viernes, 30 de diciembre de 2016

"Reordenando el patio trasero. La ofensiva estadounidense en la nueva época" (Morgenfeld, Revista Debates Urgentes 5)




DOSSIER: TENSIONES SOBRE LOS PROYECTOS POST-NEOLIBERALES EN AMÉRICA LATINA ¿LA REGIÓN ANTE UN NUEVO CAMBIO DE ÉPOCA?

Luego de una “larga década” iniciada con el siglo XXI en la que soplaron vientos de cambio en nuestra región, Nuestra América hoy se encuentra marcada por la pregunta en torno al futuro del “giro progresista en la región”. Pregunta que tiene no pocas aristas, planos y dimensiones.
El Dossier de este nuevo número de Debates Urgentes reúne una serie de trabajos, entrevista y reseña de libro que abordan la actualidad de los países de América Latina desde una perspectiva histórica, para dar cuenta de los aspectos políticos, sociales, económicos y culturales del presente impasse. A su vez, la sección imágenes para leer y la reseña de película nos invitan a debatir y reflexionar sobre el orden capitalista, colonial y patriarcal en Nuestra América.
Lxs invitamos a leer, reflexionar y debatir los valiosos aportes que nos proporcionaron los autores para la construcción de un pensamiento crítico y liberador e invitamos a seguir apostando en los siguientes números a seguir imaginando y construyendo una Nuestra América soberana, feminista y socialista.

http://www.cecs-argentina.org/…/revista-debates-urgentes-n…/

ÍNDICE
• Carta de despedida: Hasta la victoria siempre Fidel // Martín Ogando
• Ofensiva neoliberal y resistencias populares: una contribución al debate colectivo sobre el presente y el futuro de los proyectos emancipatorios en Nuestra América // José Seoane
• Desenlaces del ciclo progresista // Claudio Katz
• Reordenando el patio trasero. La ofensiva estadounidense en la nueva época // Leandro Morgenfeld
• Venezuela: una nueva etapa en la guerra híbrida. Reflexiones luego del 6D // Lucas Villasenin
____________________________________________________
Entrevista:
• A pesar de ustedes. Entrevista a Ricardo Gebrim // Constanza Aceto
____________________________________________________
Reseña de libros:
• Economía y política en la Argentina kirchnerista // Ulises Bosia
____________________________________________________
Reseña de cine:
• La teta asustada // Lucia San Miguel y Fernanda Ronconi
____________________________________________________
Imágenes para leer:
• Entre sendas y caminos: mujeres qom y su vínculo con el monte en el oeste formoseño // Mariana Daniela Gómez

- el pdf de la revista completa se puede bajar acá




miércoles, 28 de diciembre de 2016

Trump y América Latina. Entrevista a Atilio Boron (Caras y Caretas)

ENTREVISTA CON ATILIO BORÓN

La política migratoria, el vínculo con México en particular y con América latina en general, la incipiente recomposición de las relaciones con Cuba, el anuncio de que EE.UU. se saldrá del Tratado Transpacífico. Por el momento no hay certezas respecto del rumbo que dispondrá el gran país del Norte y de cómo impactará en el mundo.
Lunes 26 de diciembre de 2016 | 11:57 AM
CyC Nº 2325 Enero 2017-16 (Borón)
Por Emiliano Guido – Foto: Agustina Roasio. Los contornos ideológicos y programáticos de Donald Trump aún están muy difusos. Sin embargo, el politólogo y analista internacional Atilio Borón advierte que los presupuestos clásicos del imperialismo tradicional, más intervencionismo militar y blindaje de las propias fronteras económicas, retornarán con fuerza a partir del 20 de enero, cuando el magnate asuma la presidencia.
–Usted fue muy crítico con la supuesta política exterior progresista del presidente Obama. Sin embargo, durante su mandato se sucedieron varios hechos significativos en la región: el deshielo con Cuba, la paz en Colombia. En ese sentido, ¿la victoria de Trump implicaría más intervencionismo para Latinoamérica?
–Analizar a Trump, por el momento, es un salto al vacío. Incluso, los más encumbrados analistas estadounidenses admiten que aún carecen de datos contundentes para poder perfilar la futura gestión republicana. Trump es un dirigente muy inestable y voluble con sus movimientos políticos. Ha dicho cosas terribles sobre los inmigrantes latinos en general. Amenazó a México con forzar a construir un muro fronterizo. Lo que implica un delirio, una política pública imposible de consumar para cualquier nación. Desgraciadamente, podemos esperar cualquier cosa del próximo mandatario. Incluso, su equipo de trabajo es muy heterogéneo. No es fácil encontrar ahí un hilo ideológico conductor o algún tipo de coherencia. Expresan más bien un rejunte muy improvisado de cuadros políticos. Si bien en los últimos años la política de los demócratas para la región no abandonó el histórico patrón injerencista, seguramente lo que va a venir no va a ser mejor. En La Habana, por ejemplo, están muy preocupados por la llegada de Trump a la Casa Blanca.
–Durante la era Obama, EE.UU. reconfiguró su política energética y se apoyó mucho en la fuente del gas shale. Esa autonomía, a su vez, alteró la relación de Washington con los países de la Opep, caso Venezuela. ¿La llegada de Trump implicaría un retorno del país a la matriz del crudo y a la tradicional guerra por el petróleo?
–Eso va a depender de las reacciones que tenga el mercado petrolero, que suele ser un sector muy volátil de la economía. Ese terreno para mí aún es una incógnita. Trump es un gran ególatra. En el proceso de toma de decisiones, incluso en los temas más sensibles, es muy personalista. Todo recae sobre su persona, los asesores más cercanos han sido corridos por él en más de una oportunidad. Lo que sí está claro es el encono del establishment estadounidense con el nuevo presidente porque no es un dirigente fácil de encuadrar con los intereses corporativos del sector financiero. Entonces, hay enojo y también preocupación en algunas facciones del poder. No sólo a nivel doméstico, sino a nivel global. El gobierno de Japón tiene todas las alertas encendidas por lo que ha dicho Trump sobre suspender el Tratado del Transpacífico. La Unión Europea, por su parte, no sabe todavía si Washington irá abandonando su apoyatura económica a la Otan, que es el principal paraguas militar del Viejo Continente. Hay demasiados interrogantes abiertos con Trump. Incluso, el lugar de Latinoamérica en su agenda es uno de ellos.
–Más allá de los pronósticos abiertos, en el mundo están sucediendo hechos, como el Brexit o el auge de los nacionalismos, que parecerían desterrar definitivamente la tesis líquida del Imperio acuñada por Toni Negri. ¿Trump implica el retorno del viejo imperialismo, el maridaje cerrado entre Estado y transnacionales?
–Creo que la historia ha demostrado de una manera rotunda que ese pensamiento que estuvo tan en auge era una fantasía que no tenía ni pies ni cabeza. Negri decía que el imperialismo era una cosa del pasado. Hoy en día nadie puede sustentar esa tesis posmoderna para leer a los centros de poder. El papel del Estado es cada vez más importante para los países centrales en pos de viabilizar su expansión económica y militar. Es notorio que el capitalismo y las transnacionales necesitan mucho más Estado que antes. La crisis de 2008 lo demostró. Wall Street no habría sobrevivido si el gobierno no hubiera actuado encendidamente para rescatarlo. Además, Estados Unidos no logra acrecentar sus posiciones de poder gracias al espíritu santo. Su intervención en el exterior se da con el Ejército, los marines, los paramilitares, y eso no es otra cosa que el Estado mismo. La visión del imperio virtual de Toni Negri era una pura fantasía. La victoria de Trump corrobora el fracaso de esa lectura.
–Volviendo a la victoria de Trump, que fue sorprendente para toda la comunidad analítica, ¿cómo entiende el ascenso al poder de una persona tan estrafalaria?
–Primero, fue una elección muy reñida. Hillary, incluso, ganó en votos, lo que marca la crisis del sistema electoral estadounidense. Puntualmente, Trump ganó en los estados donde debía hacerlo, los llamados estados oxidados, vinculados a un modelo de producción industrial que fue destrozado por la matriz financiera y neoliberal de las últimas administraciones demócratas. Trump encarnó el malestar social presente en Michigan, Ohio, Pensilvania. La población ahí estaba muy enojada con el desempleo y las políticas sociales de Obama. Todos esos sectores, a su vez, estaban muy molestos por las limitaciones de los intentos reformistas de la administración Obama. Porque la reforma en salud se quedó a mitad de camino. Obama, desgraciadamente, no fue un presidente que haya tenido agallas para pelear. Por eso, el electorado cambió de rumbo. Trump logró tocar la fibra del pueblo estadounidense. Fundamentalmente, con la consigna “Make America great again”.

