jueves, 4 de julio de 2013

"Brasil se despertó", en Dossier Brasil en rebelión



Brasil se despertó

Por Leandro Morgenfeld
 
Cientos de miles de jóvenes coparon las calles de casi todas las ciudades brasileras en las últimas dos semanas. Una movilización de esta magnitud no se registraba desde 1984, al final de la última dictadura. Con amplias reivindicaciones, lograron reinstalar una agenda política progresiva. Los debates, las primeras conquistas y la perspectiva que se abre en toda América Latina. 
Junio fue un mes histórico en Brasil. Mientras se palpitaba la Copa de las Confederaciones, esa suerte de pre-mundial que pretendía imponer a Rio de Janeiro como la vidriera de la potencia emergente, el estallido social y político obligó al mundo a posar los ojos en el "otro Brasil". Desde el 13 de junio, cuando la policía reprimió violentamente una manifestación en San Pablo que reclamaba contra los aumentos en el transporte, se multiplicaron las movilizaciones en todo el país. Con una masividad que no se registraba desde las luchas contra la dictadura militar, el levantamiento popular hizo recordar los levantamientos que sacudieron América Latina en los últimos 20 años, contra el neoliberalismo: el Caracazo, las puebladas que voltearon varios presidentes en Ecuador, la guerra del agua en Bolivia y el Argentinazo de 2001. En Brasil, en cambio, el PT (y sus aliados de centro-derecha) se impusieron en el 2002 en un momento de reflujo de las luchas. Si bien hubo una serie de transformaciones sociales importantes, que sacaron a millones de la miseria y la pobreza, Brasil sigue siendo uno de los países con peor distribución del ingreso. 
Las primeras movilizaciones, con epicentro en San Pablo, las promovió el Movimento Passe Livre (MPL), que lucha por la mejora de la red pública de transportes. Luego las marchas tuvieron otro tenor y otro impacto, multiplicándose las demandas de ese otro país que no parece adscribir a la narrativa del "milagro brasilero" que se impuso en los últimos años. Se movilizaron millones en las últimas dos semanas, en forma paralela a la Copa de las Confederaciones, reclamando cuestiones tan diversas como una reforma política, mejoras en los sistemas de salud, educación y transporte públicos, fin de la represión (todavía está pendiente el pedido de la ONU para eliminar la siempre abusiva Policía Militar), lucha contra la corrupción, democratización de la política, y muchas otras demandas. El blanco fue la FIFA y los múltiples negociados para construir los estadios mundialistas, que costaron cientos y cientos de millones de dólares. Así, se produjo la paradoja de que el paraíso del fútbol se "contaminara" con la lucha política. Cada partido fue una batalla, dentro y fuera de las canchas, donde de manifestaron miles y miles, a pesar de las prohibiciones de Blatter y sus socios.
La clase política tradicional tardó en reaccionar. Del ninguneo y la condena de las movilizaciones (alcaldes y gobernadores de todos los colores políticos sostuvieron durante días que era imposible, desde el punto de vista presupuestario, eliminar los aumentos de las tarifas de los transportes), pasaron a intentar direccionar las movilizaciones. La derecha y las grandes periodísticas alentaron un discurso anti-político, que se inscribía en el rechazo de muchos jóvenes a un sistema en el que la borocotización es moneda corriente, y los negociados y compra de votos en el parlamento una práctica habitual. Sin embargo, los movimientos sociales reaccionaron a tiempo, y la izquierda, incluso la que sigue apoyando al PT, entendió que había que salir a la calle a dar pelea.
Desde la histórica movilización del 20 de junio (más de un millón de personas llenaron avenidas y plazas en 80 ciudades), se sucedieron una serie de triunfos del movimiento. Primero se anularon los aumentos. Una semana después, el Senado aprobó un proyecto para establecer el boleto estudiantil gratuito, una aspiración muy importante para los jóvenes, que ahora luchan contra el lucro de los grandes oligopolios que controlan subtes y colectivos y por la "tarifa cero", es decir un sistema estatal de transporte público gratuito, que transforme de raíz la lógica del transporte urbano.
Los movimientos sociales presionaron al PT y Dilma Rousseff declaró en cadena nacional que escucharía al pueblo. El lunes 24 anunció inversiones por 25.000 millones de dólares en el sistema de transporte público; la contratación de 35.000 médicos y el uso de los royalties del petróleo para financiar la educación. Propuso, además, una asamblea constituyente y luego, tras las críticas, un plebiscito para establecer una reforma política, postergada hace años. La oposición, en cambio, prefiere un referéndum, que en los hechos limita la participación popular. La Central Única de Trabajadores (CUT), el Movimiento de los Sin Tierra (MST) y otros movimientos sociales plantearon una jornada nacional de paralización y protesta para el 11 de julio. El Congreso, temeroso del latente "Que se vayan todos", rechazó la PEC-37 (propuesta de enmienda constitucional que limitaba el poder de investigación del Ministerio Público), estableció la corrupción como crimen hediendo y se apresta en la primera semana de julio a rechazar el proyecto de "cura gay", aprobado en la Comisión de Derechos Humanos que lidera el evangelista homofóbico Feliciano y rechazado masivamente en todas las movilizaciones.
Los jóvenes, en las calles, están aprendiendo día a día nuevas formas de organización y movilización. Hay asambleas populares, habitantes de las favelas que se movilizan por sus reivindicaciones, asambleas multitudinarias en las universidades y una efervescencia social inédita. En América Latina, prima la sorpresa y la curiosidad. El gigante brasilero, contradicciones sociales mediante, ya no parece ser la tierra del "milagro". Los intelectuales y militantes populares y de izquierda de todo el continente debaten sobre Brasil. Tras las dudas por la posible manipulación de las movilizaciones por parte de la derecha (que lo intentó y lo va a seguir intentando), cada vez está más claro que esta primavera política brasilera está imponiendo un rumbo progresivo inesperado. E invita a América Latina a debatir más profundamente sobre las consecuencias sociales negativas de los modelos neodesarrollistas basados en la especialización en commodities. El extractivismo, al fin y al cabo, no tiene sólo terribles consecuencias ambientales, sino también, y fundamentalmente, sociales. Los jóvenes brasileros están mostrando el camino para una salida por izquierda en América Latina. 
 
 
* Docente UBA e ISEN. Investigador del CONICET. Autor de Vecinos en conflicto. Argentina y Estados Unidos en las conferencias panamericanas (Ed. Continente, 2011), de Relaciones peligrosas. Argentina y Estados Unidos (Capital Intelectual, 2012) y del blog www.vecinosenconflicto.blogspot.com
 
 
Sumario
1. Presentación [por Lucas Benielli y Pablo Vommaro].
3. Brasil se despertó [por Leandro Morgenfeld]
5. Millones de voces, un solo grito de los que no duermen [por André Mascarenhas Pereira]
7. Reportaje a João Pedro Stedile [por Brasil de Fato]
8. Reportaje a Marisa Feffermann [por Pablo Vommaro]
 
 

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