miércoles, 2 de noviembre de 2016

Morgenfeld: “Argentina toma la agenda estadounidense” (Revista Mascaró)


 

“Argentina toma la agenda estadounidense”



Entrevista con Leandro Morgenfeld. Autor de los libros Vecinos en conflicto y Relaciones peligrosas, Argentina y Estados Unidos. Investigador CONICET-UBA

¿Qué significa para los intereses de EEUU en la región el gobierno de Macri?

La llegada al poder de Macri fue y es muy funcional a la recomposición del dominio estadounidense en América Latina, después de una década de muchos desafíos a su histórica hegemonía. Macri planteó explícitamente recuperar las relaciones tradicionales (subordinadas) con Estados Unidos y Europa, ningunea organismos como la UNASUR y la CELAC, ataca a Venezuela, convalidó el golpe parlamentario en Brasil, recibió con los brazos abiertos a Obama e incorporó a la Argentina como observadora en la neoliberal Alianza del Pacífico. Además, pretende flexibilizar el MERCOSUR, firmar tratados de libre comercio y no cuestiona, sino que avala el orden internacional. Todo esto es muy funcional a la estrategia de Estados Unidos hacia lo que despectivamente llaman su patio trasero: fragmentar a la región (obstaculizando cualquier perspectiva de cooperación o integración latinoamericana) y mantener alejadas a las potencias extrahemisféricas (el Acuerdo Transpacífico –TPP- tiene entre sus objetivos geoestratégicos dificultar el avance de China en la región). Casi sin conceder nada, Obama logró que Macri tomara su agenda política, económica, ideológica y hasta militar.

¿Qué papel juega Argentina en el escenario de crisis económica mundial?

No cumple un rol tan relevante. Macri pretende hacer atractivo el país para los capitales trasnacionales. Todas las concesiones, incluido el pago a los fondos buitre, la baja de retenciones a mineras, la vuelta del FMI y su participación en enero en el Foro de Davos, y las numerosas señales pro mercado supuestamente se iban a traducir en una “lluvia de inversiones”. Eso todavía no ocurrió. Pero, y ahí está lo que tenemos que discutir, una avalancha de capital extranjero no produce más desarrollo, sino que profundiza la dependencia. El problema es que en este momento los capitales están fluyendo hacia Estados Unidos, no hacia los emergentes. Por ese motivo, a pesar de todas las señales de Macri, no llegan las inversiones prometidas y la economía sigue en recesión, como está pasando también en Brasil.

¿Cuáles son las condiciones que le exigen al gobierno argentino tanto los empresarios como la Casa Blanca?

La relación tiene varias dimensiones: diplomática, política, militar, económica, ideológica, científica, cultural. En casi todas ellas, lo que vemos es que Argentina toma la agenda estadounidense. Macri se ilusionó con la promesa de Obama de apoyar la candidatura de Malcorra a la Secretaría General de la ONU. Finalmente, ésta se frustró a principios de octubre. El New York Times publicó el 14 de octubre un artículo en el que señala que fue Rusia el único miembro permanente del Consejo de Seguridad que vetó a Malcorra, por considerarla “demasiado alineada con Estados Unidos”. A cambio, Argentina reivindicó la OEA, el liderazgo de Estados Unidos, dio cobertura diplomática al golpista Temer, avala la suspensión de Venezuela del Mercosur. Obama planteó que Macri era el ejemplo de nuevo líder regional. Su triunfo electoral fue la punta de lanza de la avanzada derechista en Venezuela, Bolivia, Perú, Colombia y Brasil. Si el PRO logra convalidar social y políticamente el ajuste, será un ejemplo nefasto para la región, en tanto seguirá potenciando una restauración conservadora neoliberal. Si fracasa en ese intento, por la resistencia popular, puede reabrirse un ciclo de luchas en la región que sigue siendo la más desigual del mundo.

En términos de intercambio económico entre ambos países, ¿qué diferencia se evidencia en este tiempo, en comparación con los años de gobiernos kirchneristas?

Todavía pocas. Argentina tiene un gran déficit comercial con Estados Unidos, de más de 5000 millones de dólares por año. Pese a que el gobierno de Obama se quejaba del proteccionismo kirchnerista y le aplicó algunas sanciones comerciales menores en 2012, en realidad Argentina viene sufriendo hace años medidas para-arancelarias, que limitan las exportaciones de carnes, limones y otros productos agropecuarios. El lobby agrícola estadounidense es muy fuerte. Pese a los anuncios, todavía no hay grandes cambios desde el punto de vista de las relaciones comerciales bilaterales.