martes, 27 de diciembre de 2016

"Los enigmas del halcón". Por Telma Luzzani (Caras y Caretas)

NOTA DE TAPA

LOS ENIGMAS DEL HALCÓN

Al margen de su discurso misógino, xenófobo y racista, el nuevo presidente de los Estados Unidos ganó por haber logrado interpelar a la clase trabajadora que hace años sufre los embates del neoliberalismo. Su gabinete, fuertemente militarista e integrado por millonarios como él, genera más dudas que certezas en cuanto al rumbo que tomará su gobierno. El mundo, a la expectativa.
Lunes 26 de diciembre de 2016 | 11:51 AM
CyC Nº 2325 Enero 2017-12 (Nota de tapa)

Por Telma Luzzani. El año 2016 va a quedar en la memoria de las fuerzas restauradoras como un año de victorias. En los dos países más importantes de América del Sur, la Argentina y Brasil, los sectores reaccionarios se propusieron desmantelar los logros de más de una década de progresismo. En el caso de Brasil fue a través de la destitución forzada e ilegal de su presidenta Dilma Rousseff. En el argentino, a través de las urnas, aunque Mauricio Macri ganó por un margen estrecho. En el mundo anglosajón el terremoto no fue menor. El 23 de junio, la mayoría de los británicos votó abandonar la Unión Europea después de 43 años, en un referéndum que precipitó la caída del gobierno conservador de David Cameron. Y cinco meses después, en las elecciones presidenciales de Estados Unidos triunfó, contra todo pronóstico, el magnate Donald Trump, un recién llegado a la política que no sólo tuvo que derrotar a su rival tradicional –el oficialista Partido Demócrata– sino que tuvo que luchar contra el propio establishment de su Partido Republicano. Ambos casos tuvieron ciertas particularidades. Primero, que el margen entre ambas opciones fue estrecho, lo que demostró la polarización en la que se encuentran esas sociedades. Segundo, expresan el deseo de un cambio de época, de un repliegue proteccionista. Tercero, quienes no eligieron esas opciones perciben la situación como el inicio de un tiempo de catástrofes. Y quizá lo sea.
El caso de Estados Unidos, por ser la más grande potencia global dominante de la historia, afectará y marcará los rumbos políticos, económicos y culturales de casi todo el planeta. Pero, ¿por qué sucedió? ¿Qué es lo que puede pasar?
LA CAÍDA DE LOS MITOS
Cuando se analiza el mapa de los votantes, se observa que Donald Trump triunfó gracias a un voto antisistema, un voto bronca que refleja el enojo, la frustración y la ansiedad de gran parte de los trabajadores estadounidenses blancos. Varios expertos, como el economista ecuatoriano Pedro Páez Pérez, van aún más lejos y aseguran que tanto el Brexit como las elecciones de EE.UU. son la expresión de sociedades maltratadas por el neoliberalismo que buscan una salida a su situación. “El cordón industrial, que fue el corazón del poderío económico, político y militar de Estados Unidos, ahora es un collar de pueblos fantasma. La gente lo llama, con ironía, el cordón oxidado”, explica. En el mismo sentido opina el sociólogo estadounidense James Petras: “La victoria de Trump es un rechazo a las desigualdades que crecieron durante el régimen de Barack Obama”. Para los llamados WASP (blancos, anglosajones y protestantes), los empleos están cada vez peor pagos, la pérdida del poder adquisitivo es enorme y el “sueño americano” en el que los hijos tendrían una vida mejor que la de sus padres ha dejado de existir. Agus Deaton, premio Nobel de Economía 2015, traduce este fenómeno sociológico en cifras brutales en un estudio para la Universidad de Princeton. La mortalidad entre los blancos estadounidenses de mediana edad (45 a 54 años) se disparó, a partir de 1999, como entre ningún otro grupo demográfico de EE.UU. ni en ningún otro país desarrollado en la historia reciente. Las principales causas de muerte son el suicidio, el alcoholismo y el consumo de drogas. “Es el primer grupo que llega a la adultez y constata que no vivirá mejor que sus padres”, escribió Deaton. En 2006 por primera vez las muertes de blancos por drogas y alcohol superaron a las de los negros e hispanos.
A esto se suma otro cambio cultural y demográfico: cuando Barack Obama ganó en 2008, 54 por ciento de los estadounidenses era WASP. Hoy son el 45 por ciento. Los blancos ven con pánico que se van convirtiendo en minoría. Trump, que es sin duda un gran comunicador, se concentró en este grupo de “olvidados” y les envió un mensaje fácil de entender, apuntando a algunas causas de sus desgracias: la globalización y la deslocalización de las industrias; las regulaciones ambientales que debilitaron a los mineros, y los inmigrantes que hacen el trabajo por un salario mucho menor. Thomas Frank, un fino lector de las profundas transformaciones culturales que trae aparejado el nuevo capitalismo, publicó en el periódico británico The Guardian un artículo (“Working class hero”) sobre los discursos de Trump: “Decidí ver varias horas de diferentes discursos de Trump. Vi al hombre que divaga, cuenta, amenaza e incluso se regodea cuando algunos de sus detractores son expulsados de sus mítines. Pero también me di cuenta de algo sorprendente. En cada uno de los discursos que vi, Trump pasó una buena parte de su tiempo hablando de una preocupación puramente legítima, un asunto que podríamos considerar de izquierda. Sí, Donald Trump habló de comercio. De hecho, teniendo en cuenta la cantidad de tiempo que pasó repasando este tema, es muy posible que el comercio sea su única y gran preocupación, y no la supremacía blanca. Ni siquiera su plan para construir un muro en la frontera con México. Parece estar obsesionado con eso: los tratados de libre comercio que han firmado nuestros líderes, las numerosas empresas que han trasladado sus centros de producción a otros lugares, las llamadas que hará a los presidentes de esas empresas para amenazarlos con elevar los aranceles si no vuelven a Estados Unidos”. Y así es: en diciembre, anunció que gravará con un 35 por ciento de impuestos a los productos de compañías estadounidenses localizadas en el extranjero.
Lo que explica el éxito de Trump es que supo convertirse en el vocero de los “parias” blancos. Les prometió devolverles su fuerza dominante, volver a vivir en un país grandioso (“Make America great again”), sin aclarar ciertamente que aquel pasado dorado tenía que ver con otra fase del capitalismo: la de posguerra y la de las políticas redistributivas del Estado de Bienestar. El votante de Trump encontró en el magnate, además, el mito viviente del campeón solitario tantas veces ensalzado por Hollywood. El “outsider” republicano fue subestimado por todos; fue (y sigue siendo) muy hostigado por diarios como The New York Times y Washington Post y fue criticado hasta por su propio partido. Él, como el muchachito de las películas, se enfrentó a todos y superó cada uno de los obstáculos que le pusieron. Para colmo, lo hizo con un presupuesto tres veces menor que el de sus rivales (otro mito destruido: no gana el que más recauda).
Finalmente, esta victoria de Trump desnudó la existencia de dos Estados Unidos: uno de elite, que habita en las dos costas y en las grandes ciudades, y otro rural. El primero, con valores como el ambientalismo, la globalización o el matrimonio gay. El otro, que quiere avanzar económicamente sin perder sus tradiciones. Thomas Frank observó que la tradicional tensión clasista que dividía a demócratas y republicanos estaba migrando a otro tipo de contradicción interpartidaria, en este caso cultural, producto del abandono, por parte de los Clinton y los Obama, del programa proteccionista que había distinguido a su fuerza durante buena parte del siglo XX: “¿Qué sucede cuando la oposición de clase de base económica (agricultores pobres y obreros contra abogados, banqueros y grandes empresas) se traspone/codifica como la oposición entre los honrados trabajadores cristianos y buenos americanos por un lado, y los progresistas decadentes que beben café a la europea y conducen coches extranjeros, defienden el aborto y la homosexualidad, se burlan del sacrificio patriótico y del estilo de vida sencillo y  provinciano?”.

