miércoles, 26 de abril de 2017

"No habrá golf pero sí relaciones carnales"

Leandro Morgenfeld tiene como especialidad el estudio del vínculo, tanto político como histórico y comercial, entre Estados Unidos y la Argentina. Profesor de la Universidad de Buenos Aires (UBA), Investigador Adjunto del CONICET, Co-Coordinador del Grupo CLACSO “Estudios sobre EE.UU.”, autor de los recomendables libros Vecinos en conflicto y Relaciones peligrosas, Morgenfeld aceptó hablar unos minutos con SES América Latina para conocer su lectura geopolítica de la actual gira del presidente Mauricio Macri por los Estados Unidos.

-Tuvimos relaciones carnales con los EE.UU.; luego el vínculo se tensó durante el pasado gobierno. ¿La cumbre Trump- Macri qué tipo de era bilateral se supone que inaugura?

-Creo que estamos ante una suerte de reedición del alineamiento de los años noventa, pero cuidando más las formas. O sea, sin las sobreactuaciones de (el ex presidente, Carlos) Menem. Por eso, Macri evitó ir a jugar al golf con (Barack) Obama en Bariloche el 24 de marzo del año pasado, pese a que lo habían acordado.

No quería mostrarse igual que Menem jugando al tenis en Olivos con Bush padre, o con (Bill) Clinton cuando vino en 1997. Efectivamente, la Cancillería trabajó mucho para lograr la visita a la Casa Blanca y la foto con (Donald) Trump, ya que ellos dirán que es una prueba más de que los líderes mundiales respaldan a Macri. Frente a lo poco que tienen para mostrar internamente, por los magros resultados de la política económica, las giras de Macri le dan ese manto de liderazgo global. Más allá de la foto que probaría la “vuelta al mundo”, no creo que se obtengan demasiadas cosas concretas significativas en la visita a Estados Unidos. En definitiva, a Trump le sale muy barato tener un “socio” como Macri en el Cono Sur.

-¿Cómo lees el paradójico momento que encuentra a una región muy alineada con EE.UU. en lo político con el hecho de que Washington desea obturar el vínculo comercial?

-Desde principios del siglo XIX, cuando se planteó la Doctrina Monroe, “América para los (norte)americanos”, Estados Unidos alentó la fragmentación regional. Quería evitar que prosperara el proyecto de Bolívar. Macri y otros gobiernos derechistas, como el de (Michel) Temer y (Enrique) Peña Nieto, son funcionales a la estrategia de Washington de “divide y reinarás”. Así, ante las agresiones de Trump (xenofobia que apunta especialmente contra los hispanos), en vez de solidaridad y reacción conjunta, Macri intenta aprovechar la desdicha de nuestros vecinos para ser el alumno ejemplar de Washington. El problema es que la inserción internacional que proponen, a través de la apertura comercial y la atracción de inversión extranjera con todo tipo de concesiones, vía la firma de Tratados de Libre Comercio, está siendo cuestionada a través de las elecciones en Estados Unidos y Europa. Insisten con una receta neoliberal ya fracasada.

Y, frente al proteccionismo selectivo de Trump, los gobiernos de la región en vez de unirse para fortalecerse, cada uno aspira a negociar en soledad. Eso históricamente provocó más debilidad y dependencia. En 2005 se pudo derrotar el proyecto imperial del ALCA por la lucha coordinada de organizaciones sociales y políticas de todo el continente y por la acción conjunta de Argentina, Brasil, Venezuela, Uruguay y Paraguay. En ese marco, se crearon el ALBA, la UNASUR y la CELAC. Hoy esas instituciones pierden peso, y Estados Unidos aspira a reposicionar a la OEA. Macri va a avanzar en esa línea.

-¿Qué lugar jugará la región en la agenda de la política exterior del Departamento de Estado? ¿Trump intentará recobrar influencia en Latinoamérica aunque más no sea para hacer retroceder posiciones comerciales a China?

-Sí, Estados Unidos nunca abandonó lo que despectivamente denominan el backyard, el “patio trasero”. Nos consideran su área exclusiva de influencia. En el siglo XXI, sin embargo, avanzaron tanto la coordinación y la cooperación política latinoamericana, con Cuba y sin Estados Unidos, y se sumó diálogo con potencias extra-regionales como China, Rusia e India.

