lunes, 28 de noviembre de 2016

EEUU: elecciones bajo sospecha. Ahora Trump denuncia que hubo fraude y "millones de votos" ilegales

Donald Trump sube a su avión junto a su mujer Melania y el hijo de ambos, Barron, en West Palm Beach. / Reuters

 

Ahora Donald Trump denuncia que hubo "un gran fraude" en las elecciones que él ganó

Clarin

Sin dar pruebas, afirmó que "millones votaron ilegalmente" por Hillary Clinton, arrojando un manto de ilegitimidad sobre el comicio.
El presidente electo Donald Trump afirmó anoche _sin presentar pruebas_ que ``millones'' votaron ilegalmente en los recientes comicios, se mofó de los casi dos millones de sufragios más que Hillary Clinton obtuvo sobre él en el voto popular, y reiteró su afirmación de campaña de que la contienda estaba amañada mientras prosigue sus preparativos para ingresar a la Casa Blanca en menos de dos meses.
Trump y sus colaboradores censuraron el intento _al que se ha sumado Clinton_ de que se efectúe un recuento de votos en tres estados (Wisconsin, Michigan y Pennsylavnia) en los que ningún candidato era favorito, y describieron esa iniciativa como fraudulenta, obra de ``chillones'' y, según el magnate, ``triste''.
El mandatario electo lanzó una ofensiva en Twitter que se extendió más de 12 horas el domingo, en la que arrojó una sombra sobre la legitimidad de una elección que él ganó.

Mirá también: Trump critica a Hillary y dice que nada cambiará si recuentan los votos

"Gané el voto popular si se le resta el de millones de personas que sufragaron ilegalmente'', tuiteó durante la tarde, antes de argumentar en un tuit por la noche que hubo ``grave fraude electoral en Virginia, New Hampshire y California''.  Y se quejó de que los medios no informaran al respecto. El equipo de transición de Trump no respondió a las preguntas en las que se le solicitó evidencia de las afirmaciones infundadas.
No ha habido indicios de una manipulación generalizada del voto, votación ilegal o piratería cibernética que hubiera afectado sustancialmente el resultado de una manera u otra. Precisamente esa falta de pruebas deja entrever que el triunfo de Trump posiblemente prevalezca en el recuento de votos.
Mientras el presidente electo se esforzaba por cubrir los puestos en política exterior y seguridad nacional de su gabinete, una colaboradora de alto rango expresó asombro de que el candidato presidencial republicano de 2012, Mitt Romney, continúe figurando como prospecto para el puesto de secretario de Estado después de haber cuestionado durante toda la campaña el carácter, el intelecto y la integridad del magnate.
Trump colocó en Twitter el domingo una parte del discurso de concesión de Clinton, en el que ésta les dijo a sus partidarios que ``Donald Trump va a ser nuestro presidente'', y fragmentos de los comentarios de ella en los debates, cuando criticó al candidato republicano por negarse a decir si aceptaría el resultado de los comicios.
Trump había descrito antes como una ``estafa'' que la candidata del Partido Verde, Jill Stein, pidiese un recuento de votos en Wisconsin, Michigan y Pennsylvania. Trump ganó Wisconsin y Pennsylvania y, hasta el miércoles, tenía una ventaja de casi 11.000 votos en Michigan, cuyos resultados serán certificados el lunes. La ventaja del presidente electo en Michigan era marginal, de 0,22%, en los votos del estado.
Clinton encabeza el popular por casi dos millones de sufragios, pero Trump ganó 290 votos del Colegio Electoral en comparación con los 232 de Clinton, sin contar Michigan.
La demócrata podría inclinar la balanza del voto del Colegio Electoral en el remoto caso de que todos los recuentos le fueran favorables.
Trump tenía planeado regresar a Nueva York el domingo después de pasar el fin de semana del Día de Acción de Gracias en su mansión de West Palm Beach. Su equipo de transición dijo que el presidente electo programó una serie de reuniones para hoy lunes con prospectos para integrar su gobierno.
Entre los puestos que aún tiene por llenar están el del encargado del Departamento de Estado. La división interna al respecto volvió a quedar ante la opinión pública el domingo cuando la asesora Kellyanne Conway manifestó su preocupación respecto a la posibilidad de que Romney obtenga un cargo tan significativo.
Los partidarios de Trump ``se sienten un poco traicionados de que Romney ingrese de nuevo allí (al gobierno) después de todo lo que hizo'', subrayó Conway. ``Ni siquiera sabemos si votó por Donald Trump. Él y sus asesores no fueron otra cosa que terribles hacia Donald Trump durante un año''. Conway agregó que ella solo ``está reflejando lo que la base popular está diciendo''.
Rudy Giuliani, exalcalde de la ciudad de Nueva York, y el senador Bob Corker de Tennessee figuran entre posibles candidatos a jefe de la diplomacia del país.
(Fuente: AP)

domingo, 27 de noviembre de 2016

"El legado histórico de Fidel va a agigantarse a partir de ahora"

Por Cecilia Camarano (ámbito.com)
 

Los debates en torno a la muerte de Fidel Castro y el legado que dejará en Cuba y en el mundo ya comenzaron. A menos de 48 horas de su muerte, simpatizantes y críticos del líder se muestran expectantes sobre el impacto de la noticia en las relaciones globales.

En esta línea, mucho se ha dicho este fin de semana sobre la relación entre la muerte de Castro con "el fin del siglo XX". En diálogo con ámbito.com, el profesor de la Universidad de Buenos Aires (UBA), investigador del CONICET, y autor de varios libros Leandro Morgenfeld, se propone cuestionar esta idea y aventura que el legado de Fidel "va a agigantarse a partir de ahora".

Periodista: ¿Cómo impacta la muerte de Fidel en el contexto geopolítico inmediato?

Leandro Morgenfeld:
Más allá de su avanzada edad y de sus públicos problemas de salud, su muerte generó una conmoción y tristeza a escala global, y en particular en América Latina y el Caribe, donde Fidel fue y es un símbolo. Desde 2006, cuando tuvo que ser operado por su problema intestinal, fue organizando la sucesión, para que su eventual muerte no generara una crisis política en Cuba, de impacto impredecible. Si bien genera tristeza, su muerte no va a modificar el contexto geopolítico en nuestra América, al menos no en forma inmediata ni lineal. Fidel fue y va a seguir siendo un referente en las fuerzas revolucionarias y de izquierda, y su legado histórico va a agigantarse a partir de ahora.

P.: ¿Considera que con la muerte de Fidel, Cuba cambiará su régimen de gobierno?

L. M.:
Por supuesto que la desaparición física de Fidel va a tener una carga simbólica muy fuerte al interior de la isla, por lo que representa su figura. Pero, al mismo tiempo, como Cuba viene instrumentando una serie de reformas, la "actualización del modelo económico cubano", normalizando las relaciones diplomáticas con Estados Unidos y pensando en la renovación generacional de sus líderes. El gobierno está hace una década comandado por Raúl Castro, quien anunció que eventualmente se retiraría en 2018. Al haberse planificado el paulatino retiro de Fidel (como presidente, comandante de las fuerzas armadas revolucionarias, secretario general del partido), el impacto no genera tanta incertidumbre, como sí hubiera ocurrido hace 15 o 20 años.

P.: ¿Cómo cree que será la relación entre Cuba y Estados Unidos a raíz del deceso de Fidel y la asunción de Donald Trump?

L. M.:
La reacción de Trump fue desagradable y lamentable. Salió a festejar la muerte vía Twitter. Lo calificó como un "brutal dictador". Poco antes, había homenajeado a ex miembros de la brigada que invadió Cuba en abril de 1961, con financiamiento y apoyo de la CIA. E incorporó a su equipo a un reconocido lobista pro-embargo. Trump había considerado que la política de deshielo impulsada por Obama era positiva, pero en los últimos meses de la campaña, para capturar el voto de los cubanoamericanos anti-castristas de Florida, modificó su posición y prometió dar marcha atrás. Incluso llegó a prometer que cerraría la embajada en La Habana (reabierta en julio de 2015). Las señales que está dando son muy preocupantes. El mundo entero le exige a Estados Unidos que termine con el criminal bloqueo económico, comercial y financiero que hace décadas aplasta a la isla. Pero Trump responde en forma agresiva. Esa actitud va a generarle rechazo en nuestra América y echa por la borda la política impulsada por la saliente administración Obama. Creo que con Trump va a reflotarse un sentimiento de rechazo al gobierno de Estados Unidos, por no respetar los principios de no intervención y autodeterminación de los pueblos.

P.: ¿Comparte la visión de que con la muerte de Fidel termina el siglo XX?

L. M.:
Fidel, junto con el "Che" (Ernesto Guevara), son emblemas de la lucha revolucionaria antiimperialista y socialista en nuestra América, pero también en el mundo entero. Fue una figura clave a lo largo de la segunda mitad del siglo XX. Impulsó una revolución anti-dictatorial en uno de los países más dependientes y sojuzgados por el imperialismo estadounidense. Contra toda la lógica, logró transformar esa revolución en una socialista, resistió la invasión de 1961, organizada al final de la administración Eisenhower y ejecutada durante la presidencia de Kennedy, resistió un embargo de más de medio siglo, más de 600 intentos de asesinato organizados por distintas agencias del gobierno estadounidense. Colocó un pequeño país de 11 millones de habitantes en el centro de la historia universal, impulsó a otros movimientos revolucionarios en América Latina, Asia y África, resistió el colapso de la Unión Soviética hace más de 25 años. En fin, Fidel encarna una época. No creo que con su muerte "termine el siglo XX", como tanto se dijo este fin de semana. Porque tampoco estamos ante un inminente cambio en Cuba. El pueblo cubano resistió tantas cosas, tantas veces se pronosticó el colapso de la Revolución en los últimos 50 años, que mejor es ser prudentes. En 1953, en el juicio tras el asalto al Cuartel Moncada, Fidel pronunció uno de los alegatos más extraordinarios, que cerró con el emblemático: "La historia me absolverá". Creo que, más a allá de los claroscuros de su figura, la historia lo pondrá en un lugar destacado, como la figura quizás más relevante de nuestra América en el siglo XX.