(Seguir leyendo en la edición impresa)

Descargá acá gratis el libro "América Latina: la democracia en la encrucijada"


 
 
Volver
América Latina: la democracia en la encrucijada
 

Pablo Gentili. Nicolás Trotta. [Compiladores] 

Alejandro Grimson. Antonio Elías. Boaventura de Sousa Santos. Casandra Castorena Sánchez. Cecilia Nahón. Daniel Filmus. Darío Salinas. Fernando Mayorga. Ignacio Ramonet. Julio C. Gambina. Jürgen Habermas. Leandro Morgenfeld. Lorena Soler. Pablo González Casanova. Theotônio dos Santos. Verónica Giordano. Yamandú Acosta. [Autores de Capítulo]....................................................................................

ISBN 978-987-503-688-8
Editorial La Página S.A. CLACSO. Editorial Octubre. UMET.
Buenos Aires.
Diciembre de 2016



La democracia está en crisis en América Latina y el mundo. No se trata sólo de la tantas veces denunciada crisis del modelo de democracia participativa, ciudadana y popular. Está en crisis la democracia republicana en su forma representativa. El avance conservador y la desestabilización de los proyectos progresistas ponen en jaque los principios éticos y políticos que han impulsado las luchas por la justicia social y la ampliación de los derechos ciudadanos en América Latina. En la región más desigual del planeta, la democracia vive una de sus mayores encrucijadas: redefinir su sentido, actualizar y profundizar los principios que la fundamentan. Hacerla, en definitiva, el instrumento y la plataforma desde la cual sea posible construir un mundo igualitario y justo.
 
   
  Acá se descarga el PDF completo del libro


viernes, 23 de diciembre de 2016

"Mundo Trump" (Caras y Caretas)


CARAS Y CARETAS, MAÑANA OPCIONAL CON PÁGINAI12
Todos los enigmas del halcón
La nueva edición estará íntegramente dedicada a Donald Trump, que el 20 de enero asumirá la presidencia de los Estados Unidos. María Seoane, Felipe Pigna, Telma Luzzani y Alfredo Zaiat, entre otros, aportan sus reflexiones, acompañados por grandes ilustradores.

Página/12
El 20 de enero próximo Donald Trump asumirá la presidencia de los Estados Unidos. Su triunfo conmocionó al mundo. No sólo por inesperado, sino porque ahora que es realidad abre un universo de posibilidades, para los Estados Unidos y para el conjunto de las naciones, que se ubican en el difuso terreno de lo impredecible.
Caras y Caretas dedica su próximo número, que estará mañana en los kioscos opcional con PáginaI12, a Mundo Trump: un recorrido político, económico, social y cultural que aporta al análisis y la reflexión acerca de cómo este multifacético millonario, empresario de bienes raíces, se convirtió en el próximo presidente del país más poderoso de Occidente y una de las principales potencias del mundo.
María Seoane hace un perfil del próximo presidente de los Estados Unidos (“El irresistible ascenso de Mister Trump”) y escribe sobre posverdad y servidumbre: “¿Cuál sería el colmo de la esclavitud política? Que se acepte que una mentira es verdad en función no de lo que describen los hechos sino de las pasiones y conductas producidas por los sentimientos más extremos. Y que esa pulsión reproducida hasta el cansancio en todo tipo de soporte comunicacional y tecnológico sea la verdadera partera de la historia actual, y que entre sus creaciones emerjan Mauricio Macri y Donald Trump, dos presidentes surgidos de la probeta de la posverdad. Ambos adalides de  promesas como la pobreza cero o el muro mexicano para terminar con la inmigración, promesas que buscan votos apoyándose en el antiquísimo odio a los extranjeros o en el deseo de salir del infierno del hambre”.
Felipe Pigna historiza el proceso de colonización inglesa de los Estados Unidos, íntimamente ligado al puritanismo, que forjó una identidad individualista y dedicada a la acumulación de dinero. Recuerda que el neoliberalismo surgió como reacción contra el Estado Benefactor que sacó al país de la crisis de 1929, y que para sus cultores “la desigualdad social era un valor positivo necesario para el sano desarrollo del capitalismo de mercado”. “La trampa Trump”, como se titula el texto, es que detrás del disfraz “populista” del electo presidente se esconde el más crudo hipercapitalismo.
En esa línea, Telma Luzzani advierte desde la nota de tapa (“Los enigmas del halcón”) que “el equipo que asumirá el próximo 20 de enero en la Casa Blanca tiene tres características centrales: hay una fuerte presencia militar, gran parte de sus miembros son inmensamente ricos y todos defienden ideas diametralmente opuestas a las implementadas por el gobierno de Obama”.
Alfredo Zaiat (“El GPS amarillo desorientado”) analiza las consecuencias del triunfo de Trump para la política y la economía argentinas. Y advierte que el presidente Mauricio Macri está a contramano del mundo.
El historiador británico Daniel James analiza en “La magia y el miedo” el escenario post Hillary Clinton y la necesidad para la izquierda y para el progresismo estadounidense en general de que el Partido Demócrata asuma su parte en la derrota y haga una autocrítica.
Leandro Morgenfeld escribe sobre la crisis del sueño americano y la falta de horizontes para la porción electoral conocida como WASP (hombres blancos anglosajones y protestantes), que fue clave para inclinar la balanza a favor de Trump.
“Vamos a enfrentar tiempos difíciles”, dice en el reportaje central Steve Hellinger, experto en desarrollo y en políticas para combatir la pobreza. Sostiene que la protesta social aumentará y que habrá represión.
El historiador estadou-  nidense Thomas Bender (“Trump nunca desarrolló un programa o una filosofía”) se alarma por el desconocimiento de la dinámica del mundo globalizado que pregona Trump.
Y el analista internacional Atilio Boron (“Un dirigente inestable y voluble”) muestra desconcierto sobre el escenario futuro: Trump “ha dicho cosas terribles sobre los inmigrantes latinos en general. Amenazó a México con forzar a construir un muro fronterizo. Lo que implica una política pública imposible de consumar para cualquier nación. Desgraciadamente, podemos esperar cualquier cosa del próximo mandatario. Su equipo de trabajo es muy heterogéneo. No es fácil encontrar un hilo ideológico conductor o algún tipo de coherencia”.
Un número imperdible, con las mejores ilustraciones y diseños que caracterizan a Caras y Caretas desde su fundación a fines del siglo XIX y hasta la modernidad del siglo XXI.

