miércoles, 30 de agosto de 2017

"El Brasil de Temer: ajuste, flexibilización y represión". Por Leandro Morgenfeld






El Brasil de Temer: ajuste, flexibilización y represión

Por Leandro Morgenfeld[1]

Revista Insumisa

Año 1, Número 1, agosto 2017, pp. 2-5

Avanza en Brasil la deriva antidemocrática del ilegítimo gobierno de Michel Temer. La corporación política lo protege –el 2 de agosto, los mismos diputados que votaron el juicio político contra Dilma, salvaron al actual presidente, a pesar de las contundentes pruebas sobre sobornos, relevadas recientemente por la grabación del titular del frigorífico JBS-, mientras que la judicial intenta evitar que Lula pueda participar en las elecciones presidenciales de 2018, siendo el precandidato que encabeza todas las encuestas. El impopular gobierno de Temer intenta imponer un ajuste que sea irreversible: congelamiento del gasto social, flexibilización laboral y reforma del régimen de pensiones, los tres pilares de una regresión en términos de derechos sociales. Los posibles escenarios futuros en Brasil, su impacto regional y la relación con el Estados Unidos de Trump.



El 19 de mayo se desató un nuevo escándalo en Brasil, cuando se supo que Michel Temer había sido grabado aprobando una coima para garantizar el silencio de Eduardo Cunha. Un episodio más, en la extensa crisis económica, social y política en la que se sumergió Brasil desde el golpe parlamentario contra Dilma Rousseff, concretado el año pasado[2]. Al derrumbe económico –el PBI se desplomó en los últimos dos años un 7%- se le suma una crisis social aguda -13% de desocupación-. El ilegítimo presidente de Brasil es rechazado por casi toda la población. Una encuesta, publicada por IBOPE el 27 de julio confirma esta apreciación: sólo el 5% aprueba su gestión, mientras que el 87% le tiene desconfianza y 7 de cada 10 brasileros consideran que su gobierno es “pésimo”. ¿Cómo se explica, con esta valoración social, que Temer aún pueda sostenerse en el poder y que haya sido salvado por la Cámara de Diputados el 2 de agosto?
Los factores de poder –corporaciones económicas, políticas, judiciales y mediáticas- lo están sosteniendo hasta que se aplique a fondo el plan neoliberal del ministro de economía Henrique Meirelles: recortes en salud, educación y planes sociales –mediante una enmienda constitucional que congela el gasto público en términos reales (sólo se podrá ajustar por inflación), para bloquear la  inversión social por los próximos 20 años-, ley de flexibilización laboral y extensión de la edad jubilatoria. Si América Latina sigue siendo la región más desigual del mundo, Brasil encabeza ese oprobioso ranking. La profunda degradación de las condiciones de vida de las mayorías, la (re)emergencia de las guerras entre bandas narcos (PCC, Comando Vermelho), que en enero se cobraron la vida de decenas y decenas de presos, y la creciente ola de criminalidad en ciudades como Rio de Janeiro –la última semana de julio se anunció el envío de 10000 policías y militares para combatir el delito en esa ciudad- desvanecen la ilusión, agitada con fuerza hace 4 o 5 años, de que Brasil podía despegarse de sus vecinos y sumarse al primer mundo, jugando en las grandes ligas (logrando, por ejemplo, un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU).
El 11 de julio, a pesar de las huelgas generales del 28 y 30 de abril y de las marchas de protesta, se aprobó la reforma de la ley de trabajo, una herramienta para concretar la ofensiva anti-popular que pretende emular el gobierno de Mauricio Macri en la Argentina después de las elecciones[3]. La reforma de leyes laborales tiende a precarizar aún más el trabajo: extiende la jornada laboral, elimina horas extras, permite parcelar las vacaciones, disminuye los tiempos de descanso, flexibiliza las normas de contratación y de rescisión de contratos, deja afuera de las negociaciones temas vinculados al aguinaldo y salario mínimo y limita las fuentes de financiamiento de los sindicatos[4]. Como bien resume el sociólogo Agustín Santella en un reciente artículo: “Esto trae lecciones para la Argentina. Los procesos políticos son distintos, pero los objetivos de las fuerzas en pugna son similares. Podemos aprender, por