P.: ¿Cómo cree que impactará la muerte de Fidel en la población cubana en lo cotidiano?

L. M.:
La omnipresencia de Fidel en Cuba hace que se muerte tenga un impacto superlativo desde el punto de vista emocional. Hace décadas que se especula sobre qué va a pasar en Cuba cuando muera Fidel. No pudieron matarlo, sobrevivió a todo, y terminó falleciendo a los 90 años, luego de planificar su transición. En ese sentido, creo que no habrá un impacto inmediato en la vida cotidiana, en términos de modificación de la situación económica. Habrá que ver cómo se procesa el recambio generacional, cómo avanzan las reformas económicas y cómo sigue la relación con Estados Unidos, cuando asuma Trump. Es de esperar que con la nueva administración se haga más lento el fin del bloqueo, pero eso es algo que está por verse.

Ganó Trump? Se van a recontar los votos en Wisconsin, y podría pasar lo mismo en Michigan y Pensilvania, ante denuncias de fraude en el voto electrónico. Trump, quien sacó dos millones de votos menos que Clinton, furioso. El sistema electoral estadounidense, en el ojo de la tormenta

 

El equipo de Clinton participará en el recuento de votos en Wisconsin

El País

Los abogados de la demócrata afirman que no han visto ninguna evidencia de pirateo





Sin querer hablar directamente de la posibilidad de irregularidades, el equipo de la demócrata Hillary Clinton anunció este sábado que participará en el recuento de votos en Estados en que el republicano Donald Trump se impuso por un estrecho margen en las elecciones presidenciales. La campaña de Clinton anunció que se suma a los esfuerzos impulsados por la candidata del Partido Verde, Jill Stein, en Wisconsin, y que podría hacerlo también en Pensilvania y Michigan.


En esos tres Estados, Trump se impuso por una diferencia de unos 100.000 votos, lo que le permitió sumar los votos electorales necesarios para ganar los comicios del 8 de noviembre. El republicano movilizó allí sobre todo a votantes de clase trabajadora gracias a su retórica contra el libre comercio.
"Esto es un timo del Partido Verde para una elección que ya ha sido dada por vencida, y los resultados de la elección deberían ser respetados en vez de desafiados y abusados", señaló Trump este sábado en un comunicado en que no hace mención a los demócratas.
En un artículo en la publicación Medium, el abogado de Clinton, Marc Erik Elias, anunció que la campaña de la candidata demócrata “no ha descubierto ninguna evidencia de pirateo o intentos exteriores de alterar la tecnología de voto”. Pero explicó que, dado el estrecho margen de victoria de Trump y las acusaciones de injerencias rusas contra la demócrata durante la campaña, el equipo de Clinton ha “tomado silenciosamente varios pasos en las últimas dos semanas para dirimir si hay o no posibilidades de interferencia exterior en el voto”.
Las dudas sobre hipotéticas irregularidades en el recuento de voto se han disparado esta semana después de que un grupo de expertos considerara que, pese a que la posibilidad es remota, no es descartable que los resultados hayan sido “manipulados o hackeados” en esos tres Estados clave. La campaña de Stein logró el miércoles los fondos necesarios para costear esa revisión. Si se hallaran irregularidades, el equipo de Clinton podría tratar de denunciar el resultado.
Trump suma 290 votos electorales, 20 más de los que necesitaba para la presidencia. De esos, 30 los obtuvo gracias a su victoria en Pensilvania (20 votos electorales) y Wisconsin (10). En Michigan, que otorga 16 votos electorales, todavía no se ha confirmado oficialmente su victoria, aunque los recuentos apuntan a que ganaría pero por apenas 10.000 votos. Pese a que Clinton sigue aumentando la distancia en votos populares —ya supera a Trump en más de dos millones—, consiguió 232 votos electorales, lejos de los 270 que dan la presidencia.

"Macri está confundido en la política exterior". Entrevista a Mario Rapoport, adelantando nuestro libro "Historia oral de la política exterior argentina entre 1966 y 2016"


"Macri está confundido en la política exterior"
 
Entrevista a Mario Rapoport, adelantando nuestro libro "Historia oral de la política exterior argentina entre 1966 y 2016"

La victoria de Donald Trump alteró la estrategia del Gobierno de Mauricio Macri con Estados Unidos y continuar con la política exterior de megaendeudamiento. El nuevo libro de Mario Rapoport Historia oral de la política exterior argentina entre 1966 y 2016 es un aporte muy interesante para entender las dificultades que tuvo el país para acercarse a Estados Unidos en el último medio siglo y las necesidades económicas que llevaron a observar paradojas de la historia como el acercamiento comercial de la última dictadura militar con la Unión Soviética y China.
“El nuevo Gobierno está yendo a contramano del mundo y se confunde en la política exterior. Cuando avanza el proteccionismo de los países, acá insistimos en abrir las importaciones e ingresar a los acuerdos de libre comercio”, mencionó Rapoport en diálogo con Cash. El libro recibió financiamiento para la investigación del Conicet y fue editado por la Fundación Octubre.

¿De dónde surgió el interés por contar la política exterior Argentina?
–Cuando volví del exterior al regreso de la democracia y todavía no estaban totalmente disponibles los documentos diplomáticos argentinos, se me ocurrió hacer entrevistas a personalidades que tuvieron relevancia sobre mi doctorado, que se basó en archivos británicos y norteamericanos y abarcó los gobiernos de 1930 hasta la II Guerra Mundial. Eso fue importante como experiencia piloto, ya que había una sola historia oral, la del Instituto Di Tella, que no se encontraba fácilmente disponible y no trataba específicamente sobre política exterior. Pasaron los años y completamos esas primeras entrevistas, con detalles muy curiosos, como la del canciller Miguel Angel Cárcano, quién estuvo en el Pacto Roca–Runciman, fue embajador en Londres y Canciller de Frondizi. Me recibió en una espléndida mansión de Barrio Parque, donde un hindú vestido con sus ropas tradiciones hacía de mayordomo. Me parecía vivir la atmósfera de esa época. Lamentablemente esa entrevista se perdió, porque no llevé grabador y pensaba verlo nuevamente pero a los pocos meses falleció.
¿Cómo pasó de la idea a hacer un libro de dos tomos con más de 1500 páginas?
–En ese momento ya había entrado al Conicet como investigador y pedí financiamiento para iniciar más sistemáticamente una serie de entrevistas que esta vez resultaron exitosas. Hubo charlas con cancilleres, embajadores y ministros de Economía de la década del ‘30, pasando por el peronismo e incluyendo a los Gobiernos de Frondizi e Illia. Pude conseguir testimonios tan relevantes como el del ex canciller Hipólito Paz, los ministros de Perón Gómez Morales y Cereijo, el canciller de Frondizi, Carlos Floriat y el radical Lucio García del Solar, quién consiguió que la Asamblea de la ONU aprobara la resolución 2065 sobre la soberanía de las Islas Malvinas, que obliga a Gran Bretaña a negociar con la Argentina. También entrevisté a otros dos cancilleres del Gobierno militar de Onganía y Lanusse, Nicanor Costa Méndez y de Pablo Pardo. La experiencia de las entrevistas se interrumpió en los ‘90, porque escasearon los financiamientos para estos proyectos y se reanudaron en los últimos años, desde 2012 hasta el presente, con apoyo decisivo de Conicet, sin el cual no hubiera podido realizarse. Además conté con el apoyo de la UBA, del ISEN, cuyos alumnos de la promoción 2014 colaboraron con las nuevas entrevistas que llegan hasta el presente y, por supuesto, de la Editorial Octubre, que se animó a publicar los dos tomos en los que se agregaron trabajos míos y de otros académicos.
¿Cuándo se publicó el primer tomo?
–El primero tomo salió en 2015 abarcando los años de 1930 a 1966 y en estos días sale la segunda parte, desde 1966 a 2016. Hoy que se discute una mengua en el financiamiento científico y tecnológico, debo señalar que el apoyo brindado en su momento fue decisivo para realizar las entrevistas e investigaciones y hacer posible que salga este libro sobre la política exterior de la Argentina.
¿Cuál fue el vínculo del país con Estados Unidos a lo largo de las décadas?
–Hubo gobiernos que buscaron una relación más carnal y otros que se mostraron algo más reacios a estrechar vínculos. Los noventa fueron ejemplo claro de cómo la aceptación a las imposiciones de la potencia provocaron una crisis aguda en 2001. Las entrevistas con los cancilleres, no obstante, muestran particularidades de la historia que son notables. Hubo casos en que los funcionarios eran ideológica y económicamente liberales pero las necesidades los llevaron a tener posiciones no convencionales e incluso proteccionistas en la política exterior. En la relación con los Estados Unidos hay una fuerte paradoja cuando se revisa el período de la dictadura militar. Los militares buscaron estrechar la relación con Norteamérica pero nunca tuvieron el respaldo de la potencia, lo que queda claro en las definiciones sobre el conflicto de Malvinas. La Unión Soviética se convirtió en el principal comprador de productos argentinos. Lo interesante sobre la relación con Rusia es que, una vez llegada la democracia, Alfonsín ya no pudo seguir profundizando el vínculo porque la Unión Soviética había entrada en la fase de decadencia.
¿Qué se concluye luego de analizar las estrategias de tantos gobiernos?
–La conclusión es que la política exterior termina siendo un resultado de las necesidades internas y no de la ideología. Con los Estados Unidos nunca fue sencillo estrechar las relaciones, porque su economía no es complementaria con la de Argentina. A diferencia de la conexión tradicional con Gran Bretaña, Norteamérica no es un país que compre nuestra producción y por el contrario busca penetrarnos con sus productos y corporaciones.
¿Están todas las voces?
–El libro tiene la particularidad de expresar los pensamientos de radicales, peronistas, voces de derecha y voces progresistas. En algunos casos, como el de Costa Méndez, me reuní más de siete veces y en cada una de las charlas surgieron nuevas cosas que enriquecen notablemente la publicación. Cada una de las entrevistas llevó un esfuerzo de investigación sobre el personaje y el período en que fue funcionario. Es un aporte que permite entender mejor dónde estamos parados y las perspectivas, en un mundo muy contradictoria y que está manejado por una verdadera mafia internacional.
¿Qué perspectiva tiene acerca de la situación internacional?
–Una de los elementos importantes para seguir hacia adelante es qué ocurre con los nacionalismos europeos, en donde se destaca el caso de Francia con la elevada aprobación de Marine Le Penn. No hay que olvidarse que el nazismo tuvo apoyo popular al mostrarse como una opción contra el desempleo. La estrategia de campaña del propio Trump se basó en recuperar el empleo industrial en Estados Unidos.
¿Cómo evalúa la política exterior del Gobierno de Macri?
–La experiencia nos dice que estamos volviendo a caer en el infierno de la deuda externa y encima no se tienen en cuenta las transformaciones del mundo. Hoy Estados Unidos ya no ostenta sólo la hegemonía sino que vivimos en un mundo bipolar, donde China y otros países emergentes han ganado importancia en las decisiones. Sin embargo, se vuelve a escuchar los planteos de siempre con una Argentina triangulando sus relaciones con Estados Unidos y Europa. La clave es que es necesario tener una política exterior autónoma de las potencias, para evitar que los cambios en la dirección de los países desarrollados afecte el mercado interno.
¿Cómo puede influir en la relación con Estados Unidos el triunfo de Donald Trump?
–Ahora Estados Unidos se muestra cada vez más propenso a cerrar sus fronteras y avanzar en una política proteccionista, tras la victoria de Trump en las elecciones presidenciales. Pero acá la nueva dirigencia se empecinó en avanzar en la apertura del comercio. Es una clase dirigente que forma parte del establishment no sólo local sino internacional y toma decisiones en función de esos grupos, como facilitar la fuga de capitales. La Argentina es funcional al proceso de acumulación internacional pero no tiene una estrategia de acumulación local. La política del gobierno de Macri, de este modo, está generando un fracaso notable para amplios sectores de la sociedad, aunque resulta exitosa para algunos grupos reducidos del poder económico. Es necesario repensar la política exterior para favorecer intereses del conjunto de la población.

