viernes, 21 de abril de 2017

"La razón detrás del bombardeo de Siria". Por Marco A. Gandásegui




La razón detrás del bombardeo de Siria


 


Por Marco A. Gandásegui, hijo, profesor de Sociología de la Universidad de Panamá e investigador asociado del CELA




El establishment  – la oligarquía norteamericana concentrada en el centro financiero de Nueva York con su contraparte política en Washington - tuvo mucho que celebrar después del bombardeo ordenado por el presidente Donald Trump contra una base aérea militar en Siria. La Armada norteamericana disparó 59 cohetes Tomahawks desde el oriente del mar Mediterráneo al corazón de Siria. La operación que estaba en la agenda del Pentágono hace varios años siguió casi los mismos pasos tácticos que la desatada por EEUU contra Panamá en 1989. En aquel año dejó caer 422 bombas en una madrugada sobre el Cuartel Central de las Fuerzas de Defensa de Panamá (FDP), destruyendo el barrio de El Chorrillo en la capital panameña y causando la muerte de miles de inocentes.

Panamá no representaba peligro para EEUU y sus intereses. El gobierno militar en el poder en aquella época hacía lo que la CIA y otras agencias desestabilizadoras a escala mundial le solicitaban. El presidente Bush (padre) era un amigo del general Noriega, con quien tenía una relación cercana desde que ambos dirigían los aparatos de seguridad de sus respectivos países en la década de 1970. En el caso de Siria, EEUU también tenía una relación amistosa con el gobierno de Damasco (laico y pluriétnico). Assad padre no intervino en la guerra entre Irak e Irán, apoyando por defecto a Irak en contra de su aliado chiita en Teherán.

Al igual que Noriega, Assad fue atacado sistemáticamente por EEUU tanto en los medios de comunicación como en las redes económicas. La CIA logró levantar una oposición armada que cayó rápidamente bajo influencia de Al Qaeda y después del Estado Islámico. La intervención rusa que tiene una base naval a orillas del mar Mediterráneo sirio le dio oxígeno al gobierno de Assad para sobrevivir. Durante los ocho años del gobierno del presidente Obama, EEUU no intervino con tropas en Siria esperando que sus mercenarios tuvieran éxito.

Trump declaró durante la campaña presidencial (2016) que no intervendría en Siria. Sin embargo, el establishment se oponía en forma tenaz a la política de Trump. En sus medios de comunicación acusaban al nuevo presidente de ser un aliado de Moscú, de ser un indeciso y un político impredecible. Al igual que Bush (padre) en 1989, quien era acusado de ser un whimp (debilucho), la guerra mediática estaba dejando su huella en la armadura de Trump. Tenía que hacer algo para que la pérdida de popularidad que arrojaban las encuestas no lo dejaran sin posibilidades de recuperarse. El establishment (con el Partido Demócrata a la cabeza) ya hablaba de un enjuiciamiento (impeachment) por su supuesta relación con los servicios de inteligencia del Kremlin durante la campaña presidencial.

Trump tenía que dar tres golpes simultáneamente para salir de la telaraña que le habían tejido los intereses financieros y la clase política en Washington. Por un lado, al igual que en Panamá en 1989 tenía que demostrar que estaba dispuesto a usar la fuerza militar para garantizar los intereses armamentistas de la vieja oligarquía norteamericana. Segundo, tenía que demostrar que Rusia era su enemigo y que no podía desarrollar una relación con Moscú. El establishment sostiene que es necesario someter y subordinar a Rusia a los fines de dominación global de EEUU. Finalmente, había que demostrarle a China que la Casa Blanca no estaba dispuesta a tolerar las muestras de su creciente poderío económico y militar.

El Pentágono le armó el despliegue de poder militar que necesitaba Trump en una noche sub-tropical en Mar a Lago en compañía del presidente chino,  Xi Jinping. Mientras cenaban, Trump pidó un permiso para anunciarle a su país y al mundo que acababa de bombardear a Siria. Al día siguiente, los medios globales lo coronaron Presidente de verdad.

Se ha puesto de moda el término las  “banderas falsas”. En realidad, la táctica se remonta a las antiguas civilizaciones. En Panamá acusaron a Noriega de ‘narcotraficante’ (¿al servicio de la CIA?) e invadieron un país causando la peor tragedia humana en su historia. En Siria acusan al gobierno de Assad – sin pruebas - de usar ‘armas químicas’ causando muertes de niños y mujeres. La respuesta de EEUU, casi inmediata, fue el bombardeo de una base aérea siria cercana. Todo para que Trump recupere la confianza de los medios del establishment que inmediatamente lo elevaron al status presidencial. Además, sus números en las encuestas de popularidad comenzaron a recuperarse.



20 de abril de 2017.

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