Relaciones con EE.UU.: ¿nueva etapa?
La
reaproximación ha sido la característica en las relaciones entre la
Argentina y Estados Unidos durante el gobierno de Cambiemos. Ese
acercamiento ha pasado por dos momentos distintos a partir de diciembre
de 2015. En 2016 y al inicio de 2017, el Presidente Mauricio Macri buscó
reafirmar sus credenciales pro-Occidente y tuvo en Estados Unidos un
referente clave para mostrar sus diferencias con el gobierno de Cristina
Fernández de Kirchner.
En términos generales, evitó sobreactuar la cercanía a Washington. El nivel de coincidencia con Estados Unidos en las votaciones en la ONU durante 2016, por ejemplo, fue de 52.6%; igual que Chile, y un poco más que Brasil (50.5%). A raíz de la visita del Presidente Barack Obama se firmaron varios acuerdos, pero no se invocó la retórica del alineamiento rústico.
En cuestiones relevantes para los dos países, como la situación en Venezuela y las relaciones con Irán, la Cancillería no se sumó a las voces conservadoras que desde el Congreso estadounidense exigían mano dura. Los pedidos de Estados Unidos (y Francia) para que la Argentina enviara tropas a misiones en África que, de hecho, implican acciones ofensivas en ámbitos atravesados por disputas religiosas y prácticas terroristas fueron evaluadas pero no avaladas.
La elección del presidente Donald Trump llamó, en un principio, a la cautela para no exagerar la sintonía con Washington a la espera de conocer el rumbo de su política exterior.
Sin embargo, en el segundo semestre de 2017, la administración Macri esbozó lo que se podría denominar un unilateralismo periférico concesivo. En relaciones internacionales el unilateralismo es un tipo de comportamiento del Estado que procura asegurar sus preferencias y desdeña del multilateralismo salvo cuando le es funcional a sus propósitos.
Es un concepto vinculado casi exclusivamente a países centrales y que se ha estudiado, de modo usual, en su manifestación más agresiva cuando una gran potencia impone sus objetivos.
El unilateralismo periférico concesivo también remite a un tipo de conducta de un Estado que pretende satisfacer sus preferencias pero sin desestimar del todo del multilateralismo (dada su condición de periferia) y que entiende que haciendo concesiones al poderoso se salvaguardan los intereses propios.
Desde mediados de 2017 se han presentado varios ejemplos en esa dirección. En agosto, a raíz de la presencia en el país del vicepresidente Mike Pence (ex legislador y gobernador de Indiana) se informó que la Argentina, que es autosuficiente en un 90%, le abría el mercado del cerdo a Estados Unidos (Indiana es el quinto productor).
Seis días después, el Departamento de Comercio anunció (y lo confirmaría a finales del año) un alza en el arancel a las exportaciones de biodiesel que en 2016 habían alcanzado US$ 1.200 millones de dólares. ¿Nadie advirtió el escaso valor de la concesión hecha y sobre la sanción en ciernes?
En diciembre y ante el anuncio de la Casa Blanca de trasladar su embajada a Jerusalén, la Asamblea General de la ONU rechazó por 128 votos cualquier acción o decisión sobre el estatus de esa ciudad.
La Argentina se abstuvo (a diferencia de Chile y Brasil), alejándose así de lo que el ex Embajador ante la ONU, César Mayoral, en una nota en Clarín, afirmó como “nuestra histórica política exterior en el conflicto árabe-israelí”. Para el gobierno el voto no alteró la posición argentina. Pero entonces ¿por qué y a cambio de qué se abstuvo en un tema tan sensible?
En diciembre también, y en el marco de la cumbre ministerial de la OMC, la Argentina pareció cambiar su enfoque histórico en materia de negociaciones comerciales internacionales; en particular en el tema de la agricultura. Según señaló el ex embajador en Tailandia, Felipe Frydman en una reciente nota en Perfil, el país optó “por un giro hacia los temas de interés de los países desarrollados” (léase, Estados Unidos y la Unión Europea). ¿Cuál es el beneficio tangible de ceder al temario comercial de Washington y Bruselas?
En enero de 2018, el nuevo embajador argentino en Washington, Fernando Oris de Roa, ofreció una entrevista a Clarín donde señalaba: “EE.UU, tiene hacia nosotros un interés político, y nosotros tenemos hacia ellos un interés económico. A EE.UU. le interesa el tema de la seguridad, el apoyo internacional, la lucha contra el terrorismo y el narcotráfico… El desafío está en poder trabajar con ellos dándoles satisfacciones a los intereses que ellos tienen con respecto a nosotros, y al mismo tiempo, de una forma diplomática, que eso se traduzca en una actitud más bien positiva con respecto a nuestra agenda económica”. Sin quizás proponérselo, el embajador repitió, en un contexto mundial muy distinto, la lógica que guió la política exterior argentina de los ‘90. Probablemente, el gobierno que agrupa al PRO, la UCR y la Coalición Cívica, olvidó que el quid pro quo entre la política y la economía no funcionó en el pasado; en particular durante la crisis de 2001-02. ¿Alguien en la Casa Rosada realmente cree que complaciendo a Washington en lo “político” se hará efectiva, en lo “económico”, la “lluvia de inversiones”?