política
exterior

  • “Cuando avanza el proteccionismo de los países, acá insistimos en abrir las importaciones e ingresar a los acuerdos de libre comercio.”
  • “Hubo gobiernos que buscaron una relación más carnal con Estados Unidos y otros que se mostraron algo más reacios a estrechar vínculos.”
  • “La política exterior termina siendo un resultado de las necesidades internas y no de la ideología.” 
  • “Con Estados Unidos nunca fue sencillo estrechar las relaciones, porque su economía no es complementaria con la de Argentina.”
  • “Uno de los elementos importantes para seguir hacia adelante es qué ocurre con los nacionalismos europeos, en donde se destaca el caso de Francia.”
  • “La clave es que es necesario tener una política exterior autónoma de las potencias”.

ENTREVISTA: Tras muerte de Fidel Castro, Trump va a endurecer política hacia Cuba, advierte Morgenfeld

 
 
 



Spanish.xinhuanet.com   2016-11-27  

BUENOS AIRES, 26 nov (Xinhua) -- Estados Unidos, con la presidencia a partir de enero próximo de Donald Trump, va a endurecer la política hacia Cuba, tras la muerte del líder revolucionario Fidel Castro, advirtió hoy sábado el experto argentino Leandro Morgenfeld.
El analista, doctor en Historia y profesor de la Universidad de Buenos Aires, se refirió, en entrevista con Xinhua, a la situación política que prevé entre Washington y La Habana tras la muerte de Fidel Castro.
El fallecimiento del líder cubano "causó, como era de esperarse, consternación en el mundo entero. Si bien hace una década fue lentamente retirándose de la conducción política en Cuba, ahora a cargo de Rául, su desaparición física provocó tristeza en los pueblos y movimientos sociales, especialmente de nuestra América", remarcó Morgenfeld.
Para el analista, en cambio, "quien tuvo una reacción despreciable es el presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump".
"Si bien el magnate neoyorquino había apoyado inicialmente la política de distensión iniciada por (Barack) Obama hace dos años, (...) en los tramos finales de la campaña Trump modificó su posición para alinearse con los sectores anti-castristas de Florida, los llamados 'gusanos'", detalló el experto.
"Fiel a su estilo, pocas horas después de conocerse la noticia de la muerte de Fidel, Trump lo calificó duramente. 'Hoy el mundo marca el fallecimiento de un dictador brutal que oprimió a su propio pueblo durante casi seis décadas'", dijo Morgenfeld citando a Trump.
El experto siguió recordando las palabras del presidente electo: "'El legado de Fidel Castro se caracteriza por los pelotones de fusilamiento, el robo, el sufrimiento inimaginable, la pobreza y la negación de los derechos humanos fundamentales'".
Morgenfeld lamentó el talante de Trump, quien en el mismo comunicado afirmó que "Cuba sigue siendo una isla totalitaria, espero que el día de hoy sea un paso para alejarse de los horrores que se han soportado durante demasiado tiempo. Nuestra Administracion hará todo lo que pueda para asegurar que el pueblo cubano empiece su viaje a la libertad y la prosperidad".
Para el coordinador del grupo de trabajo "Estudios sobre Estados Unidos" del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso), la "temeraria declaración da indicios de que Trump va a endurecer la política hacia Cuba, volviendo a las agresivas prácticas injerencistas que Estados Unidos desplegó contra la isla en el último medio siglo".
Además, Trump nombró hace días en su equipo al conocido abogado cabildero proembargo Mauricio Clever-Carone, uno de los más críticos de la apertura promovida por Obama y que exige endurecer las sanciones económicas, para provocar la transición al capitalismo".
"Trump ayer rindió homenaje a los veteranos de la Brigada 2056, quienes invadieron Bahía de Cochinos en abril de 1961, organizados por la CIA. Todo esto enciende una señal de alarma", advirtió el historiador argentino.
Para Morgenfeld, "estas posiciones de Trump van a generar rechazo, e incluso odio, en los pueblos de nuestra América. Tenemos que estar muy atentos, en las próximas semanas y meses, para evitar cualquier agresión contra Cuba, violando el principio de autodeterminación de los pueblos y el principio de no injerencia", alertó.
"Más allá de las bravuconadas de Trump, Fidel será recordado como un símbolo de la revolución, del antiimperialismo y de la lucha por la construcción de un mundo más justo", enfatizó.
Castro, alejado del poder hace poco más de diez años por una grave crisis de salud, falleció este viernes a los 90 años de edad.


Después de dejar el poder en el verano de 2006 tras una grave crisis de salud que lo puso al borde de la muerte, el líder histórico de la Revolución Cubana mantenía una presencia política discreta, pero decisiva por su estatura moral, a través de la columna "Reflexiones".
Más de 400 textos ha publicado el exmandatario en esa columna, en la que escribía de manera sistemática sobre asuntos internacionales e históricos.
Dedicado a escribir, Castro estaba lejos de la vista pública y su última aparición se reportó hace unos quince días, cuando recibió en su residencia en La Habana al presidente de Vietnam, Tran Dai Quang.
Castro nació el 13 de agosto de 1926, en Birán, una población oriental cubana, donde su padre, un emigrante español, y su madre, una humilde campesina, levantaron una plantación que en la actualidad se conserva como un museo.
Enemigo acérrimo de Estados Unidos, Castro ha sido objetivo de más de 600 planes de atentados dentro y fuera de Cuba, pero siempre escapó sin problemas por la probada eficiencia de los órganos de seguridad de la isla.
Sin embargo, fueron los problemas de salud los que le alejaron del poder, que puso en manos de su hermano más pequeño Raúl, quien en la actualidad ocupa todos cargos que él dejó.

sábado, 26 de noviembre de 2016

A horas de su muerte, Trump califica a Fidel de "brutal dictador" y amenaza con revertir la política de distensión con Cuba

 

Trump llama “brutal dictador” a Castro y entierra la política de Obama

"La historia juzgará a esta singular figura", dice el presidente saliente, impulsor del deshielo



