lunes, 28 de agosto de 2017

De rodillas. La relación comercial Argentina-EEUU. Limones, cerdos y biodiésel

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De rodillas. La relación comercial Argentina-EEUU

El caso del biodiésel, una muestra más del proteccionismo estadounidense.
Desde la creación de la Organización Mundial de Comercio, en 1995, Estados Unidos lidera el ranking de protestas de otros países en esa institución multilateral por la aplicación de medidas proteccionistas. Pero también es el principal demandante a países por instrumentar iniciativas que restringen el ingreso de sus productos. La potencia económica mundial cuida la producción local que puede ser afectada por la competencia importada, al mismo tiempo que presiona para abrir mercados para sus bienes y servicios. La política de comercio exterior de Estados Unidos es proteccionista de su mercado interno y paladín del libre comercio para el resto de los países. No es un comportamiento desconocido en el comercio internacional y pese a ello el gobierno de Macri lo ha ignorado con el previsible resultado negativo: Estados Unidos frenó el ingreso de biodiesel argentino, que el año pasado significaron exportaciones por 1138 millones de dólares, y consiguió la apertura del mercado argentino de carne porcina después de 25 años, con riesgo sanitario para la producción local y con la posibilidad de capturar una cuota mínima de importación de 10 millones de dólares, mientras que autorizó, aunque la medida todavía no fue efectivizada, el ingreso de limones argentinos a su mercado por un monto de 25 a 50 millones de dólares anuales. La suma y resta de esos números deja al desnudo de qué se trata el “regreso” al mundo postulado por la alianza macrismo-radicalismo.
La protesta argentina al gobierno de Estados Unidos, la convocatoria al encargado de Negocios de la Embajada de Estados Unidos y la carta del presidente Macri al vicepresidente Mike Pence son sólo exhibición de debilidad. Es el lamento de un miembro de la pareja desilusionado que no puede alegar desconocimiento del trato que iba a recibir y, si se muestra sorprendido, es su responsabilidad porque nunca le prometieron otra cosa.
El mayor déficit comercial generado por esa relación desigual deberá ser cubierto con más endeudamiento, fondos que serán aportados por la banca internacional, negocio donde predominan las entidades estadounidenses. Así se cierra el combo de subordinación: déficit + deuda.

Abrazos

Las fuerzas conservadoras han repetido hasta el cansancio que Argentina estaba fuera del mundo durante los años del kirchnerismo, y que con el cambio de signo político han emprendido la tarea de hacerla parte. Ese supuesto aislamiento fue una de las tantas confusiones deliberadas que ha moldeado el sentido común en los últimos años. Un mínimo de honestidad intelectual obligaría a analistas e investigadores a descartar esa sentencia tan repetida. No es lo que sucede.
El aspecto interesante entonces es evaluar a qué mundo el macrismo ha decidido incorporar a la economía argentina y fundamentalmente de qué modo. Como si las elites, hoy detentando el poder político, nada hubieran aprendido de la historia, se abrazaron a Estados Unidos. Opción geopolítica y económica que desconoce que, en la actual etapa del capitalismo global, la potencia dominante durante décadas ya no está sola en la cúspide del poder económico mundial. Además de compartir ese espacio de privilegio con China en términos de PIB y de comercio internacional, las regiones de Asia y Medio Oriente se están convirtiendo en el epicentro de la economía global.
La decisión geopolítica y económica de anudar una alianza estratégica con Estados Unidos o de avanzar en un desventajoso acuerdo de libre comercio Mercosur-Unión Europea se parece bastante a la decisión de las elites de la década del ‘30 del siglo pasado cuando firmaron el pacto Roca–Runciman, acuerdo de subordinación económica a la potencia declinante (Gran Bretaña) en desmedro de la emergente (Estados Unidos). Hoy se reitera esa defectuosa perspectiva histórica de las elites argentinas.
El micromundo del poder económico tuvo su jornada de esplendor el jueves pasado en la convocatoria del Council of America, con empresarios, funcionarios y la red de medios oficialistas festejando que “el mundo” hoy confía en Argentina. ¿Lo creen de verdad o es una impostura para hacer negocios y fortalecer su conducta rentista?

Diferencias

Patricio Giusto, magister en Políticas Públicas de Flacso, explica que en 2016 cuatro de los diez principales destinos de las exportaciones argentinas fueron países asiáticos. China ocupó el segundo lugar, Vietnam el cuarto, India el sexto e Indonesia el décimo. En un artículo publicado en La Nación, el miércoles pasado, Giusto destaca que el 26 por ciento de las ventas al exterior tuvieron como destino Asia, casi el doble que en 2006, y si se suman países de Medio Oriente, se eleva al 30 por ciento, cifra bastante más abultada que el comercio con Europa (17 por ciento) y Norteamérica (10 por ciento). Diversificación de la canasta exportadora en diez años que desmiente la rústica sentencia acerca de que Argentina estaba fuera del mundo.
En la historia de la OMC se han planteado unas 520 diferencias comerciales, y dos terceras partes de los miembros han participado de una u otra forma en el sistema, según el reporte anual 2017 de esa institución multilateral, publicado hace pocas semanas. Como se mencionó al comienzo, Estados Unidos ha planteado el mayor números de reclamos (112), seguido de la Unión Europea (97), Canadá (35) y Brasil (30), y a la vez Estados Unidos fue el principal demandado ante la OMC (129), seguido por la Unión Europea (83), China (38) y la India (24).
Esta enumeración demuestra que las potencias del siglo pasado consolidaron su desarrollo con medidas proteccionistas y presionando por el libre comercio para el resto. El gobierno de Macri incorpora a la economía argentina a ese mundo, en otra vuelta de integración pasiva en la división internacional del trabajo, como proveedora de materias primas. Elección que se toma en un escenario del comercio internacional donde aumentan las políticas proteccionistas.
Esto lo refleja hasta la propia OMC en ese último informe anual, al detallar que el año pasado fue el de mayor actividad del sistema de solución de diferencias en la historia de la institución, con 22 procedimientos de Grupos Especiales, de Arbitraje o del Órgano de Apelaciones, todas instancias de controversias por medidas proteccionistas.

