sábado, 30 de enero de 2016

"Argentina se aleja del sueño de la Patria Grande"


Por Héctor Bernardo
Resumen Latinoamericano
 
Mientras la CELAC crece y se consolida, Macri se aísla del resto de la región. Una historia de unidad y un presente de sumisión. El rol de la canciller Malcorra y de las embajadas de Estados Unidos e Israel.
La IV Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) dejó mucha tela para cortar. La ausencia del presidente argentino, Mauricio Macri, la propuesta del presidente ecuatoriano, Rafael Correa, de que esta entidad reemplace definitivamente a la Organización de Estados Americanos (OEA), la intervención del presiente de Colombia, Juan Manuel Santos, quien remarcó los avances en los diálogos de paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo (FARC-EP), y la declaración del presidente del Estado Plurinacional de Bolivia, Evo Morales, al destacar que no “sólo se alcanzará la paz en la región a través de la justicia social”, configuran algunos de los puntos altos en el espacio de diálogo más importante que han generado los países de la región en las últimas décadas.
Para comprender cómo se llegó a esta IV Cumbre vale la pena hacer un breve recorrido sobre el surgimiento y las características de la CELAC.

El camino de la unidad 

A comienzos del XXI surgieron y se consolidaron en la región una serie de gobiernos populares que representaban los legítimos intereses de sus sociedades. En 1998, Hugo Chávez ganó las elecciones en Venezuela; en 2003, Luiz Inácio “Lula” Da Silva se impuso en Brasil; también en 2003, Néstor Kirchner triunfó en Argentina; Michelle Bachelet logró la victoria en Chile en 2005; ese mismo año, Tabaré Vázquez ganó las elecciones en Uruguay y Evo Morales lo hizo en Bolivia; Rafael Correa, en Ecuador en 2006; y Daniel Ortega logró que en 2007 (luego de 17 años) el Frente Sandinista volviera al Gobierno de Nicaragua.
Todos estos líderes tenían una serie de objetivos en común. Uno de los principales: darle forma al sueño de la Patria Grande.
Mediante un trabajo arduo comenzaron a materializar espacios que representasen los intereses económicos, sociales y políticos de la región. Fue así como se le dio un nuevo direccionamiento al Mercado Común del Sur (MERCOSUR), que había sido creado en la década del noventa, pero con una lógica sólo económica que dejaba de lado lo social y lo político. Luego surgieron la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), establecida en 2004; la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), creada en 2008; y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), fundada en 2010.
La CELAC  puede ser considerada hija del Grupo de Río y de la Cumbre de América Latina y del Caribe (CALC). En febrero de 2010 vio la luz en México. En 2011, la Venezuela de Hugo Chávez celebraría la primera de las Cumbres de este nuevo espacio de integración, y la II Cumbre se desarrolló en Cuba, lo que también fue una señal de las características de este nuevo espacio. La III Cumbre, desarrollada en Costa Rica, pasó sin penas ni glorias, pero la IV Cumbre, que tuvo lugar recientemente en Ecuador, volvió a mostrar la importancia de este espacio.
Tal vez, la característica más destacada de la CELAC es que está compuesta por todos los países del continente con las excepciones de Estados Unidos y Canadá. La diferencia con la OEA, que por momentos se convirtió en un espacio que respondía únicamente a los intereses de Estados Unidos, se ha hecho cada vez más notoria.

