martes, 7 de febrero de 2017

"Latinos en Estados Unidos" - Por Frédérick Douzet

Le Monde Diplomatique - Edición Nro 211 - Enero de 2017


Los hispanos a la conquista del noreste. Fuente: Pew Hispanic Center Analysis, 2009.

Inmigración

Por Frédérick Douzet

as minorías están en el corazón del crecimiento de la población de Estados Unidos, una nación cada vez más diversa, en constante recomposición demográfica y territorial, y cuya identidad no es estática sino que, por el contrario, está en continua evolución, basada en una fuerte adhesión al proyecto de nación y al sueño americano. Más allá de su potente aumento numérico, las minorías, en particular los hispanos, se convierten en una verdadera fuerza política en Estados Unidos, que fue importante en las elecciones de 2012.
A lo largo de la última década, las minorías han representado el 91,7% del crecimiento de la población de Estados Unidos, de ellos un 56% los hispanos, frente a únicamente el 8,3% de los blancos de origen no hispano, una población en envejecimiento que crece débilmente. La proporción de blancos en la población no deja de caer (64% en 2010 frente al 80% en 1980) y cada vez más estadounidenses, particularmente los jóvenes, se declaran de raza mixta (3%), superando así todas las previsiones del censo. Los hispanos ya son más de 50 millones, es decir, el 16% de la población, por delante de los afroamericanos (12%) y de los asiáticos (5%).
Estos avances son especialmente sorprendentes en las grandes ciudades, donde los hispanos se han convertido en la primera minoría por delante de los negros, mientras que los blancos ya sólo son una minoría en más de la mitad de las ciudades estadounidenses (frente al 43% en 2000). La significativa migración de los afroamericanos hacia los suburbios, combinada con la dispersión geográfica de los inmigrantes, transforma las representaciones tradicionales de las “ciudades de chocolate” y de los “suburbios de vainilla”. Se confirma la tendencia a la no segregación, aunque con matices.
Este dinamismo demográfico no afecta de la misma manera a todas la regiones: algunas viejas ciudades industriales del noreste, como Baltimore o Cleveland, tienen dificultades para atraer a la inmigración y los afroamericanos de allí todavía se encuentran en situación de hipersegregación. La ciudad de Detroit, con 83% de negros, continúa perdiendo habitantes de forma masiva: 713 000 en 2011 frente a 951 000 en el año 2000 y 1 850 000 en 1950. Otras ciudades como Chicago, Nueva York o Washington se han salvado gracias a la inmigración, mientras que poco a poco comienza el regreso de los blancos a los centros de las ciudades. El débil dinamismo económico y demográfico de los Estados sureños del interior, el Bible Belt, fomenta las rencillas con respecto a la transformación del país, tal y como demuestra la emergencia del Tea Party Movement, que preconiza una vuelta a los “Estados Unidos de antaño”.
Las transformaciones más rápidas y espectaculares se concentran en los Estados del sudoeste. California dejó de tener una mayoría racial en el año 2000 y cerca de la mitad de los habitantes de Los Ángeles son latinos. Ante la creciente diversidad de la población se obtiene como respuesta una “autosegregación” de los blancos y de las poblaciones acomodadas.
El crecimiento demográfico y la concentración regional de los hispanos significan su poderoso aumento entre el electorado. En las ciudades y en los Estados, el voto por circunscripción ha favorecido la multiplicación de los elegidos por las minorías. En 2008, una movilización masiva de latinos salvó los escaños de los senadores Barbara Boxer en California o Harry Reid en Nevada. Ese mismo año, los latinos marcaron la diferencia en tres Estados clave (Nevada, Nuevo México y Colorado), que bastaron, junto con los Estados tradicionalmente demócratas, para asegurar la victoria de Barack Obama. En la actualidad, la parte de los latinos en el electorado del sudoeste no deja de crecer, a pesar de que hay serios inconvenientes (fuerte proporción de menores de 18 años, de no ciudadanos, baja participación electoral).
En 2008, la radicalización de los debates sobre la inmigración movilizó a los latinos a favor del campo demócrata. “Hoy nos manifestamos, mañana votamos”, coreaban los manifestantes latinos en 2006, en oposición al proyecto de ley de los republicanos. En 2012, su participación electoral fue crucial para Obama, mientras que la recesión económica les golpea de frente y las relaciones de fuerza en el Congreso impiden cualquier perspectiva de reforma de la inmigración, tal y como pretende el presidente demócrata.
El desajuste entre la diversidad creciente de la población y la virulencia de los debates sobre la inmigración ilustra claramente la larga historia de un país que se construyó mediante olas sucesivas de inmigración y que, a pesar de las rivalidades de poder, las resistencias xenófobas y los conflictos, las ha ido integrando progresivamente. Y, sin embargo, la cuestión racial conserva toda su pertinencia para comprender una sociedad que, a la vez que toma en consideración los desafíos de la diversidad, está todavía lejos de haberlos superado.

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