¿Puede modificar algo en la región, el triunfo de los demócratas o los conservadores en las elecciones estadounidenses?

En términos generales, hace décadas que existe un cierto consenso bipartidista en materia de política exterior, más allá de las diferencias y matices de cada período. Ni Trump ni Clinton van a modificar la estrategia de atacar a los países que no siguen los mandatos de Washington. Ambos van a intentar fomentar la balcanización regional y evitar que un mundo más multipolar los desafíe en SU continente. Trump, creo, potenciaría un sentimiento anti-yanqui, dada su retórica xenófoba y anti-latina. Clinton implicaría más continuidad -por eso Macri la prefiere-, incluso con un cariz más agresivo que el de Obama (ella es más próxima al complejo militar-industrial). Si bien ahora en campaña dice oponerse al TPP, fue ella quien impulsó las negociaciones del mismo cuando fue Secretaria de Estado. Supongo que intentará que entre en vigencia, lo cual provocará resistencias en la región, como ocurrió con el ALCA hace poco más de una década.



LA BASE ESTÁ


En momentos en que Estados Unidos reacomoda su estrategia  imperialista, el gobierno argentino se ofrece como su mejor alfil en el tablero regional. Detrás del discurso de combatir al narcotráfico, al terrorismo y promover el desarrollo de la ciencia, Macri le abre la puerta a la instalación de una base en Misiones y otra en Ushuaia. Una mirada y una advertencia antes de que sea demasiado tarde.

Desde el comienzo de su mandato Macri se esmeró en ofrecer medidas para “reestablecer la confianza” en el país y “volver al mundo”. El asunto es cuál es el lugar que se le quiere dar a Argentina en el escenario global, y cuál es el universo al que se quiere regresar. A juzgar por los hechos, la agenda de Cambiemos no es otra que la que dicta Estados Unidos, con sus políticas económicas, militares y culturales.
Para cumplir con el mandato del orden mundial, el gobierno nacional realizó todos los deberes requeridos a nivel regional para lograr el beneplácito de la Casa Blanca: críticas y aislamiento a Venezuela, boicot a UNASUR y CELAC, acercamiento a la Alianza para el Pacífico, promesa de firma del Tratado de Cooperación Transpacífico (TPP). Como si fuera poco bajó los costos laborales con altos índices de desocupación, prometió flexibilización y liberalización de la economía, modificó la ley de tierras a favor de la extranjerización, habilitó el regreso del FMI, pagó a los buitres, y un largo etcétera que podría extenderse por varios renglones.
Tanto en el afamado Mini Davos del Centro Cultural Kirchner, como en el marco de la participación argentina de la reunión de la ONU, los empresarios del mundo le pidieron al gobierno “previsibilidad”, que “Argentina sea un país normal”. Esto quiere decir, garantías de que no habrá otro diciembre de 2001, que Cambiemos completará su mandato y que el que le continúe tendrá las mismas características que el actual.
Macri tiene todo lo que piden las corporaciones. Pero aún así, no hay inversiones.
Mientras el presidente asistía a la Asamblea de la ONU, en septiembre pasado, el diario británico Financial Times publicaba una nota titulada “Argentina: sin tiempo que perder”, de Walter Molano, economista en jefe del Banco BCP (Banque de Commerce et de Placements). El agente de Wall Street diferencia entre las inversiones a corto plazo “que siempre pueden vender sus acciones e irse del país en un abrir y cerrar de ojos”, de las inversiones reales que implican un compromiso “por años”. Para el analista, no sorprende que la inversión extranjera directa siga sin entrar a la cancha: “El horizonte político argentino es cualquier cosa menos certero”.
La paciencia del pueblo argentino es algo que no puede prometer Mauricio Macri, ni nadie de la comitiva económica que viaja por el mundo ofreciendo todo tipo de ventajas.
Las inversiones a largo plazo que más gustan al Departamento de Estado norteamericano y a sus empresas socias (y viceversa) son las relacionadas al control de los recursos naturales. Y eso sí que requiere garantías. Y especialistas.