Argentina fuera del mundo

No es ninguna novedad que el Gobierno de Mauricio Macri ha decidido dar un giro de 180 grados a la política internacional de Argentina, dejar de lado la construcción regional y alinearse totalmente con los intereses de Estados Unidos e Israel.
En cierta forma, Macri ya lo había anunciado durante su campaña electoral. Entre las pocas propuestas que se le escucharon, estuvieron las de atacar al Gobierno de Venezuela al pedir que se le aplique en el MERCOSUR la “Cláusula democrática” (lo cual representa los intereses de Estados Unidos), y dar de baja el Memorándum de Entendimiento con Irán (alineándose con los intereses de Israel).
Otro signo de cuál es la visión de la política internacional del nuevo Gobierno es la designación de Susana Malcorra al frente de la Cancillería argentina. No son pocos los que señalan que esa designación (y la de la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich) no fue decisión del presidente Macri, sino una imposición de la Embajada de Estados Unidos. No sería de extrañar que fuera así, dado que el propio Macri ya había hecho declaraciones en ese sentido cuando tuvo el escándalo por la designación como jefe de la Policía Metropolitana de Jorge “El Fino” Palacios (involucrado con el encubrimiento en el atentado a la AMIA y con el escándalo por las escuchas ilegales).
Cuando Macri asistió al programa “Tres Poderes” (emitido por el canal América TV, el 23 de noviembre de 2009), al ser consultado por la designación de Palacios dijo: “Fuimos a la Embajada de Estados Unidos y a la de Israel y le dijimos: ‘Queremos que nos recomienden cuál es el mejor policía’, y los dos, sin hablar entre ellos, dijeron: ‘El señor Palacios’”. Luego, el actual presidente remarcó: “Fue una recomendación de dos servicios de inteligencia extranjeros”, refiriéndose a la CIA y el Mossad. Con estas declaraciones, Macri demostró el nivel de sumisión que tiene a estas dos potencias internacionales y a sus agencias de inteligencia.
Como si esto fuera poco, un reciente artículo del reconocido periodista Walter Goobar, publicado en el periódico Miradas al Sur y titulado “Los secretos de la canciller Malcorra”, señala que la actual titular del Ministerio de Relaciones Exteriores está sospechada de ocultar abusos sexuales perpetrados por las fuerzas de paz en la República Centroafricana. Goobar cita una investigación interna de Naciones Unidas, en la que se revela “el nefasto papel jugado por la actual canciller argentina, Susana Malcorra, cuando se desempeñaba como jefa de Gabinete del secretario general de la ONU, Ban Ki-moon. El veredicto de un panel de tres jueces independientes nombrado por Ban Ki-moon –al que ha tenido acceso Miradas al Sur– responsabiliza a Malcorra –entre otros funcionarios de alto rango– del ocultamiento de un caso de abuso sexual a menores perpetrado por Cascos Azules de la ONU y de la persecución sufrida por el funcionario sueco Anders Kompass, quien filtró la noticia a las autoridades francesas para poner fin a los abusos”.
El actual presidente argentino y su canciller han decidido pelearse con los países de la región, empezando por Venezuela; asistir a la reunión de DAVOS y no a la Cumbre de la CELAC; intentar reflotar el proyecto del Área de Libre Comercio para las Américas (ALCA) impulsado por la Casa Blanca y rechazado en 2005 por todos los Gobiernos populares de la región; hablan de luchar contra el narcotráfico y pretenden sumarse a la Alianza del Pacífico, donde están países como México, Colombia y Perú (los mayores exportadores de droga de la región); y pretende alinearse de forma totalmente sumisa con Estados Unidos e Israel, países que en el concierto mundial han quedado cada vez más aislados (un claro ejemplo de ello es la última votación en Naciones Unidas contra el bloqueo a Cuba, en la que 191 países votaron en contra y sólo Estados Unidos e Israel votaron a favor). Todas posturas que representan un discurso retrogrado que fracasó en los noventa y que llevó a Argentina a un aislamiento regional que costó años revertir.
La CELAC, este espacio que Macri parece despreciar (probablemente porque Estados Unidos no participa de él), emitió declaraciones a favor de Argentina en el conflicto con los Fondos Buitres y en el reclamo nacional por Malvinas. Mientras los pueblos de América Latina buscan sus raíces y se enfrentan a las nuevas formas de colonialismo, la Argentina de Macri y Malcorra se aísla de los intereses de la región, deja de lado los sueños de la Patria Grande y sólo espera cumplir con satisfacción los deberes que le indiquen desde la Washington.

