jueves, 16 de agosto de 2018

"A la orden de los halcones del Pentágono"

A la orden de los halcones del Pentágono




El titular de la Defensa estadounidense realizó una fugaz visita al país y se entrevistó con su par argentino Oscar Aguad. En su primer gira regional, el halcón James Perro Rabioso Mattis incorporó a la Argentina en su hoja de ruta junto a Brasil, Chile y Colombia: precisamente, los cuatro socios estratégicos de la Administración Trump para temas militares en el Cono Sur. Aguad se comprometió ante Mattis profundizar el giro implementado en las FFAA, un molde doctrinario en línea con la difusa e intervencionista agenda de “nuevas amenazas” que promueve Washington.


Cuando James Mattis, actual secretario de Defensa de los Estados Unidos, estaba a cargo del Comando Central -la unidad del Pentágono para coordinar las operaciones en Medio Oriente- aconsejaba a las tropas asentadas en Irak y Afganistán que se dejarán crecer el bigote para poder mimetizarse con la población local. Ese particular seguimiento de los detalles en el terreno militar y su fama de hombre rudo, Mattis se ganó el mote de “Perro Rabioso”, están consignados en el bestseller Fiasco -the American Military Adventure in Iraq (2006), escrito por Thomas Ricks, periodista del The Washington Post. En ese libro se narran los siempre peculiares discursos de Mattis al momento de arengar a los marines: “Sé cortés, sé profesional, pero siempre ten un plan para matar a todos los que conozcas”; “hay que demostrarle al mundo que no hay mejor amigo ni peor enemigo que un marine de Estados Unidos”.
Con su par Oscar Aguad, Mattis se mostró, claro, más cortes y utilizó un lenguaje menos seco, acorde a su nuevo rol político. Es más, previa a la declaración conjunta ofrecida por ambos a la prensa, una escueta y anodina exposición sin lugar a preguntas de los medios acreditados, Perro Rabioso Mattis aclaró previamente a la colega del diario Clarín Paula Lugones -uno de los pocos medios regionales que acompañaron a Mattis en su gira sudamericana- que venía a la Argentina “predispuesto a escuchar”. Sin embargo, los pasos que vienen dando Aguad y la ministra de Seguridad Patricia Bullrich para amoldar la agenda de sus carteras con la visión hemisférica promovida por el Comando Sur sugieren otra cosa. Mattis podrá escuchar pero, dado el rediseño estratégico de las Fuerzas Armadas y de Seguridad establecidos por el gobierno de Mauricio Macri, parecería que también ha logrado hacerse oír en la Casa Rosada.
En términos informativos, Aguad y Mattis se reunieron durante 60 minutos en el Edificio Libertador y, luego, cada uno a su turno, ofrecieron un testimonio protocolar, que no ahondó en detalles relevantes sobre el anunciado refuerzo de la “alianza conjunta en temas militares”. Eso sí sorprendió los desmedidos elogios del dirigente radical cordobés que, además de hacer una crítica furibunda, como se suponía, sobre la política vincular del anterior gobierno con el Comando Sur, utilizó una caracterización sorprendente sobre el carácter “amistoso” y “leal” de la principal potencia militar del mundo: “…porque si bien la Argentina se había apartado durante varios años de sus leales socios y amigos hemos regresado al camino del que no debimos alejarnos”.
En la lectura del comunicado de ambos ministros no se abordó, como se suponía, la profusa agenda bilateral en defensa y seguridad que el gobierno de Mauricio Macri viene suscribiendo con Estados Unidos desde su asunción presidencial. La lista es tan extensa como sensible en cuánto a grados de cesión en soberanía nacional: ofrecimiento de espacio territorial en la frontera norte para que la agencia antinarcóticos DEA pueda instalar una Task Force con el pretexto de monitorear a células  fundamentalistas, acuerdo entre la Gobernación de Neuquén y el Comando Sur para la creación de una base de ayuda humanitaria en una localización petrolera y de fuerte presencia de la comunidad mapuche y, por último, la incorporación de la tesis de las nuevas amenazas -el enemigo a vencer según el Pentágono desde la caída del socialismo real- al patrón doctrinario del instrumento militar y la consecuente utilización de las Fuerzas Armadas en tareas que le estaban vedadas.