martes, 20 de diciembre de 2016

Pablo Gentili, sobre el libro "América Latina: la democracia en la encrucijada": “La democracia es, o debería ser, mucho más que votar”

“La ciudadanía no se expresa, y los pocos que lo hacen es a favor de políticas regresivas o reaccionarias.”
 
Pablo Gentili y La democracia en la encrucijada, un libro imprescindible
 
“La democracia es, o debería ser, mucho más que votar”
 
El libro realizado en conjunto por Editorial Octubre, la UMET y Clacso sirve como homenaje a Dilma Rousseff, presidenta brasileña destituida de modo irregular, que ofrecerá el jueves una conferencia magistral en Sarmiento 2037.

“El gran problema hoy no es solamente resistir, sino organizarnos mejor. Hay que entender muy bien cuáles son los retos que tenemos para hacer de América Latina una región más justa, más democrática y más igualitaria”, dice Pablo Gentili, uno de los compiladores junto a Nicolás Trotta de América Latina. La democracia en la encrucijada, edición en homenaje a la visita de la presidenta Dilma Rousseff a la Argentina –que dará una conferencia magistral este jueves a las 17 en Sarmiento 2037–, publicado conjuntamente por la editorial Octubre, la Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo (UMET) y el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso), que PáginaI12 ofrecerá con el diario de mañana en compra opcional de 70 pesos. Los ensayos del libro proponen analizar los desafíos que enfrentan los países de la región ante un presente complejo y perturbador, con amplios sectores de la sociedad que no votan o, cuando lo hacen, eligen gobiernos que “claramente se contraponen a los derechos que afirman su reconocimiento como sujetos ciudadanos”. Hay textos indispensables de Ignacio Ramonet, Daniel Filmus, Alejandro Grimson, Julio C. Gambina, Leandro Morgenfeld, Pablo González Casanova, Theotônio dos Santos, Cecilia Nahón, Boaventura de Sousa Santos, Antonio Elías, Fernando Mayorga, Darío Salinas, Casandra Castorena Sánchez; un trabajo conjunto de Yamandú Acosta, Verónica Giordano y Lorena Soler; y una entrevista al filósofo y sociólogo alemán Jürgen Habermas.
Después del golpe institucional contra Dilma Rousseff en Brasil, el futuro de América Latina, ante un nuevo ciclo conservador que se cierne sobre la región, demanda una gran dosis de creatividad política para fortalecer alternativas democráticas que puedan superar un modelo de exclusión que multiplica la injusticia social en el continente. “América Latina vivió un período de grandes transformaciones democráticas en los últimos años, pero hoy se enfrenta a algunas evidencias que son preocupantes. El triunfo de Mauricio Macri significó la regresión de algunas de las conquistas más importantes que se habían logrado y un aumento de la desigualdad y de la pobreza: hay casi cinco millones nuevos de pobres que ha creado el gobierno de Macri, una gran inestabilidad económica, un profundo endeudamiento externo del país con más de 45 mil millones de dólares de deuda nueva contraída en un año. Argentina ha dado un paso atrás enorme, lo que ha significado perder en un muy pocos meses lo que tardamos muchísimo tiempo en construir”, plantea Gentili a PáginaI12. “En Brasil estamos viviendo las consecuencias de un golpe de Estado que puso al país al borde del abismo de la ilegalidad, con un gobierno deslegitimado y que tiene como principal salida a la crisis congelar el gasto público por veinte años. Colombia ha tenido un gran avance con el proceso de paz, pero el plebiscito lo derrotó y ahora trata de recomponerse, aunque hay cada vez más dudas sobre la efectividad que tendrá el proceso de paz. América Latina hoy está en una verdadera encrucijada democrática, donde lo que parecía ser un tiempo atrás un gran laboratorio de experimentación de políticas progresistas y de promesas de justicia social ha regresado al pasado de forma muy vertiginosa”, advierte Gentili, secretario ejecutivo de Clacso y profesor de la Universidad del Estado de Río de Janeiro (UERJ).

–Las democracias en la región están en un momento de mucha fragilidad, especialmente por la baja participación de la ciudadanía a la hora de votar. ¿Por qué crece el abstencionismo en América Latina?

–Los altísimos niveles de abstinencia electoral reflejan un cierto agotamiento de la democracia para un significativo sector de la población. En el marco de la democracia representativa, delegativa, liberal, republicana, el momento más importante de realización de la responsabilidad ciudadana es elegir a los representantes. La democracia es, o debería ser, mucho más que votar. Sin embargo, lo básico de la democracia que es votar cada vez despierta menos interés en los ciudadanos y ciudadanas, en buena medida porque reconocen que no es a partir de ahí que se cambian de manera significativas las cosas. En Colombia, el 66 por ciento de la sociedad no votó y de los que votaron el 19 por ciento le dio el triunfo nada más y nada menos que al “No” a los acuerdos de paz. Cuando se dice que en Colombia ganó el “No”, esto es falso; en Colombia ganó el “no te metás”, “eso no tiene que ver conmigo”, expresiones que manifiestan un alejamiento de los ciudadanos de la participación política más elemental que es el ejercicio del voto. Las tasas de abstención son grandes en Chile y en Brasil, donde a pesar de ser el voto obligatorio miles de brasileños y brasileñas no votan. Esto es un síntoma de una realidad sobre la que tenemos que reflexionar porque no está solamente en crisis la democracia participativa. La ciudadanía simplemente no se expresa y los pocos que se expresan lo hacen a favor de políticas regresivas o reaccionarias, lo cual también es más perturbador.

–Esta indiferencia, ese “no te metás”, parecía una peculiaridad de gobiernos autoritarios o dictaduras que ejercen el terror, pero hoy es una característica de las democracias en el mundo. ¿Qué fue lo que pasó?

–Este es uno de los grandes temas que hay que discutir y analizar de manera urgente, porque la falta de interés en la participación está originada en el no reconocimiento de la gente del valor que tiene ejercer el derecho a elegir de manera eventual. ¿Por qué la gente no vota? Evidentemente no confía más en esta promesa de que votando puede cambiar la realidad, que la puede mejorar, que puede construir un horizonte nuevo para sus demandas y necesidades. En Colombia, el abstencionismo de más del 66 por ciento de la población revela que la mayoría de la población no creía que el plebiscito era un mecanismo legítimo y eficiente para contribuir a eso que debería ser un principio esperado por toda la sociedad que es la paz. ¿Por qué la gente no confía en la democracia? Debe ser como consecuencia de la mala gestión de los políticos y también del nivel cada vez más subalterno que ha tenido la participación popular en la toma de decisiones de los grandes asuntos públicos en América Latina, donde se llama a la gente a votar cada dos años, pero no se la llama a opinar, a decidir, a discutir espacios más activos para el ejercicio de los derechos ciudadanos.