Lousteau llama a dejar atrás la relación "adolescente" con EEUU

Lousteau, el nuevo representante ante Estados Unidos

Lousteau: "Veo un clima de gran expectativa y apertura respecto de la Argentina"

Embajador en Washington, dice que se debe dejar atrás la relación "adolescente" con EE.UU. y buscar un vínculo "maduro y previsible".
PARA LA NACION

NUEVA YORK.- Barack Obama le preguntó a Martín Lousteau por su trayectoria, y luego reiteró una broma frecuente en los últimos años: cuando asumió la presidencia de Estados Unidos, a los 47 años -dos más que la edad actual de Lousteau-, casi no tenía canas. Su pelo gris es culpa de su trabajo, bromeó.
Fue el final del encuentro entre ambos, protocolar, pero cálido, anteayer en el Salón Oval de la Casa Blanca. Obama le dijo que su vicepresidente, Joe Biden, había tenido una muy buena charla con Mauricio Macri en Davos, y que seguían con interés los primeros pasos del nuevo gobierno. Lousteau presentó sus credenciales y reiteró un mensaje presidencial: la Argentina está lista para trabajar y obtener resultados.
"Hay que construir la mayor cantidad de vínculos posible, y la comprensión más cabal de la Argentina, que no sea superficial. Y eso implica hacer un trabajo de orfebrería, en muchos lugares", define Lousteau, embajador argentino en Estados Unidos, en diálogo con LA NACIÓN.
En Washington, Lousteau encontró "mucha expectativa", apertura e interés respecto del país. La relación bilateral, deteriorada durante el kirchnerismo, muestra una renovada sintonía. Lousteau ve "desafíos y objetivos comunes", pero se preocupa por recordar que cada país tiene su agenda.
¿Cuál es su principal desafío como embajador?
-Establecer una relación madura, previsible, de confianza, donde cada uno defienda sus intereses. En el pasado hemos tenido relaciones adolescentes, a veces de enamoramiento, y a veces de sobreactuación y de enojo. El desafío es eso. No sólo tener esa relación entre gobiernos, sino involucrando a la sociedad civil, a empresarios de ambos lados, a gente de la cultura, de la educación. Cuanto más fluidas, cuanto más líneas de vinculación haya, más sólida va a ser la relación y más representativa de lo que es cada país.
-En la lucha contra el narcotráfico, ¿qué espera EE.UU. y qué quiere la Argentina?
-Lo que el gobierno de Estados Unidos manifiesta, lo que tiene y lo que pone a disposición es una experiencia, en todos estos años, de haber obtenido información, métodos, procesos, etcétera. Está dispuesto a poner a disposición todo ese aprendizaje. Lo que espera es que la Argentina indique cuáles son las áreas en donde nuestro país piensa que esa experiencia podría ser más beneficiosa. La Argentina tiene que definir qué de lo que Estados Unidos puede ofrecer sirve para los intereses argentinos combatiendo al narcotráfico. Estados Unidos está muy abierto a poner a disposición todos estos años de acumulación de conocimiento.
-¿Y qué es lo que más le interesa al Gobierno?
-Eso es una definición que tiene que hacer la ministra de Seguridad.
-¿Qué papel va a tener la embajada en la negociación con los holdouts?
-La responsabilidad por la negociación con los holdouts es del Ministerio de Hacienda y Finanzas, del ministro Alfonso Prat-Gay. La embajada, como siempre, es un instrumento para que cada ministro tenga la mayor cantidad de herramientas posible en beneficio de las políticas que está persiguiendo.
-¿Le cabe involucrarse más para explicar la postura argentina?
-La postura argentina está clara, está claro cuáles son las discrepancias técnicas respecto del fallo y también la postura actual, que es defender los intereses sentándose a defenderlos, dialogando. Es importante, porque algunas posturas de la Argentina en el pasado hicieron que los holdouts pudieran caracterizar a la Argentina de una manera que le impidió aprovechar oportunidades en otras áreas. Hemos tenido iniciativas de congresistas, producto del lobby, en contra del comercio con la Argentina, o de la cooperación en otras áreas. Una buena señal de esto es lo obtenido en las conversaciones en Davos, donde Estados Unidos levantó su veto al financiamiento de organismos multilaterales.
-¿Cuál es el plan con esos organismos? ¿Hay un objetivo concreto?
-Es un trabajo conjunto, no sólo con el Ministerio de Hacienda y Finanzas y los representantes en los organismos multilaterales, sino con todos los ministerios y la jefatura de gabinete. La Argentina necesita inversiones en muchas áreas distintas. Hemos tenido, durante mucho tiempo, un presupuesto muy alto, pero las inversiones que se necesitan en infraestructura, en casi todas las áreas, no se ven. Ahí hay que buscar el financiamiento más conveniente posible para la Argentina en los programas que los ministros y el Gobierno vayan decidiendo que son prioritarios.
-¿Qué clima percibió en estos días respecto de la Argentina?
-Veo un clima de expectativa, de gran expectativa, un clima de apertura y de mucho respeto, de respeto a la Argentina, a las políticas argentinas, y de interés en conocer esas cosas más en profundidad y de colaboración.
-Cuando deje la embajada, si pudiera elegir un logro de su gestión, ¿cuál sería?
-Primero, haber conseguido para la Argentina los mejores instrumentos que la relación bilateral pueda ofrecer para sus políticas. Segundo, una vinculación sincera, y no sólo de gobierno a gobierno, sino de sociedad a sociedad, en donde producto de las coincidencias, pero también de las diferencias, las dos partes se enriquezcan.