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El País

La muerte de Fidel Castro, este viernes a los 90 años, certificó el fin de la era Obama en las relaciones exteriores. El presidente saliente de Estados Unidos reaccionó con un medido ejercicio de equilibrio: ni reproches ni halagos al dictador, sí la mano tendida al pueblo cubano. Menos de una hora después, su sucesor, el presidente electo, Donald Trump, calificó al finado de "brutal dictador" y enterró la política de su antecesor en este viejo conflicto. El deshielo impulsado en 2014 por Obama y Raúl Castro entre el país comunista y su enemigo yanqui quedó herido de muerte.
"Hoy el mundo marca el fallecimiento de un dictador brutal que oprimió a su propio pueblo durante casi seis décadas. El legado de Fidel Castrose caracteriza por los pelotones de fusilamiento, el robo, el sufrimiento inimaginable, la pobreza y la negación de los derechos humanos fundamentales", dijo este sábado. El texto, muy contundente, proseguía así: "Cuba sigue siendo una isla totalitaria, espero que el día de hoy sea un paso para alejarse de los horrores que se han soportado durante demasiado tiempo" e incluía una promesa: "Nuestra Administracion hará todo lo que pueda para asegurar que el pueblo cubano empiece su viaje a la libertad y la prosperidad".
Su manifiesto tras la noticia, que por caprichos del destino le llegó a Trump en su mansión de la anticastrista Florida, apunta claramente a un giro radical en la actitud de la Administración estadounidense. Pero estos cambios y puntos de inflexión, en la política trumpiana, se tornan muchas veces reversibles y esa posibilidad hay que tenerla en cuenta también esta vez. El presidente demócrata había impulsado la apertura de la embajada en La Habana y flexibilizó el envío de remesas, entre otras medidas.
Hay que preguntarse, a nivel práctico, en qué se traducirán las palabras de Trump. ¿Volverá a prohibir los vuelos comerciales entre Estados Unidos y Cuba? ¿Endurecerá las restricciones para la actividad empresarial? Sería una contradicción más en un hombre de negocios que hace dos décadas confesaba su ilusión por construir uno de sus fastuosos hoteles en la capital caribeña. “Los cubanos son la mejor gente del mundo. Me encantaría ayudar a reconstruir su país y devolverlo a su antiguo esplendor. En cuanto cambien las leyes, estoy dispuesto a levantar el Taj Mahal en La Habana”, decía el Trump empresario de los años 90, cuando el presidente Bill Clinton cambió alguna medida de apertura. Newsweek publicó que el magnate intentó incluso violar el embargo.
El tipo de anticastrismo de Trump es, además, de reciente incorporación.  Durante las primarias, el entonces precandidato republicano había juzgado como "positivo" que se retomaran las relaciones diplomáticas entre ambos países, aunque consideraba que el trato no era lo bastante beneficioso para Estados Unidos y se debía renegociar, una idea que barniza muchas de las posiciones trumpistas. Pero en la recta final de la campaña, la posición del hoy presidente electo cambió en busca del voto más anticastrista de Florida, aseguró que revertiría el decreto presidencial de Obama respecto al país a menos que el régimen de Castro asumiera las nuevas demandas estadounidenses.
Obama quiso dejar en su legado como presidente estadounidense el deshielo en las relaciones con Cuba y su comunicado de este sábado refleja esa voluntad. "En la hora de la muerte de Fidel Castro, extendemos nuestra mano de amistad a los cubanos. Sabemos que estos momentos embargan a los cubanos -a los de Cuba y a los que están aquí- de emociones muy fuertes, recordando los incontables modos en los que Castro alteró el curso de sus vidas, sus familias y a la nación cubana. La historia guardará y juzgará el enorme impacto de esta figura singular en la gente y en el mundo", dijo en un mensaje completamente milimetrado, en las antípodas del de su sucesor.
Trump, el nuevo comandante en jefe de Estados Unidos, tuvo ayer un recuerdo para los veteranos de la Brigada 2506, la invasión de Bahía Cochinos que la CIA impulsó sin éxito en 1961. Los anticastristas no perdonan que Obama viajara a la isla caribeña pese a la falta de avances palpable en derechos humanos -algo que al inicio de las negociaciones era un requisito del presidente demócrata- a cambio de sellar el deshielo. Su imagen en La Habana el pasado marzo pasará a la historia como la de la primera visita de un presidente de Estados Unidos a Cuba en 88 años. Este sábado cundía la sensación de que tomaría ocho décadas más una fotografía semejante.


Primeras señales de cambio


Raúl Castro, hermano de Fidel y presidente desde que el dictador enfermó hace una década, encontró en Barack Obama al primer presidente estadounidense que decidió probar un plan B, habida cuenta que las normas de aislamiento y embargo no habían fructificado durante casi 60 años de conflicto. En octubre, Estados Unidos se abstuvo en la votación de Naciones Unidas para condenar el embargo contra la isla, una votación que se celebra cada año desde 1991 y en las que la primera potencia siempre tenía la misma respuesta: NO.
Más allá de las palabras, hay algún gesto que ya indica un cambio de tercio en este tipo de medidas, muy controvertidas para buena parte de los cubanos en el exilio norteamericano. Donald Trump ha incluido en su equipo una figura del lobby proembargo como el abogado Mauricio Clever-Carone, miembro de la organización Democracia Cuba-EE UU, que reclama una “transición incondicional de Cuba a la democracia y al libre mercado”.
“La relación con Cuba ha estado marcada durante 60 años por los profundos desacuerdos políticos, durante mi presidencia hemos trabajado muy duro por dejar el pasado atrás”, dijo Barack Obama. El jefe de la diplomacia, John Kerry, usó un tono similar. El número dos de Trump, el vicepresidente electo, Mike Pence, dejó claro que todo ha cambiado: “Defenderemos con el oprimido pueblo cubano una Cuba libre y democrática. ¡Viva Cuba Libre!”.

viernes, 25 de noviembre de 2016

Trumpmanía. Entrevista a Leandro Morgenfeld (Revista Bordes)


Trumpmanía

Entrevista a Leandro Morgenfeld, especialista en estudios internacionales y en relaciones interamericanas.

Por Dolores Amat.
La izquierda tiene la oportunidad de transformarse en una alternativa frente a esta descomposición del sistema político y esta ofensiva neoconservadora
Doctor en Historia por la Universidad de Buenos Aires, docente universitario e Investigador Adjunto del CONICET, Leandro Morgenfeld se ha convertido en el último tiempo en una referencia ineludible para comprender las transformaciones que vienen teniendo lugar en Estados Unidos y que dieron como resultado el triunfo de Dondald Trump en las elecciones presidenciales del 8 de noviembre pasado. Morgenfeld participa de distintos grupos de investigación, es autor de libros y capítulos de libros, y publicó numerosos artículos y reseñas bibliográficas en revistas académicas de Argentina, Brasil, México, Estados Unidos, Colombia, Chile, Ecuador, Perú, Uruguay, Venezuela y Panamá. Consultado por diferentes publicaciones periódicas, radios y programas de televisión, Morgenfeld ofrece una mirada informada y lúcida sobre ciertos cambios que no afectan solamente a la mayor potencia mundial, sino también al resto del planeta.


Amat: Empecemos por la primera pregunta que surge después de la victoria de Donald Trump: ¿Por qué? ¿Por qué ganó, en contra de todos los pronósticos?
En un artículo publicado recientemente en la revista Anfibia, Martín Plot sugiere lo siguiente: “Lo que la interpretación de las tendencias electorales basadas en modelos demográficos no toma en cuenta es ese pequeño asunto llamado ‘política’”. Se refiere al entusiasmo político que generó Trump con sus propuestas antisistema, frente a un electorado que viene percibiendo hace años a su elite “como exclusiva y crudamente interesadas en la acumulación y preservación de privilegios políticos y económicos”. ¿Estás de acuerdo con este diagnóstico?

Morgenfeld: Creo que no hay una única explicación de por qué ganó Trump. Siendo parte del 1% que concentra riqueza a expensas del otro 99%, logró presentarse como el candidato anti-sistema y, más importante, mostró que Hillary Clinton era la preferida de los lobistas de Washington, los banqueros de Wall Street y las corporaciones mediáticas. Más que ganar Trump, perdió la candidata demócrata.

Foto: Bárbara Ohanian

El magnate cosechó el apoyo de los sectores más ultraconservadores, que tradicionalmente votan a los republicanos (y eso explica la decisión de llevar como compañero de fórmula al cristiano homofóbico Mike Pence). Son sectores con un claro componente misógino y xenófobo, que no iban a tolerar tener a una mujer como presidente, después de dos mandatos de un afroamericano. Se trata de aquella fracción de la población que en general se manifiesta a favor de la desregulación total en la tenencia de armas y en contra de la despenalización del aborto.
Pero Trump también terminó ganando en los estratégicos estados del Rust Belt –Ohio, Pennsylvania, Michigan y Wisconsin-, ubicados en esa región industrial tan golpeada por la desindustrialización en las últimas dos décadas. Con su discurso iconoclasta, logró capturar a su favor parte del descontento con la globalización neoliberal que los Clinton promovieron desde los años noventa. En este sentido, coincido con Plot en que la campaña demócrata no entusiasmó a nadie, no sólo por la falta de carisma de su candidata, sino porque proponía más de lo mismo, es decir, profundizar políticas que produjeron desigualdad y exclusión. Bernie Sanders, como decían las encuestas, seguramente hubiera logrado derrotar a Trump, ya que también era una figura que venía de afuera y siempre luchó con coherencia contra todo aquello que representaba Clinton.
Por otro lado, yo veo a Trump como un capitalista que logró ganar las elecciones en el colegio electoral (no en el voto popular) con un discurso anclado en lo que se conoce como la anti-política. O sea, él se presentó como alguien que viene de afuera, que va a barrer con los burócratas y lobistas de Washington. Barack Obama ganó en 2008 también con esa promesa, pero luego negoció con todos ellos (empezando por la elección de Hillary como su Secretaria de Estado, después de haberla criticado durante meses por haber votado a favor de la invasión a Irak en 2003). Creo que Trump es un emergente del rechazo a la hipocresía del sistema político. Que él sea parte de ese establishment económico, que él mismo sea un hipócrita, es otra cuestión. En todo caso, rompiendo ciertos moldes tradicionales de la política estadounidense, Trump ganó prometiendo defender a los que habían quedado rezagados. El problema es que, sabemos, su programa económico no va a lograr cumplir con sus promesas de campaña. Con lo cual, creo, en el corto o mediano plazo habrá nuevas y crecientes tensiones en Estados Unidos.




Amat: ¿Qué dice el triunfo de Trump sobre la cultura política actual de Estados Unidos? ¿Qué presagia?

Morgenfeld: Trump ganó a pesar de haber obtenido casi un millón y medio de votos menos que Clinton. El colegio electoral es algo anacrónico, antidemocrático. Va a ser muy criticado. Pero no es lo único ni lo más importante. Hoy hay una plutocracia en Estados Unidos. Gastaron más de 6.000 millones de dólares en la campaña. La desregulación de los aportes por parte de corporaciones y lobistas hizo que se llegara a un extremo injustificable. Fueron las elecciones más caras de toda la historia. Así y todo, ambos candidatos concitaron elevadísimos índices de rechazo. Votó poco más de la mitad de la población. O sea que Trump va a gobernar habiendo obtenido el 25% de los votos del padrón. 61 millones, en un país que tiene más de 320 millones de habitantes. El terremoto que generó su aparición cuestiona la idea de que los establishments de ambos partidos son inexpugnables. Sanders reclama el fin de los “superdelegados” en el Partido Demócrata. Distintas fuerzas de izquierda plantean la necesidad de crear un movimiento o partido por fuera del demócrata. Trump va a profundizar las tensiones internas en Estados Unidos y, creo, se van a ampliar las críticas a un sistema político que, hasta hace poco, nos querían vender como el mejor del mundo.