–Una cuestión acuciante tiene que ver con un interrogante que emerge a la par del triunfo de gobiernos de derecha en la región: ¿por qué los ciudadanos, cuando votan, votan contra sus propios intereses?

–En el caso de la Argentina es una cuestión que deberíamos examinar especialmente los que hemos defendido el proceso de cambio que vivió nuestro país en la última década. La derecha ha tenido capacidad para organizarse y reaccionar después de las conquistas progresistas. Al mismo tiempo, los sectores más conservadores han logrado reposicionarse en la batalla política y dar una respuesta que les permitió llegar al poder. Hay un factor que tuvo que ver con la debilidad, con la incapacidad o con los límites que ha demostrado el progresismo para mantenerse en el poder. Cuando se pierden espacios en la política, se pierden por los aciertos que tienen unos y por los errores que tienen otros. Acá la derecha consiguió acertar, para desgracia del progresismo, el tono en las campañas, el mensaje, la narrativa que ha elaborado acerca de cómo estábamos y hacia dónde deberíamos ir. Pero también hubo una cierta incapacidad por parte de los sectores populares, nacionales, progresistas, de poder expresar una alternativa que sea más confiable, que genere más adhesión e interés por parte de la sociedad. Por eso creo que es necesario hacer una autocrítica desde el campo del progresismo de los errores que se cometieron y que nos llevaron a estar como estamos, para no llegar a una posición un poco cínica de pensar que nuestra derrota se debe sólo a la capacidad que tenía la derecha de organizarse. Esta es una parte de la historia, pero hay otra parte que tiene que ver con nosotros y es bueno que la indaguemos para evitar cometer los mismos errores en el futuro.

–¿Cuáles serían los errores más importantes?

–Los sectores progresistas en toda América Latina consiguieron alcanzar algunas victorias democráticas muy significativas: reducir la pobreza, ampliar y aumentar la esfera de derechos, poner a los pobres en el centro de las prioridades de la política pública, generar mayores espacios de participación, afirmar derechos que históricamente fueron negados –también nuevos derechos que fueron conquistados mediante las luchas, que los Estados reconocieron mediante leyes que significaron un inmenso avance democrático en nuestras sociedades–, pero a la vez hubo una gran dificultad para poder mostrar qué venía después de todo esto en Brasil, en Argentina, en Venezuela, y probablemente en Bolivia y en Ecuador. Hay una gran dificultad para poder construir un discurso que permita que la ciudadanía entienda que lo que hemos vivido es la primera etapa de un proceso de cambio y no “el” cambio. Quizá hemos exagerado mucho el énfasis en que lo que hemos vivido fue una gran transformación, que la tarea ya se había cumplido, pero en realidad lo que hicieron nuestros gobiernos populares fue el primer paso de un proceso de democratización sustantiva de nuestra sociedad que necesitaba consolidarse con nuevas reformas. La derecha fue mucho más inteligente porque ni Macri ni un gobierno golpista como el de (Michel) Temer niegan que hay que hacer políticas sociales, no dejan de enfatizar que disminuir la pobreza y la desigualdad es un gran desafío. Han incorporado este discurso con una gran tranquilidad, aunque no pase de una retórica que sirve más para legitimar que para describir lo que hacen. Si los gobiernos progresistas no tienen condición para demostrar que estas transformaciones que realizaron son la primera etapa de un proceso de cambio y de reforma social, política, cultural y educativa más profunda y más duradera, de lo que se trata en definitiva es ver quién está en mejores condiciones para mantener lo que se logró. Eso es lo que la derecha supo aprovechar. La propuesta de Macri, que para nada cumplió, fue el programa “pobreza cero”, que lo lanzó como promesa y generó en su primer año de gobierno cinco millones de pobres. Lo que Macri entendió es que la polarización no se tenía que hacer en torno a los que creaban o no pobreza porque iba a ser un pésimo negocio decir que iba a generar más pobreza en el país. Al mismo tiempo, lo que no deja de ser un problema es que no haya habido capacidad por parte de los sectores progresistas para mostrar que la agenda de la transformación es mucho más larga, mucho más compleja y necesita de un compromiso de la gente y de los gobiernos para afianzar los cambios que se vivieron, para fortalecerlos y radicalizarlos. Si la promesa electoral del progresismo es mantener lo que se conquistó, y en definitiva todo el mundo promete mantener lo que se conquistó, cómo diferenciamos griegos de troyanos, si todo acaba pareciendo lo mismo. Y si todo acaba pareciendo lo mismo, la gente puede tender a confiar también en lo que parece nuevo.

–¿Cómo impactará la próxima presidencia de Donald Trump en la región?

–La situación es muy compleja porque la propuesta de Trump es la construcción de un muro en la frontera con México que muestra el profundo desprecio y la visión prejuiciosa y autoritaria que tiene respecto de América Latina. Pero al mismo tiempo preanuncia también una relación militarizada que va a tener los Estados Unidos con la región, revirtiendo algunos de los muy tímidos avances que ha habido en relación a Cuba. Hay algunas coincidencias que son bastantes sorprendentes en la intervención que los Estados Unidos parece estar teniendo en algunos de los procesos de desestabilización democrática que ha habido en América Latina, en la crisis de nuestros propios procesos de integración regional, que tiene motivos propios como lo estamos viviendo ahora en el Mercosur, que son producto de nuestras incapacidades para mantener los espacios que construimos de cooperación, de intercambio y de integración regional; pero también es una crisis en la cual los Estados Unidos operan y se benefician notoriamente. Esto está ocurriendo ahora con el gobierno de Barack Obama; con el gobierno de Trump todo indica que será muchísimo peor, al menos en lo que se refiere a América Latina. El libro expresa algunas de estas preocupaciones, que van mucho más allá de la retórica xenófoba, machista y racista que tiene Trump, que es sin lugar a dudas importante, pero que no puede ser utilizada solamente para describir la enorme gravedad que significará para la región tener como presidente de la principal potencia del planeta, que ocupa una buena parte de nuestro continente, a un energúmeno como Trump.

domingo, 18 de diciembre de 2016

"Un cambio de era: giro a la derecha"




Por Juan Manuel Navarro
La Voz del interior

La ultraderecha gana terreno en Estados Unidos y Europa ante el descontento con la globalización y el estancamiento económico. Rebrote de nacionalismos, xenofobía y racismo en el centro del mundo. Puede ser el cambio occidental más importante desde la caída del muro de Berlín. Cómo puede seguir el panorama.
Europa vive un ascenso de las derechas radicales como no se conocía desde la década de 1930. Al mismo tiempo, Donald Trump llega a la presidencia de los Estados Unidos con la promesa  de deportar 11 millones de indocumentados, construir un muro en la frontera con México y "hacer grande otra vez América", entre otros anuncios de ese tono.
Desde ambos lados del océano Atlántico, crece el rechazo contra la globalización, la inmigración y los partidos políticos tradicionales. Y gana terreno el ultranacionalismo. Como señalan sociólogos y politólogos, en amplios sectores de esas sociedades crece el sentimiento antisistema. Algo así como el "que se vayan todos" en la Argentina de 2001, pero en una versión recargada.
Olivier Dabène, politólogo e investigador del Instituto Sciences Po de Paris, explica: "La ola antiestablishment claramente tiene que ver con la magnitud de la crisis económica que sufrimos desde hace casi 10 años; y con la perspectiva de una profundización de la globalización, que produce ese tipo de crisis".
En diálogo desde París, Dabène señala que los gobiernos nacionales y los órganos regionales no han estado a la altura de esos desafíos: "Se advierte una cierta impotencia para imaginar soluciones eficientes. Hay un trasfondo de mucha frustración de cara a esa incapacidad de reactivar el crecimiento y de luchar contra el desempleo. Es una mezcla muy peligrosa. Creo que hay un problema de gobernabilidad".Aunque los fundamentos ideológicos, la retórica y el nivel de extremismo político difieren de un país a otro, existen rasgos comunes. Los ultranacionalistas europeos repudian las instituciones regionales. Trump dijo que eliminará los tratados de libre comercio. Todos defienden la idea de cerrar las fronteras y, como muestran los sondeos en Europa y las elecciones en Estados Unidos, su respaldo  social está en aumento.

