domingo, 14 de enero de 2018

"La trampa de la OCDE". Por Leandro Morgenfeld (BAE)

La trampa de la OCDE

Por Leandro Morgenfeld (BAE)

Después del fracaso de la Ministerial de la OMC, la nueva gran apuesta de Macri es el ingreso de Argentina en la Organización para la Cooperación y del Desarrollo Económico (OCDE). Esa intención responde a necesidades políticas y económicas de corto y largo plazo. Y es un equívoco y otra trampa de su política exterior. ¿Qué es la OCDE y cuáles son las condiciones y las consecuencias del ingreso en ese selecto club?

Desde que asumió, Macri insiste con la “vuelta al mundo”, que en sus términos es plegarse a las políticas que impulsan Estados Unidos y las potencias europeas, firmar megaacuerdos de libre comercio, subordinar la política económica a los dictados del FMI y aceptar las reglas que las corporaciones trasnacionales pretenden imponer en la OMC. Los objetivos explícitos de esta orientación son la atracción de inversiones, favorecer las exportaciones y el acceso al crédito externo. La tan mentada lluvia de inversiones no llega, el 2017 cerró con un déficit comercial récord (la apertura indiscriminada de la economía y el retraso cambiario provocaron una avalancha de importaciones). Hubo un espiral de endeudamiento externo, que financió más bien la fuga de capitales. La apuesta de Macri, luego de la falta de resultados de la Ministerial de la OMC realizada del 10 al 13 de diciembre y de la imposibilidad de anunciar allí el siempre postergado acuerdo económico entre el Mercosur y la Unión Europea, es apurar el ingreso de Argentina en la OCDE.

La OCDE

Organismo multilateral fundado en 1960, hoy está integrado por 35 países. Defiende políticas económicas ortodoxas. La intención de Macri de impulsar la membresía de Argentina tiene un cuádruple objetivo. Uno, sumar un galardón más -el ingreso en el club de los países ricos- que refuerce la idea de que ahora sí somos un “país normal”. “Reingresamos al mundo” titularán, si esto se concreta. Supuestamente así aumentará la confianza en el país y vendrían más inversiones. Dos, se intentará usufructuar esa noticia para su acumulación política interna (“otro éxito de la política exterior de Macri”). Tres, se utilizará para avanzar con reformas regresivas: achicamiento, ajuste y desregulación, no porque el Gobierno sea neoliberal, sino porque lo demanda la normativa de la OCDE (algo de esto ya ocurrió, cuando se quiso justificar la reforma previsional, amparándose en las críticas que realizó esta institución al actual sistema jubilatorio). Cuarto, y más importante, porque las reformas que consiga el Gobierno, si doblega la resistencia popular, serán más difíciles de revertir. Claro que, más allá de las intenciones de Macri, el proceso de ingreso en la OCDE será largo y lleno de obstáculos.

El fracaso de la política exterior: de la OMC al G20 

Hasta ahora, Macri puede mostrar pocos éxitos en cuanto a su política exterior, más allá del discurso autocelebratorio, acompañado por los principales medios de comunicación. Asume acríticamente la agenda que las corporaciones impulsan en ámbitos como la OMC, evita articular una política común con los demás países latinoamericanos -incluso en diciembre filtró a la prensa la voluntad de abandonar la Unasur-, promueve una apertura comercial que estimula la desindustrialización local, y alienta acuerdos de libre comercio, como el que están negociando la Unión Europea y el Mercosur, que profundizarían los desequilibrios. En enero viaja una vez más al Foro Económico de Davos y faltará nuevamente a la Cumbre presidencial de la CELAC.
Tras la XI conferencia ministerial de la OMC, la mirada del mundo volverá hacia Buenos Aires a fines de año, cuando se realice la cumbre presidencial del G20. Enfrentamos grandes desafíos. Tanto los promotores de la globalización neoliberal como los nuevos líderes xenófobos de las potencias centrales, defienden los intereses de las grandes corporaciones. Más “libre comercio” no equivale a más desarrollo, ni a menos pobreza ni a menor desigualdad. Las opciones que nos ofrecen los defensores de la OMC y los críticos como Trump son en realidad funcionales a distintas fracciones de las clases dominantes de los países centrales. Frente a ese escenario, la salida no es optar por esa falsa disyuntiva, ni limitarse a aceptar meras reformas cosméticas de la OMC, sino avanzar en la construcción de un orden social menos desigual y depredador.
Posiciones como las de Macri son un peligro para desarrollar una perspectiva de integración regional más autónoma. Parecen haberse consolidado en los últimos meses, pero enfrentan serios desafíos internos y también externos. Alinearse con alguien como Trump tiene un enorme costo para las derechas latinoamericanas. Trump es un líder neofascista que está siendo enfrentado por mujeres, inmigrantes, afroamericanos, latinos, musulmanes, estudiantes, ecologistas, sindicatos, organismos de derechos humanos y la izquierda en Estados Unidos. Propone más poder y presupuesto para las fuerzas armadas, rebaja de impuestos a los más ricos, ataca a los sindicatos y pretende horadar los derechos laborales y cualquier regulación medioambiental (el anuncio de su salida del Acuerdo de París, por ejemplo, le granjeó duras críticas dentro y fuera de Estados Unidos). Tiene una pésima imagen en el exterior. En estos primeros días del año tuvo que suspender la proyectada visita a Londres, ante la alternativa de tener que enfrentar masivas movilizaciones de repudio a su presencial, y se vio envuelto en un escándalo diplomático internacional al haber calificado a Haití, El Salvador y países africanos como “países de mierda”.
En marzo de 2016, en Argentina, se repudió la visita de Obama, que coincidió con el 40° aniversario del golpe de Estado del 24 de marzo. Hubo que soportar el enorme embelesamiento de la prensa hegemónica local para con la familia Obama: cubrieron sus actividades como si se tratara de una estrella internacional de rock. Con Trump, si viene a Buenos Aires el 30 de noviembre a la cumbre del G20, Macri la va a tener más complicada ya que la situación será distinta. Probablemente Trump deba enfrentar masivas movilizaciones de rechazo, como sufrió Bush Jr. en Mar del Plata en el 2005. Será, entonces, una prueba de fuego para la política exterior del gobierno de Cambiemos.

1 comentario:

  1. A partir de su análisis de los desaciertos de la política exterior argentina, ¿cuáles deben ser los pasos a seguir por parte del gobierno actual en búsqueda de aliados internacionales?

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