ejemplo, de la máquina de propaganda que ha usado el empresariado brasileño para construir el consenso para su flexibilización laboral. Según ellos las leyes protectoras de los derechos de los trabajadores, atentan contra la ‘creación de empleos’. Así por ejemplo, el diario O Globo (“Tempo das reformas”, 12/07/17), muestra algunos números para sostener que la anterior Ley del trabajo “excluía a los más pobres”. La conclusión es que la Ley anterior protegía a los empleados “más ricos”, a los que estaban en el sector formal, que son una minoría: ‘Entre ¿el? 20% más pobre del país, el 60% de ellos trabajan en la informalidad y el 24% están desempleados. Entonces el 84% de los pobres están fuera de la CLT. Entre el 20% más rico, sucede lo contrario. Solo el 3,1% está desempleado y el 16% está en la informalidad’. Los números reales pueden usarse con arbitrariedad en las conclusiones. Con los mismos datos podemos decir que la situación de la informalidad sigue siendo un hecho de gravedad que afecta a la clase trabajadora. Pero también indagar sobre las causas de la informalidad, y pensar que precisamente es una estrategia convenida por las patronales para erogar menores costos, impuestos y salarios. La nueva Ley precisamente busca generalizar lo que de hecho se encuentra en la informalidad. Contradictoriamente, la crítica neoliberal a la ley protectora de derechos laborales usa una retórica “populista”, en el sentido de la demagogia hacia los pobres, para favorecer otros intereses que no son los de estos. Apelan al sentimiento de injusticia, pero lo dirigen contra los mismos trabajadores. Bajando los costos del trabajo, sostienen, podremos lograr empleos para todos, y así terminar con la injusticia de una situación donde los trabajos son para pocos. Este discurso no conecta la distribución de los salarios ni con la desigualdad entre las clases”[5].
En Argentina, de a poco va apareciendo un discurso similar. Macri insiste en bajar los “costos laborales”. El 2 de agosto, el ministro de Trabajo Jorge Triaca criticó las supuestas ventajas diferenciales que tienen algunos convenios colectivos, que no llegan al “trabajador desocupado”, o la “gente que está informalizada”. O sea, al igual que en Brasil, la excusa para precarizar  a los trabajadores sindicalizados es que los derechos que obtienen en las negociaciones colectivas no llegan a los informales. O sea, igualar hacia abajo. ¿Podrá avanzar en la Argentina una reforma laboral como la que se impuso en Brasil? Es difícil. Hay una tradición sindical de más de cien años que hace pensar que no. Aunque dependerá de muchos factores, entre ellos el resultado de las elecciones. Las bases sindicales vienen hace meses presionando a la cúpula de la CGT para que tome medidas frente al ajuste en marcha.
El desenlace de la crisis en Brasil es todavía incierto.  La consigna “Fora Temer”, hace algunas semanas, permitió unificar a todas las fuerzas populares y democráticas –lulistas o no lulistas- en la lucha contra la restauración neoliberal, xenófoba, misógina, homofóbica y antipopular vislumbrada desde el instante en que el ilegítimo nombró a su gabinete. Esa consigna sigue vigente, junto a la exigencia de elecciones directas inmediatas, pero perdió fuerza en las últimas semanas, tras la condena contra Lula y el salvataje del Congreso a Temer el 2 de agosto.
La crisis en Brasil tiene también una dimensión regional ineludible. En primer lugar, muestra las dificultades que enfrenta la restauración conservadora y neoliberal. Ni Peña Nieto, ni Temer, ni Macri tienen demasiados logros económico-sociales para exhibir ni articulan un proyecto regional coherente. América Latina está sumida en una recesión de la que no logra salir, las instituciones de coordinación y cooperación regional, como la UNASUR y la CELAC, están virtualmente paralizadas, frente a la ofensiva de Estados Unidos y aliados para recomponer la legitimidad de la alicaída OEA. Crece la desigualdad, la pobreza, el narcotráfico y la violencia. Ni siquiera avanzan los tratados de libre comercio, presentados como panacea de la globalización neoliberal, pero impugnados en Estados Unidos y Europa. El desplome de Temer, la putrefacción del sistema político encabezado por el PRI y el PAN en México, y su incapacidad para hacer frente a los embates de Trump, y la imposibilidad de Macri de reactivar la economía argentina ponen en crisis el relato anti-populista. Los máximos representantes del neoliberalismo latinoamericano no entusiasman, no logran inversiones, ni bajar los déficits ni mejorar casi ningún indicador económico y social. Tampoco pueden seguir blandiendo la bandera del honestismo, menos aún después del papelón de Temer, de los coletazos regionales de los Panamá Papers o el escándalo Odebrecht.
