domingo, 4 de agosto de 2013

Reseña de Washington Rules. America's path to permanent war, de Andrew Bacevich





 Revista Contemporánea N. 3, 2012, 

Montevideo, Uruguay, pp. 308-310.




Bacevich, Andrew J.: Washington Rules. America's path to permanent war, New York, Metropolitan Books, 2011. 288 páginas.



Leandro Morgenfeld

En los últimos 50 años proliferaron las dictaduras en América Latina. Este ascenso autoritario y represivo estuvo muy vinculado a la instrumentación de la doctrina de seguridad nacional, impulsada por la Casa Blanca. El último libro de Andrew Bacevich, entre otras cuestiones, ayuda a desentrañar la lógica del intervencionismo estadounidense desde el inicio de la Guerra Fría. Las Reglas de Washington, un libro de la colección "El proyecto del imperio americano", logró una interesante repercusión en Estados Unidos, al punto que integró la influyente lista de best-seller del New York Times. Fue publicado en un momento crucial, en 2010, cuando se avizoraba que la agresiva política exterior estadounidense, potenciada durante las presidencias de Bush, se prologaba al inicio la gestión de Obama, pese a las promesas de cambio. Uno de los atractivos fundamentales de este libro, fuertemente crítico de la doctrina de la seguridad nacional que justificó las políticas intervencionistas de Estados Unidos desde la posguerra, es que Bacevich es un ex militar estadounidense. Ya en la introducción, el autor narra su tardía conciencia sobre los criticables fundamentos de la política exterior impulsada por el consenso de Washington. El infundado ataque de Bush a Irak en 2003 terminó de convencerlo de la necesidad de intervenir en el debate público. Esta obra, entonces, se propone trazar una genealogía de la lógica bipartidista que impuso y prolongó el auto-asignado rol de gendarme planetario que se atribuyen la Casa Blanca, el Pentágono y la CIA.
            Bacevich fue oficial en el ejército estadounidense y como tal estuvo en servicio por muchos años en Alemania. Sin embargo, y según él narra dramáticamente en la introducción del libro, no fue hasta 1990, ya adulto, cuando conoció realmente la "otra" Alemania, la que se encontraba por detrás del muro. Y todas sus certezas, heredadas de lo que él llama las reglas o el consenso de Washington de la Guerra Fría, se disolvieron. Allí comenzó su (re)educación. Ese viaje hacia la ex República Democrática Alemana, que realizó con fines (auto) educativos junto a otros ex compañeros de armas, fue el inicio del largo camino que lo llevó a escribir éste y otros libros, como Los límites del poder o El Nuevo Militarismo Norteamericano. Narrando esta experiencia, que cambió radicalmente su visión de la política y las relaciones exteriores estadounidenses, este profesor de historia y relaciones internacionales de la Universidad de Boston, retirado del Ejército con el rango de coronel, nos introduce a la deconstrucción del consenso que Washington logró construir tras la segunda guerra. Diseccionar críticamente estas concepciones, abrazadas por el propio autor durante décadas, es la aventura que nos propone la lectura de Las reglas de Washington.
            El primer capítulo, "El advenimiento de la semi-guerra", analiza, empezando por el gobierno de Obama y luego retrocediendo hasta el de Einsenhower, la configuración de posguerra que determinó el estado de intervención y conflicto permanente impuesto por Washington. El segundo, "Ilusiones de flexibilidad y control", explica cómo entre 1961 y 1965 se legitimó el creciente poder de la CIA y el Pentágono para determinar las necesidades militares estratégicas de Estados Unidos. En el capítulo "El credo restaurado", Bacevich describe cómo se reconstituyó y relegitimó el intervencionismo militarista tras las resistencias que acompañaron el fracaso estadounidense en Vietnam. Esa guerra en Asia, que tanto minó las bases del consenso de Washington, requirió de una ardua tarea para encapsular las críticas, evitando que afectaran los fundamentos construidos en las dos décadas anteriores. En el cuarto, "Reconstituyendo la Trinidad", el autor justamente explica la superación del "síndrome de Vietnam", durante la era Reagan, pero también tras la Caída del Muro y el fin de la Guerra Fría, durante las Administraciones Clinton y Bush. En el quinto, "La falsa contra-inteligencia", señala las críticas a la guerra sin fin, puntualizando las contradicciones derivadas de las intervenciones en Afganistán e Irak. El último capítulo, "Cultivando nuestro propio jardín", permite a Bacevich sintetizar las críticas al consenso de Washington y sus indeseables consecuencias: gastos militares crecientes, que no hacen sino disparar la deuda pública a niveles inmanejables; víctimas entre las fuerzas armadas; ex veteranos con problemas físicos y psíquicos; perpetuación de una burocracia que actúa en secreto; distorsión de los intereses nacionales, en tanto el complejo militar-industrial absorbe recursos que son escasos; y desastre medioambiental, entre otros. La solución también aparece esbozada: Estados Unidos debe hacer regresar las tropas, o  al menos la mayor parte de ellas, resignando ese auto-asignado rol de gendarme planetario. 