Por eso, desde 2013, Obama aprovechó la caída del precio de las materias primas y la muerte de (Hugo) Chávez para normalizar las relaciones diplomáticas con La Habana y reposicionar a Estados Unidos. Trump va a seguir ese camino; quizás, con un discurso más hostil hacia México, Cuba y Venezuela, pero con los mismos objetivos. Por eso, Macri le sirve para recuperar posiciones. Nuestro presidente convalidó diplomáticamente el golpe parlamentario contra Dilma (Rousseff) en Brasil el año pasado, excluyó a Venezuela del Mercosur y ahora es el ariete para desplazar al gobierno electo. La disputa entre Estados Unidos y China por los recueros naturales de América Latina va a seguir, y la Casa Blanca ya informó que será uno de los temas a discutir con Macri.

-Hacia el interior de Estados Unidos, ¿Cómo se está procesando la crisis venezolana? ¿Existen halcones y palomas dirimiendo con qué tipo de estrategia intervenir?

-Por distintos motivos, la oposición venezolana, con fuertes apoyos en Estados Unidos, está dispuesta a ir a fondo para derrotar el proceso chavista. Por supuesto que existen sectores más dialoguistas en Estados Unidos y hay muchas organizaciones sociales y políticas que hace años se vinculan con los movimientos sociales de los países bolivarianos. Desgraciadamente, Trump va a profundizar el injerencismo que ya desplegó Obama.

Incluso, antes de recibir a ningún mandatario regional, el magnate se reunió en Washington –y se dejó fotografiar- con Lilian Tintori, la esposa del opositor Leopoldo López. Creo que Trump y Macri van a hablar públicamente sobre Venezuela. Mala noticia para la región. En vez de procesar los conflictos en el ámbito latinoamericano, en la UNASUR o la CELAC, como ocurrió en la última década, se va a optar por la OEA, cuya sede se encuentra, no casualmente, a escasos metros de la Casa Blanca.

-Se evidencia una clara convergencia aperturista en la mayoría de los gobiernos de la región; sin embargo, la matriz económica y el desarrollo productivo de los vecinos sigue presentando fuerte asimetrías. En ese sentido, ¿Cómo lees el acercamiento entre la Alianza del Pacífico y el Mercosur?

-Es una vuelta al “regionalismo abierto” de los años noventa, o sea a la idea de juntarse simplemente como plataforma para exportar más. Una idea limitadísima de la integración regional. Es volver a pensar en acuerdos como el ALCA, que rechazamos en 2012. Es un bloque claramente ideológico, a favor del neoliberalismo y para aislar a los países bolivarianos: a Cuba, Venezuela, Bolivia, Ecuador, Nicaragua.

El problema para Argentina o Brasil es que son economías con un entramado industrial muy superior a las de Chile o Perú. La apertura económica, en el contexto de retraso cambiario que hay hoy en Argentina, va a provocar una desindustrialización aún mayor. La convergencia Alianza del Pacífico–Mercosur, en este contexto, tiene un contenido pro-inversión extranjera y pro- libre comercio. Esto, en el pasado, ya mostró cómo genera más dependencia.

-Por último, ¿El largamente demorado acuerdo comercial entre la Unión Europea y el Mercosur tiene más chances de concretarse por la similitud de criterios comerciales que existen hoy a nivel interoceánico?

-La paradoja es que ese acuerdo que hoy impulsan enfáticamente Macri y Temer tiene resistencias en la Unión Europea, que no está dispuesta (no tiene condiciones políticas) a desmantelar los subsidios agrícolas. Hace años que las negociaciones están estancadas porque Europa quiere exportarnos más servicios y bienes manufacturados –además de invertir con menores regulaciones y más beneficios-, pero no abre su mercado a las exportaciones agropecuarias latinoamericanas.

Hoy Argentina y Brasil insisten con un acuerdo que sería muy negativo para la mayoría de la población de estos países, mientras que Europa está frente a la encrucijada que le planteó el Brexit y el crecimiento de movimientos y líderes euroescépticos, que cuestionan la globalización neoliberal. A pesar de eso, Macri pretende anunciar la firma del acuerdo UE-Mercosur en la Cumbre de la OMC (Organización Mundial del Comercio) que se realizará en diciembre en la Argentina.

Por ese motivo, la Asamblea Argentina Mejor Sin TLC, junto a otras organizaciones del país y del continente, estamos organizando una semana de acción global contra el libre comercio, que se realizará en paralelo a esa cumbre. Como hace 15 años, tenemos que explicar por qué esos mega -acuerdos de libre comercio son beneficiosos para las grandes trasnacionales y perjudiciales para todo el resto.

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