domingo, 29 de julio de 2012

EEUU y su injerencia militar en América Latina

“Obama prioriza otros objetivos militares”

Emiliano Guido

Impunidad. Generalmente, los marines poseen inmunidad legal en sus misiones.

Entrevista. Ernesto López. Ex Jefe de Gabinete del Mindef. Diplomático y especialista en temas de defensa, López advierte que un reciente paper del Pentágono ya había anticipado la necesidad de expandir las fronteras en la intervención político-militar extraterritorial.
Experto en políticas de seguridad y defensa, el actual embajador argentino en Guatemala, Ernesto López, llegó a comandar la Jefatura de Gabinete del Ministerio de Defensa durante el gobierno de Néstor Kirchner. Ahora, López presta servicios diplomáticos en la zona más caliente de la guerra contra los carteles de la droga, un hecho que le da currículum empírico a su alto bagaje académico. Desde su residencia diplomática, López habló con Miradas al Sur y, rápidamente, apuntó un dato central para entender un aspecto del porqué del actual mapa de las mil bases norteamericanas desperdigadas en el mundo: “La ampliación del número de bases arranca con Bush Junior en 2001, que se propone instalarlas más allá de donde se había llegado en la Guerra Fría, esto es más allá de Europa occidental y Asia del nordeste. Ahora, Obama parece haber ampliado y potenciado las operaciones de fuerzas especiales, para las cuales se habría incrementado el número de sus bases”.

–¿El intervencionismo militar norteamericano en América latina durante la era Obama se contrajo, se redefinió o siguió su curso con respecto a lo registrado durante la Administración Bush?
–Con respecto al tema de las bases militares extraterritoriales, creo que fue durante la gestión de Bush junior y Donald Rumsfeld (ex jefe del Pentágono) cuando Washington decidió expandir las fronteras clásicas de estos enclaves, que venían delimitados por el conflicto de la Guerra Fría. Es decir, en esos años, la Casa Blanca decidió universalizar su presencia a través del envío de tropas. Pero, precisamente, el rasgo distintivo de la era Obama está registrado en uno de los documentos claves en la ingeniería de su política de defensa: el Quadrenial Defense Report Review (Qdrr). En el Qdrr del año 2010 queda, perfectamente, discriminado un corrimiento en la estrategia madre de defensa y seguridad. Ahora, el Pentágono prioriza el diseño de bases más pequeñas y flexibles para estar cerca de teatros políticos hostiles; incluso a la presencia norteamericana. Evidentemente, con Obama, el ejército norteamericano relega las categorías clásicas del enfrentamiento bélico con Estados en su agenda política, de ahí el retiro de marines en Irak o Afganistán, y pone el acento en incrementar recursos para enfrentar enemigos más difusos, como grupos terroristas, insurgentes y enemigos no estatales. Esto queda manifestado en el Qdrr cuando los asesores del Pentágono enfatizan la necesidad de destinar recursos a fuerzas heli-transportadas o drones (aviones espías).
–Usted presta servicios diplomáticos en un país sacudido por la guerra contra los carteles de la droga. ¿Cómo vislumbra el futuro cercano de esta problemática en la zona caliente del conflicto antinarcóticos, México y Centroamérica?
–Yo veo que no hay un cambio de paradigma por parte de los Estados Unidos para desarrollar su estrategia antinarcóticos. Recientemente, en Guatemala, el presidente Otto Pérez Molina propuso que la despenalización del consumo podía ser una buena alternativa para variar el enfrentamiento con los narcos. Pero la respuesta de las agencias de seguridad norteamericana fue la misma de las últimas décadas: que no hay condiciones para cambiar el curso de los hechos y que ellos están trabajando en tratar de reducir la demanda interna.
–¿Y cómo está el poder de fuego y de influencia política de los narcos en la primera periferia norteamericana?
–La impresión que se tiene es que siguen operando sin mayores contratiempos. Últimamente, se han producido detenciones de algunos capomafias, pero queda la sensación de que están en forma de reabsorber rápidamente esos golpes. Pero, aunque las opiniones internas estén divididas, crece la comprensión, en países pequeños como Guatemala, de que el principal problema no está puertas adentro sino en el terrible flujo de demanda de drogas que proviene del mercado norteamericano. Y, claro, la cocaína moviliza mucho dinero y la capacidad de corromper estructuras y voluntades estatales es muy fuerte. Pero, además, es cada vez más visible que Estados Unidos no puede doblegar dos factores que fortalecen el poder narco: el contrabandeo ilegal de armas y el lavado de dinero.
–¿Cuál le parece que es el mayor atributo del Consejo de Defensa Sudamericano?
–Me parece que, simplemente, lo mejor del Consejo de Defensa es que exista. El componente institucional es una cosa muy significativa pero, claro, ahora hay que construir y fortalecer la herramienta para que perdure en el tiempo.

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