sábado, 5 de marzo de 2016

"La agenda de Obama en Argentina"





Por Leandro Morgenfeld

Luego de su promocionada visita a Cuba, Barack Obama vendrá a la Argentina, el 23 y 24 de marzo. Será la sexta visita de un presidente estadounidense al país, y la primera de carácter bilateral en casi 20 años. Se ha generado una intensa polémica por la coincidencia con el 40 aniversario del golpe de 1976, pero hasta ahora poco se ha analizado cuál será la agenda de Obama, por qué y para qué viene a la Argentina.
En primer lugar, el saliente presidente estadounidense viene por motivos geoestratégicos. La Casa Blanca apuesta a reposicionarse en la región, después de una década de relativo relajamiento de su hegemonía. Estados Unidos procura debilitar a los países bolivarianos y también limar las iniciativas autónomas que impulsó el eje Brasil-Argentina. Apuesta a un realineamiento del continente y busca debilitar las iniciativas de coordinación y cooperación política, como la UNASUR y la CELAC, reposicionando a la OEA, cuya sede, desde 1948, está en Washington, a escasos metros de la Casa Blanca. El triunfo de Macri impulsó una restauración conversadora en Nuestra América, que continuó con la derrota del chavismo en las elecciones legislativas en Venezuela, la nueva ofensiva destituyente contra el gobierno de Dilma Rousseff en Brasil y la reciente derrota de Evo Morales en su intento de habilitar una nueva reelección en Bolivia. Hasta ahora la derecha solo logró recapturar un gobierno, en la Argentina, y Obama busca impulsar a Macri como un líder que termine de inclinar el tablero político regional, atacando a los adversarios de Washington, como lo hizo el líder del PRO en la cumbre del Mercosur de diciembre, cuando acusó a Venezuela de no respetar los derechos humanos.
En segundo lugar, la visita de Obama pretende incidir en la política interna de Estados Unidos, en dos sentidos. Primero, contrarrestando las críticas ultraconservadoras que cuestionan su viaje a Cuba. Será la primera visita presidencial en 88 años a la isla. La elite de cubanoamericanos impusieron por décadas la política de bloquear cualquier negociación con el gobierno revolucionario. Obama debió reconocer el fracaso de esa política agresiva, inició una distensión con Raúl Castro en diciembre de 2014 y apunta a impulsar cambios con otra estrategia. La derecha lo critica por legitimar lo que ellos llaman la dictadura castrista y por eso Obama pretende licuar esas críticas incluyendo en la gira la visita a Macri, el líder de la nueva derecha regional. Además, la gira tiene un objetivo proselitista. El partido demócrata pretende volver a generar entusiasmo en el cada vez más numeroso y decisivo electorado latino. Mostrarse interesado por la región podría motorizar el apoyo los millones de hispanos a la candidatura de Hillary Clinton, en detrimento del xenófobo e hispanofóbico Donald Trump.
En tercer lugar, Obama viene a impulsar el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (conocido como TPP, por sus siglas en inglés), tal como reconocieron esta semana funcionarios de la Casa Rosada, según cita el diario La Nación. Si bien la Argentina no es uno de los 12 signatarios originales de este acuerdo, firmado a fines de 2015 –y que aguarda la ratificación de los congresos de cada país-, la expectativa, tal como declararon Macri y la canciller Susana Malcorra, es que nuestro país se aproxime a la Alianza del Pacífico, y eventualmente se incorpore al TPP. Esa reedición de una suerte de nuevo ALCA, con el que Estados Unidos procura horadar la expansión económica y comercial china, implicaría una mayor apertura económica y una disminución aún mayor del alicaído mercado interno argentino, en beneficio de las grandes trasnacionales estadounidenses y en perjuicio de las pequeñas y medianas empresas locales y de los trabajadores en general. Implicaría, además, un golpe fuerte al propio Mercosur.
En cuarto lugar, Obama viene a promover las inversiones estadounidenses y los intereses comerciales de sus empresas. Su gobierno criticó fuertemente a los Kirchner por el supuesto proteccionismo que limitaba las importaciones, pero en realidad Estados Unidos goza de un amplio superávit comercial con la Argentina y protege a sus productores agropecuarios con medidas paraarancelarias, provocando pérdidas millonarias para nuestro país, que hace tres años debió recurrir a la OMC para frenar esas arbitrariedades. Es de esperar que, como es habitual, el presidente estadounidense haga lobby para que las empresas de su país –muchas de las cuáles dependen de acuerdos con el estado, como el caso de Chevron– obtengan tratos preferenciales por parte del gobierno argentino.
En quinto lugar, la visita pretende que dependencias del gobierno de Estados Unidos, como el Pentágono o la DEA, recuperen posiciones y puedan tener una injerencia mayor en temas internos muy sensibles, como el de la seguridad. Con la excusa del narcotráfico y el terrorismo, en los últimos años Estados Unidos desplegó decenas de bases militares de nuevo tipo por toda Nuestra América, horadando la soberanía de los países. En la mayoría de los países latinoamericanos se viene cuestionando este intervencionismo estadounidense, planteando el fracaso de la “guerra contra las drogas” promovida desde el gobierno de Nixon en los años 70, cuestionando instituciones heredadas de la guerra fría como el TIAR e impulsando su reemplazo por otros nuevas, como el Consejo Suramericano de Defensa. A contramano de esa tendencia, desde el macrismo se explora un nuevo alineamiento. La ministra de seguridad Patricia Bullrich viajó a Washington la semana pasada, para reunirse con funcionarios de la DEA y el FBI, en función de profundizar la “cooperación”.
En síntesis, Obama pretenderá conquistar, desde el punto de vista político, económico y militar un aliado estratégico en el Cono Sur. Y encima de un país como la Argentina, que en la mayor parte de la historia, salvo durante las presidencias de Onganía y Menem, tuvo una política exterior no subordinada a Washington. La vuelta al paradigma de las relaciones carnales sería un grave retroceso no sólo para la Argentina, sino para toda Nuestra América.

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