Si Temer va a pasar a la historia como traidor y corrupto, Macri también tendrá que asumir la parte de responsabilidad que le compete. Tempranamente, cuando se inició el proceso del ilegítimo desplazamiento de Dilma, cuestionado por los gobiernos de otros países de la región, el líder del PRO le dio un crucial respaldo diplomático y político. Luego se fotografiaron sonriendo en muchas oportunidades, Macri fue recibido con honores en Brasilia e invitó a Temer a la Argentina. Imaginaron que así sepultarían cualquier atisbo de proyecto popular en la región, atacaron a Venezuela –suspendiéndola del Mercosur- y pergeñaron una estrategia conjunta que preveía una apertura comercial, firmar un acuerdo de libre comercio con la Unión Europea y remolcar al resto del continente hacia un nuevo ALCA. El desplome de Temer en la consideración de los brasileros –sólo 5% de la población lo apoya, según las últimas encuestas de julio- no hace más que corroborar lo mal que la cancillería argentina lee los últimos acontecimientos mundiales y lo errática que es la política exterior de Macri. Sin embargo, la salida hacia adelante que pergeñan tiene que ver con provocar un desplome del gobierno venezolano e implementar reformas económico-sociales estructurales, que pulvericen cualquier posibilidad de reversión de la actual ofensiva del capital sobre el trabajo. La adhesión a mega-acuerdos de libre comercio, o la asimilación acrítica de la agenda pro-corporaciones de la Organización Mundial del Comercio (OMC) sería la vía para consolidar esas reformas.
En Brasil se asiste a una descomposición del sistema político que implementó un brutal ajuste neoliberal. Ante esta grave situación, que sin dudas tendrá un impacto económico negativo en la región (mayor riesgo país, menos inversiones, más volatilidad e incertidumbre, presiones devaluatorias, caída del comercio), hay que evitar las salidas neofascistas o ultraconservadoras como las que vienen apareciendo en Europa o se expresaron en Estados Unidos con el triunfo de Trump –preocupa el buen posicionamiento en las encuestas del diputado ultraderechista Jair Bolsonaro-. Frente a la incertidumbre global, Nuestra América requiere, una vez más, construir una alternativa original al neoliberalismo en crisis, que se asiente en las mejores tradiciones populares, latinoamericanistas y antiimperialistas. Las clases populares argentinas deben analizar con detenimiento las regresivas reformas fiscales, laborales y previsionales implementadas en Brasil para advertir cuál es el ajuste que intentará imponer el gobierno argentino si recibe suficiente respaldo electoral en octubre. 



[1] Profesor UBA. Investigador Adjunto del CONICET. Co-Coordinador del Grupo CLACSO “Estudios sobre EEUU”. Autor de Vecinos en conflicto. Argentina y Estados Unidos en las conferencias panamericanas; de Relaciones peligrosas. Argentina y Estados Unidos y del blog www.vecinosenconflicto.blogspot.com
[2] La revelación de las grabaciones de mayo sólo confirman que el tridente golpista –Temer, Neves y Cunha- se valieron de la corrupción como excusa para voltear a un gobierno electo democráticamente e imponer un plan de ajuste neoliberal, en el plano interno, y una política exterior subordinada a Estados Unidos.
[3] Falak, Marcelo, “La reforma laboral de Brasil acelera el cambio de rumbo en la Argentina”, Ámbito Financiero, 14 de julio de 2017
[4] Schuster, Mariano, “Michel Temer: el flexibilizador laboral. Entrevista con Joao Peres”, Revista Nueva Sociedad, julio 2017.
[5] Santella, Agustín, “Pepsico y la coyuntura latinoamericana”, Revista Bordes, 27 de julio de 2017.

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