viernes, 29 de enero de 2016

Habló Lousteau tras ser recibido por Obama: Argentina espera una relación "madura y previsible" con EEUU

Barack Obama recibe al embajador Martín Lousteau en la Casa Blanca. (Twitter)"La Argentina espera una relación madura y previsible", dijo Lousteau tras la cita con Obama

Encuentro en la Casa Blanca.
Clarín
 
El embajador en los Estados Unidos, que esta tarde presentó sus cartas credenciales en Washington, dijo que ambos países poseen "un montón de ámbitos en los que se puede trabajar con profundidad".

El embajador argentino en los Estados Unidos, Martín Lousteau, aseguró esta noche -luego de la reunión protocolar en la que presentó sus cartas credenciales ante el presidente Barack Obama- que la Argentina espera revitalizar el contacto diplomático con Estados Unidos, para dar paso a una "relación madura y previsible".

"Creemos que hay, de ambos lados, un montón de ámbitos en los que se puede trabajar con profundidad", expresó Lousteau en diálogo con el programa "Código político", que se emite por el canal de cable Todo Noticias.

En esa línea, el embajador argentino en Washington consideró que "la Argentina tiene un rol muy importante que jugar en América del Sur". Y mencionó, como parte del intercambio bilateral, las posibilidades que se abren en materia comercial y en seguridad, aspecto en el que destacó las chances de cooperación entre las policías locales y sus pares de Washington y Nueva York, entre otras ciudades estadounidenses.

Lousteau, además, contó que en el encuentro protocolar de esta tarde, Obama le "mencionó específicamente la muy buena reunión" que mantuvieron en la ciudad suiza de Davos mantuvieron el vicepresidente Joe Biden y Mauricio Macri.
En la ceremonia, realizada en la Casa Blanca, Lousteau presentó sus cartas credenciales ante el presidente norteamericano, Barack Obama, dando así inicio formal a sus actividades como máximo representante argentino en Washington.

