Historiador, docente universitario e investigador del CONICET, Leandro Morgenfeld encontró un vacío y supo cómo llenarlo. A pesar de la importancia determinante que Estados Unidos tiene para la Argentina (sobre todo por su influencia global), el país del norte es sin embargo poco estudiado desde estas latitudes. Dicho de otro modo y de manera brutal: investigadores de la universidad y periodistas especializados no suelen ir mucho más allá de las referencias superficiales, obvias o genéricas a la hora de entender y problematizar la relación bilateral entre EEUU y la Argentina. El último libro de Morgenfeld –Bienvenido Mr. President, Editorial Octubre- viene a llenar ese vacío.
No parece casual que el recorrido histórico del vínculo entre Washington y Buenos Aires investigado por Morgenfeld haya coincidido con la llegada a la Casa Blanca de un presidente atípico, el empresario megamillonario Donald Trump. La asunción de un outsider como Trump es otra expresión del descontento con los efectos de la globalización neoliberal, un fenómeno que trasciende fronteras. El contexto es de incertidumbre.
La deslocalización de las empresas multinacionales, que pagan salarios más baratos en el Sudeste asiático, y la desindustrialización resultante de una fase del capitalismo caracterizada por la hegemonía del poder financiero, generan crisis sucesivas y malestar creciente entre los trabajadores.
Estos debates ganaron espacio en una ciudad de Buenos Aires militarizada como nunca. La cumbre de jefes de Estado del G-20 mostró estos problemas y puso de manifiesto la tensión por las guerras comerciales que protagonizan potencias como China y el propio EEUU. De todos estos temas habló Morgenfeld en esta entrevista con Primereando Las Noticias (PLN).

-En su intento por construir una mayoría electoral, la oposición al macrismo ensaya representar una propuesta más de centro desde el punto de vista político-ideológico. Pienso en la figura de Cristina, que en el Foro de CLACSO no casualmente se definió como una “yegua herbívora”. Esa frase, para el peronismo, es una forma de decir algo así como: ‘tengo capacidad de daño pero vengo con espíritu de pacificación’. Es una frase que remite a aquella de Perón sobre el “león herbívoro”. En paralelo, CFK se está reuniendo con comunicadores y periodistas asociados a un espectro político bastante distante, que en todos estos años claramente cargaron duro contra el kirchnerismo. Un par de ejemplos: Alejandro Fantino y Jorge Asís. Cristina recibe también sondeos por parte de empresarios. A través de Axel Kicillof, hombres de negocios transmiten que están interesados en conocer qué haría Cristina si volviera al gobierno en 2019. Por su parte, Cristina hace saber que no desconocería el acuerdo con el FMI sino que, en todo caso, lo renegociaría. Es en este marco que quiero preguntar por la relación bilateral de Argentina con Estados Unidos. Un vínculo que hoy está atravesado por las particularidades de Donald Trump. ¿Qué tipo de relación habría que encarar con EEUU en este contexto? Recordemos que EEUU ha sido el país clave para que el FMI siga asistiendo financieramente al país. Porque desde una lógica racional de riesgo crediticio la Argentina no estaría en condiciones de recibir la asistencia financiera que, sin embargo, sigue recibiendo. En definitiva, es obvio que Washington quiere incidir para ayudar al gobierno de Macri y tratar que continúe.

