los estados capitalistas poderosos como los EEUU, el Reino Unido y Alemania. Pero ahora las ondas electorales de choque reverberan por todo el planeta, incluidas las ciudadelas de las finanzas globales. Quienes votaron por Trump, como quienes votaron por el Brexit o contra las reformas italianas, se han levantado contra sus amos políticos. Burlándose de las direcciones de los partidos, han repudiado el sistema que ha erosionado sus condiciones de vida en los últimos treinta años. Lo sorprendente no es que lo hayan hecho, sino que hayan tardado tanto.
No obstante, la victoria de Trump no es solamente una revuelta contra las finanzas globales. Lo que sus votantes rechazaron no fue el neoliberalismo sin más, sino el neoliberalismo progresista. Esto puede sonar como un oxímoron, pero se trata de un alineamiento, aunque perverso, muy real: es la clave para entender los resultados electorales en los EEUU y acaso también para comprender la evolución de los acontecimientos en otras partes. En la forma que ha cobrado en los EEUU, el neoliberalismo progresista es una alianza de las corrientes principales de los nuevos movimientos sociales (feminismo, antirracismo, multiculturalismo y derechos de los LGBTQ), por un lado, y, por el otro, sectores de negocios de gama alta “simbólica” y sectores de servicios (Wall Street, Silicon Valley y Hollywood). En esta alianza, las fuerzas progresistas se han unido efectivamente con las fuerzas del capitalismo cognitivo, especialmente la financiarización. Aunque maldita sea la gracia, lo cierto es que las primeras prestan su carisma a este último. Ideales como la diversidad y el “empoderamiento”, que, en principio podrían servir a diferentes propósitos, ahora dan lustre a políticas que han resultado devastadoras para la industria manufacturera y para las vidas de lo que otrora era la clase media.
El neoliberalismo progresista se desarrolló en los EEUU durante estas tres últimas décadas y fue ratificado por el triunfo electoral de Bill Clinton en 1992. Clinton fue el principal ingeniero y portaestandarte de los “Nuevos Demócratas”, el equivalente estadounidense del “Nuevo Laborismo” de Tony Blair. En vez de la coalición del New Deal entre obreros industriales sindicalizados, afroamericanos y clases medias urbanas, Clinton forjó una nueva alianza de empresarios, suburbanitas, nuevos movimientos sociales y juventud: todos proclamando orgullosos su bona fides moderna y progresista, amante de la diversidad, el multiculturalismo y los derechos de las mujeres. Aun cuando la administración Clinton hizo suyas esas ideas progresistas, cortejó a Wall Street. Pasando el mando de la economía a Goldman Sachs, desreguló el sistema bancario y negoció tratados de libre comercio que aceleraron la desindustrialización. Lo que se perdió por el camino fue el Cinturón del Óxido, otrora bastión de la democracia social del New Deal y ahora la región que ha entregado el Colegio Electoral a Donald Trump. Esa región, junto con nuevos centros industriales en el Sur, recibió un duro revés cuando la financiarización más desatada campó a sus anchas en el curso de las pasadas dos décadas. Continuadas por sus sucesores, incluido Barak Obama, las políticas de Clinton degradaron las condiciones de vida de todo el pueblo trabajador, pero especialmente de los empleados en la producción industrial. Para decirlo sumariamente: Clinton tiene una pesada responsabilidad en el debilitamiento de las uniones sindicales, en el declive de los salarios reales, en el aumento de la precariedad laboral y en el auge de las familias con dos ingresos que vino a substituir al difunto salario familiar.
Como sugiere esto último, al asalto a la seguridad social le dio lustre un barniz de carisma emancipatorio prestado por los nuevos movimientos sociales. Durante todos los años en los que los se abría un cráter tras otro en su industria manufacturera, el país estaba animado y entretenido por una faramalla de “diversidad”, “empoderamiento” y “no-discriminación”. Identificando “progreso” con meritocracia en vez de igualdad, con esos términos se equiparaba la “emancipación” con el ascenso de una pequeña elite de mujeres “talentosas”, minorías y gays en la jerarquía empresarial del quien-gana-se-queda-con-todo, en vez de con la abolición de esta última. Esa comprensión liberal-individualista del “progreso” vino gradualmente a reemplazar a la comprensión anticapitalista –más abarcadora, antijerárquica, igualitaria y sensible a la clase social— de la emancipación que había florecido en los años 60 y 70. Cuando la Nueva Izquierda menguó, su crítica estructural de la sociedad capitalista se marchitó, y el esquema mental liberal-individualista tradicional del país se reafirmó a sí mismo al tiempo que se contraían las aspiraciones de los “progresistas” y de los sedicentes izquierdistas. Pero lo que selló el acuerdo fue la coincidencia de esta evolución con el auge del neoliberalismo. Un partido inclinado a liberalizar la economía capitalista encontró su compañero perfecto en un feminismo empresarial centrado en la “voluntad de dirigir” del leaning in o en “romper el techo de cristal”.
El resultado fue un “neoliberalismo progresista”, amalgama de truncados ideales de emancipación y formas letales de financiarización. Fue esa amalgama la que desecharon in toto los votantes de Trump. Prominentes entre los dejados atrás en este bravo mundo cosmopolita eran los obreros industriales, desde luego, pero también ejecutivos, pequeños empresarios y todos quienes dependían de la industria en el Cinturón Oxidado y en el Sur, así como las poblaciones rurales devastadas por el desempleo y la droga. Para esas poblaciones, al daño de la desindustrialización se añadió el insulto del moralismo progresista, que se acostumbró a considerarlos culturalmente atrasados. Rechazando la globalización, los votantes de Trump repudiaban también el liberalismo cosmopolita identificado con ella. Algunos –no, desde luego, todos, ni mucho menos— quedaron a un paso muy corto de culpar del empeoramiento de sus condiciones de vida a la corrección política, a las gentes de color, a los inmigrantes y los musulmanes. A sus ojos, las feministas y Wall Street eran aves de un mismo plumaje, perfectamente unidas en la persona de Hillary Clinton.
