sábado, 2 de marzo de 2013

«Estamos en un proceso de gradual reorientación de la política exterior»

JUAN GABRIEL TOKATLIAN
«Estamos en un proceso de gradual reorientación de la política exterior»
Por Cecilia Escudero (Debate). El experto analiza la inserción internacional del país, y asegura que su estrategia está basada en la singular lectura que Cristina hace sobre el mundo.





















Hincha de Boca declarado, Juan Gabriel Tokatlian ofrece a quien lo visita una silla en cuyo respaldo descansa una camiseta xeneize. Cuenta que es para marcar terreno entre sus colegas cercanos, simpatizantes de River. Allí ubicado, el visitante puede divisar algunos de los libros de la biblioteca, y la vista abierta que ofrece la Universidad Torcuato Di Tella, ubicada en el barrio de Núñez, y cuyo edificio, remodelado por Clorindo Testa, perteneció alguna vez a Obras Sanitarias. La entrevista transcurre en simultáneo al envío al Congreso del anteproyecto de ley sobre el memorándum de entendimiento acordado entre la Argentina e Irán para avanzar en el esclarecimiento del atentado a la AMIA. Con ese hecho como disparador, este sociólogo especialista en política internacional, y con prestigio en el mundo académico y diplomático, analiza los matices de la política exterior argentina, y especula sobre un posible proceso de cambio en este sentido.

Medidas tales como el acuerdo con Irán, ¿permiten pensar en un viraje en la política exterior argentina?  
En principio, sería necesario comprender la política exterior de la última década y, para ello, por lo menos hay que remitirse a la crisis de 2001 y 2002, ya que también significó un colapso del modo de inserción del país en el mundo. En una primera etapa, en momentos en que había que apagar un incendio se hizo difícil elaborar una estrategia de largo alcance. Por este motivo, recién en el gobierno de Néstor Kirchner se esbozó un intento de política exterior, en la que se combinó pragmatismo y principismo. Y donde la cooperación estuvo por encima de la confrontación, característica siempre presente en toda política externa y cuyo ejemplo elocuente lo constituyó el rechazo al ALCA.

¿Qué otras características definieron la inserción internacional?
Consistió en una especie de trípode, una de cuyas partes fue el regionalismo; es decir, el despliegue de una política más intensa en América Latina, preferentemente en América del Sur. Un segundo elemento fue el multilateralismo, que implica un alto nivel de participación en los foros multilaterales con algunas políticas estandartes, como los Derechos Humanos. El tercer componente fue el apego al derecho internacional, en tanto fuente para legitimar un perfil externo y un modo de restringir a los más poderosos. Este esbozo de política exterior, con matices, continuó hasta el primer mandato de Cristina Fernández. Entonces, ¿qué pudo haber cambiado en los últimos tiempos? Para responder, diría que las condiciones objetivas internacionales, si bien afectan la toma de decisiones, tienen un peso relativo menor frente a los elementos de la política interna.

¿Cuáles son esos elementos? ¿Cómo sería ese entrelazamiento entre política externa e interna?
Un dato a tener en cuenta es la reorientación de la coalición gubernamental en el segundo mandato de Cristina. Un proceso que implicó el distanciamiento del Gobierno tanto del sindicalismo más convencional y ortodoxo, como del PJ en tanto lugar decisivo en el entramado político y electoral. Asimismo, este cambio en la ecuación doméstica, que incluye la revalorización de los movimientos juveniles, habría que combinarlo con la visión estratégica de la Presidenta en particular, cuyo peso es clave en la medida en que se carece de un debate fecundo en Cancillería que alimente otros puntos de vista.

¿Cuál sería ese diagnóstico de la Presidenta?

Presumo que la mandataria considera que la potencialidad de la crisis del capitalismo global es aún mayúscula y, sobre la base de esa lectura, elabora una estrategia. Al respecto, vale decir que esto no es nuevo en el peronismo en el poder. En términos de comparación histórica, se puede mencionar al propio Perón. Este último concibió a la Guerra Fría como una condición de preguerra. Y entendió que la Guerra de Corea de 1950 era el preámbulo de lo que él llamaba la Tercera Guerra Mundial. Una lectura del mundo que avizoraba una gran confrontación, que finalmente no ocurrió. Aunque Perón ideó su diseño estratégico en esta clave.

¿Y en el caso de Cristina?    
Salvando las distancias del ejemplo, y aunque no me cabe la menor duda de que Cristina es una gran estratega, considero que ella también tiene un diagnóstico del mundo que le estaría indicando que hay que preparase para cambios inminentes, en función de que la crisis tomará una envergadura aún mayor, y que ésta será de tal dimensión que la Argentina debe colocarse en algún lugar distinto hacia el futuro. En este sentido, tanto lo referido a la situación interna como la visión estratégica de la mandataria hacen pensar que estamos en un proceso de gradual reorientación de la política exterior.