En paralelo, Mattis volvió a exteriorizar, tanto en Brasil como en declaraciones dadas a bordo del Jumbo militar que lo trasladó, el deseo de su gobierno de recibir el apoyo de las administraciones que estaba visitando para subir la escalada intervencionista contra el gobierno de Venezuela. Sin embargo, el rechazo del gobierno de Michel Temer a sumar sus Fuerzas Armadas a un cerco militar conjunto contra Caracas fue apagando la dura retórica de “Perro Rabioso” contra el Palacio Miraflores. Por último, el jefe del Pentágono estimó a Oscar Aguad el rol regional que viene cumpliendo Argentina como presidente pro témpore del Grupo de los 20. En ese sentido, el portal Infobae, de usual buen acceso a “trascendidos” del Edificio Libertador que luego son confirmados por la realidad, especuló ayer con la posibilidad de que el viaje de Mattis podría concretar “el apoyo de aviones norteamericanos supersónicos apostados en los aeropuertos de Mendoza o Carrasco, Uruguay, para dar cobertura logística durante la cumbre argentina del G20. También se mencionó la posibilidad del eventual involucramiento de un portaaviones norteamericano apostado en el Pacífico con aviones F-18 a disposición para la cobertura aérea”.
De todo lo mencionado, la reciente anunciada reconversión de las Fuerzas Armadas argentinas para desarrollar tareas, aparentemente logísticas, contra el terrorismo y el crimen organizado es el hecho que más consagra el alineamiento militar de nuestro gobierno con los Estados Unidos. La literatura en defensa a favor y en contra del tutelaje castrense interamericano promovido por Washington post Guerra Fría es abundante. El Pentágono advierte que los militares latinoamericanos, al carecer de una hipótesis de conflicto contra un actor estatal, deben combatir todo lo que se mueva en la mira y  conformen la ambigua lista de enemigos no estatales: narcos, mafias, terroristas.
Ese modelo reviste varias críticas pero, sin duda, la objeción más lúcida fue hecha por el periodista Horacio Verbitsky en un ya histórico face to face con el entonces uno del Comando Sur James Hill cuando compartieron años atrás una mesa de debate en el programa del periodista Andrés Oppenheimer. “Nosotros queremos hacer como ustedes, que el ejército se ocupe de las amenazas externas y que la policía se ocupe de la criminalidad”, le espetó el director del portal El cohete a la luna a Hill, quién no pudo atinar a contraatacar con una respuesta precisa.
Es más, la promocionada carrera exitosa de los militares en temas de seguridad interior no parece arrojar los resultados prometidos por Mattis. La politóloga y ex asesora del Pentágono durante la Administración Obama Rebbeca Bill Chavez publicó ayer una columna de opinión en The New York Times – titulada The Return of Latin America’s Military– donde explica con datos significativos el retroceso de México en índices de seguridad a pesar del involucramiento de las Fuerzas Armadas.
“La necesidad de seguridad es urgente e innegable, pero el caso mexicano ilustra que los militares no son la solución. Desde 2006, cuando el presidente Calderón convocó a las Fuerzas Armadas a liderar la pelea contra el crimen organizado, la violencia y el crimen se ha incrementado dramáticamente. El año pasado, la tasa de homicidio creció a 25 cada 100 mil ciudadanos, muy por encima del promedio regional ubicado en 21,5. Estudios recientes advierten que el 48 por ciento de los ciudadanos mexicanos se sienten inseguros en sus vecindarios”, detalla Chavez.
En el tramo final de la columna, la experta advierte que si bien los gobiernos regionales adscriptos a la línea del Pentágono han coincidido en remarcar como “temporal” la utilización del instrumento militar en tareas domésticas; luego, se hace muy difícil instrumentar un “retorno” de las Fuerzas Armadas a su agenda tradicional.






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