-En este punto lo de Macri es claro. Tiene una política exterior absolutamente alineada con EEUU. Las visitas de los presidentes norteamericanos a la Argentina suelen ser –por lo menos así yo lo cotejé en la historia de las visitas bilaterales a nuestro país- una especie de premio a alineamientos previos que hay. Eso no es casual. Así sucedió con (Arturo) Frondizi, que el año anterior había sido el primer presidente argentino que fue a Washington, como las dos visitas que tuvo (Carlos) Menem y la que tuvo Macri con (Barack) Obama en el 2016, fueron como una premiación a alineamientos previos. De hecho, Obama vino a la región, a Brasil, a Chile, en el 2011, y no vino explícitamente a la Argentina. En el caso de esta visita, dada la cumbre del G-20, es una visita multilateral pero Trump podría haber faltado, como faltó a la cumbre de las Américas este año en Lima. En definitiva, el gobierno argentino tiene claramente una posición de alineamiento en todos los órdenes con EEUU. En efecto, Macri tuvo en Trump un apoyo clave para destrabar el acuerdo con el FMI cuando tenía toda la macroeconomía funcionando mal. Es más, el acuerdo (con el FMI) lo firmó en junio, lo incumplió y a los dos meses tuvo que salir a pedir un nuevo rescate. Al mismo tiempo, si hacemos un balance de lo que pasó el viernes en el encuentro bilateral entre ambos, lo llamativo es que a Trump le encanta ‘sobrarlo’ –por decirlo de alguna manera- a Macri. Porque a Trump, evidentemente, le gusta ‘sobrar’ incluso a quienes defienden sus intereses en la región. Pasó el año pasado con una frase lapidaria que dijo Trump cuando se presentó junto a Macri en el Salón Oval y se juntaron brevemente con la prensa. Una periodista le preguntó por los limones que la Argentina quería exportar a EEUU y él contestó: “Ustedes me van a venir a hablar de limones y yo de Corea del Norte”. Trump tiene una capacidad maravillosa para generar, con pequeños gestos y frases, titulares importantes para la prensa mundial y al mismo tiempo incomodar a sus más cercanos aliados. Este viernes pasó algo así. Porque hizo dos o tres cosas muy significativas. Lo primero es que lo que iba a ser una visita de Estado terminó siendo una visita muy corta. Macri le ofreció, y además lo dijo públicamente, una cena de honor en la quinta de Olivos el día jueves. Pero al final el Departamento de Estado dijo que iba a acortar la visita de Trump y éste llegó recién a última hora del jueves. Y el encuentro bilateral fue muy acotado. Lo segundo es que, a un encuentro que estaba pautado como muy corto, Trump llegó 30 minutos tarde. Para la agenda que tenía Macri era una gran complicación. Al final, por el desperfecto que tuvo el avión de Ángela Merkel, a Macri no se le superpuso con la reunión pautada con ella. Igual Trump llegó 30 minutos tarde. Y no fue por un problema técnico, sino que se quedó tuiteando con el tema del escándalo que estalló esta semana en EEUU a partir de un cruce con su ex abogado Michael Cohen. Estos gestos, Trump los hace a propósito. Es una forma de decir: “esto, a mí, no me interesa”. Llegó a la reunión media hora tarde, con cara de muy mal humor y en los pocos segundos que estuvo frente a la prensa antes del encuentro bilateral lo único que hizo fue decir “este traductor simultáneo no anda”. Y lo tiró mientras hablaba Macri. Y entonces le dijo: “te entiendo a vos mejor que al traductor”, cuando sabemos que Trump no entiende una palabra de español. Lo tercero o cuarto que Trump le dijo a Macri, otra muestra de su capacidad para humillar a un presidente que le dio todo a cambio de nada, fue: “recuerdo nuestras épocas cuando eras joven y guapo”. Era una alusión a las andanzas viejas, de playboy digamos, aunque la palabra ‘playboy’ no la haya pronunciado, pero hacía referencia a eso. Y le dijo: “yo hacía negocios con tu papá y yo le decía que vos algún día…” Era una forma de, otra vez, ‘sobrarlo’. De tratarlo como ‘hijo de’. Y después fue a otra reunión, mucho más corta de lo esperado, y se fue raudamente. A los 45 minutos ya se había ido. Después Trump faltó a la reunión de 90 minutos que tenían a solas los mandatarios, luego de que Macri saludara a la mayor parte de los líderes extranjeros. El estadounidense llegó una hora y media más tarde, sólo para la ‘foto de familia’. Son todos gestos de desprecio por el G-20, pero también por el gobierno anfitrión, que hizo lo imposible para agasajarlo. Y una cosa más, todavía más grave: la vocera de Trump dijo que en la reunión bilateral que habían tenido Trump y Macri habían hablado de la acción económica predatoria de China. Una frase muy delicada. Sobre todo en tiempos en los que Macri, por la situación de debilidad económica de Argentina, tuvo que terminar arrojándose a los brazos de China en momentos en que el presidente chino, Xi Jinping, está haciendo una visita de Estado al país. Una visita que se extiende hasta el domingo y que es mucho más importante que la de Trump. De hecho, este domingo se va a firmar la ampliación del swap de monedas (acuerdo entre los Bancos Centrales de ambos países). También se van a firmar casi una cuarentena de acuerdos bilaterales. El propio canciller Jorge Faurie tuvo que salir a desmentir nada menos que a la vocera de Trump. Todo esto junto muestra el fracaso de la estrategia de Macri de fragmentar la región, Sudamérica, para alinearse incondicionalmente con Estados Unidos. Porque además de no obtener nada desde el punto de vista económico, lo que obtiene de parte de Trump es humillación y más humillación.