En la cita, Lousteau le transmitió a Obama el "saludo del presidente Mauricio Macri, quien le encomendó manifestarle su disposición para trabajar arduamente con el fin de que la relación bilateral alcance el más alto nivel de cooperación y de incentivar una agenda de amplio alcance que incluirá tanto asuntos bilaterales como hemisféricos y globales", según indicó la embajada.

Leé también: Lousteau presentó su credencial de embajador ante Obama

En los comentarios que dejó por escrito en el cuaderno que es ofrecido a los embajadores al entregar sus cartas credenciales al jefe de Estado norteamericano, Lousteau hizo referencia al "renovado espíritu de la relación bilateral con los Estados Unidos desde que el nuevo gobierno argentino asumió el cargo el 10 de diciembre de 2015".

Asimismo, el embajador "destacó que en vista de que ambos gobiernos comparten principios y valores similares, se vislumbra un futuro muy prometedor para la relación bilateral".

El momento de la ceremonia que tuvo lugar esta tarde en la Casa Blanca "fue muy emocionante y marcó el comienzo formal de esta tarea que acepté para hacer un pequeño aporte que sirva para mejorar las relaciones exteriores de nuestro país", señaló el funcionario.

Allí, Lousteau detalló a su vez que "las cartas credenciales son documentos formales que envía un jefe de Estado a otro para otorgar acreditación diplomática a una persona que servirá como embajador en el país" siendo que "en este caso fue el presidente Obama quien los recibió", concluyó.


- escuchá la entrevista acá -  
 

jueves, 28 de enero de 2016

Obama recibió a Lousteau, quien señaló que se inicia una nueva etapa en las relaciones bilaterales

Martín Lousteau se reunió con Barack Obama y dijo que se inicia "una nueva etapa en las relaciones entre Estados Unidos y Argentina"

Se trató de un encuentro protocolar con el presidente estadounidense

La Nación

El embajador argentino en Estados Unidos, Martín Lousteau , se reunió hoy con el presidente de EE.UU., Barack Obama .
En su cuenta de Twitter, Lousteau aseguró que se inicia "una nueva etapa en las relaciones entre Estados Unidos y Argentina".
El presidente Mauricio Macri designó al ex ministro de Economía Martín Lousteau como embajador en Estados Unidos en diciembre, en reemplazo de Cecilia Nahón. Meses antes, Lousteau había competido contra Horacio Rodríguez Larreta en el ballotage de la Ciudad.
Macri designó a Lousteau luego de una reunión que mantuvo con el futuro jefe de Gabinete nacional, Marcos Peña , y la futura canciller, Susana Malcorra , según había informado Cambiemos en un comunicado oficial.

IV Cumbre de la CELAC: los temas tratados

Los temas de la IV Cumbre

Las declaraciones aprobadas por los 33 miembros de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños se centraron en la expansión del virus del zika, la lucha conjunta contra las drogas y la situación política actual de Haití. Las discusiones más importantes también rondaron en torno de la paz colombiana y de los mecanismos de reestructuración de deuda soberana.


Redacción- El Telégrafo (Ecuador) 