En Francia, el ultraderechista Frente Nacional de Mariane Le Pen lidera las intenciones de voto para las elecciones presidenciales de 2017. En Hungría, el movimiento de extrema derecha Jobbik (ver nota aparte) se convirtió en el principal partido de la oposición, al igual que el Partido Liberal Austríaco, que es tachado de filonazi. También en Bélgica, Holanda, Alemania, Dinamarca, Eslovaquia, Bulgaria, Finlandia, Suecia e Italia la derecha radical se consolida.
Lecciones del Brexit
En junio pasado, el referéndum en Gran Bretaña terminó de encender las alarmas. El triunfo de la opción por la salida de la zona euro puso en evidencia tres cuestiones: la primera, el desgaste del bipartidismo Laborista-Conservador, que hizo campaña por la continuidad en la Unión Europea. Luego, el ascenso del ultraderechista Partido de la Independencia de Reino Unido (Ukip), promotor del Brexit, que agitó el rechazo a la inmigración y la xenofobia. Por último, el Ukip prometió recuperar el poderío económico británico del pasado, una suerte de "política de la nostalgia" que encontró una buena acogida en ciudades pequeñas castigadas por la desindustrialización (y el desempleo) y en zonas rurales. Con matices, estos componentes aparecen en el discurso de los pares continentales de la extrema derecha británica.
"En Europa, 'antiglobalización' significa 'anti Unión Europea e integración regional'. Es una tendencia muy fuerte que el Brexit agravó. Si se acentúa o no, dependerá precisamente de lo que pase en Gran Bretaña. Si su economía repunta, seguramente otros países seguirían el mismo camino, de lo contrario probablemente no", aventura Dabène.
Tiempo de cambios
Para Diana Tussie, directora de la maestría en Relaciones Internacionales de Flacso, los países centrales están embarcados en fuertes transformaciones sociopolíticas. "Creo que es un cambio tan grande como en su momento fue la caída del Muro de Berlín. Pero a diferencia de ese episodio, el proceso actual no tiene un rumbo fijo. La disolución del bloque soviético postulaba un rumbo: el Consenso de Washington, el mercado y la globalización. Había además una idea libertaria y de que todo iba ir mejor", afirma Tussie.
"Lo que vivimos en la actualidad –continúa- es muy diferente. Hay una colisión entre la política y la economía, que tiende a la unificación, la interdependencia y la globalización. Los procesos democráticos se están plantando contra estas dinámicas. Entran en colisión las lógicas de los mercados globales con la decisión de los votantes".


Contra la austeridad

Las posturas radicales son la contracara de la alicaída economía, el miedo al desempleo y el declive del Estado de Bienestar. Pese a la inyección de miles de millones de dólares en el sistema financiero después del crac de 2008, las perspectivas económicas parecen poco prometedoras para los países centrales, que enfrentan una fase de contracción más prolongada que la 1929-1933.
El periodista de la BBC Paul Mason escribe en su libro Postcapitalismo (Paidós, 2015): "Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (Ocde), el crecimiento en el mundo desarrollado será 'débil' durante los próximos 50 años. La desigualdad aumentará un 40 por ciento. Incluso en los países en vías de desarrollo, el dinamismo actual estará agotado para 2060. Aunque no lo digan los economistas de la Ocde, podemos afirmar que la época dorada del capitalismo ya es historia en el mundo desarrollado, y en el resto, lo será también en muy pocas décadas".
Es cierto que el sistema financiero se estabilizó, pero el costo fue un aumento exponencial de la deuda pública, que en muchos países supera el 100 por ciento del Producto Interno Bruto. Ante ello, los gobiernos de la Unión Europea adoptaron políticas de austeridad que implicaron recortes en prestaciones sociales, trabajadores públicos y pensiones. En los países más afectados, los sistemas de pensiones quedaron prácticamente destruidos, se retrasó la edad jubilatoria y se privatizó la educación.
Con este trasfondo, crece el desencanto y la bronca en amplios sectores de la sociedad, que ven cómo se paga la crisis a costa del deterioro de su calidad de vida. A diferencia de los partidos de izquierda como Syriza (Grecia) y Podemos (España), que pese a ser muy críticos de la Unión Europea no proponen hacerla saltar por los aires, la ultraderecha apuesta a la vuelta de las monedas nacionales y a la recuperación de la soberanía cedida a los órganos supranacionales. Cuestionan la pertenencia a una identidad europea común y, en su lugar, pretenden la reafirmación de las identidades nacionales anteriores a la unificación.
Como se vio en el Brexit, la llegada masiva de inmigrantes es otro foco de tensiones. Los trabajadores provenientes de Europa del Este agigantaron el miedo de sus vecinos del oeste a la pérdida del empleo o a la caída del salario. Al mismo tiempo, las prestaciones estatales, que en muchos casos sufren el congelamiento o el recorte de fondos públicos por las políticas de austeridad, deben redoblar sus esfuerzos para atender a más gente. Estos temores fueron hábilmente utilizados por los partidarios del Brexit, que elevaron los niveles de xenofobia y nacionalismo como hacía mucho tiempo no se veía.
A lo que se agrega la crisis de los refugiados –cientos de miles huyen de los conflictos bélicos de Medio Oriente y África-, sumando tensión al ya de por sí regresivo clima social que se vive en el viejo mundo.
¿Lo que vendrá?
La desregulación financiera, el retroceso del Estado, la apertura y transnacionalización de las economías y las construcciones supranacionales, entre otras medidas impulsadas tras la caída del Muro de Berlín, dieron forma al orden global que hoy está bajo presión. "Creo que hay un malestar con la globalización neoliberal que se impone hace 30 o 40 años y que produce cada vez más desigualdad, exclusión y pérdidas de derechos sociales para las mayorías. El problema es que hasta ahora ese descontento está siendo canalizado en favor de candidatos y propuestas xenófobas, socialmente regresivas", acota Leandro Morgenfeld, coordinador del Grupo de Estudios sobre "Estados Unidos, perspectivas América Latina y Argentina" de Clacso e Investigador del Conicet.
"El desafío para las fuerzas políticas populares, progresistas y de izquierda –prosigue- es recuperar la iniciativa. Hay experiencias, como algunas de las que se produjeron en América Latina y Europa en los últimos años. También en Estados Unidos, donde surgió hace cinco años el movimiento Occupy, y se plasmó en estas elecciones en el enorme apoyo que cosechó la candidatura de Bernie Sanders entre los jóvenes. En este momento de crisis del neoliberalismo, hay condiciones para impugnar esa ofensiva del capital sobre el trabajo y construir una alternativa progresista".
Con todo, se trata de un escenario abierto. Como se vio semanas atrás en las elecciones generales de Austria, con el triunfo del candidato ecologista por sobre la extrema derecha, la llegada al poder de las alternativas radicales no es un trámite.
De hecho, Dabène cree que el rebrote de estos grupos no será duradero. Aunque hay motivos para el pesimismo, el politólogo pone fichas a la (en su opinión) incipiente recuperación económica en algunos países de la Unión Europea.
"Si esta tendencia se consolida –indica-, los partidos tradicionales se fortalecerán. Lo que pasó en España (la formación del nuevo gobierno a cargo del Partido Popular) es muy emblemático; luego de tres elecciones y meses de parálisis, Rajoy vuelve al poder, superando el desafío de Podemos o de los partidos de centro. Creo que algo similar pasa en otros países, donde las fuerzas tradicionales no desaparecen y están tratando de frenar los progresos de los partidos radicales y progresivamente lo están haciendo".
Como sea, en 2017 habrá elecciones generales en Holanda, Francia y  Alemania. En los dos primeros, la ultraderecha luce fortalecida y su triunfo en alguno de estos países supondría el fin de la Unión Europea. En Alemania, la canciller Angela Merkel domina la escena, pero los sectores radicales están en ascenso.
La última palabra la tendrá el voto popular. Como el mes pasado en Estados Unidos.

