El encuentro Cristina-Obama: 22, 45, 54
Por Juan Gabriel Tokatlian * (Página/12)Varios motivos parecen explicar la solicitud de una conversación con la reelecta presidenta Cristina Fernández por parte del presidente Barack Obama en el marco del cónclave del G-20 que se celebra esta semana en Francia. Algunas razones se desprenden del entorno internacional, regional e interno que enfrenta Estados Unidos en esta coyuntura. Por un lado, la gradual pérdida de influencia relativa de Wa-shington lo empuja a buscar más aliados que hoy identifican sus intereses materiales en Asia más que en Occidente, al tiempo que el aumento de su debilidad y el desgaste de su credibilidad lo conducen a incrementar el nivel de consulta, al menos frente a determinados temas globales.
Por otro lado, la situación regional resulta cada vez más compleja para Estados Unidos. El avance del narcotráfico y el crimen organizado en México ha hecho que Washington localice en su vecino un nuevo epicentro de la “guerra contra las drogas”, lo cual ha incrementado la intervención estadounidense en los asuntos internos mexicanos, ha fragilizado aún más la gestión del presidente Felipe Calderón y ha conducido a un notable repliegue de México respecto de los asuntos mundiales y hemisféricos. Brasil, el poder emergente de la región, y al que Washington ha confiado un rol moderador y responsable –entendiendo la moderación y la responsabilidad como conductas que refuercen objetivos globales y zonales de Estados Unidos—, no parece haber desplegado en los últimos dos años una conducta compatible con las expectativas de la Casa Blanca. De hecho, y durante el último bienio que Brasil ha estado en el Consejo de Seguridad de la ONU, el país ha procurado un papel más autónomo y diferenciado con relación a Estados Unidos. En temas como Irán, Libia, Siria y Palestina, entre otros, Brasilia no sólo no ha acompañado a Washington, sino que se ha opuesto mediante una diplomacia de alto perfil.
Ni Venezuela –con el presidente Hugo Chávez, que impugna usualmente el liderazgo mundial y regional de Estados Unidos– ni Colombia –con el presidente Juan Manuel Santos, que se ha acercado a Sudamérica en ciertas cuestiones– parecen contrapartes que faciliten la interlocución de Washington con el área. El peso específico de países como Perú y Chile no alcanza para que Estados Unidos procure, en la segunda parte de la administración Obama y ante la nominación de una nueva subsecretaria de Asuntos Hemisféricos del Departamento de Estado, Roberta Jacobson, un eventual relanzamiento de las relaciones interamericanas. A su vez, la imperiosa necesidad del voto de los latinoamericanos en la próxima elección presidencial en Estados Unidos está llevando al presidente Obama a desplegar una más activa y propositiva acción de cara a esos electores: todo acercamiento a la región puede ser, potencialmente, un gesto valorado por votantes latinos seriamente perjudicados por muchas medidas adoptadas a nivel estadual y federal.
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