DONDE MANDA MARINE…

Además de la meta de “pobreza cero”, Macri resume sus desafíos por el mundo diciendo que le hará la guerra al narcotráfico y al terrorismo. Esas consignas no necesitan demasiada explicación y se conocen en cada casa del planeta donde haya un televisor.
“Bajo el pretexto de la lucha contra el narcotráfico y el antiterrorismo Estados Unidos ha elaborado distintas formas para la apropiación de bienes naturales a lo largo del mundo. Su interés es el libre acceso y el control de los recursos”, explica Elsa Bruzzone, profesora de historia y especialista en temas de Defensa Nacional, Estrategia y Geopolítica, secretaria del CEMIDA (Centro de Militares por la Democracia Argentina).
En mayo pasado, el Secretario de Estrategia y Asuntos Militares de Argentina, Angel Tello, participó de una reunión bilateral en Washington con la Secretaria para Asuntos del Hemisferio Occidental, Roberta Jacobson y representantes del Pentágono y del Comando Sur, de la que resumió: “Está previsto que Estados Unidos ayude a desarrollar la capacidad de autoridades del orden público, especialmente en la asistencia del Departamento de Justicia con relación al terrorismo y al financiamiento del terrorismo en la Región de la Triple Frontera”. Tello también contó a la agencia Télam que “Estados Unidos nos ha planteado su interés en profundizar los lazos de cooperación en la Antártida”, por lo que se convino la instalación de una “base científica” en Ushuaia.
Las negociaciones habrían comenzado en marzo pasado, durante la visita de Barack Obama al país, en el marco del 40º aniversario del golpe genocida de 1976. Según consigna una investigación del CEMIDA titulada Desarmando la soberanía, “filtraciones norteamericanas informaron que el gobierno argentino había ofrecido las mismas”.
Es síntesis, Estados Unidos podría tener dos bases militares (aunque se las presente de otra manera) en Argentina: una en Misiones y otra en Tierra del Fuego. Es decir, una sobre el acuífero Guaraní, el cuarto reservorio de agua dulce del mundo y un punto estratégico para el cerco sobre el gran Amazonas; y otra sobre el camino más cercano a la Antártida (la mayor reserva de agua dulce congelada del mundo), con la posibilidad de controlar la plataforma continental, el mar argentino con sus recursos hidrocarburíferos, minerales y pesqueros, así como el control de los océanos Atlántico Sur y Pacífico.
La noticia corrió a mediados de mayo pero el gobierno se hizo el desentendido y no volvió a ser tema de preocupación mediática. Ni siquiera la movilización en la capital de Tierra del Fuego del 10 de junio, ni los foros de debate y alerta que se dieron en Posadas los días 7, 8 y 9 de septiembre, tuvieron espacio en la agenda noticiosa.
Si Macri no fue capaz de contestar a una tibia pregunta en torno a las operaciones misilísticas de Gran Bretaña en la base de la OTAN sobre Islas Malvinas, menos contestaría sobre un asunto de tamaña gravedad. El que siempre contesta aunque sea con poca claridad es el jefe de ministros, Marcos Peña, quien negó en el Congreso Nacional que se pretenda avanzar en ese tipo de relación con Estados Unidos e ironizó: “puede estar tranquilo con lo de las bases militares”, en respuesta al pedido de informe del legislador misionero Daniel Di Stefano.
“Lo cierto es que, más allá de que el gobierno no diga nada o incluso lo pueda negar, desde el Departamento de Estado, el Pentágono y el Comando Sur, confirman que los acuerdos existen”, cuenta a Mascaró Bruzzone, quien además asegura que “la instancia del proyecto está en que Estados Unidos se encuentra a la espera de que el gobierno argentino logre convencer a las provincias, y en sortear las protestas que puede originar la confirmación de la noticia”.
En el mismo sentido opina la periodista Telma Luzzani, autora del libro Territorios Vigilados: “el silencio mediático tiene que ver con las malas intenciones que hay detrás de este acuerdo. Porque de lo que estamos hablando es de permitir a la mayor potencia extranjera del mundo ocupar territorialmente nuestro país, y ante esa entrega total no puede haber muchos argentinos que estén de acuerdo”.