Temas claves de alcance global se perfilan en 2018. Ojalá el gobierno abandone el unilateralismo periférico concesivo hacia Washington que bosquejó en 2017 y que no fortalece los intereses colectivos y estratégicos de la Argentina.
Juan Gabriel Tokatlian es profesor plenario Universidad Torcuato Di Tella
En términos generales, evitó sobreactuar la cercanía a Washington. El nivel de coincidencia con Estados Unidos en las votaciones en la ONU durante 2016, por ejemplo, fue de 52.6%; igual que Chile, y un poco más que Brasil (50.5%). A raíz de la visita del Presidente Barack Obama se firmaron varios acuerdos, pero no se invocó la retórica del alineamiento rústico.
En cuestiones relevantes para los dos países, como la situación en Venezuela y las relaciones con Irán, la Cancillería no se sumó a las voces conservadoras que desde el Congreso estadounidense exigían mano dura. Los pedidos de Estados Unidos (y Francia) para que la Argentina enviara tropas a misiones en África que, de hecho, implican acciones ofensivas en ámbitos atravesados por disputas religiosas y prácticas terroristas fueron evaluadas pero no avaladas.
La elección del presidente Donald Trump llamó, en un principio, a la cautela para no exagerar la sintonía con Washington a la espera de conocer el rumbo de su política exterior.
Sin embargo, en el segundo semestre de 2017, la administración Macri esbozó lo que se podría denominar un unilateralismo periférico concesivo. En relaciones internacionales el unilateralismo es un tipo de comportamiento del Estado que procura asegurar sus preferencias y desdeña del multilateralismo salvo cuando le es funcional a sus propósitos.
Es un concepto vinculado casi exclusivamente a países centrales y que se ha estudiado, de modo usual, en su manifestación más agresiva cuando una gran potencia impone sus objetivos.
El unilateralismo periférico concesivo también remite a un tipo de conducta de un Estado que pretende satisfacer sus preferencias pero sin desestimar del todo del multilateralismo (dada su condición de periferia) y que entiende que haciendo concesiones al poderoso se salvaguardan los intereses propios.
Desde mediados de 2017 se han presentado varios ejemplos en esa dirección. En agosto, a raíz de la presencia en el país del vicepresidente Mike Pence (ex legislador y gobernador de Indiana) se informó que la Argentina, que es autosuficiente en un 90%, le abría el mercado del cerdo a Estados Unidos (Indiana es el quinto productor).
Seis días después, el Departamento de Comercio anunció (y lo confirmaría a finales del año) un alza en el arancel a las exportaciones de biodiesel que en 2016 habían alcanzado US$ 1.200 millones de dólares. ¿Nadie advirtió el escaso valor de la concesión hecha y sobre la sanción en ciernes?
En diciembre y ante el anuncio de la Casa Blanca de trasladar su embajada a Jerusalén, la Asamblea General de la ONU rechazó por 128 votos cualquier acción o decisión sobre el estatus de esa ciudad.
La Argentina se abstuvo (a diferencia de Chile y Brasil), alejándose así de lo que el ex Embajador ante la ONU, César Mayoral, en una nota en Clarín, afirmó como “nuestra histórica política exterior en el conflicto árabe-israelí”. Para el gobierno el voto no alteró la posición argentina. Pero entonces ¿por qué y a cambio de qué se abstuvo en un tema tan sensible?
En diciembre también, y en el marco de la cumbre ministerial de la OMC, la Argentina pareció cambiar su enfoque histórico en materia de negociaciones comerciales internacionales; en particular en el tema de la agricultura. Según señaló el ex embajador en Tailandia, Felipe Frydman en una reciente nota en Perfil, el país optó “por un giro hacia los temas de interés de los países desarrollados” (léase, Estados Unidos y la Unión Europea). ¿Cuál es el beneficio tangible de ceder al temario comercial de Washington y Bruselas?
En enero de 2018, el nuevo embajador argentino en Washington, Fernando Oris de Roa, ofreció una entrevista a Clarín donde señalaba: “EE.UU, tiene hacia nosotros un interés político, y nosotros tenemos hacia ellos un interés económico. A EE.UU. le interesa el tema de la seguridad, el apoyo internacional, la lucha contra el terrorismo y el narcotráfico… El desafío está en poder trabajar con ellos dándoles satisfacciones a los intereses que ellos tienen con respecto a nosotros, y al mismo tiempo, de una forma diplomática, que eso se traduzca en una actitud más bien positiva con respecto a nuestra agenda económica”. Sin quizás proponérselo, el embajador repitió, en un contexto mundial muy distinto, la lógica que guió la política exterior argentina de los ‘90. Probablemente, el gobierno que agrupa al PRO, la UCR y la Coalición Cívica, olvidó que el quid pro quo entre la política y la economía no funcionó en el pasado; en particular durante la crisis de 2001-02. ¿Alguien en la Casa Rosada realmente cree que complaciendo a Washington en lo “político” se hará efectiva, en lo “económico”, la “lluvia de inversiones”?
Temas claves de alcance global se perfilan en 2018. Ojalá el gobierno abandone el unilateralismo periférico concesivo hacia Washington que bosquejó en 2017 y que no fortalece los intereses colectivos y estratégicos de la Argentina.
Juan Gabriel Tokatlian es profesor plenario Universidad Torcuato Di Tella
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