Amat: ¿Qué puede esperar América Latina de Trump? ¿Un repliegue que disminuya el intervensionismo sobre la región o, por el contrario, una búsqueda de controlar el continente como su zona de influencia?

Morgenfeld: Todavía es temprano para darse cuenta. En general, Trump propone un “repliegue selectivo”, o sea, abandonar la política de “promoción de las democracias” y concentrarse en algunos adversarios (Irán y China, por ejemplo). Pero nunca van a abandonar América Latina. Trump nombró recientemente como asesor a un lobista que se opuso fuertemente a la política de Obama de deshielo hacia Cuba. Va a hacerse más lento el levantamiento del bloqueo. También habrá gestos duros hacia el gobierno de Venezuela. Por otra parte, si Trump aplica el proteccionismo comercial que prometió en la campaña, esto va a afectar las exportaciones de muchos países de la región, en particular México. Respecto a la región en conjunto, va a intentar mantenerla dentro de su área de influencia, pero con una modalidad distinta a la de Obama (menos multilateral y más bilateral, negociando con cada país).

Amat: Si Estados Unidos se repliega, ¿podrían gobiernos como el de Argentina, que hasta ahora pretendían privilegiar las relaciones con los países centrales, verse obligados a buscar alianzas regionales? ¿Podrían tratar de salvar procesos de integración como el Mercosur (Mercado Común del Sur), hoy a la deriva, como vos explicás en la nota que escribiste para Bordes?

Morgenfeld: Esto ya está pasando. Los gobiernos neoliberales que apostaban a la continuidad con Clinton y a la firma y extensión de acuerdos como el NAFTA (siglas en inglés para Tratado de Libre Comercio de América del Norte) y el TPP (Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica, también llamado por sus siglas en inglés), ahora están recalculando. Se les dificultará seguir con la política de promoción del libre comercio, endeudamiento externo masivo y concesiones para atraer inversiones estadounidenses. El contexto internacional va a ser mucho más adverso. Incluso quedaron sin su “modelo” de democracia y mercado. Cantan loas a la globalización neoliberal, cuando en Estados Unidos y Europa está siendo impugnada. En Argentina, por ejemplo, ya hablan de la necesidad de diversificar mercados y desplegar una política exterior menos enfocada en Washington y la Unión Europea, justo lo contrario que hicieron en el último año. Creo que quienes fueron críticos de este alineamiento, de tomar de manera acrítica la agenda de Estados Unidos, de promover la neoliberal Alianza del Pacífico, ahora van a tener más argumentos para defender la necesidad de reconstruir una integración regional, una coordinación y una cooperación política alternativas. Hay que recuperar instrumentos como el ALBA (Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América), la UNASUR (Unión de Naciones Suramericanas) y la CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños). Un Mercosur flexible y sin Venezuela es más débil para desplegar una estrategia autónoma. Creo que el contexto internacional es muy crítico para las economías regionales, lo que va a hacer más difícil que las nuevas derechas en el poder (en Argentina y Brasil, por ejemplo) puedan mostrar un supuesto éxito de esta vuelta al neoliberalismo.
Amat: Europa también parece estar virando (el Brexit parece sólo un ejemplo extremo del cambio de actitud de la población de ese continente frente a la política aceptada hasta ahora). ¿Se está terminando la globalización neoliberal como la conocemos? En ese caso, ¿qué papel puede tocarle a América Latina en esta transformación?

Morgenfeld: No sé si se está terminando. Al menos está en crisis. El problema es que el rechazo está siendo canalizado por líderes y movimientos de derecha o ultraderecha. Es de esperar que esto siga en las próximas elecciones en Austria, Italia, Holanda y Francia. En este contexto, es muy importante que las fuerzas populares y de izquierda tomen la iniciativa. El fracaso de las opciones socialdemócratas, que abrazaron los planes de ajuste ortodoxos, es una oportunidad para construir otro camino. La opción de defender a la troika europea para evitar el avance de candidatos xenófobos ya mostró su ineficacia en Gran Bretaña, que votó el Brexit. Algo similar ocurrió en Estados Unidos y posiblemente siga ocurriendo en Europa. América Latina venía desplegando, con limitaciones y muchas contradicciones, otro camino. En los últimos 12 meses se profundizó un giro derechista. Las elites festejaron el “fin del populismo”, la “vuelta al mundo” y la adopción de políticas aperturistas. Esos discursos están ahora en crisis. América Latina tiene el gran desafío de derrotar esta ofensiva neoliberal y construir una alternativa superadora de lo que ocurrió en los últimos 15 años.

Amat: El vicepresidente de Bolivia, Álvaro García Linera, dijo hace poco que la derecha parece estar canalizando el malestar social en lugares como Estados Unidos y ciertos países de Europa, en los que la izquierda no ha podido actuar. ¿Estás de acuerdo con esta interpretación?

Morgenfeld: Sí. Lograron aggiornar su discurso y conectar con demandas sociales de distintos sectores de la población. Las izquierdas tienen muchas variantes y es difícil englobarlas todas en un único diagnóstico. Es necesario, a mi juicio, construir unidad en la resistencia frente a los embates del capital contra el trabajo, pero a la vez desarrollar una estrategia autónoma y no caer en el error de plantear la vuelta acrítica a experiencias pasadas. La crisis del sistema político y de los partidos tradicionales en casi toda la región y en Occidente en general permiten ser ambiciosos en la concepción de novedosas herramientas políticas.

Amat: En este sentido, ¿puede el triunfo de Trump ser, como sugirió Slavoj Žižek, una oportunidad para la izquierda?

Morgenfeld: El triunfo de Trump expresa, en parte, una crisis del sistema político en Estados Unidos, y también en el mundo entero. En ese sentido, claro, es una oportunidad para la izquierda. Pero también es muy peligroso. Está habiendo un reverdecer o reforzamiento de expresiones racistas, xenófobas, misóginas, homofóbicas en Estados Unidos y Europa, que pueden extenderse. Aparece claramente el peligro de una regresión en términos de derechos civiles y democráticos. La izquierda tiene la oportunidad de transformarse en una alternativa frente a esta descomposición del sistema político y este ofensiva neoconservadora.




Amat: ¿Pueden las actitudes de Trump y sus seguidores en contra de musulmanes y otras minorías despertar más violencia fuera de los Estados Unidos? ¿Va a servir la violencia de ese país para que movimientos radicales o terroristas como Estado Islámico consigan mayor adhesión?

Morgenfeld: En las primeras dos semanas tras el triunfo de Trump se registraron más de 700 ataques racistas. Un gran incremento. Las expresiones discriminatorias de seguidores de Trump y de funcionarios que ya confirmó, como Steve Bannon, Jeff Sessions, Mike Pompeo o Mike Flynn, contra hispanos, afroamericanos, musulmanes, mujeres, judíos, gays y lesbianas auguran crecientes tensiones y conflictos internos. Creo que Trump va a concitar un amplísimo rechazo internacional, como ocurrió con George W. Bush, o peor. Efectivamente, su estigmatización de los musulmanes puede alentar la emergencia de grupos terroristas.
Foto: Bárbara Ohanian


jueves, 24 de noviembre de 2016

"Trump, vecino presidente" (Gerardo Tripolone)

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Trump, vecino presidente

Por Gerardo Tripolone
(Conicet – Universidad Nacional de San Juan)

Revista Bordes
 

La elección en Estados Unidos y América Latina

El análisis sobre lo que pueda esperarse de la presidencia Donald Trump desde América Latina depende de al menos dos factores: (i) el grado de cumplimiento de sus promesas de campaña y (ii) el nivel de adhesión a la idea que afirma que no importa quién sea el presidente, la política de Washington es siempre la misma; en otras palabras, de la supuesta paridad entre cualquier candidato a la Casa Blanca.

La campaña y después

En principio, Trump parece un presidente hostil a los países latinoamericanos. El ex secretario de relaciones exteriores mexicano Jorge Castañeda Gutman afirmó hace pocos días que la elección de Trump es “el inicio de un camino de dificultades”.
Con su victoria se dieron dos fenómenos económicos en principio perjudiciales para América Latina: el aumento de la tasa de interés y la devaluación de las monedas en México y Brasil.
A esto debe sumarse los posibles efectos del proteccionismo anunciado por Trump, lo cual impactaría en las economías regionales. Las consecuencias repercutirían, sobre todo, en los países de la Alianza del Pacífico y, de cumplirse la anulación del Nafta, en México.
Desde Argentina, Mauricio Macri y su gabinete consideran la caída del TPP (Acuerdo Transpacífico, por sus siglas en inglés) como la peor noticia. Con Trump, Macri ve alejarse la posibilidad de insertar a la Argentina y al Mercosur en un tratado de libre comercio.
No obstante, es posible ver en esta misma posición proteccionista y contraria a los tratados de libre comercio una buena noticia. Se conocen los efectos adversos para la industria nacional de este tipo de tratados. Por tanto, que Trump cumpla con su promesa de no insistir en el TPP parece positivo.
La prédica anti intervencionista del nuevo presidente también puede seducir. Alejado del internacionalismo liberal, en teoría, Trump dejaría márgenes de actuación mayor para nuestros Estados. De ahí el apoyo de, por ejemplo, el geopolítico ruso y anti occidental Aleksandr Duguin. Para Duguin, Trump representa la mejor opción para los intereses de Moscú. Una de las razones es el discurso contrario a las intervenciones, en especial las armadas, del presidente electo. Algo similar podría decirse desde América Latina.
Al intervencionismo declarado de Hillary Clinton se le opone un (supuesto) aislacionismo de Trump. Parece ser más tranquilizador un presidente que dejaría de enviar tropas a todo el mundo que una candidata que festejó la invasión a Irak y la destrucción de Libia.
Sin embargo, el discurso de campaña puede ser engañoso. Es posible que el anti intervencionismo en Medio Oriente se traduzca en una profundización de la intervención en América Latina. Como afirmó Leandro Morgenfeld en Página/12, la profundización de la guerra contra el narcotráfico en Latinoamérica es uno de los puntos más álgidos donde Trump puede causar daño.
De cualquier manera, hay una cuestión más general sobre sus promesas de campaña: ¿podrá Trump hacer todo lo que anunció? Sea la continuación del muro fronterizo con México, la reindustrialización, la expulsión de inmigrantes, la generación de empleo, el aislacionismo o la derogación de los acuerdos de libre comercio, hay razones para pensar que no será capaz de imponer su voluntad en todos los aspectos.
Existen ejemplos en la historia mundial de dirigentes ajenos a la elite política que transformaron radicalmente sus países. Pero nunca un personaje similar ganó en Estados Unidos y logró un giro de esas características. Confiado en la historia, Max Boot, republicano que se opuso a Donald Trump, afirma que el nuevo presidente no podrá llevar a cabo todo lo que prometió. De hecho, “quizás no sea tan mal presidente”.
Tanto los encandilados con la política estadounidense como los críticos más acérrimos coinciden en afirmar que el presidente de Estados Unidos no es el órgano más poderoso. Si los primeros justifican la aserción en el sistema constitucional y las virtudes cívicas, los segundos lo hacen en el poder económico que domina el sistema político. Unos afirman que el Congreso y el Poder Judicial frenarán a Trump, otros que lo hará la industria militar, el poder financiero u otros actores económicos. De esta idea surge la supuesta igualdad entre Trump y Clinton, el segundo factor que quisiera analizar.