Barreras

Las principales economías son cada vez más proteccionistas. Estados Unidos ha promovido históricamente el libre comercio mientras cuida su mercado interno. Siempre ha sido así. Sin extenderse en ese largo recorrido, antes con Obama era “Buy American”; hoy con Trump es “American First”. El proteccionismo no es nuevo en los países centrales pero desde la crisis de 2008 empezaron a aumentar las barreras comerciales para defender la producción local. La recesión generó producción excedente por la reducción de la demanda interna y salieron a capturar mercados externos para colocarla. En los Estados Unidos, Japón y en varios países de la Unión Europea, los procesos de libre comercio internacional fueron entonces observados como elementos negativos para garantizar los niveles de ocupación nacionales. Por eso están crujiendo conocidos acuerdos internacionales, como el tratado de libre comercio de América del Norte, ante la dificultad de armonizarlos con los intereses nacionales.
Para enfrentar la crisis internacional los países centrales reaccionaron primero con planes de estímulo financiero y luego se lanzaron a colocar sus excedentes de producción en mercados externos, con una avalancha de bienes sobre economías emergentes. Existe también un aumento generalizado de las barreras proteccionistas a través de mecanismos sutiles para no abrir la puerta a una guerra comercial generalizada. Pero si todos aplican en forma solapada instrumentos de freno a las importaciones, esa batalla no estará declarada pero se está desarrollando. En esta instancia resulta necesario eludir las trampas del doble estándar del discurso de liberalismo comercial de las potencias económicas.
No hace falta conocer mucho de historia ni de coyuntura mundial para saber cuáles serán los costos del “regreso” pasivo a ese mundo. Este escenario del comercio internacional no puede ofrecer resultados favorables a economía periféricas como la argentina. No sirve el fundamentalismo neoliberal aperturista ni la picardía criolla de pensar que haciéndose amigo del dueño de la pelota se podrá jugar el partido en iguales condiciones. Es una estrategia que puede derivar en una lesión de rodillas que obligue a una intervención quirúrgica como la que tuvo que realizarse el presidente Macri al día siguiente de la visita al país del vicepresidente de Estados Unidos.

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Limones, cerdos y biodiésel
“No ir al Mundial”
El ascenso de Donald Trump al poder modificó la política comercial de la potencia. El multilateralismo propio de los tiempos en que la competitividad estadounidense no tenía rival y su expansión comercial crecía de la mano del liberalismo comercial, dio paso al bilateralismo. Es decir, acuerdos con países específicos donde los Estados Unidos siente que puede obtener beneficios para sus productores sin que ello implique abrir sus mercados a terceros (especialmente China).
Un ejemplo de negociación bilateral es la que viene llevando con Argentina. Nuestro país intenta colocar limones en Estados Unidos desde hace años. Las presentaciones argentinas en la OMC y en los departamentos de Comercio y Agricultura de Estado Unidos fueron desarticulando las trabas fitosanitarias que, por el lobby de los productores de California, frenaban el ingreso de limones. Más allá de las declaraciones, el mercado todavía no se abrió.
Con la promesa de comprar limones, el vicepresidente de Estados Unidos, Mike Pence, se llevó la apertura del mercado local para la carne de cerdo en su reciente visita. No tardaron en llegar las quejas de productores, en crisis desde que subieron los precios del maíz y del gasoil por la quita de retenciones y el tarifazo. Lejos del reclamo de los productores se plantó el titular de la Sociedad Rural, Luis Miguel Etchevehere, quien apoyo el acuerdo con una metáfora futbolera: “Argentina es de los más eficientes en producción de porcinos. Es como si tuviésemos la selección argentina de fútbol y nos negáramos a ir al mundial”.
La apertura del mercado argentino de carne de cerdo donde la producción local tiene un valor de 550 millones de dólares por año no pareció bastar. A los pocos días, el Departamento de Comercio anunció la imposición de aranceles de entre 50,29 y 64,17 por ciento al biodiésel argentino con el argumento de que las retenciones a la exportación de soja eran un subsidio implícito a su producción. En 2016, las exportaciones de limones de argentina alcanzaron los 290 millones de dólares y la apertura del mercado norteamericano podría ampliarlas como mucho en 10 por ciento. En cambio, en 2016 las exportaciones de biodiésel fueron de 1240 millones de dólares y el 92 por ciento fue exportado a Estados Unidos. Es decir, el gobierno de Macri abre el mercado de carne de cerdo para vender como mucho 29 millones de dólares más en limones y a cambio, cierran exportaciones de biodiésel por 1138 millones de dólares.
El argumento del subsidio implícito al biodiésel lo realiza un país que tiene el sistema más grande del mundo de subsidios a su producción agrícola (25.000 millones de millones de dólares al año), concentrado en los productores de maíz y soja, que subsidia indirectamente su producción de carne de cerdo y de biodiesel.

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