-Paro la pelota acá y recuerdo que EEUU fue clave para conseguir el segundo rescate financiero del FMI. En ese punto la intervención de EEUU fue decisiva. Además, en los últimos días se conoció un anuncio de que está en marcha un supuesto acuerdo para que EEUU realice inversiones en el área de la construcción en el marco de la Participación Público-Privada (PPP).

-Dos o tres cosas. Primero, lo del acuerdo con el FMI, nosotros ya lo sabíamos. Aunque el rescate del Fondo no sea directamente funcional a los intereses, por lo menos, de la mayoría de la población argentina. Claro que sí es funcional al esquema de Macri de salir a pedir un mega-endeudamiento cuando el sector privado dejó de prestarle o le presta a tasas que son inviables. Eso yo no lo pondría como un punto a favor, aunque es obviamente lo primero que rescató Macri en su discurso. Porque lo primero que hizo con Trump, al igual que con Christine Lagarde y como hizo con (Emmanuel) Macron, fue decirle: “Muchísimas gracias por haber habilitado este nuevo préstamo por parte del Fondo”. Y sobre lo de las inversiones estadounidenses, esperemos a ver lo que ocurre y a leer la letra chica. El martes pasado, los grandes diarios titulaban “inversiones por 20 mil millones de dólares”. Dos días después, esas inversiones ya habían bajado a 813 millones y la otra parte “se vería”. Además, no hubo comunicado conjunto para informar sobre esos anuncios. Es la primera vez que en una visita de este tipo no hay ni conferencia de prensa conjunta ni comunicado conjunto. Sólo los trascendidos. “Hablamos de Venezuela, hablamos de inversiones, hablamos del tema de China, hablamos de la compra de armamentos”. Eso sí es un dato porque lo dijo explícitamente la vocera de Trump. Dijo: “hablamos de venta de armamentos”. Y se sumó a último momento a la reunión, que fue con cuatro o cinco ministros por cada país, a la ministra Patricia Bullrich, quien inicialmente no iba a ser parte. Así que seguramente lo que vino a hacer Trump, como hace siempre y en todos lados, es lobby por el complejo militar-industrial de su país y por la exportación de armamento. Y sobre el tema de la carne, que desde algunos medios salieron a vender con el espíritu casi triunfalista de “ahora vamos a poder exportar carne a EEUU”, eso es algo que había ganado el gobierno anterior en el año 2015, después de demandar a Washington ante la OMC. Con la exportación de la carne se podrían sumar 100 millones de dólares al comercio bilateral a favor de Argentina. Los famosos limones que se destrabaron, este año, equivalieron a solamente exportaciones por 10 millones de dólares. Pero no olvidemos que perdimos 1200 millones por el biodiesel (Trump bloqueó el ingreso de biodiesel argentino imponiendo aranceles). Así que hay que leer más finamente lo que nos comunica el gobierno y los diarios afines al gobierno: desde el punto de vista económico no se está obteniendo nada a cambio de esta relación con EEUU. Es más, desde el punto de vista comercial tenemos un déficit enorme con EEUU, que el año pasado explicó el 37% de todo el déficit comercial –récord histórico de la Argentina- de 8471 millones de dólares. Ese es un primer balance de la visita de Trump a Buenos Aires. Por supuesto que en el gobierno argentino estaban temblando ante la posibilidad de que Trump ni viniera. Y finalmente vino. Temían también que Trump faltara a la ‘foto de familia’. Y fue. Me parece que hay una clara debilidad de la Argentina en toda la estrategia que puso en su relación con Estados Unidos. Y en cuanto a la estrategia de la oposición para la relación bilateral con EEUU, no sé si hay tanto para hilar fino con lo de Washington. Sobre esas consideraciones de plantearse como un “león herbívoro”, o de no confrontar con el FMI, que ratificó Axel Kicillof en una serie de reportajes, no me cabe a mí decir si me parece que es adecuado, útil o no. A mí me parece que todo lo que sea asimilarse y mostrarse como un ‘Macri-light’, como hace un sector del peronismo, va hacia una derrota. Y no serviría para cambiar la situación en que está la Argentina. Me parece incluso que la estrategia de retirarse de la escena, de que Cristina ni siquiera haya ido a la asunción de Andrés Manuel López Obrador en México, de retirar a las agrupaciones kirchneristas de la movilización contra el G-20, puede ser interpretada como parte de esa estrategia. Una estrategia de no radicalizar. Veremos.


