lunes, 23 de abril de 2018

La salida de la UNASUR. "Una decisión irracional". Por Nicolás Comini. Escriben también Carmona y Colombo Sierra

 
Opinión
Una decisión irracional
Desde su llegada al poder, la administración Macri prometió imprimirle pragmatismo a la política exterior y librarla de todo sesgo ideológico. Racionalidad, ante todo, para reinsertar inteligentemente al país en el mundo. Su salida de la Unasur termina de demostrar exactamente lo opuesto: la priorización de una estrategia de inserción regional y global marcadamente ideologizada y diagramada de forma endeble en ciertos aspectos.
Ahora bien, si la racionalidad implica una facultad pensante superior a la emoción y la voluntad, es posible admitir que el abandono del bloque es, como mínimo, emocional y basada en una fe inteligible al común de las personas. Es una decisión, que, incluso, contradice el núcleo central del discurso del oficialismo en al menos dos sentidos.
En primer orden, porque hecha por tierra la idea del ya mencionado pragmatismo. Esto sucede en un triple sentido. Por un lado, porque mientras la responsabilidad del estancamiento del bloque es achacada al deslegitimado eje bolivariano, nada parecería estar pasando en países como Brasil, Perú o Colombia. Todos los países del bloque son corresponsables de la actual situación. Por otro, porque una inserción racional y verdaderamente inteligente debería implicar intentar capitalizar la totalidad de la arquitectura regional al alcance de la mano, la cual abarca desde la OEA hasta la Celac, la Aladi, el Mercosur, la AP y, por supuesto, la Unsaur. Cada plataforma podría contribuir a potenciar la capacidad de Argentina de incidir en la definición de la agenda regional. Y, finalmente, porque incluso si lo hubiese intentado, Argentina podría haber utilizado a la Unasur para presionar al gobierno de Maduro ya que ha mantenido durante todo el año la presidencia. Sin embargo, se optó por inutilizarlo y enfocarse en el Grupo de Lima, espacio conformado, entre otros, por Honduras, cuyo presidente Juan Orlando Hernández Alvarado fue acusado por la OEA de haber ganado de forma fraudulenta las elecciones presidenciales del año paso.
En segundo lugar, porque atenta contra la credibilidad del discurso de los círculos concéntricos, según la cual, América Latina es el ámbito prioritario de proyección del país. En el marco de la próxima cumbre del G-20, el gobierno nacional ha promulgado una y otra vez la necesidad de imprimirle una mirada latinoamericana a la agenda del grupo. Esto significa trasladar las demandas de los demás países no miembros (solo participan del G-20 Argentina, Brasil y México) a la cumbre presidencial. ¿Cómo puede hacerse esto sin la existencia de mecanismos multilaterales regionales activos? ¿Qué representatividad puede tener un posicionamiento que solo involucre las miradas de los gobiernos amigos? Unasur podría haber sido un espacio ideal para recolectar las perspectivas de los países de América del Sur. Sin embargo, vuelve a quedar en claro que lo que importa es más la imagen que el contenido y que los títulos importan más que la sustancia. Lo que se busca es venderles una imagen latinoamericanizadora a los verdaderos socios prioritarios de esta estrategia de inserción: las grandes potencias extrarregionales, que, se sigue pensando, algún día incrementarán sus inversiones en el país y ampliarán la cartera de productos argentinos importados.
Dicho esto, puede concluirse que el mayor de los problemas ni siquiera está en los puntos anteriormente señalados. Lo inentendible del abandono de la Unasur radica, sobre todo, en las consecuencias. ¿Se habrá tenido en cuenta la enorme cantidad de proyectos y compromisos bilaterales y multilaterales que se encuentran en marcha en el seno del bloque? ¿Y que dentro de esa agenda hay instituciones formales que cuentan con presupuesto, infraestructura y trabajadores? ¿O que se pierde una instancia en la que se abordan problemáticas que no se tratan en ningún otro foro? Desde el Centro de Estudios Estratégicos para la Defensa al Instituto de Salud o la propia Secretaría General.
Más allá de si esta implica (o no) una nueva forma de presión para lograr una designación de secretario general, lo cierto es que más que pragmatismo y desideologización, lo que parece primar es la emocionalidad de un discurso demagógico que no libra a Argentina de ningún peso real. Lo que evidencia, en cambio, son las dificultades para lidiar con la pluralidad en el campo de los hechos y la falta de recursos simbólicos para resolver problemas al interior de la región.  

* Doctor en Ciencias Sociales, UBA.