DE PELÍCULA

Si a la base patagónica se le busca la excusa de la “investigación”, a la de la triple frontera se la enmascara bajo una supuesta lucha contra el terrorismo.
En 2012, el Comando Sur estuvo a punto de instalar una base de “ayuda humanitaria” en el aeropuerto de Resistencia, pero las movilizaciones en toda la provincia de Chaco obligaron a Cristina Fernández de Kirchner a abortar su implementación. Desde el gobierno nacional trataron de despegarse y de responsabilizar del acuerdo al entonces gobernador Jorge Capitanich. Esa hipótesis es difícil de sostener, ya que lejos de aislarlo o reprocharle el haberse cortado solo, “Coqui” fue designado poco después como Jefe de Gabinete de la presidenta.
Desde fines de los 90, Estados Unidos presiona para controlar la zona, instalando la idea de que diferentes grupos “fundamentalistas” (primero Al Qaeda y ahora ISIS) encuentran allí cobertura y financiamiento proveniente del tráfico de armas, drogas y personas. Esas presunciones parecen tan serias como la calificación de terroristas de los dos jóvenes de Chacarita que amenazaron  por twitter (y en árabe) al presidente Macri.
El gobierno y sus medios cómplices generan noticias, realizan informes basura y preparan el terreno para instalar una idea de peligro e indefensión. Así, el Secretario de Seguridad Eugenio Burzaco, lanzó en los primeros días de septiembre que había “detectado argentinos que se han formado en ISIS” y que, “han estado en zonas calientes del conflicto, en Siria o el norte de Irak”. Burzaco detalló que las “células dormidas” tenían asentamiento en Corrientes y Misiones. El mismo día, un comunicado de la Secretaría de Seguridad con su firma, desmintió los hechos, pero aseguró que desde el gobierno seguirían trabajando contra el terrorismo internacional.
La estrategia no es nueva y el macrismo la viene desarrollando desde la campaña presidencial: por ejemplo, utiliza el recurso del discurso de la inseguridad y de la imposibilidad de controlar los nuevos tipos de delitos con las fuerzas de seguridad en las condiciones actuales, para instalar la necesidad de que el Ejército participe en cuestiones de seguridad interior, y que las fuerzas sean preparadas por especialistas de México, Colombia e Israel. Si quiere tener a las FFAA cumpliendo el papel de policía necesita modificar la Ley de Defensa, para lo que no sólo debe tener mayoría parlamentaria, sino un consenso generalizado dentro de la población.
Como todo forma parte de un todo: la idea de que el Ejército patrulle las calles, es del Pentágono y un requerimiento del Comando Sur.
El otro punto que siempre instala Estados Unidos en su agenda solidaria para combatir los males del mundo, es el de su colaboración en emergencias humanitarias y catástrofes naturales. Para justificar ese tercer eje, se entendería la designación del Rabino Sergio Bergman al frente del Ministerio de Medio Ambiente y, (tratando de no caer en el conspiracionismo) tendrían sentido sus recientes declaraciones en las que dijo que para evitar algún desastre climático “lo más útil que podemos hacer es rezar”.

INFORMES Y UNIFORMES

No hay que pensar que las bases que instalará EEUU serán como las que se ven en las películas, con cientos de marines armados hasta los dientes y totalmente desquiciados. La cosa va un poco más maquillada, mejor pensada, menos agresiva, incluso justificable.
La periodista Telma Luzzani, explicó a Mascaró que “uno de argumentos que los estadounidenses reconocen como un beneficio de estas cuasi bases, es que es mucho más fácil de aceptar por los pobladores del país anfitrión y, al mismo tiempo, más fácil de justificarlo por parte del gobierno local, ya que en apariencia no se trataría de una intervención militar. Si dicen que se trata de una base científica, no podemos quedarnos tranquilos, porque no deja de ser una base militar”.
Según la investigación de Luzzani, estas cuasi bases, conocidas en la jerga militar como “lily pads” o por sus siglas en inglés FOL (Foward Operating Location), están ubicadas en todo el mundo, en lugares considerados estratégicos o peligrosos para la seguridad de Estados Unidos.
La periodista explica que “desde 1997, con el nuevo diseño de política exterior de Estados Unidos -denominada Estrategia Nacional para la Nueva Era-, desaparecen las bases militares tradicionales con tanques, barracas, polígonos de tiro y comienzan a instalarse pequeñas delegaciones en aeropuertos o en destacamentos no tan extensos, donde cumplen funciones de recolección de datos, vigilancia de territorios, control de recursos naturales, y al mismo tiempo pueden convertirse en puntos de partida para situaciones de crisis o guerras”.


Nota completa en edición impresa Mascaró #38, Noviembre – Diciembre de 2016.



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