-A Cristina, como presidenta, le tocó participar en el G-20 y nunca lo repudió como un espacio de discusión.

-Esa es la diferencia que yo tengo y lo hemos hablado muchas veces con Cecilia Nahón (ex embajadora argentina en EEUU), que fue ‘sherpa’ (colaborador personal de los presidentes para la realización de las cumbres) varias veces en el G-20. Hay un sector que cree que en el G-20, articulando con los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) y articulando con América Latina, se pudieron, por lo menos, dar algunas discusiones. Estamos de acuerdo todos en que no se modificó el sentido de las políticas del G-20 porque en las cosas que se llegaron a plantear después no se avanzó con ninguna. Hay un sector de la oposición, sí, que plantea que ya que Argentina está en el G-20 es un buen espacio para articular. Yo creo que no. Que el G-20 es un espacio absolutamente antidemocrático, con una sub-representación enorme de las regiones no desarrolladas. Como síntesis, el G-20 es una lavada de cara del G-7, que sigue imponiendo cuáles son los temas de la agenda. Por supuesto, participar en el G-20 podría ser una oportunidad para que, frente a todas las crisis que hay por arriba, se articularan alianzas en otros temas de agenda. Como se hizo en otro momento. Pero esto no es lo que está haciendo el gobierno de Macri. En general, lo que dice el kirchnerismo es que la política exterior de Macri y su estrategia ante el G-20 han sido oportunidades perdidas. Pasivamente, Macri decidió elegir temas que ni siquiera tocaran cuestiones que ya se venían planteando, como la regulación del sistema financiero u otros problemas que afectan a los países no desarrollados. Yo dudo de la viabilidad del G-20 como espacio para establecer otras reformas. Sí creo que habría que hacer una reivindicación del multilateralismo, pero en el marco de la ONU, del G-77 + China, u otras instancias, en las que la capacidad de acción de nuestro país podría ser más grande. O en las instituciones regionales. En esos ámbitos la injerencia de Argentina con estos debates podría ser mucho mayor. Por el contrario, no concuerdo con la idea de legitimar un grupo que es no representativo, absolutamente. Pero, bueno, es un matiz.

-En la relación de Argentina y EEUU, con Trump al gobierno, se percibe una paradoja que necesita ser pensada. Algunas políticas de Trump respecto de su propio país –como el intento por relocalizar las empresas norteamericanas que se habían trasladado al Sudeste asiático buscando salarios más baratos, o la presión y la protección para que no haya una invasión de productos chinos- expresan medidas que desde el punto de vista ideológico no son propias de un neoliberalismo plano y clásico. Al mismo tiempo que sucede esto, la Argentina le debe al actual gobierno estadounidense la nueva renegociación del acuerdo financiero con el FMI. Pareciera que aquella frase popular de “haz lo que yo digo pero no lo que yo hago” se aplicara perfectamente a este momento de la relación con EEUU.

