domingo, 28 de febrero de 2016

Federico Merke: "Obama viene para establecer agenda"

"Obama viene para establecer agenda"

El experto en relaciones internacionales Federico Merke considera que la visita del líder estadounidense es una oportunidad para reestaurar una relación bilateral "diluida" e iniciar una política exterior más "consistente" del país.

Leonado Herreros
Diario Rio Negro

El propósito de la visita de Obama a la Argentina en marzo próximo tiene más que ver con un intento de establecer una agenda para el futuro que con algún tema en concreto, asegura el doctor en relaciones internacionales y profesor de la universidad de San Andrés, Federico Merke. Lejos del entusiasmo oficialista que presenta al gobierno de Macri como la cabeza de un "nuevo liderazgo regional", el académico duda que el viaje del presidente estadounidense intente "equilibrar" el viaje a Cuba, ya que "difícilmente el norteamericano medio sepa quién es Macri". A su juicio, es más bien un gesto de fin de mandato para restablecer el contacto con uno de los principales países del Cono Sur de cara al próximo gobierno, tras los cortocircuitos con el gobierno anterior.

La política exterior de Mauricio Macri.

Merke: "La política exterior sufrió mucho el default, que nos sacó un poco del mapa. No es que Argentina estuvo aislada, yo no compro esa teoría..."