"Jujenización de la política y ALCA de facto". Por Martín Granovsky




Por Martín Granovsky
Página/12

Cada vez parece menos crucial que Donald Trump impulse o no un área de libre comercio de las Américas al estilo de George W. Bush. Las políticas de la Argentina y de Brasil hacia Venezuela y el debilitamiento extremo de Mercosur están conformando un ALCA de facto. Un bloque político de Alaska a Tierra del Fuego con cabeza en Washington y pies en Buenos Aires y Brasilia.
El último capítulo fue el choque entre Mauricio Macri y Nicolás Maduro por los golpes que denunció la canciller venezolana Delcy Rodríguez por parte de la Policía Federal.
Maduro dijo que Macri “es un cobarde y un ladrón”.
Macri replicó que “más cobarde es someter a un pueblo”.
Es grave: los que se insultan no son dos fusibles administrativos sino dos presidentes elegidos por el sufragio universal.
El tema de fondo es la ideologización del Mercosur tras los cambios de gobierno. En la Argentina por votos. En Brasil por golpe. Pasó de ser un proyecto de mercado común en desarrollo a un escenario de la polarización entre Venezuela por un lado y Brasil, la Argentina y Paraguay por el otro. Uruguay hizo lo posible por evitar la sangre pero no pudo. Fue más fuerte el impulso de darles proyección continental a las situaciones de excepción, las policías bravas, la precarización del trabajo y el endiosamiento de la economía trasnacionalizada.
La cuestión visible es el nivel de cumplimiento de las normas mercosurianas por parte de Venezuela. La Triple Alianza, como llama Maduro a la Argentina, Brasil y Paraguay usando una licencia histórica, porque la guerra contra el Paraguay de 1865 a 1870 fue entablada por la Triple Alianza de la Argentina, Uruguay y Brasil, sostiene que a Venezuela le faltó cumplimiento a tiempo. Caracas repone que solo le queda por cumplir un siete por ciento de las normas y que cumplió el 93 por ciento restante en solo cuatro años. Los socios del Mercosur primero birlaron a Venezuela la presidencia pro-tempore que le correspondía. Luego justificaron el hecho con un argumento técnico que deberán tratar los cuerpos especializados del bloque. El mecanismo es conocido. Primero la preventiva. Después, que Justicia investigue. La Doctrina Morales sobre Milagro Sala comienza a invadir también el perfil externo de la Argentina.
La refriega que envolvió a Delcy Rodríguez el miércoles último era evitable. La canciller había avisado que vendría a Buenos Aires. Su colega argentina Susana Malcorra hasta terminó recibiéndola en el despacho del piso 13 y discutió con ella cara a cara. Desde allí a la entrada principal del Palacio San Martín, en Arenales entre Esmeralda y Maipú, donde quiso ingresar Rodríguez y al final lo logró, hay solo media cuadra. Más allá de la cuestión de fondo y al margen de cualquier opinión sobre las razones de unos y otros, ¿qué ocurrió para que en solo 50 metros se produjera el peor incidente diplomático de los últimos años?
Opción uno: el Gobierno argentino quiso someter a la canciller venezolana a una vejación física y ordenó a oficiales de policía que la acosaran. Sería una Doctrina Morales dolosa, es decir con intención de cometer el acto ilícito.
Opción dos: el Gobierno argentino ni pensó que debía evitar cualquier fricción callejera. Actuó con negligencia. Como nadie previó los hechos ni planificó la reducción de daños, la policía empujó con sus escudos a dos personas morochas y de baja estatura como Rodríguez y quien la acompañaba en ese momento, el canciller boliviano David Choquehuanca. Un acto ilícito cometido sin intención. La versión culposa de la Doctrina Morales.
Este diario no logró reunir elementos suficientes como para determinar si el miércoles funcionó la variante uno o la dos. Cada lector es libre de imaginar lo que le plazca. La verdad, de todos modos, es que Delcy Rodríguez terminó con un golpe fuerte en el antebrazo derecho, que un médico le inmovilizó la zona, que funcionarios del Palacio San Martín intentaron impedirle la entrada en malos términos, que al final fue conducida a un salón y que, cuando ya estaba sentada, un grupo de empleados comenzó a quitar las banderas y llevárselas adonde de verdad sesionarían los otros cuatro cancilleres. Todo muy bananero.
Una tentación es sostener que ni siquiera para un gobierno conservador, y ni siquiera en este mundo antidemocrático, conviene ser sede de un incidente físico con una canciller. La tentación se completaría razonando que también es torpe, y no solo injusto, incumplir los reclamos de la ONU y de la OEA sobre Milagro Sala. Sería una actitud aislacionista, para usar la palabra utilizada en una nota sutil publicada en La Nación por Santiago Cantón, secretario de Derechos Humanos bonaerense, que por cierto no comulgó nunca con el chavismo pero comprende el peso histórico del sistema internacional de derechos humanos.
¿Y si no fuera torpeza? ¿O si lo fuera y, a la vez, el deseo de perfilarse en el mundo como un país fieramente neoconservador con un Presidente orgulloso de serlo resultara un elemento superior a cualquier otro? ¿Y si la Argentina se estuviera planteando, otra vez, ser Extremo Occidente?
Mientras los lectores, los analistas y la historia contestan a preguntas que aún no tienen respuesta, el hecho cierto es que la decadencia del Mercosur se acentúa.
Venezuela no fue incorporada como miembro pleno porque Néstor Kirchner, Tabaré Vázquez, Luiz Inácio Lula da Silva y Nicanor Duarte Frutos eran chavistas. Eran amigos de Chávez pero cada uno encabezó un proceso nacional con sus propias características. Sumaron a Venezuela para completar geopolíticamente al bloque, fortalecer la matriz energética y acumular poder para jugar con mayor fuerza en un mundo que el Mercosur deseaba multipolar de veras. Lo mismo sucedió con Bolivia, que desde 2015 es Estado parte del Mercosur y será miembro pleno cuando todos los congresos ratifiquen su incorporación. La diversidad se mantuvo incluso respecto de los Estados asociados al Mercosur: Chile, Ecuador, Colombia, Perú, Guyana y Surinam. Chile, por ejemplo, tuvo primero en La Moneda a Michelle Bachelet, después al conservador Sebastián Piñera y más tarde de nuevo a Bachelet. Colombia pasó de la derecha belicista de Alvaro Uribe al centroderecha pacifista de Juan Manuel Santos. Y no hubo ningún problema.
El jueves último fue presentado en ATE el libro “No al ALCA 10 años después”. El título alude al aniversario, ya cumplido en 2015, de la Cumbre de las Américas de Mar del Plata. Editado por Filosofía y Letras y compilado por Julián Kan, reúne trabajos de investigadores como Luiz Alberto Moniz Bandeira, Lucila Rosso, Leandro Morgenfeld, Alberto Sosa y Alfredo López Rita.
Morgenfeld sostiene allí que el plan de crear un Área de Libre Comercio de las Américas por parte de Washington también buscaba obturar programas alternativos como un Mercosur más fuerte. Con un ALCA habría más concentración y menor importancia relativa del trabajo.
Rosso transcribe la confesión de un funcionario que se pregunta si, cuando iba al FMI, a un FMI que ocupó el centro de las referencias argentinas de política económica hasta el desenganche de 2005, las exigencias no acababan resultando caras aunque  quizás algún préstamo tuviera descuento. La investigadora coloca la liquidación de la deuda con el FMI como un escalón en la búsqueda de la autonomía.
Sobre la importancia que hasta hace muy poco tuvo el comercio, escribe López Rita que “quien se disponga, por caso, a considerar los términos de crecimiento a lo largo del bienio 2013/2014, notará que las economías emergentes han tenido una tasa anual promedio de crecimiento tres veces más altas que las de las economías centrales (4,5 por ciento versus 1,5 por ciento), tendencia que replica el ritmo de crecimiento existente con anterioridad a desatarse la crisis”.
Alberto Sosa recuerda en el libro el peligro siempre presente de la desregulación de las industrias de servicios y la ruptura de toda norma proteccionista, nacional o regional, de compras gubernamentales. Y, en un ejemplo de lo que podría haber sido un desarrollo virtuoso del Mercosur, registra que sus miembros y luego los integrantes de Unasur “no privilegiaron -porque no pudieron o no quisieron- la conformación de un gran mercado interno plurinacional o casi continental, en términos bolivarianos o cepalianos”. Tampoco “concedieron particular prioridad al progreso tecnológico conjunto, a través del aumento del stock de conocimiento, o sea, al llamado crecimiento shumpeteriano”, aunque sí enfatizaron el sendero de la división del trabajo aprovechando la demanda asiática de productos.
La Doctrina Morales que ahora jujeñiza toda la política es sencilla. Si antes los gobiernos fallaron en ciertos progresos porque “no pudieron o no quisieron”, ahora está claro que no quieren. Optaron por un ALCA de facto: actúan como si los problemas de la integración se resolverán no con más sino con menos integración.