Trump y Clinton “son lo mismo”

Si para los críticos Trump representa la ostentación, la xenofobia, los privilegios y las desigualdades económicas en Estados Unidos, para los opositores a Clinton, ella es la imagen viva de la corrupción política, los halcones de Washington y la ineptitud del diletante, probada en su paso por la Secretaría de Estado.
Existiría una paridad valorativa entre Trump y Clinton. Sin embargo, ciertas posiciones van más lejos y afirman que sin importar quién sea el presidente, la política de Estados Unidos será siempre la misma.
Para esta teoría, el gobierno de Estados Unidos estaría guiado totalmente por las corporaciones y no por los políticos. Que haya ganado Trump no tiene ninguna relevancia. Lo único seguro es la continuidad de la política que importa a los grupos económicos dominantes.
Trump o Clinton “dan lo mismo”. Ellos no gobiernan en verdad. Los intereses de Washington sobre América Latina no cambiarán porque cambie el nombre del presidente. Sea quien sea que gobierne, Estados Unidos seguirá buscando la hegemonía en la región porque así lo desea el poder económico.
En verdad nadie desconoce el peso de este factor de poder. Se hace sentir desde la financiación de la campaña hasta el control de las decisiones políticas. Pero si el poder económico se esfuerza tanto por colocar un candidato en la Casa Blanca, entonces es porque le interesa tener a ese representante y no a otro. No le da lo mismo cualquier candidato.
De ahí el pavor de Wall Street por Donald Trump y el apoyo a Hillary Clinton durante la campaña. La candidatura de Clinton se presentó como garantía del status quo del sistema financiero y económico. Hillary era el seguro del TPP, del Nafta y las metas de déficit fiscal que parecen no importarle a Trump.


Reflexiones finales

En definitiva, las predicciones sobre lo que vendrá con Donald Trump dependen de si se cree o no en su discurso y si se piensa o no que un presidente en Estados Unidos tiene real incidencia en la política de aquel país.
Sobre el segundo punto, para mí es claro que los presidentes y, en general, las elites políticas sí son trascendentes en Estados Unidos o en cualquier país. Esto es así aun cuando las capacidades de acción no sean absolutas.
Ningún Estado tiene plena autonomía. Todos se insertan en una red de poderes globales, desespacializados y que no responden a ningún Estado, ni siquiera a Washington. Pero de eso no se deriva que cualquier presidente sea lo mismo o que no tenga poder de decisión en ningún tema. Predicar la igualdad entre cualquier candidato me parece simplista.
En relación al primer punto, no creo que sea posible estar seguro sobre el cumplimiento o no de sus promesas de campaña y sobre la capacidad para llevarlas a cabo. Ya comprobamos la habilidad de Trump para imponerse en la interna republicana y triunfar en las elecciones. Sin embargo, me parece casi imposible anticipar qué puede venir de su gobierno a partir del 20 de enero de 2017. No encuentro un ejemplo ni una analogía válida en la historia norteamericana que permita pensar qué se avecina para nuestro continente. Por tanto, no puede decirse mucho sobre las consecuencias y la adaptabilidad de los países latinoamericanos en un escenario totalmente novedoso.

miércoles, 23 de noviembre de 2016

"Trump y la nueva geopolítica en Nuestra América" (Por Leandro Morgenfeld)

TRUMP Y LA NUEVA GEOPOLÍTICA EN NUESTRA AMÉRICA



Por Leandro Morgenfeld*

Cambio, Número 53
23 de Noviembre 2016 

 
El triunfo de Trump generó una conmoción mundial mucho mayor al Brexit, la decisión de Gran Bretaña, hace apenas 5 meses, de abandonar la Unión Europea. Ambas elecciones expresan el creciente rechazo que está generando la globalización neoliberal impulsada desde los centros financieros. Mientras líderes xenófobos están, por ahora, canalizando a su favor el hartazgo social, crece la incertidumbre internacional y se teme que en las próximas elecciones en Austria, Italia, Francia, Holanda y Alemania se profundice esa línea y la propia Unión Europea se sumerja en un declive irreversible.

Ante este nuevo contexto, es necesario repensar la geopolítica de Nuestra América y cómo se va a plantear el siempre conflictivo vínculo con Washington a partir del próximo 20 de enero, cuando el magnate neoyorkino pase a ocupar la Casa Blanca. Más allá de los interrogantes sobre el rumbo que tomará su gobierno y de las apuestas sobre en qué medida el establishment lo disciplinará o, en cambio, se iniciará una era “trumpista” más disruptiva, en este artículo aventuraremos algunos posibles escenarios para la región.
Trump va a cumplir parte de sus promesas de endurecer la política migratoria. En su primer reportaje luego de ganar las elecciones, anunció que expulsará inmediatamente a entre 2 y 3 millones de indocumentados, la mayoría hispanos, luego avanzará en reforzar el muro y, finalmente, decidirá qué hacer con los otros 8 o 9 millones de indocumentados. El nombramiento del racista Jeff Sessions como futuro Fiscal General da una pista de su compromiso xenófobo. Este tipo de discursos y políticas, que pretenden culpar a los inmigrantes por la desocupación, pobreza y criminalidad, augura crecientes tensiones sociales internas, así como un rechazo en todo el continente latinoamericano. El presidente Peña Nieto, por ejemplo, se derrumbó en las encuestas tras haber recibido al candidato Trump luego de haber denostado a los mexicanos durante meses.
Esto obliga a los gobiernos derechistas a recalcular su política exterior y, en particular, su vínculo con la Casa Blanca. La mayoría de los mandatarios se mostraron a favor de Hillary Clinton, suponiendo que iba a continuar con la política pro TLC, a pesar de lo que había dicho en la campaña. Trump, en cambio, señaló que renegociaría el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA) y que no ratificaría el Acuerdo Transpacífico (TPP). La caída de este último mega-acuerdo, que en la región habían firmado México, Perú y Chile, pero al que aspiraban a ingresar Argentina, Colombia y Brasil, echa por tierra la estrategia aperturista a la que apostaron los presidentes neoliberales de la región. La Alianza del Pacífico va a entrar en proceso de redefinición, se trabaron los TLC con Estados Unidos, no va a llegar la “lluvia de inversiones” que Macri y otros vienen prometiendo y se encarecerá el crédito externo, con lo cual la estrategia de endeudamiento encontrará un límite más temprano que tarde.
El Brexit y la elección de Trump cuestionan la idea de que la globalización neoliberal es un camino inexorable y sin retorno. El discurso de la “vuelta al mundo” y la apuesta a una política exterior subordinada a Estados Unidos muestran sus límites como nunca antes. Tal fue la sobreactuación de la subordinación a Estados Unidos por parte de algunos gobiernos latinoamericanos que quedaron descolocados al día siguiente de las elecciones. El caso argentino fue elocuente: presidente, canciller y embajador en Estados Unidos manifestaron explícitamente su preferencia por Hillary Clinton hasta el día mismo de la elección. Recibieron fuertes críticas por este error diplomático, incluso entre analistas y medios de comunicación que siempre festejaron el alineamiento con la Casa Blanca.
El triunfo de Trump augura tensiones en Estados Unidos. Las expresiones discriminadoras contra hispanos, afroamericanos, musulmanes, mujeres, gays y lesbianas están produciendo reacciones y movilizaciones, en particular entre los jóvenes. Habrá que ver cómo estas luchas se articulan con las de los trabajadores cuando perciban que las promesas de campaña de Trump –recuperar millones de empleos, reconstruir el sueño americano de la movilidad social ascendente– no se cumplan. La política de rebaja masiva de impuestos a los ricos y recortes en salud y educación simplemente va a profundizar la desigualdad que hace cuatro décadas hace más rico al 1% en detrimento del resto de la población. Esa situación debilitará la pretensión estadounidense de presentarse como “faro” de las democracias y primera potencia global, lo cual puede reactivar un escenario más multipolar. 

¿Aislacionismo?