Lo que hizo posible esa combinación fue la ausencia de cualquier izquierda genuina. A pesar de arrebatos periódicos como Occupy Wall Street, que se rebeló efímero, no ha habido una presencia sostenida de la izquierda en los EEUU desde hace varias décadas. Ni se ha dado aquí una narrativa abarcadora de izquierda que pudiera vincular los legítimos agravios de los votantes de Trump con una crítica efectiva de la financiarización, por un lado, y con la visión antirracista, antisexista y antijerárquica de la emancipación, por el otro. Igualmente devastador resultó que se dejaran languidecer los potenciales vínculos entre el mundo del trabajo y los nuevos movimientos sociales. Divorciados el uno del otro, estos indispensables polos de cualquier izquierda viable se alejaron indefinidamente hasta llegar a parecer antitéticos.
Al menos hasta la notable campaña de Bernie Sanders en las primarias, que bregó por unirlos luego del relativo pinchazo de la consigna “Las Vidas Negras Cuentan”. Haciendo estallar el sentido común neoliberal reinante, la revuelta de Sanders fue, en el lado Demócrata, el paralelo de Trump. Así como Trump logró dar el vuelco al establishment Republicano, Sanders estuvo a un pelo de derrotar a la sucesora ungida por Obama, cuyos apparatchiks controlaban todos y cada uno de los resortes del poder en el Partido Demócrata. Entre ambos, Sanders y Trump, galvanizaron una enorme mayoría del voto norteamericano. Pero sólo el populismo reaccionario de Trump sobrevivió. Mientras que él consiguió deshacerse fácilmente de sus rivales Republicanos, incluidos los predilectos de los grandes donantes de campaña y de los jefes del Partido, la insurrección de Sanders  fue frenada eficazmente por un Partido Demócrata mucho menos democrático. En el momento de la elección general, la alternativa de izquierda ya había sido suprimida. La opción que quedaba era un tómalo o déjalo entre el populismo reaccionario y el neoliberalismo progresista: elijan el color que quieran, mientras sea negro. Cuando la sedicente izquierda cerró filas con Hillary, la suerte estaba echada.
Sin embargo, y de ahora en más, este es un dilema que la izquierda debería rechazar. En vez de aceptar los términos en que las clases políticas nos presentan el dilema que opone emancipación a protección social, lo que deberíamos hacer es trabajar para redefinir esos términos partiendo del vasto y creciente fondo de revulsión social contra el presente orden. En vez de ponernos del lado de la financiarización-cum-emancipación contra la protección social, lo que deberíamos hacer es construir una nueva alianza de emancipación y protección social contra la finaciarización. En ese proyecto, que construiría sobre terreno preparado por Sanders, emancipación no significa diversificar la jerarquía empresarial, sino abolirla. Y prosperidad no significa incrementar el valor de las acciones o el beneficios empresarial, sino la base de partida de una buena vida para todos. Esa combinación sigue siendo la única respuesta de principios y ganadora en la presente coyuntura.
En lo que a mí hace, no derramé ninguna lágrima por la derrota del neoliberalismo progresista. Es verdad: hay mucho que temer de una administración Trump racista, antiinmigrante y antiecológica. Pero no deberíamos lamentar ni la implosión de la hegemonía neoliberal ni la demolición del clintonismo y su tenaza de hierro sobre el Partido Demócrata. La victoria de Trump significa una derrota de la alianza entre emancipación y financiarización. Pero esta presidencia no ofrece solución ninguna a la presente crisis, no trae consigo la promesa de un nuevo régimen ni de una hegemonía segura. A lo que nos enfrentamos más bien es a un interregno, a una situación abierta e inestable en la que los corazones y las mentes están en juego. En esta situación, no sólo hay peligros, también oportunidades: la posibilidad de construir una nueva Nueva Izquierda.
Mucho dependerá en parte de que los progresistas que apoyaron la campaña de Hillary sean capaces de hacer un serio examen de conciencia. Necesitarán librarse del mito, confortable pero falso, de que perdieron contra una “panda deplorable” (racistas, misóginos, islamófobos y homófobos) auxiliados por Vladimir Putin y el FBI. Necesitarán reconocer su propia parte de culpa al sacrificar la protección social, el bienestar material y la dignidad de la clase obrera a una falsa interpretación de la emancipación entendida en términos de meritocracia, diversidad y empoderamiento. Necesitarán pensar a fondo en cómo podemos transformar la economía política del capitalismo financiarizado reviviendo el lema de campaña de Sanders –“socialismo democrático”— e imaginando qué podría ese lema significar en el siglo XXI. Necesitarán, sobre todo, llegar a la masa de votantes de Trump que no son racistas ni próximos a la ultraderecha, sino víctimas de un “sistema fraudulento” que pueden y deben ser reclutadas para el proyecto antineoliberal de una izquierda rejuvenecida.
Eso no quiere decir olvidarse de preocupaciones acuciantes sobre el racismo y el sexismo. Pero significa molestarse en mostrar de qué modo esas inveteradas opresiones históricas hallan nuevas expresiones y nuevos fundamentos en el capitalismo financiarizado de nuestros días. Rechazando la idea falsa, de suma cero, que dominó la campaña electoral, deberíamos vincular los daños sufridos por las mujeres y las gentes de color con los experimentados por los muchos que votaron a Trump. Por esa senda, una izquierda revitalizada podría sentar los fundamentos de una nueva y potente coalición comprometida a luchar por todos.