–¿Cuál es el significado de la visita de Obama a la Argentina?
–Yo lo interpreto como una visita que enmarca un punto de inflexión, que busca restaurar una agenda bilateral que estuvo un poco diluida en estos años. No es que no hubo agenda entre EE. UU. y Argentina en estos años de Cristina Fernández, hubo colaboración con EE. UU. en materia de terrorismo y cooperación nuclear, dos temas en los cuales siempre hubo sintonía, pero quizás en otras áreas sí había disonancias.
–¿Se refiere al área económica sobre todo?
–Claro, me refiero a las trabas comerciales, al proteccionismo comercial y en los últimos años a la disputa judicial con los fondos buitre en Nueva York, cuando el gobierno veía en la Casa Blanca parte de los obstáculos a la negociación, mientras el gobierno norteamericano señalaba que era un tema judicial en el cual no podía intervenir. Me parece que con el cambio de gobierno, al abrirse la negociación, Macri dio señales positivas a los ojos de Washington, y un poco acá están los resultados, aunque hay que poner la visita en contexto: Obama está en su último año de gobierno, es difícil pensar en que tenga una agenda propia en este momento con Argentina. Es más bien una tarea pendiente que tenía como presidente...
¿Se refiere a que Argentina era el único país "grande" de la región que aún no había visitado?
–Estuvo en Chile, Brasil, Colombia, no recuerdo si en Uruguay... de modo que hay un intento de recomponer la relación.
–¿Cuáles son las señales de Macri que a su juicio resultaron más importantes para Washington?
–Yo pienso en tres. Una, la que mencioné, la predisposición a negociar con los holdouts. La otra es una actitud de mayor apertura hacia el comercio, menos proteccionista que el gobierno anterior, que siempre cae bien en Estados Unidos, un campeón del libre comercio global (aunque del propio no tanto), y la tercera, declaraciones tanto de Macri como de su Canciller Malcorra de tener una política exterior más pragmática, menos ideologizada y ver en qué cosas se puede cooperar y en qué no, que a mi juicio es uno de los problemas históricos de la relación de Argentina con EE. UU., más allá de Macri.
–¿A qué se refiere?
–A que nosotros debemos emitir señales honestas hacia EE. UU. Cuando digo honestas me refiero a que cuando el país dice "sí" es sí y cuando dice "no" es no, lo que permite avanzar en lo que se está de acuerdo y postergar para más adelante lo que no. Pero no algo que primero es un "sí" pero cuando se vuelve al país es un "no", o peor, un "ni"; que Estados Unidos sepa en qué puede contar con Argentina y en qué no. No creo que hoy Washington esté en una postura de demandar actitudes nuestras, sino de establecer una agenda clara: en las cosas que no se pueda trabajar no trabajaremos. Éste es un cambio en este momento. No estoy de acuerdo con que haya una actitud de alineamiento automático, o del regreso a las relaciones "carnales" del menemismo...
–¿Por qué?
–Porque el mundo cambió. Estados Unidos es menos poderoso que en los 90, cuando salía como vencedor de la Guerra Fría y tenía un estatus simbólico mayor que el que tiene hoy; China no era la potencia que es hoy, Argentina no está tan colapsada como en esos años... en fin, no veo que el gobierno argentino tenga las presiones o incentivos para tener esa actitud. El mundo y el comercio se han diversificado. Estados Unidos sigue siendo una superpotencia, pero América Latina y el Cono Sur en particular han demostrado en los últimos años que hay otras alternativas, y América del Sur ha gozado de mayor autonomía, al punto de tratar de resolver muchos de los problemas entre los propios miembros de la región. Eso ha sido saludable y no creo que se altere mucho.
Federico Merke es profesor titular de Relaciones Internacionales en la Universidad de San Andrés.
–Entre las razones de política interna, muchos interpretan la visita como un intento de Obama de equilibrar o atenuar las críticas que va a recibir de la oposición por su visita previa a Cuba...
–Si, algo he leído de eso. La verdad, no lo veo. El tema es cuántos estadounidenses saben hoy quién es Macri, que puedan decir "ah, pero Macri es más liberal, de centroderecha". Yo creo que el grueso del foco de atención político y mediático del viaje de Obama va estar puesto en Cuba, que es parte importante de su política interna. Argentina no mueve las agujas de la política doméstica de EE. UU., salvo en el caso de los holdouts. Argentina no es tema de campaña como sí lo es Cuba, en el caso de los precandidatos republicanos como (Marco) Rubio y (Ted) Cruz. De modo que no creo que sean viajes equiparables, que uno equilibre otro. Dudo que el americano medio sepa quién es Macri o incluso que hubo un cambio de gobierno.
–Una política del gobierno anterior que fue ambivalente combinó gestos de autonomía, de fuertes críticas, como de acercamiento...