¿Este proceso contempla nuevas búsquedas, tal vez, relegando a los países centrales?
Hasta ahora sólo tenemos signos de interrogación. Aunque frente a políticas diferentes es lógico presumir estrategias diferentes. En este sentido, se pueden observar una serie de novedades, de situaciones complejas en materia de política exterior que harían suponer la futura derivación en un sistema de alianzas distinto. De todas maneras, en este momento, apenas se distinguen algunos ejemplos que hacen pensar en una mirada distinta. Está claro que no estamos hablando de un cambio copernicano. Seguramente, con el tiempo se verá si se trata o no de una reubicación sustantiva.

Entre los ejemplos que menciona, ¿se incluye el reciente acuerdo con Irán y cierta escalada verbal con el Reino Unido por Malvinas?  
Sí. El acuerdo alcanzado con Irán es un hecho llamativo tanto en clave interna como externa. Además abriga una gran ambigüedad, que seguramente es su mayor fortaleza y, simultáneamente, su mayor debilidad. Se vincula con el hecho de que nuestro país se encuentra en una posición de gran visibilidad internacional. Porque la Argentina que acuerda un memorándum con Irán es una Argentina que estará en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas por dos años. Por lo tanto, será evaluado por las principales potencias occidentales tanto por lo que haga como por lo que no haga.

¿Entonces?

Es válido el debate acerca de por qué se firmó el acuerdo en esta coyuntura particular y no en otra. Así como debe ser objeto de una mayor atención la recurrente frustración acompañada más de gestos de enojo que de gestos constructivos respecto de la situación con el Reino Unido por la soberanía de Malvinas. Muchas veces predominan la opacidad y la falta de transparencia. Y hay varias preguntas sin respuesta. Por ejemplo, ¿qué va a hacer la Argentina después del referéndum en las Islas? O más allá de Malvinas, ¿hasta dónde piensa llegar en la pelea en contra de la militarización y la explotación de los recursos en el Atlántico Sur? ¿Cómo se va a implementar el acuerdo con Irán? ¿Se va a propiciar un acercamiento más estratégico con China y Rusia para balancear la ecuación con Occidente? No lo sabemos.

En ocasiones, se hace referencia a una actitud confrontativa de la diplomacia argentina. ¿Usted qué opina?
Hay cuestiones de estilo y de forma que no se condicen exactamente con los modos protocolarios de la política exterior. Aunque la cuestión es qué rendimiento político tiene este hecho. En el caso de Malvinas: ciertas reacciones desmesuradas no parecen generar efectos positivos. Entonces, al problema en sí mismo se le agrega una forma inconveniente. Ahora bien, esto que podríamos llamar la diplomacia de la bronca, de la que no soy amigo, tiene, en ocasiones, resultados efectivos.

¿Por ejemplo?
El famoso incidente de la aeronave de la Fuerza Aérea de Estados Unidos que traía a la Argentina militares para un entrenamiento con la policía. Se dijo que la protesta por parte de nuestro país fue desmedida. Sin embargo, lo que había en juego era muy importante. Porque el envío del avión se relaciona con la idea que tiene Estados Unidos de que las nuevas amenazas exigen borrar la frontera entre lo militar y lo policial. Pero, la respuesta argentina dejó en claro a Washington que aquí se va a seguir respetando la separación entre la defensa externa y la seguridad interna. Entonces, la reacción de Cancillería ¿fue efectiva? Sí. ¿Desordenada? Sí. ¿Algo desproporcionada? Sí. ¿Valió la pena? También.

¿Estas situaciones expresan la calidad del vínculo bilateral con Estados Unidos?

Para Washington, es obvio decirlo, no es lo mismo que la Argentina se enoje mucho, o que China se enoje mucho. Diría que ante las reacciones argentinas, Estados Unidos a veces se queda perplejo, a veces se repliega, y en otras prevalece una sensación de que para ambos países la relación bilateral es cada vez más irrelevante.

Hubo ciertas coincidencias en el tema de los fondos buitre…

Precisamente por ello me parece que estamos en una coyuntura que va a exigir aproximarse más, no distanciarse más. Deberíamos aprovechar la oportunidad de que Obama ahora sí es más progresista, algo que queda demostrado en algunas iniciativas que impulsó en el inicio de su segundo mandato. Y el Ejecutivo norteamericano ha respaldado a veces tácitamente, a veces explícitamente, el argumento argentino respecto de los fondos buitre. Mi impresión es que el Gobierno no debería modificar su política sobre este tema. Sin embargo, debe buscar más socios, aliados, amigos. Cuando digo aproximarse a Estados Unidos me refiero a tener una relación “normal”, no significa hacer nada del otro mundo.


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