Por Nancy Fraser / Resumen Latinoamericano / SinPermiso.info / 12 de enero de 2017 –

es una profesora de filosofía y política en la New School for Social Research de Nueva York. Su último libro: Fortunes of Feminism: From State-Managed Capitalism to Neoliberal Crisis (Londres, Verso, 2013).

Trump escogió a Macri como su preferido para motorizar la restauración conservadora en América Latina

Macri y Trump conversaron por teléfono el miércoles último

Donald Trump destacó el "liderazgo regional" de Mauricio Macri

Así se desprende del breve informe emitido por la Casa Blanca, luego del llamado que mantuvieron ambos hace 48 horas.
LA NACION
 
WASHINGTON.- El presidente Donald Trump subrayó el "liderazgo regional" que puede jugar Mauricio Macri, a quien invitó a visitar en esta ciudad "en los próximos meses".
Así de desprende del breve informe emitido por la Casa Blanca luego de la conversación telefónica que ambos mantuvieron hace 48 horas.
El informe, conocido como "readout", es una nota habitual que se emite luego de cada encuentro o cada contacto telefónico oficial que mantiene el presidente de los Estados Unidos.
El que corresponde a la llamada con Mauricio Macri tiene apenas cuatro lÍneas y fue emitido 48 horas después. "Es normal. Vienen muy atrasados en la emisión de esos informes", dijeron fuentes diplomáticas a LA NACION.
En la nota, la Casa Blanca asegura que durante la conversación Trump destacó "los profundos y duraderos" lazos entre la Argentina y los Estados Unidos.
Luego, en una nota más personal referida al presidente argentino, subraya "el papel de liderazgo que Mauricio Macri puede jugar en la región".
Como último punto menciona que fue invitado a visitar Washington "en los próximos meses".

jueves, 16 de febrero de 2017

COLUMNA de Cecilia Nahón sobre la política exterior de Donald Trump

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[COLUMNA] Cecilia Nahón con @VHMok sobre la política exterior de Donald Trump

¿Y eso de que Donald Trump iba a ser menos intervencionista? Trump está rodeado de militares, bombardeó Yemen, sancionó a Irán, amenazó con enviar a las fuerzas armadas a México para luchar contra el narcotráfico, sancionó al Vice Presidente de Venezuela, acusó a China, y la lista sigue.