            Lo más interesante del libro es que deconstruye el consenso estadounidense en torno a una política exterior mesiánica e intervencionista. Desmenuza y ataca los lugares comunes impuestos por el acuerdo bipartidista de demócratas y republicanos en las últimas seis décadas. Y lo hace nada menos que un militar retirado, es decir alguien que durante buena parte de su vida adulta actuó bajo el mandato de los intereses impuestos por el Pentágono, la CIA y la Casa Blanca. El libro pretende mostrar que un cambio desde dentro de la sociedad estadounidense es posible. Y el autor presenta su propia conversión individual, su toma de conciencia, como un ejemplo de lo que la educación puede lograr. En este sentido se propone, en concreto, discutir la idea de que Estados Unidos tiene el deber de liderar, salvar y transformar el mundo. Este credo es el que fundamenta la disposición del Pentágono a desarrollar una capacidad militar muy superior a la necesaria para garantizar la defensa nacional. Y ese credo se complementa con la sagrada trinidad, hegemónica en Washington: la convicción de que la paz internacional requiere de una presencia militar global por parte de Estados Unidos, que debe configurar sus fuerzas para la proyección de poder global, y para anticipar o contrarrestar las amenazas se requiere un intervencionismo global.
            Más allá de los aciertos y la gran utilidad de la obra en este particular momento histórico, la misma presenta algunas falencias. El principal problema del libro es que no analiza la política exterior intervencionista de Estados Unidos en relación al imperialismo y los intereses económicos que la determinan. Más allá de las críticas arriba descritas, Bacevich idealiza la inserción internacional estadounidense en la primera mitad del siglo XIX, soslayando la nefasta influencia de la ideología del destino manifiesto, la doctrina Monroe, el aniquilamiento de los pueblos originarios, la guerra contra México y tantas otras atrocidades realizadas en la fase de ascenso de la burguesía estadounidense. Además, reivindica diversos políticos o intelectuales -el diplomático Gerge Kennan, el senador J. William  Fulbright o el líder afroamericano Martin Luther King-, críticos del mainstream en Washington, pero que no avanzaron en una caracterización adecuada del rol de Estados Unidos luego de la segunda guerra.
            En síntesis, el libro tiene una potencia crítica muy significativa al interior de Estados Unidos, donde resquebrajar los lugares comunes que legitiman el intervencionismo impulsado por Washington parece una tarea ardua y compleja. Pero estas denuncias, para los países que históricamente sufrieron la avanzada imperialista, como los latinoamericanos, no parecen tan novedosas. Sí, quizás, para alertar contra quienes tienen esperanzas en el carácter menos intervencionista de los demócratas frente a los republicanos. Bacevich, como en su momento plantearon Howard Zinn y algunos otros, se preocupa para explicar que los lineamientos de la política exterior de Washington, más allá de los matices, se mantuvieron durante las administraciones demócratas y republicanas. Obama, por ejemplo, no produjo el cambio esperado luego de la nefasta política exterior de Bush. Sin embargo, la crítica del militarismo estadounidense debe ir más allá, en el sentido de entender la lógica profunda de los intereses materiales que lo determinan. ¿Por qué la gran burguesía del país del norte necesita sostener esa política? ¿En qué sentido la lucha por mercados y recursos estratégicos es central para entender el imperio del capital que conduce Washington? ¿Pueden efectivamente cambiar las reglas de Washington sin un cambio del sistema más amplio? Estos interrogantes, creemos, deben abordarse para profundizar las críticas planteadas por Bacevich.

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