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Opinión
El golpismo llegó a la Unasur

La decisión de abandonar “temporalmente” la Unasur adoptada por Macri y otros cinco presidentes suramericanos constituye el más grave retroceso en el proceso de integración regional en las dos últimas décadas. En la Unasur se ha producido un golpe institucional llevado adelante por hombres que antes denostaban una supuesta ideologización en las instituciones de la integración y que ahora buscan destruirlas por motivaciones de naturaleza ideológica. El objetivo golpista no es cambiar una conducción sino destruir su institucionalidad mediante un típico golpe blando.
Unasur ha sido la más potente iniciativa regional por su impulso al desarrollo de los países miembros, sus políticas integradoras en infraestructura, salud, energía, defensa, etc., y la promoción de la ciudadanía suramericana. Ha jugado un importante papel en el mantenimiento de la paz en la región –como ocurrió en el conflicto entre Colombia y Venezuela en 2010 que evitó una guerra– y en la preservación de la democracia frente a los intentos golpistas en Bolivia en 2008 y Ecuador en 2010. Existen más que sobrados motivos para mantenerla vigente y potenciarla como instrumento en favor de la integración. La realidad es que sus objetores no necesitan de ese instrumento. Es evidente que trabajan por la desintegración.
El gran responsable de la desarticulación de la Unasur ha sido Mauricio Macri. Durante su presidencia pro tempore congeló su accionar institucional. No se registra ninguna iniciativa positiva durante su mandato. Ahora se intenta cuestionar la falta de funcionamiento institucional del bloque como justificativo de la retirada cuando la parálisis fue promovida por el propio Macri aprovechando el fin del mandato del último secretario general, el muy activo y comprometido Ernesto Samper. En reemplazo de la Unasur, Macri impulsó la creación de una suerte de anti-Unasur, el Grupo de Lima, club de amigos de la derecha regional encargado de hostilizar a los gobiernos populares y progresistas de la región.
El abandono de la Unasur da cuenta de la acción ideologizada e ideologizadora de los gobiernos neoliberales de la región y de la funcionalidad de ese club con la creación de condiciones de dependencia respecto de EUA y Europa. Desde su fundación, la Unasur fue ejemplo de convivencia plural y democrática con pleno respeto de las orientaciones ideológicas de gobiernos de diversos signos políticos, situación que se vio afectada tras la llegada al poder de Macri y Temer. Es así como con alta proactividad permitió la presencia y protagonismo articulado de presidentes y presidentas como Dilma Rousseff, Juan Manuel Santos, CFK y Sebastián Piñera, entre otros. Hoy, en lugar de una institucionalidad regional plural se está propiciando el modelo de “club de amigos” del neoliberalismo.
No resulta casual que gobiernos como los de Macri y Temer promuevan la desintegración al mismo tiempo que impulsan acciones xenófobas y discriminatorias hacia migrantes de países latinoamericanos y africanos. Tampoco es casual que lo hagan en el momento en que Evo Morales asume la presidencia pro tempore cuando buena parte del discurso y acción discriminatorios del gobierno de Macri ha estado dirigido al pueblo boliviano.
La decisión ha sido adoptada por el Poder Ejecutivo sin intervención del Congreso. Seguramente dirán desde el Gobierno que consideran innecesaria tal instancia por tratarse de una medida “temporal”, aunque todo indica que el objetivo es que la Unasur no exista más. Desde nuestro lugar en el Congreso instaremos al Gobierno a dar continuidad a la participación de la República Argentina en la Unasur y a abandonar las políticas desintegradoras y de confrontación en nuestra región. Como fuerza política de la oposición participaremos en todas las instancias en que seamos convocados por la actual presidencia pro tempore. Aunque quieran destruirla, la Unasur sobrevivirá por el compromiso de los gobiernos, organizaciones y parlamentos que creen en la integración y, sobre todo, estará viva en el sentimiento de hermandad de los pueblos de nuestra Patria Grande.

* Vicepresidente de la Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara de Diputados de la Nación.