–Yo diría que inconsistente. El problema es que la relación con Estados Unidos en Argentina siempre fue un problema de política interna, especialmente con el peronismo. El presidente peronista siempre ha tenido la necesidad de que cuando le habla a Estados Unidos en realidad le habla a sus bases de apoyo interno, que históricamente han sido reacias a una relación armónica con ese país, con fuerte sentimiento antihegemónico, encontrados con Washington desde el "Braden o Perón" en adelante. Y en particular, la coalición del kirchnerismo, muy distinta del menemismo. Estados Unidos apareció más en los discursos de política interna de la presidenta que en la agenda de política exterior de la cancillería. Una cuestión más retórica y discursiva de "pegarle al norte" que una política exterior articulada y consistente. Macri se está despegando de esto.
–¿De qué manera?
–Con que EE. UU. no ocupe tanto lugar en el discurso político interno, esto quiere decir, ni para pegarle y ni para amarlo, que sea un tema más de política bilateral, definir cuál es el interés de Argentina en esta relación. Qué podemos obtener y ganar nosotros y ellos.
–La mayoría de los analistas de política exterior señalan que a partir de la crisis del 2001 la política exterior estuvo cada vez más marcada por problemas coyunturales que por una estrategia a mediano plazo.
–La política exterior sufrió mucho el default, que nos sacó un poco del mapa. No es que Argentina estuvo aislada, yo no compro esa teoría; sí que la política exterior de nuestro país fue inconsistente. Esto ocurre en cualquier país que tiene una gran crisis como la nuestra: los problemas internos te absorben mucho y la política exterior deja de ser relevante, estás abocado a apagar incendios...
–Y ahora, ¿qué puede dejar la visita de Obama en concreto?
–Puede ser una señal positiva para el mercado internacional, que ya descuenta el acuerdo con los holdouts. Pero más que resolver temas, es plantear una agenda de colaboración donde se pueda avanzar. En marzo hay una cumbre sobre seguridad nuclear donde Argentina va a participar y siempre ha mantenido criterios comunes con EE. UU. Es una señal más hacia adelante y no de resolver cosas para atrás. De dejar las puertas abiertas para el próximo presidente de EE. UU., algo que debiera empezar a interesarnos y puede ser preocupante.
–¿Por qué?
–Por los candidatos que se perfilan. Si triunfa Hillary Clinton puede pensarse en una continuidad de las políticas de Obama, pero en el panorama republicano el tema es preocupante. Los candidatos más fuertes, como Trump, Cruz o Rubio tienen una visión muy negativa sobre Latinoamérica, y a Macri no le será sencillo tratar con ellos. Todos se concentran en los aspectos puramente negativos de América del Sur como el populismo, el narcotráfico, corrupción, la supuesta ineficiencia de los gobiernos... Y los tres están muy concentrados en Medio Oriente y Asia Pacífico, ninguno de ellos ha dicho algo sustantivo hacia América Latina en esta campaña. En otros términos, tendrían una mirada más de halcones que de palomas. Y esto nunca ha sido positivo para el continente y para la Argentina.
Perfil
Mario Federico Merke es doctor en Ciencias Sociales y profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad de San Andrés. También es investigador del Conicet. Estudió Relaciones Internacionales en la Universidad del Salvador, hizo un master of arts en Estudios Internacionales en la Universidad de Warwick (Reino Unido) y un doctorado en Ciencias Sociales en Flacso, en el que investigó la relación entre identidades políticas y política exterior en la Argentina y Brasil. Fue becario chevening del British Council y del Ibero-Amerikanisches Institut (Berlín). Hasta el año 2009 fue coordinador académico del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales y Profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad del Salvador. Sus áreas de docencia e investigación comprenden la teoría de las relaciones internacionales, el análisis de política exterior y la política internacional latinoamericana.
La flecha, una "mala coincidencia"
–Uno de los aspectos más polémicos de la visita del líder estadounidense es la coincidencia de su viaje con el 40º aniversario del golpe de Estado del 24 de marzo, lo que ha despertado críticas de sectores de izquierda y ligados a los derechos humanos.
–Sí, yo creo que fue una mala coincidencia, me cuesta creer que hubiera intencionalidad de cualquiera de los dos gobiernos. Había un problema de agenda: Obama quería aprovechar su salida hacia Cuba y seguir hacia acá. Quizás la reunión de Macri con grupos de Derechos Humanos que garantizó la movilización a Plaza de Mayo aplaque los ánimos. Aún no se sabe si Obama concurrirá a la ex-ESMA, como se dice, lo que genera susceptibilidades. De todos modos, con los sectores extremos es muy difícil dialogar, aquellos piensan que EE. UU. siempre es igual, que el de Obama es el mismo gobierno que avaló los golpes en los 70 y el Plan Cóndor. Es como si Cristina (y ahora Macri) viajara a Italia y allí dijeran "no vamos a recibir a la presidenta de un país que torturó y desapareció a 30.000 personas". La respuesta hubiera sido: "Pero esta presidenta no tiene nada que ver con esos gobiernos". Nosotros hacemos esta distinción para nuestro país, pero muchas veces no la hacemos con otros...
Una historia de malentendidos
Desde tan lejos como la Doctrina Monroe, las relaciones con la superpotencia no han sido fáciles. Además de algunas condiciones estructurales, la historia está llena de mucho verbo incendiario y poca capacidad para establecer vínculos racionales y maduros. Ante la visita de Obama, Macri tiene la palabra.
