No tiene la pinta ni el semblante hosco y estereotipado de un ex agente de la CIA, aunque formó parte de la Agencia. Juan Cruz parece lo contrario. Sobre todo cuando se lo ve en una de las pocas fotografías que se conocen de él, estrechándole la mano derecha al ministro de Justicia argentino, Germán Garavano. Fue en una reunión que mantuvo con el funcionario macrista en Estados Unidos y que éste calificó como “muy productiva”. El actual director senior del Consejo de Seguridad Nacional para el Hemisferio Occidental sonreía para la cámara. Alto, calvo y con pinta de contador público, es el principal asesor de Donald Trump para América Latina.
Está en el cargo desde mayo del año pasado y en lo que va de 2018, salió con los tapones de punta contra el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro. En abril lo trató de “madman” (loco en español) y un mes después lo comparó con Pol Pot, el líder del Khmer Rojo camboyano acusado por genocidio en los 70. Su argumento para hacer el paralelo fue la hambruna desatada por aquel en Kampuchea Democrática, un país que hoy ya no existe. Semejantes declaraciones lo ubican como un ariete de la Casa Blanca en esta parte del planeta. “Nuestro patio trasero”, como la definió el ex secretario de Estado John Kerry en abril de 2013.
  Cruz ha sabido resguardarse, como buen espía, mientras cumplía funciones en Brasil, Perú y Colombia. De origen puertorriqueño, es un reservista del ejército de Estados Unidos que revistó en la Brigada 302 de Mejoramiento de Maniobras. Orgulloso de su uniforme, en otra de las imágenes se lo observa así, con sus insignias y condecoraciones, en un acto escolar junto a su esposa y su pequeña hija. Ese día entonó el himno de Estados Unidos con enfervorizado patriotismo. En el epígrafe de la foto se lee: “Canto cómo lo siento. Puse mi corazón en este momento, especialmente cuando tenemos tantos veteranos aquí”. Ocurrió en la universidad pública Charter Oak State de Connecticut en 2015.
  La única diferencia con su aspecto actual es que hacía tres años lucía más delgado y no entrado en kilos como se lo vio el 25 de mayo último en la sede del Consejo de las Américas. Había sido convocado a un panel para exponer sobre las últimas elecciones presidenciales en Venezuela. Como era de esperar, se analizaron las eventuales respuestas de EE.UU en la región, el papel del grupo de Lima y el G7, pero sobre todo la manera de seguir aislando al gobierno de Maduro.
  El 30 de abril pasado, Cruz ya había empezado sus ataques en público contra el presidente venezolano como funcionario del Consejo de Seguridad Nacional. Eligió un lugar muy receptivo a ese tipo de opiniones para hacerlo: la Universidad Internacional de la Florida (FIU). Dijo que “el régimen de Madman Maduro transformó una floreciente democracia en una dictadura opresiva”. Pero el comentario pasaría por moderado si no se considerara lo que declaró después: alentó una intervención militar de las fuerzas armadas venezolanas contra el gobierno. “Llamamos a todos los ciudadanos a cumplir con sus deberes descritos en esta constitución e instamos a los militares a respetar el juramento que tomaron para llevar a cabo sus funciones. Hagan honor a su juramento”, pidió, haciendo uso a su gusto de la Constitución bolivariana aprobada en diciembre de 1999 durante el primer mandato de Hugo Chávez.
  “Tengo que suponer que estaba ofreciendo al menos un apoyo velado de la administración para la desobediencia civil”, dijo –citado por Univisión– el ex embajador de Estados Unidos en Panamá, John Feeley, presente en la universidad cuando Cruz pidió que se derrocara a Maduro.
  Un mes más tarde volvió a la carga en el Consejo de las Américas. Fue cuando asoció a Maduro con el jefe del Khmer Rojo: “Estoy tentado a compararlos con el régimen de Pol Pot, y no en el aspecto del genocidio, evitemos la hipérbole, hablemos de su manera de matar de hambre a su propia gente y cómo usan los alimentos para la manipulación política. ¡Es repugnante!”. Cruz también señaló el 25 de mayo que EE.UU. “tiene opciones ilimitadas” para intervenir en Venezuela.
  Unos días antes, Roger Noriega, el ex subsecretario de Estado de George W. Bush respaldó sus declaraciones sobre Venezuela desde una columna en el New York Times. “Más que temer un golpe de Estado, la comunidad internacional debería animar a los venezolanos –incluidos los miembros de las fuerzas armadas– a restaurar la democracia” escribió. Como Cruz, alentó la solución militar. Aunque se diferencia del actual asesor en que tomó distancia de Trump desde la campaña presidencial. Tildó de “fascista” al presidente y renunció a su afiliación republicana. Un indicio de que aun entre los sectores más derechistas del partido de gobierno, el magnate divide las aguas. Pero sí están unidos sobre su visión de Venezuela y otros países que no se alinean con Estados Unidos.
  El papel de Cruz más recordado dentro de la CIA lo ubica en Colombia. Óscar Adolfo Naranjo, el vicepresidente de ese país y general retirado de la Policía Nacional, además de negociador plenipotenciario del gobierno con las Farc, lo recuerda muy bien porque trabajaron juntos. “Su estadía coincidió con los años de mayor éxito contra los carteles de la droga y los golpes contra la guerrilla, fue un gran aliado de Colombia”, declaró en una entrevista que le hizo la cadena de habla hispana Univisión.
  Sus días en ese país también concordaron con el gobierno de Álvaro Uribe (2002-2010). El funcionario puertorriqueño llegó a ser el director de la CIA durante el mandato del ex presidente. Elogiado por su labor en Colombia al frente de la Agencia, ahora habría resultado clave para convencer a Trump de que debe incrementar las sanciones a Venezuela. Es lo que sostiene la agencia internacional Reuters.
  Secretista como todo espía, Cruz perdió su casi anonimato cuando el presidente de EE.UU lo designó en el Consejo de Seguridad Nacional. Ahí está junto al ultraconservador John Bolton, la última y más importante designación de Trump en el organismo que depende directamente de la Casa Blanca. Un cavernícola que conduce el Instituto Gatestone, un think tank que publica artículos como “Migración masiva: El disolvente fatal de la UE” o “La implacable radicalización de Suecia”. La institución suele calificar a inmigrantes y refugiados musulmanes en Europa y Estados Unidos como potenciales terroristas.    
  El mes pasado varios medios internacionales reprodujeron una pregunta que el presidente de EE.UU les formuló en 2017 a sus asesores en seguridad hemisférica. El dato lo filtró un funcionario que guardó anonimato. “¿Por qué Estados Unidos no puede invadir el país sudamericano?”, los interrogó Trump sobre Venezuela. Cruz proclamó la salida de un golpe de Estado un año después. No cuesta mucho imaginar cuáles serían las acciones ilimitadas a las que aludió en el Consejo de las Américas.