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Opinión
 
Pobres en el Sur
 

Nuestro subcontinente comenzó hace dos siglos sus procesos de Independencia, seguidos, en la mayoría de los casos, de largas guerras civiles. Recién a fines del Siglo XIX comenzaron a funcionar repúblicas precarias e imperfectas. Tan así que en la época votaba en Argentina, en sufragios restringidos, menos del 10 por ciento de la población masculina. Brasil abolió la esclavitud en 1888, en el paso de Imperio a República, pero la mano de obra en agricultura y minería estuvo garantizada por millones de esclavos, bien entrado el Siglo XX, para citar sólo dos casos groseros. Por razonable que suene hoy lo conveniente de relaciones estrechas entre vecinos, América del Sur tuvo que transitar mucho tiempo hasta la maduración institucional y la paz, condiciones sine qua non para todo proceso integrador. Lo que nunca nos faltó, sí, fue protector. Partida la “madre” patria, apareció fuertemente el “tutor o encargado” en lenguaje escolar. Particularmente en la presencia del Imperio Británico y, más entrado el Siglo XX y, crecientemente hasta la actualidad, de los EE.UU.
Más allá de la voluntad “americanista” de varios estadistas de los dos siglos pasados –San Martín, Artigas y Bolívar o el pensamiento “Patria Grande”, de Ugarte y Rodó (opositor al utilitarismo anglosajón)– no es menor que todos los presidentes de América del Sur recién se encontraron en el año 2000. Reunión de IRSA, infraestructura regional, fundacional por presencias y ausencias. Sin mandatarios de América Central y del Norte (ya Canadá, EE.UU. y México habían conformado el Nafta) sumando a la banca de fomento y desarrollo regional, CAF y BID. Vemos que tomó mucho tiempo. Veamos hacia atrás y hacia adelante del 2000.
Antes hubo tragedias como el aniquilamiento del Paraguay (1864/70) por parte de la Triple Alianza, dada su osadía de desarrollo independiente. En el Pacífico, Chile, desalentado en su ilusión sobre la Patagonia, ya que el Estado argentino ocupó hasta Tierra del Fuego y se armó con artillería y vapores para una eventual guerra fronteriza, cambió de rumbo. Fue por el guano y el salitre (“commodities” de la época) de Antofagasta derrotando a Perú y Bolivia entre 1880 y 1883. Más que unidos, todos dominados y en guerra con el vecino. Siempre por recursos. Los entonces más pobres Bolivia y Paraguay se desangraron en la guerra del Chaco (1932/35), azuzados por la Standard Oil. Mas muerte y derrota para los pobres y pequeños.
Permanente presencia en todos estos enfrentamientos, y en las diferencias económicas posteriores, del “tutor o encargado” anglosajón aliado a dirigencias locales. A falta de firmar la libreta de la escuela, ayudaba a prosperar (por separado) a los inexpertos países de Sudamérica, ricos varios. Siempre ahí: grandes compañías de países centrales, comercio de armas, explotación de recursos, banca, transporte, servicios, etc. Bolsa de Londres, primero, Nueva York después y los paraísos fiscales hoy, donde sí llueven inversiones.
En 1951, el Gral. Perón vio que la sustitución de importaciones requería más mercado a fin de alcanzar, vía una Unión Aduanera con los vecinos, una economía de escala, indispensable para nuestra competitividad. Aparece el proyecto A.B.C., expuesto brillantemente por Perón en noviembre de 1953, en la Escuela de Guerra. El General marca la superpoblación y superindustrialización de entonces, que trae la lucha por el control de las materias primas y los recursos naturales frente a las economías centrales. De ahí que se imponga la unidad como defensa frente a la agudización de las tensiones. Argentina debe tomar la iniciativa para sumar a sus vecinos al proyecto de integración: con Brasil y Chile “conforman quizá actualmente la unidad económica más extraordinaria del mundo, sobre todo para el futuro, porque toda esa inmensa disponibilidad constituye su reserva”.
Palabras claras, defensa del barrio, mal final. Mas allá de la proximidad con Vargas e intentos hacia Chile, el intento ABC entre los primeros 50 y el 55 terminó, y mal. Nueva postergación. 1960 y 1980 inicio de los procesos Alalc y Aladi. Libre comercio e intercambio regional. Al volver las democracias, un hecho central: los dos grandes vecinos, Argentina y Brasil, depusieron sus hipótesis de conflicto, particularmente en materia nuclear y cotas en el Río Paraná con represas de ambos países. Fuerte paso integrador. En 1991 se conformó el Mercosur, sumando a Paraguay y Uruguay con el objetivo de un mercado común. Impronta de la época: preeminencia comercial y arancelaria. Fin de siglo con devaluación en Brasil y crisis grave en casa, con explosión en 2001.
Después de la fundacional Brasilia 2000, con la recuperación económico-social, volvió el sentimiento que “juntos nos defendemos mejor”. Llamémosle la década, tan denostada por el neoliberalismo, pero impulsada por Kirchner, Lula, Chávez, Evo, a favor de las mayorías con la inclusión de lo político y social en el proceso integrador. Y en 2008 apareció Unasur, que abandonamos la mitad de los países miembros, los de más peso específico, y cuya trayectoria de diez años hasta hace unos días tanto aportó.  Particularmente, porque en un mismo foro, mas político que comercial, convivieron el eje Buenos Aires-Brasilia del Atlántico con las realidades andinas y del Pacífico. Relación personal y frecuente de los propios Presidentes y sucesión eficiente del Grupo Río en solución pacífica de controversias en la región; desestabilización en Bolivia 2008, reacción por la instalación de bases militares de EE.UU. en Colombia en 2009, por citar sólo dos casos de velocidad de reflejos a nivel presidencial para enfrentar las crisis. El rol de Néstor Kirchner como secretario general aportó en esta línea de acción, interrumpida por su muerte en octubre de 2010. Hoy la sede de Unasur en Ecuador lleva su nombre.
Sufrimos a Canning y a Braden. Hoy Trump no va a la Cumbre de las Américas priorizando Siria. No era necesario molestarse, los cipayos que los reivindican se esmeran en sabotear la integración y hacerles los deberes. Tutor o encargado en piloto automático. Ya pasarán.

* Ex subsecretario de Asuntos Latinoamericanos de la Cancillería argentina.

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