Carlos Torrengo
carlostorrengo@hotmail.com
Complejas desde tiempos con atisbos casi bíblicos. Y complejas como mínimo, como punto de partida para reflexionar sobre el tema. Éste es el signo, el dato más permanente que sella las relaciones entre Estados Unidos y Argentina. Un trayecto marcado por "repetidos malentendidos", sentencia el historiador americano Joseph Tulchin, explorador minucioso de pasados y presentes de ese vínculo.
Y al ampliar su definición, Tulchin suma sustanciosas apreciaciones para enmarcar la cuestión: las dificultades han sido recurrentes a lo largo de casi dos siglos y entre gobiernos de diversos signos: civiles o militares, populistas u oligárquicos en la Argentina y demócratas o republicanos, aislacionistas o internacionalistas en Estados Unidos.
Extensos períodos de tensión y desaprovechamiento de oportunidades para lograr cooperación y la amistad entre ambos países. Este patrón persistente, en vista de las presiones para lograr cooperación, sugiere que pueden existir cientos factores subyacentes que provocan las dificultades: causas estructurales que pueden explicar la incapacidad de ambas naciones para establecer una base firme sobre la cual construir relaciones amistosas para el beneficio mutuo.
Con este punto de vista coincide otro americano de largo rastrillar en la historia de las relaciones entre Washington y el conjunto de América Latina, Gordon Connell-Smith. Pero su óptica también aborda la cuestión del poder, las diferencias de cuotas de poder que median entre Estados Unidos, en tanto potencia, y Latinoamérica.
Una distancia cuyo abono se encuentra en la cuna misma de ambas naciones, que tras sacudirse su condición de colonias lograron su independencia. Distancia que Connell-Smith extiende al conjunto de los vínculos entre la Casa Blanca y Latinoamérica. Y explica el investigador:
• Los Estados Unidos eran ya una potencia establecida, que en el hemisferio se pudo tener como relativamente grande cuando la mayoría de los países latinoamericanos se hicieron independientes.
• Para entonces, los gobernantes de EE. UU. acariciaban la ambición de que su país llegara a ser la única gran potencia del hemisferio occidental. Para ello debían excluir de él a las grandes potencias europeas y establecer un desequilibrio de poder en las Américas.
En línea con este razonamiento emerge en la década de 1820 la Doctrina Monroe como instrumento organizador del paradigma de ejercicio de poder de los EE. UU. en el continente. Pero ya es historia. Incendió praderas y alentó la entrega de sangre contra ella.
Estados Unidos es, al menos hasta hoy, la potencia excluyente en el mundo. Poder golpeado, sí. Con fatiga de material, sí. O quizá –como señala una diplomática colaboradora de Bill Clinton– Washington esté ingresando, por mil razones, en la categoría de "mito de superpotencia".
Todo por "uso y abuso del poder", señala Nancy Soderberg en un libro que irritó al clan Bush.
Entre alaridos nacionalistas, populismos y verbos insustancialmente épicos alentados por imaginarias cuotas de poder propio para vincularse con Washington, pocos argentinos pensaron desde la política la construcción de un vínculo racional con EE. UU.
Quizá la cabeza más lúcida que desde argentina percibió dar respuesta a esa necesidad fue la de Federico Pinedo. Supo desde muy temprano en la década del 30 que lo que después se llamó Segunda Guerra era inevitable. Y supo entonces que, muy a pesar del aislacionismo que dominaba al poder en materia de política exterior, EE. UU. ingresaría en la guerra. Y que de ella emergería como potencia excluyente. Argentina no la podría ignorar.
Argentina tenía que forjar una política de entendimiento sólido, previsible, con EE. UU.
Pero Pinedo perdió. Su plan fue rechazado.
Y Argentina, más allá de la adultez que Arturo Frondizi le intentó inyectar al vínculo con Washington, siguió manejándolo con humores que sólo dañaron el interés nacional.
Ahora la palabra la tiene Mauricio Macri.
Fuerte imagen negativa
Los expertos señalan que Argentina ha sido históricamente ha sido el país de América Latina cuya población más guarda sentimientos antiestadounidenses.
Un estudio realizado en el 2015 por la Universidad Torcuato Di Tella y la Universidad de San Andrés, el 47,5% de los argentinos encuestados no confía "nada" en el gobierno norteamericano. A su vez, el 69% de los encuestados siente "desprecio" o "indiferencia" por EE. UU. Y un 29,3% lo ve como "amenaza".
Las relaciones entre Argentina y Estados Unidos se deterioraron durante los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández.
El fracaso del ALCA que impulsaba Washington en la Cumbre de las Américas en Mar del Plata de 1995 marcó un punto de inflexión en las relaciones, junto con el rechazo de Kirchner al FMI y a su influencia en la economía local. A partir de entonces se sucedieron entredichos diplomáticos que no pasaron a mayores pero que tensaron la relación, como la incautación en Buenos Aires de material que Washington había enviado en un avión militar y el conflicto con los fondos especulativos. A pesar de todo, Obama mantuvo cinco encuentros con Cristina, en foros multilaterales, aunque nunca visitó el país.

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