-Es un tema complejo. Creo que la gran impugnación que hay desde muchos países y desde muchos sectores a la globalización neoliberal es una enorme oportunidad porque permite resquebrajar un consenso ideológico y una hegemonía cultural que el neoliberalismo supo construir y consolidar en los últimos años. En este marco, lo que pasó en América Latina en la primera década del siglo XXI (por los gobiernos progresistas, populares y de izquierda) fue una excepción. En definitiva, cuando en los países centrales se impugna esa globalización neoliberal se abre una oportunidad que debe ser aprovechada. Pero, ojo, eso no nos tiene que llevar a confundirnos y caer en la reivindicación de los nacionalismos de las potencias centrales, porque esos nacionalismos tienen un contenido absolutamente distinto a los nacionalismos reformistas e industrialistas de los países no desarrollados. ¿A qué voy con esto? Asimilar una política proteccionista de Trump con lo que fueron los nacionalismos latinoamericanos o, si se quiere, los llamados ‘populismos’ de esta región –sacándole la connotación peyorativa de la palabra ‘populismos’, que a mí no me gusta- me parece un error garrafal. Porque sólo superficialmente son algo parecido. Lo que Trump está defendiendo son los intereses de ciertas corporaciones más retrasadas de la burguesía norteamericana –el complejo militar industrial, el complejo petrolero- que enfrentan a los sectores más globalizados de la burguesía norteamericana. Lo que uno tiene que decir, entonces, es no elegir entre esas dos cosas. Sobre todo cuando ese planteo viene de la mano de los sectores más retrasados desde el punto de vista de los derechos sociales. Lo podemos ver con Marine Le Pen, lo podemos ver con Jair Bolsonaro y lo podemos ver con Donald Trump. Y ni hablar con otros líderes de Europa del Este. Se habla de la supuesta existencia de dos caminos: o la globalización neoliberal que proponen Ángela Merkel, Emmanuel Macron y el propio Mauricio Macri, revestida de ‘defendamos el multilateralismo’, versus los nacionalismos o unilateralismos o los ‘populismos’, como llama la derecha mundial a los Trump, a los (Vladimir) Putin o a los cualquiera otros que no están a favor de la globalización neoliberal. Pero me parece que hay que salir de esa falsa dicotomía. Tenemos que enfrentar las dos cosas. ¿Por qué? En EEUU, por ejemplo, el movimiento popular y los sindicatos están enfrentando a Trump. Es lo que dice Nancy Fraser (intelectual nacida en la ciudad de Baltimore, EEUU, filósofa política ligada al feminismo pero también crítica de la focalización excesiva en cuestiones de género, una tendencia global que invisibiliza los efectos económicos y sociales del neoliberalismo) al asegurar que “se acabó el neoliberalismo progresista”. Por esa definición ella define a los sectores globalistas, básicamente el Partido Demócrata, que abrazaron algunas causas de las luchas de las minorías para legitimar la acción de darle todo el poder al capital financiero más trasnacionalizado de EEUU. Muchos obreros y muchos trabajadores votaron por igual a Bernie Sanders y a Donald Trump. Pero eso no nos tiene que llevar a confundir eso con una reivindicación del proteccionismo imperial de Trump. Sí se puede decir que “está cuestionada la globalización neoliberal” pero ante este escenario lo que corresponde es construir una perspectiva que, contra esos dos polos antinómicos, plantee una superación nacional/popular/de izquierda/latinoamericana/ progresista/feminista y todo lo que se quiera poner ahí. Porque, insisto: el contenido del proteccionismo de los países no centrales es muy distinto al de los países imperialistas. EEUU no es proteccionista recién con Trump. Fue siempre proteccionista. Fija subsidios agrícolas. (Barack) Obama tenía 100 mil millones de dólares por año, que los sigue teniendo ahora Trump, de subsidios a los productores agropecuarios. Que son los que no dejan que entre el biodiesel argentino, que no dejan que entre la carne, que no dejan entrar los limones. A la Argentina eso le pasó, en su relación con EEUU, en el siglo XIX, en el siglo XX y en el siglo XXI. Y lo mismo con la Unión Europea y con Japón. EEUU siempre fue proteccionista. Proteccionista hacia adentro y liberal hacia afuera. Volviendo a lo que está haciendo ahora Trump: en efecto, está intentando la relocalización de sectores industriales que, por la diferencia de salarios, migraron primero a México y después a China. Ese es un buen argumento para explicar por qué el capitalismo produce miseria no sólo en los EEUU sino en todo el mundo. Así que la alternativa de establecer proyectos distintos al de la globalización neoliberal está puesta sobre la mesa. Incluso a través de esa impugnación por derecha que expresan el Brexit, Trump, etcétera. Pero eso no quiere decir reivindicar. Porque sería reivindicar, a mi juicio, a la ultraderecha y los neofascismos. Este contexto mundial es una buena oportunidad para buscar alternativas, no para asimilar lo que plantean Trump y otros proyectos de este tipo. No creo que sea conveniente decir, cómo están haciendo algunos sectores del peronismo: “vean lo que está haciendo Trump, eso es lo que nosotros deberíamos hacer acá”. A lo (Guillermo) Moreno o a lo (Sergio) Massa. O a lo (Michel) Pichetto. Ese pensamiento me parece medio ramplón e incluso muy complicado en la construcción de una alternativa política. Porque eso va de la mano de la xenofobia contra los inmigrantes, va de la mano de aniquilar al movimiento de mujeres. Va de la mano de aplastar los derechos sociales de las diferencias, de los jóvenes, de las mujeres, de los científicos. Una cantidad de cosas que, si sucedieran, serían muy jodidas –antagónicas diría- para construir una alternativa superadora en nuestro país.