viernes, 16 de diciembre de 2016

Trump amenaza con poner fin al deshielo entre EE.UU. y Cuba a 2 años del acercamiento

6355

Trump amenaza con poner fin al deshielo entre EE.UU. y Cuba a 2 años del acercamiento

Radio Nacional
 
El Presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, dijo estar dispuesto a “poner fin” al proceso de normalización de relaciones, iniciado el 17 de diciembre de 2014, al menos que La Habana acepte negociar un “mejor acuerdo”. En contrapartida, la Casa Blanca defendió el acercamiento y cuestionó la idea de que haya hecho excesivas concesiones a Cuba o que no haya conseguido reciprocidad.
Compartimos un informe del área internacional de la Radio de Todos sobre el futuro del deshielo entre Estados Unidos y Cuba.

- escuchar el informe acá




jueves, 15 de diciembre de 2016

Nicolás Maduro responsabilizó a Macri por la agresión de ayer a la canciller Delcy Rodríguez y declaró desde Cuba: “Nada ni nadie va a sacarnos del Mercosur, porque Mercosur le pertenece a los pueblos”

Desde La Habana, Nicolás Maduro dijo que seguirá "dando la batalla" por el Mercosur. (Fuente: AFP)

La reacción de Nicolás Maduro tras la agresión a Delcy Rodríguez
“Nadie va a sacarnos del Mercosur”


Página/12
Desde La Habana, el presidente de Venezuela responsabilizó al gobierno de Macri por lo ocurrido con su canciller. Dijo que la expulsión de su país del bloque regional es parte de "un plan retrógrado" para destruirlo.

El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, responsabilizó al gobierno de Mauricio Macri por agresión que ayer sufrió la canciller de ese país, Delcy Rodríguez, mientras intentaba ingresar a la reunión de ministros de Relaciones Exteriores del Mercosur en el Palacio San Martín. Durante un discurso en La Habana y frente a la cúpula del gobierno cubano, Maduro  criticó “la cobardía del gobierno argentino” y afirmó que ese hecho refleja “la violencia de una ultraderecha intolerante”, que suspendió a su país como miembro pleno del bloque regional a través de “un plan retrógrado de destrucción y división”.
La reacción del presidente venezolano tuvo lugar ayer durante un acto en el Palacio de Convenciones de la capital cubana, a horas de enterarse lo ocurrido en la Ciudad de Buenos Aires, donde Rodríguez fue golpeada por policías que custodiaban el acceso a la reunión en la que Argentina asumiría la presidencia pro témpore, cargo al que debía acceder Caracas. Esta decisión fue tomada por los gobiernos de Argentina, Brasil y Paraguay, a los que Maduro calificó de “la Triple Alianza de gobiernos de ultraderecha”, de la que excluyó a Uruguay que también consensuó la decisión.
Tras esa agresión, la jefa de la diplomacia bolivariana fue entablillada en su brazo. “Lo que deben tener claro estas oligarquías que quieren desde la Triple Alianza imponerle un Plan Cóndor a Venezuela es que a Venezuela no la va a detener nada ni nadie”, aseveró Maduro y dejó claro que su gobierno seguirá “dando la batalla en el Mercosur”.
Consideró, además, que los cuatro miembros plenos de la alianza “en vez de buscar que el Mercosur se fortalezca” han “impuesto un plan retrógrado de destrucción y división”. En este sentido lamentó “saber que el legado de Lula, de Dilma, de Kirchner, de Cristina, es pisoteado”. “Nos entristece”, insistió.
Las palabras del presidente bolivariano fueron consignadas por el diario cubano Granma y pronunciadas durante un acto por los 12 años de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América lanzada por Hugo Chávez y Fidel Castro. Allí, el cubano Raúl Castro manifestó su apoyo a Venezuela.
“Nada ni nadie va a sacarnos del Mercosur, porque Mercosur le pertenece a los pueblos”, sentenció Maduro, a la vez que aseguró que tanto la suspensión de su país en ese bloque como la continuidad de “estas oligarquías" en los gobiernos asumidos en los últimos años "han asaltado el poder (pero) son fugaces, no temporales”. “Los permanentes –añadió- son los sueños nuestros, de los trabajadores y de los que sí amamos esta Patria Grande.”