La duda, para Nuestra América, es si eso derivará en un repliegue de Estados Unidos (Trump coqueteó con ciertos postulados “aislacionistas”), enfocando su política exterior a limitadas confrontaciones externas (Estado Islámico, Irán y China eran los enemigos predilectos en sus discursos de campaña) o bien en una negociación con China y Rusia para el reparto de áreas de influencia. En el primer escenario, no habría un incremento del injerencismo en la región. En el segundo, Estados Unidos buscaría reforzar su presencia en lo que consideran su patio trasero, obstaculizando las iniciativas más autónomas y alejando a potencias extra hemisféricas.
Más allá del inestable escenario geopolítico que se despliega a partir del terremoto Trump, lo cierto es que Estados Unidos no abandonará la región. Habrá que ver cómo se posiciona frente a la normalización de las relaciones con Cuba, el diálogo en Venezuela y el proceso de paz en Colombia. Cuál será la modalidad de intervención, nunca prescindente.
Lo interesante del proceso eleccionario en Estados Unidos es que desnuda las contradicciones de una sociedad que está lejos de ser el modelo de democracia, pluralismo y tolerancia con el que nos insisten las derechas vernáculas. La crisis en el centro, en Estados Unidos y Europa es un riesgo pero también una oportunidad para retomar los caminos alternativos, apostar a un mundo más multipolar, agudizar las críticas al imperialismo y al capitalismo y reconstruir una integración regional alternativa que, necesariamente, debe abandonar cualquier alineamiento con la Casa Blanca.


*Docente UBA e Investigador Adjunto del IDEHESI-CONICET. Co-Coordinador del GT CLACSO “Estudios sobre Estados Unidos”. Dirige el blog www.vecinosenconflicto.blogspot.com. Esta nota fue enviada por el autor como colaboración para Cambio.

Leandro Morgenfeld: "En EEUU van hacia un escenario de mayor tensión racial". La caída del TPP y el fracaso de la estrategia de inserción internacional de Macri

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Leandro Morgenfeld: "En EEUU van hacia un escenario de mayor tensión racial"

November 23, 2016 08:06


Columna de Política Internacional, de Leandro Morgenfeld En TE QUIERO / Fede Pais, Sofía Caram, Pancho Muñoz y Valmiro Mainetti. Lunes a Viernes, de 6 a 9, por AM750. FB: Te quiero AM750 // TW: Tequieroalas10 

- escuchar el audio de la columna acá -




 

martes, 22 de noviembre de 2016

"La 'Era Trump': reflexiones sobre la economía que viene" (por Paula Bach)

 

La “Era Trump”: reflexiones sobre la economía que viene

En los inicios de una contrarreforma. Consecuencias políticas de la economía. Contradicciones que queman. La nueva ola de gabinetes sui generis. Demagogia y programa.
La Izquerda Diario
El triunfo de Trump expresa el inicio de un giro político altamente significativo para Estados Unidos y probablemente para el mundo. “La era Trump” es la frase de tapa del semanario británico The Economist mientras Financial Times no deja de lamentar lo que intuye como las ulteriores desventuras de la globalización. Comparando las victorias de Trump y el Brexit con aquellas de Thatcher y Reagan de fines de los años ’70 principios de los ’80, el periodista argentino Siaba Serrate concluye que si en aquel entonces nació el “modelo neoliberal”, los triunfos de hoy anuncian una “contrarreforma” en la que los “protestantes” buscan reescribir las reglas de la globalización.
Un outsider en la Casa Blanca es expresión de que las consecuencias sociales y políticas de una convulsión económica contenida y no catastrófica pero lacerante, empiezan a limitar la estrategia de control de la crisis gestionada por el establishment desde la caída de Lehman. El Brexit resultó sin dudas un anticipo, salvo que ahora las consecuencias de la economía transformadas en política toman la posta en el país más importante del mundo. En lo inmediato se trata de investigar cuáles serán –al menos en el período próximo inmediato- los verdaderos caminos de Donald Trump.
Dada la situación de desesperación y repudio a la élite política que llevó a sectores de obreros blancos tradicionalmente demócratas del Rust Belt –el cinturón industrial en decadencia del Medio Oeste norteamericano y en particular los estados de Ohio, Pennsylvania y Michigan- y hasta a algunos negros y chicanos así como a sectores propietarios de pequeña y mediana industria a encumbrar a Trump, es bastante impensable que el nuevo gobierno norteamericano deje en pura demagogia el conjunto de sus promesas de campaña. Entre la demagogia de Donald Trump y su programa de gobierno seguramente habrá un punto medio que se puede arriesgar analizando el estado de las principales contradicciones de la situación económica y política.

Alta tensión

La principal y más amplia de aquellas contradicciones es la que enfrenta las necesidades de las élites económicas –globalofílicas- con amplios sectores sociales golpeados por la globalización. Esta tensión expresa una diferencia significativa respecto de los años ’30 cuando las fracciones hegemónicas del capital viraron rápidamente al proteccionismo. El salto en la globalización del capital y el hecho de que a diferencia de la Gran Depresión la crisis fue contenida pero a costa de un muy débil crecimiento económico, explica en gran parte aquella tensión.
Trump captó el sentir de millones con un discurso –nacionalista, proteccionista y xenófobo- dirigido a los desplazados de la globalización. Prometió reindustrializar Estados Unidos expulsando a los inmigrantes, eliminando los tratados de libre comercio, bajando los impuestos a las corporaciones para alentar el retorno de capitales y subiendo los aranceles a la entrada de productos chinos y mexicanos para sustituir importaciones. Llegó a insinuar el apoyo a incrementos del salario mínimo y el repudio al sistema financiero y las extraordinarias ganancias bursátiles asociadas a las bajas tasas de interés.
Sin embargo este programa, considerado en su conjunto, no es compatible con la élite económica norteamericana que, no por casualidad, apoyó contundentemente a Hillary. Grandes fábricas de origen estadounidense se encuentran relocalizadas en México o en China precisamente por la diferencia salarial –incluso en los últimos añosmuchas empresas se trasladaron de China a México o a Vietnam, entre otros destinos, debido al incremento de los salarios chinos. Gran parte de las importaciones chinas y mexicanas que Trump dijo querer arancelar al 45 y 35% respectivamente, provienen de capitales norteamericanos localizados en esos países. Incluso gran parte de los insumos de la industria radicada en Estados Unidos proviene de China y México al igual que una porción significativa de los bienes de consumo. Un aumento arancelario a la escala prometida por Trump, no sólo significaría una declaración de guerra a todas estas empresas sino que colateralmente produciría una escalada inflacionaria con el consecuente desbarranque del salario real y el incremento de los costos de producción. Por otra parte sectores productores medianos o pequeños –que apoyaron a Trump- no simpatizan en general con la expulsión de inmigrantes debido a que están establecidos en territorio norteamericano y suelen superexplotar mano de obra extranjera indocumentada.

La voz de la conciencia (o Dr. Jekyll y Mr. Hyde)

Trump –un magnate inmobiliario enriquecido él mismo con la especulación financiera- no puede –ni quiere- gobernar contra los sectores hegemónicos del capital norteamericano, incluidos Wall Street y la élite tecnológica congénitamente globalofílica como Apple, Google, Facebook, entre otras.
En principio la ruptura entre Trump y el establishment Republicano comienza a cerrarse. Así lo muestra la reciente designación de Reince Priebus –presidente del comité nacional del Partido Republicano y figura de amplio consenso en el partido- como jefe de gabinete de su gobierno. Mientras a la vez y reafirmando su “identidad”, Trump nombró al racista Steve Bannon –ex jefe del portal de noticias de extrema derecha Breitbart- como principal estratega y asesor de la Casa Blanca. Por otra parte, el actual presidente republicano de la Cámara de Representantes, Paul Ryan, resultó reelecto por unanimidad y tras haberse diferenciado múltiples veces de Trump durante la campaña, afirmó ahora que lo pasado, pisado…y que conversa con Donald “prácticamente todos los días”. Y así sigue entretejiéndose un equipo de insiders y outsiders -incluido el ex jefe de Goldman Sachs que, se dice, podría ir al Departamento del Tesoro.Las tensiones por la conformación del equipo continúan y estarían desatando una suerte de guerra interna al interior del Partido Republicano.
El resultado de aquella guerra terminará arrojando definiciones más claras pero lo que se conoce hasta ahora del armado –que salvando las distancias recuerda un poco al ornitorrinco que terminó comandando el Brexit- hace pensar que Trump gobernará para las fracciones dominantes sin olvidar del todo sus promesas de campaña. Los outsiders del establishment –muchas veces insiders de la élite económica- parecen estar operando como una suerte de voz de la conciencia de las élites políticas en tiempos “extraños”, obligándolas a conformar gabinetes mixtos. Esta síntesis parece descartar tanto la ejecución del “programa máximo” como la idea de que el conjunto de las promesas electorales quede en pura demagogia. Resulta clave entonces arriesgar algunos elementos de lo que podría ser el “programa de acción”.

