lunes, 20 de marzo de 2017

Un análisis crítico sobre el acuerdo de libre comercio Mercosur-Unión Europea que impulsa Macri. Por Cecilia Nahón


 Logo Cecilia Nahón con @VHMok sobre los peligros de un acuerdo de libre comercio MERCOSUR-UE
El gobierno de Macri está apretando el acelerador para firmar un acuerdo de libre comercio con la Unión Europea, pero sin exigir que el acuerdo otorgue al MERCOSUR el necesario "trato especial y diferenciado" que requiere por ser un bloque de menor desarrollo relativo.

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Un análisis crítico sobre el acuerdo de libre comercio Mercosur-Unión Europea que impulsa Macri
 

La Canciller Malcorra lo dijo con todas las letras: “Queremos ver la forma de alcanzar lo antes posible un acuerdo de libre comercio con la Unión Europea”. La ansiedad no es buena consejera, y menos en las negociaciones económicas internacionales, en donde se juega el presente y el futuro productivo y de empleo de millones de argentinos. Un mal acuerdo de libre comercio MERCOSUR-UE sería el tiro de gracia para buena parte de la industria nacional y las economías regionales, profundizando la reprimarización productiva y comercial en marcha en nuestra economía, un objetivo ya inocultable del gobierno de Mauricio Macri.
Todo acuerdo de libre comercio tiene ganadores y perdedores, y por cómo están planteadas las negociaciones en la actualidad, los potenciales ganadores estarían todos del otro lado del Atlántico: en la Unión Europea. La evidencia muestra que dicho acuerdo podría servir si fuera un acuerdo balanceado, equilibrado, que reconozca explícitamente las asimetrías existentes entre ambos bloques en cuanto a desarrollo relativo y productividad. El PIB per cápita de la UE es tres veces y media el PIB per cápita del MERCOSUR, con lo cual para paliar estas diferencias de punto de partida el acuerdo debería incorporar cláusulas de trato “especial y diferenciado” para nuestro bloque. A su vez, un acuerdo con Europa tendría eventualmente atractivos si habilitara el acceso sin restricciones de la producción agropecuaria y agroindustrial argentina al voluminoso mercado comunitario. Sin embargo, luego de largos años de negociaciones, estas condiciones no han sido otorgadas por la UE. Al contrario, Europa ha sido muy poco receptiva a las demandas del MERCOSUR, pero sí ha buscado imponer a capa y espada sus intereses ofensivos en acceso a mercados, propiedad intelectual, normas técnicas y sanitarias, compras públicas y salvaguardias agrícolas. Peor aún, en el “intercambio de ofertas” realizado entre ambos bloques en mayo de 2016, la UE directamente excluyó del acceso a su mercado las carnes, el etanol y el biodiesel provenientes del MERCOSUR.
Entre el 20 y el 24 marzo tendrá lugar la XXVII ronda de negociaciones birregionales en la Cancillería argentina. El serio riesgo que corremos hoy es que, con tal de avanzar, el gobierno nacional “flexibilice” sus condiciones y líneas rojas diluyendo la defensa del interés nacional. Y ya lo está haciendo. Por caso, en ninguna de sus muchas declaraciones públicas la Canciller Malcorra se ha referido a la centralidad del “trato especial y diferenciado”, convalidando en los hechos la posición europea.
Más allá de los vínculos históricos y culturales con Europa, en términos productivos, y luego de 22 años (¡veintidós años!) desde el primer lanzamiento de las negociaciones, es evidente que ambos bloques tienen intereses ofensivos y defensivos contrapuestos, con altos niveles de protección precisamente en aquellos sectores en los que la otra parte es muy competitiva. Dada esta realidad, a menos que la UE sorprenda flexibilizando significativamente sus posiciones, la única forma de sellar un acuerdo este año sería repitiendo la modalidad negociadora del Presidente Macri con los fondos buitres: la capitulación. El costo sería, acá también, demasiado alto.

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