¿Tiene Donald Trump una política exterior menos intervencionista? Durante la campaña electoral en Estados Unidos, e incluso en las últimas semanas, algunos expresaron cierta expectativa positiva respecto de que Trump, bajo el mantra de “America First”, desplegara una política exterior más “aislacionista” y, como contrapartida, menos intervencionista en los asuntos internos de otros países. Malas noticias. Desde que asumió, el gobierno de Trump emprendió numerosas acciones en sentido contrario en todos los continentes: bombardeó Yemen, sancionó a Irán, especuló con enviar sus fuerzas armadas a México para luchar contra el narcotráfico (los ‘bad hombres’ en vocabulario Trump), acusó por su política cambiaria a China, se metió de lleno en el conflicto palestino-israelí, y la lista sigue. En la última semana, Trump estableció sanciones contra el Vice Presidente de Venezuela, recibió a dirigentes opositores a Maduro en la mismísima Oficina Oval (antes que a cualquier mandatario de la región), y buscó cerrar filas con Macri y otros Presidentes afines al respecto. Sólo Rusia se salva por ahora, cuya relación bilateral con Estados Unidos en esta nueva etapa es un gran interrogante.
El enfoque "duro" de Trump no debería sorprendernos. En materia de política exterior y “seguridad nacional”, conformó un gabinete repleto de militares y halcones, incluso por encima de lo que es habitual en Estados Unidos. No escapan a este perfil militarista sus asesores para América Latina. El nuevo “Director Principal de la Casa Blanca para Asuntos del Hemisferio Occidental”, Craig Deare, cuenta con 20 años de servicio en el ejército estadounidense, de donde se retiró con rango de Teniente Coronel luego de llevar adelante misiones en Honduras y México vinculadas a inteligencia, operaciones especiales y contrainteligencia. También integró por casi una década el Centro de Estudios Hemisféricos de la Universidad de la Defensa Nacional.
Más que “aislacionismo”, parece configurarse un renovado “unilateralismo” en la forma de encarar la relación con América Latina. Y lo más grave es que el gobierno de Macri no sólo no parece tener ningún problema con un vínculo en estos términos sino que, al contrario, se muestra ansioso por recibir una nueva cucarda de alumno ejemplar de la región, ahora de manos de Trump.

- escuchá la columna acá


 

Charla-debate: "El gobierno de Trump y la nueva coyuntura internacional" (Viernes 17/2, 18.30 hs)


Charla-debate: 
"El gobierno de Trump y la nueva coyuntura internacional"

Viernes 17/2, 18.30 hs 
Circuito 5
Sánchez de Bustamante 543, CABA

miércoles, 15 de febrero de 2017

En 5 minutos, Trump alineó a Macri en su embestida contra Venezuela y lo invitó a la Casa Blanca


El jefe de Gabinete, Marcos Peña, había anticipado por la mañana que, a un mes de haber llegado a la Casa Blanca, el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, atendería el llamado de su par argentino. Peña indicó que sería a las 18 y duraría 15 minutos, sin "temario específico". A la hora señalada, en la residencia de Olivos, Peña, el presidente Mauricio Macri, el jefe de Asesores de la presidencia, José Torello, y el secretario de Asuntos Estratégicos, Fulvio Pompeo, esperaron el llamado. Fueron 5 minutos. Según el comunicado oficial, Trump volvió a invitar a Macri a su país, con fecha a acordar, hablaron de la región, "particularmente" de Venezuela, y de la creación de empleo, en los Estados Unidos.

A pesar de la brevedad, el comunicado oficial resaltó que el diálogo fue "muy cordial y de mucha cercanía" entre ambos mandatarios y que acordaron que los cancilleres de ambos países, que se verán mañana en Alemania, coordinen la fecha de la visita a los Estados Unidos. En los minutos restantes, Trump le expresó a Macri estar contento por los puestos de trabajo generados en su país, además de tocar el tema "Venezuela".  

Peña había indicado esta mañana que el llamado lo "piden ellos" como parte de una serie de comunicaciones con mandatarios de la región. Sin embargo, la charla oficial de cinco minutos, fue producto de una larga serie de negociaciones diplomáticas en las que medió la canciller Susana Malcorra, quien a partir de mañana avanzará para ponerle fecha a la foto de Macri en la Casa Blanca.

El último paso antes de la comunicación con el magnate inmobiliario fue el llamado que el viernes pasado Macri le hizo al vicepresidente estadounidense, Mike Pence, con quien también habló unos pocos minutos. 

Macri y Malcorra buscan desandar el camino que hicieron durante la campaña que consagró a Trump como sucesor de Barack Obama. En esa instancia el Presidente y la canciller --y detrás suyo todo el Gobierno- apostó abiertamente al triunfo de la demócrata Hillary Clinton.

La última vez que Trump y Macri habían hablado fue el 14 de noviembre de 2016, pocos días después de que el magnate republicano venciera a Clinton. En esa oportunidad, el multimillonario le habría manifestado a Macri que esperaba que “la Argentina y los Estados Unidos tengan la mejor relación bilateral de su historia". Desde el entorno presidencial, habían definido esa charla como “el diálogo de dos viejos amigos". Ambos se conocen previamente en su faceta empresarial