Intermezzo

Es probable que el programa efectivo de Trump busque responder al escenario intermedio de múltiples combinaciones que caracteriza la situación actual norteamericana. Un vasto desarrollo de fenómenos políticos -con más poder por derecha como resultado, en parte, de la subordinación de Sanders al Partido Demócrata- y un reverdecer de movimientos sociales por un lado, con escasa lucha de los trabajadores, por el otro. Una conjunción de estancamiento económico sin crisis catastrófica, que redunda en variados contrastes. Entre ellos, un crecimiento del PBI norteamericano del 2,2% promedio durante los últimos ocho años, claramente superior al de Europa o Japón aunque significativamente inferior a su promedio histórico superior al 3%. Una baja desocupación en términos de población económicamente activa –disminuyó desde el 10% en 2009 al 4,9% en la actualidad- pero nuevos trabajos creados de baja calidad, empleos de medio tiempo y una desocupación estructural arrastrada durante las últimas décadas –resultado de la combinación de deslocalización y cambio tecnológico. La restricción de acceso al crédito por parte de las familias que llegaron a la crisis de 2008 con un endeudamiento equivalente al 130% de sus ingresos, completa el cuadro. Esta última condición obstruyó la posibilidad de un boom de consumo semejante al que operó en los años ’90 o ‘2000, a pesar de las extremadamente bajas tasas de interés.La combinación de estos elementos desnudó el alza extraordinaria de la desigualdad y las posiciones perdidas en décadas anteriores.
El ala neokeynesiana del establishment económico demócrata o pro demócrata, incluyendo a Lawrence Summers, Paul Krugman, Martin Wolf, el FMI y el sector hegemónico de la propia Reserva Federal norteamericana, hace tiempo está indicando la necesidad de trocar gradualmente las actuales medidas expansivas monetarias por políticas fiscales –de aliento a la obra pública y gasto en infraestructura. Y aparentemente no son los únicos: según un estudio de la National Association of Business Economics –parte interesada, si la hay- el 43% de los “expertos” considera que el gasto del gobierno norteamericano es demasiado restrictivo comparado con un 29% que pensaba de igual modo hace un año. Hacen falta “Carreteras, puentes, alcantarillas, agua. Lo que sea, nos estamos rezagando”, decía hace unos pocos meses el presidente de la firma de inversiones Cumberland Advisors quien a su vez estimaba que Estados Unidos necesita entre tres y cuatro billones de dólares de gasto en infraestructura. Por su parte, las tasas de interés extremadamente bajas sostenidas durante tanto tiempo, comienzan a perjudicar las ganancias de los bancos, anulan la política monetaria como contratendencia frente a muy probables recesiones y crean tensiones financieras potencialmente explosivas.
El programa neokeynesiano -consejero del capital con fuertes lazos globales- machaca sobre la necesidad de contener al menos parcialmente la sed de ganancias de las multinacionales permitiéndole recuperar cierta sensación de “poder” a los sectores más perjudicados por la globalización. Estos lineamientos, complementarios con privilegiar las políticas fiscales frente a las monetarias, persiguen el objetivo de salvar la globalización, realizando algunos cambios impostergables para que finalmente nada cambie.
En general todo suena muy tibio en términos estratégicos para el cuadro que se está gestando. Sin embargo, en la actual situación “intermedia”, es probable que el programa de Trump termine impulsando por derecha -o sea, con fuertes elementos xenófobos, racistas, represivos y antisindicales, amén de profundas reducciones impositivas- aspectos claves del programa neokeynesiano.

“Increíblemente irónico”

Martin Wolf señalaba hace unos pocos días que “sería increíblemente irónico que Trump aplicara, con el apoyo republicano en el Congreso, precisamente el tipo de estímulo fiscal keynesiano al que los legisladores de su partido rotundamente se opusieron cuando la administración de Barak Obama lo sugirió en 2009”. No tan irónico…Uno de los miembros del equipo económico de Trump apuntaba que “podemos cerrar la brecha de la riqueza en América reemplazando los niveles de tasas de interés de emergencia por estímulo fiscal”. El asesor agregaba que teniendo ahora a la cámara de representantes y el senado, se incrementan las probabilidades de que el plan fiscal se aprobado por el Congreso.
Hay pocas dudas respecto de que la administración Trump implementará enérgicas rebajas impositivas. Se habla de una reducción de entre 15 y 20 puntos porcentuales a las corporaciones, una tasa de repatriación única del 10% a las ganancias obtenidas en el extranjero y la completa eliminación de los impuestos federales sobre herencias y donaciones. Según uno de los asesores económicos de Trump, una reducción impositiva de 15 puntos porcentuales representaría un monto cercano a los 600 mil millones de dólares. Una reducción de los ingresos fiscales de alrededor del 4% del PBI, según The Economist. El asesor afirma a la vez que Trump propone un plan de infraestructura de 1 billón de dólares –aunque otros hablan de 550 mil millones- financiado mediante una combinación de deuda y asociación de capitales públicos y privados. En cualquier caso se trata del doble o bastante más del doble respecto de la promesa de Hillary. Probablemente aspiren a que al menos parte de esa suma sustraída al fisco, se vuelque a la construcción de infraestructura lo que podría incluir políticas para expandir la producción de gas, petróleo y carbón, la creación de nuevos gasoductos y la apertura de tierras públicas a nuevas perforaciones de minería, como también señala The Economist. Y no es para nada impensable que para ello el estado se comprometa a garantizar una ganancia mínima.
Con bastante sentido común Martin Wolf apunta que “la unión del populismo de Trump con la obsesión por recortes fiscales de los republicanos, podría ocasionar enormes y permanentes aumentos en los déficits fiscales”. The Economist sugiere que probablemente haya que esperar de Trump algo intermedio entre Ronald Reagan –bajos impuestos, baja regulación y libre mercado - y un proyecto más nacionalista, populista e incluso estatista con cuestiones de ley, orden, identidad y tradición cultural al estilo de los políticos demagógicos europeos. Vale recordar que Reagan combinó fuertes recortes impositivos con un acelerado gasto en defensa y por ello muchos hablan de un giro “ronaldreaganesco” en la política fiscal norteamericana. Como también señala el semanario británico, aunque gran parte de los republicanos preferirían la opción liberal, Ryan agradeció a Trump por proporcionar los lazos electorales suficientes para crear el primer gobierno republicano unificado desde 2007. Si Ryan y sus compañeros líderes del congreso van a sobrevivir a este nuevo orden, tendrán que abrazar algunas posiciones desconocidas, concluye The Economist.
La política de “normalización” de tasas de interés –también una recomendación neokeynesiana- es esperable que ocupe un lugar destacado –al menos tendencialmente- en la “era Trump”. Tanto como necesidad asociada a los factores señalados más arriba, como al mayor ingreso de capitales necesario para financiar un endeudamiento que se percibe creciente y a un posible incremento de la inflación vinculado a modificaciones arancelarias –seguramente más moderadas que las prometidas en campaña. Por supuesto la política de tasas tendrá importantes repercusiones en el escenario internacional y en el latinoamericano, en particular.
A su vez, la especulación financiera desenfrenada, vinculada en gran parte a las políticas monetarias de estos últimos años, no son bien vistas por gran parte de la población. La demagogia de Trump incluyó la promesa de restaurar la ley Glass Steagall –que separa la banca comercial de la banca financiera- implementada por Roosevelt en 1933 y anulada por Clinton en 1999. Como también indica Wolf, no se sabe si la ley Dodd Frank –una regulación light implementada pos Lehman y detestada por las instituciones financieras- “sería reemplazada por una alternativa más eficaz o por un regreso a la situación anterior a la crisis en la que todo estaba permitido.” Aunque es probable que ni el mismo Trump lo sepa, la cuestión se hará más prístina a medida que se resuelva la guerra del gabinete. Wolf afirma no obstante y con cierto pesar que “Sin embargo, en materia de regulación financiera, a diferencia de en materia de comercio, el populismo de Trump podría proteger a Estados Unidos de los peores instintos desreguladores de los legisladores republicanos, en lugar de lo opuesto”.

¿No global?

Con respecto a los acuerdos comerciales, resulta bastante impensable un retroceso significativo en el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA). Aún cuando no pueden descartarse modificaciones, parece altamente improbable un incremento de aranceles de la magnitud prometida por Trump que redundaría en un ataque violento a las empresas norteamericanas radicadas en México con consecuencias impensables sobre los precios y el empleo al interior de Estados Unidos. El Acuerdo Transatlántico (TTIP), a ciencia cierta, nunca vio la luz y es muy probable que Trump retroceda claramente con el Acuerdo transpacífico (TPP).
Como el TPP es un “arma” diseñada para acorralar a China, no es descabellado especular con que su retiro podría ser empuñado como instrumento de negociación con el Gigante Asiático. Trocando por ejemplo la eliminación del Acuerdo por la modificación selectiva de algunos aranceles e incluso la eventual exigencia de una mayor apertura china al capital norteamericano. Desde que China comenzó a dejar atrás su rol de receptor de capitales presentándose cada vez más como un competidor por los espacios mundiales de acumulación, asoma crecientemente como un factor que cuestiona a su turno la legitimidad del statu quo norteamericano. En principio no puede descartarse una política –al menos en un primer período- en la que Estados Unidos trate de mejorar su posición relativa frente a China apelando a instrumentos de negociación. Hay que tener en cuenta –entre otros aspectos- la dependencia de Estados Unidos del financiamiento chino -principal tenedor de Bonos del Tesoro- cuestión que se presenta como más apremiante si se piensa en un panorama de mayor endeudamiento estatal.
Abordamos aquí el costado económico de una cuestión que no sólo tendrá consecuencias internacionales sino que hace parte de una extensa ristra de asuntos políticos y geopolíticos –aún indefinidos- que podrían alterar el mapa en el período próximo.
Con todo, aún hay más interrogantes que certezas. Pero si hay algo que presenta pocas dudas es la imposibilidad –al menos bajo las actuales condiciones- de recrear un proceso de reindustrialización estructural en Estados Unidos con un reverdecer del “sueño americano”. A decir verdad ni el New Deal de Roosevelt –que a diferencia del engendro trumpista, estuvo acompañado por múltiples aspectos progresistas- logró el incremento del gasto suficiente como para impulsar un enérgico ascenso de la economía cuyo auge estuvo finalmente asociado al inicio del armamento norteamericano para su entrada en la segunda guerra mundial. Incluso Robert Gordon, a quien mencionamos en múltiples oportunidades, sugiere en The Rise and Fall of American Growth que también el auge de posguerra hubiera sido impensable sin el impulso de la guerra.
Lo que quedó demostrado con el triunfo de Trump –por si faltaba un botón- es que el proceso de globalización –que es en gran parte el de exportación de capitales e importación de mano de obra barata- característico de la “revolución” neoliberal, operó como un temible instrumento de división de las filas de los trabajadores. La desocupación estructural, la precarización del trabajo y el descenso en el nivel de vida de amplios sectores en los países centrales es contracara de la superexplotación externa e interna de mano de obra extranjera pero también de la perversa utilización capitalista de los avances tecnológicos. Si la primera cuestión se presenta hoy como el arma central de las derechas xenófobas –que las élites políticas tradicionales aprovechan- para fomentar el odio bajo la forma del nacionalismo proteccionista en los países centrales, la segunda reaparece como amenaza permanente bajo la forma de la “humanización de las máquinas” o la robótica.
Resulta urgente que los trabajadores y los sectores pobres enfrenten estas formas de engaño múltiple y peleen por conquistar el arma más poderosa: la unidad de sus filas. Cuestión que incluye también la batallapor poner al servicio de las grandes mayorías ese gran logro de la humanidad toda que representan los avances de la ciencia y la tecnología.