viernes, 2 de noviembre de 2012

¿Hay realmente elecciones en Estados Unidos?


¿Hay realmente elecciones en Estados Unidos?

¿Hay realmente elecciones en Estados Unidos?


Por Leandro Morgenfeld* (www.marcha.org.ar)

El martes próximo termina en Estados Unidos el proceso electoral más costoso de la historia. Un show de la política al servicio de que (casi) nada cambie. Los temas relevantes son dejados de lado por una maquinaria política desmesurada. La ilusión de estar eligiendo.
Estados Unidos es la tierra del show, del entretenimiento. Y la política, claro, no es ajena a esa dimensión dominante de la cultura occidental. Desde el famoso debate entre Nixon y Kennedy, en las elecciones de 1960, la televisión se incorporó como un factor clave en la política, y en ella se destacan los debates presidenciales, ya un clásico cada cuatro años. Concebidos como un gran espectáculo con audiencias que alcanzaron en octubre los 60 millones de televidentes, tienen por objeto instalar la idea de que Estados Unidos es la mayor democracia de Occidente, en la que todos los candidatos se someten a las preguntas de los periodistas y ciudadanos (en el segundo de los tres debates, por ejemplo, el público estaba conformado 60 "indecisos", que tenían derecho a formular una pregunta).
Los grandes medios masivos de comunicación se encargan de reproducir y repetir hasta el hartazgo esa instancia limitada de lo político, al punto de analizar cada palabra, diseccionar cada gesto de los candidatos e inundarnos de encuestas sobre los aspectos más absurdos (hasta el color de las corbatas de los candidatos fue objeto de encuestas, debates y artículos). Pero en realidad este show de la política tiene por objeto legitimar un sistema restrictivo, en el que se refuerza el bipartidismo, se clausura la discusión de temas vitales y se ignoran a los demás candidatos, aquellos que no pertenecen a los Partidos Demócrata y Republicano. 
La hollywoodense puesta en escena no es gratis: el costo de las elecciones 2012 va a romper todos los récords. Según el Centro de Política Responsable, la factura será de 6.000 millones de dólares, un 20% más que la de las elecciones de 2008. Y eso a pesar de que Estados Unidos se encuentra inmerso en la peor crisis económica en décadas. La Campaña de Obama, que hace cuatro años había recaudado 760 millones, está vez espera superar los 1.000 millones. Esta tendencia se profundizó a partir de 2010, cuando la justicia de Estados Unidos levantó restricciones y límites para los aportantes privados, lo cual disparó el caudal de dinero volcado a los dos Partidos del régimen, a través de distintas fundaciones. Esta cifra es, por ejemplo, unas 75 veces superior a la de los gastos de la campaña presidencial de 2011 en España (80 millones de dólares). Sin embargo, tal derroche no es disimulado, sino que los asesores de ambos partidos, y la gran prensa, exhiben diariamente los datos sobre las recaudaciones de Barack Obama y Mitt Romney, potenciando la "carrera" por ver quién obtiene más fondos. Así, lo que en otros países es información reservada que los partidos políticos evitan divulgar, para eludir cuestionamientos sociales a los multimillonarios aparatos de campaña de los candidatos, en Estados Unidos el recaudar más se transforma en una virtud.
Son las grandes corporaciones estadounidenses las que aportan decenas de millones de dólares para lubricar la maquinaria del marketing político. Paul Singer, a cargo de un fondo especulativo que maneja 17.000 millones de dólares y uno de los buitres que impulsa acciones contra la Argentina (como el embargo de la Fragata Libertad), es un gran aportante a la campaña de Romney. Sheldon Adelson, dueño de la empresa de casinos Las Vegas Sands Corporation (y según Forbes la octava persona más rica de Estados Unidos, con 25.000 millones de dólares), aportó 70 millones a los republicanos, a través de grupos afines que según las nuevas leyes no están obligados a revelar sus fuentes de financiamiento.
Obama también recibe aportes de grandes empresarios, como Jeffrey Katzzenberg, productor de Hollywood que desembolsó 2,5 millones para su campaña, o el especulador George Soros, quien anunció en septiembre que donó un millón al candidato demócrata. Microsoft y Google son dos de los principales aportantes del demócrata. El poderosísimo banco Goldman Sachs, que recibió millonarios fondos estatales en los rescates de 2008, es uno de los principales financiadores tanto de Obama como de Romney. Tiene el triunfo garantizado.
Tamaño gasto de campaña y despliegue en los grandes medios, incluyendo los tres publicitados debates presidenciales, no implica que realmente se discutan los temas principales. O, si se los aborda, es siempre desde una perspectiva que impide ir más allá del consenso bipartidista. En esa línea, prácticamente no se debatieron las siguientes cuestiones: los alcances de la actual crisis capitalista que se disparó en 2008 a partir del derrumbe de las hipotecas subprime; el intervencionismo estadounidense (ambos candidatos reivindicaron el uso de drones -aviones no tripulados- para aniquilar ciudadanos extranjeros sin juicio previo y violando las soberanías de otros Estados); el militarismo impulsado por el Pentágono y el poderoso complejo militar-industrial; la violación de derechos y libertades individuales de los ciudadanos estadounidenses por parte de un inmenso aparato de inteligencia, que justifica su accionar en la defensa de la seguridad nacional; los derechos sindicales avasallados en Estados como Wisconsin; los derechos al aborto o al matrimonio igualitario, negados en buena parte del país. En definitiva, como señala el movimiento Occupy Wall Street, no se pone en tela de jucio el gobierno del 1% contra el 99% restante. Gane quien gane, sostienen los nuevos indignados estadounidenses, seguirá gobernando Wall Street.
Junto a millones de televidentes en todo el mundo, el martes próximo asistiremos al conteo de votos en Florida, Ohio, Virginia, Iowa y Colorado, para ver el minuto a minuto de una elección que promete ser infartante. Pero, en la mañana del 7 de noviembre y más allá del triunfo de Obama o Romney, sabremos que poco cambió, que asistimos más que nada un gran show. El consenso bipartidista en los temas esenciales no fue desafiado en estas (limitadas) elecciones.

* Docente UBA e ISEN. Investigador del CONICET. Autor de Vecinos en conflicto. Argentina y Estados Unidos en las conferencias panamericanas (Ed. Continente, 2011), de Relaciones peligrosas. Argentina y Estados Unidos (Capital Intelectual, diciembre 2012) y del blog www.vecinosenconflicto.blogspot.com

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