Luego de 13 horas de debate, los 33 miembros de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) aprobaron 20 declaraciones en la IV Cumbre, realizada ayer en la sede de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) en Quito. Una se mantiene en negociaciones.
Entre las declaraciones especiales constan: el plan para seguridad alimentaria, nutrición y erradicación del hambre de la Celac 2025, el centenario del poeta Rubén Darío, la devolución del territorio de la base naval de Estados Unidos en Guantánamo a Cuba y el fin del bloqueo económico cubano.
También se dedicó una declaratoria a las islas Malvinas y la situación de Paraguay como Estado sin litoral. Otra fue sobre la lucha contra el terrorismo en todas sus manifestaciones, la recuperación de bienes culturales, la protección de migrantes en América Latina y el Caribe, el turismo sostenible, la transparencia y lucha contra la corrupción, la reestructuración de la deuda soberana, los océanos y el desarrollo energético, un marco indicado de prioridades y los 20 años de apertura de la firma del tratado de prohibición completa de ensayos nucleares.
También se declaró sobre los países de renta media y altamente endeudados; y se realizó una declaración sobre financiamiento para el desarrollo y la banca corresponsal.
Temas clave
Tres temas destacaron en las discusiones. El primero fue el virus del zika, que preocupa a la región por su rápida expansión. El presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, citó a Brasil y El Salvador como casos donde se evidencia la propagación. El canciller ecuatoriano, Ricardo Patiño, confirmó una reunión de los ministros de Salud en Montevideo (Uruguay), el martes 2 de febrero.
El segundo fue la lucha contra los drogas. La eficacia de la estrategia, diseñada por Estados Unidos, ha sido puesta en duda desde hace años por la región. “Las políticas prohibicionistas no han servido”.
La Celac buscará una posición común de cara a la reunión de la ONU  en abril próximo, donde se debatirán nuevas formas para combatir las drogas. Es un ejercicio que los países ya pusieron en práctica en la cumbre del clima de diciembre pasado. Al tener una sola voz, la región tiene más peso en la discusión con las grandes potencias.
" Entre las declaraciones especiales constan: el plan para seguridad alimentaria, nutrición y erradicación del hambre de la Celac 2025, el centenario del poeta Rubén Darío, la devolución del territorio de la base naval de Estados Unidos en Guantánamo a Cuba y el fin del bloqueo económico cubano. También se dedicó una declaratoria a las islas Malvinas  "
Y lo tercero fue la paz en Colombia. Santos recordó que en la II cumbre de La Habana se declaró a la región como zona de paz, pero su país sufre el único conflicto armado del continente. Detalló que lo más difícil ya se ha acordado: la justicia. Bogotá recibió el apoyo de todos sus colegas. Aún están pendientes los diálogos con el ELN. Ecuador es una de las opciones para acoger esas conversaciones.
Asimismo una posición unánime fue apoyar el mandato del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, acordado entre el Gobierno colombiano y las FARC, sobre la verificación y monitoreo de cese al fuego, en el proceso de dejación de armas.
Se discutió además la difícil situación económica de la región en el último año, sobre todo, por el bajo precio del petróleo. El primero en colocar el tema sobre la mesa fue el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, quien propuso un “plan táctico de economía anticrisis” tomando en cuenta la declaratoria de emergencia económica en la República Bolivariana: “En tiempo de crisis (…) es la hora de solidaridad y de desarrollo compartido de América Latina y el Caribe... proponemos un plan común anticrisis económica”, indicó.
Aprovechó para agradecer el apoyo dado para que Estados Unidos derogue el decreto que considera a Venezuela una amenaza para su país.
El presidente de Ecuador, Rafael Correa, recordó que el precio del petróleo no cubre los costos de producción y que Ecuador no recibió ingresos por concepto de crudo. Planteó dialogar a nivel de Celac para afrontar en conjunto las dificultades económicas.
Crisis política de Haití
Otro debate fue el pedido de Haití para que el organismo contribuya a conocer y tener información directa y adecuada de lo que sucede tras la crisis generada por la suspensión de la segunda vuelta electoral.  
Hace dos meses, la oposición del país caribeño denunció “un golpe de Estado electoral” y acusó de aquello al presidente Michel Martelly. En la primera vuelta de las presidenciales el 25 de octubre pasado, Jovenel Moise, candidato oficialista, obtuvo 32,76% de los votos, mientras su rival, Jude Celestin, tuvo 25,29%.
Celestin calificó la primera vuelta de “farsa ridícula” y negó su participación en la segunda vuelta. La oposición exige la anulación del proceso electoral y la formación de un gobierno de transición.
Martelly insistió en que no se aplazaría la segunda vuelta presidencial pues la retirada de uno de los candidatos “no puede detener el proceso”. Pero los incidentes violentos retrasaron el proceso el 24 de enero pasado.
La discusión giró alrededor de si se estarían duplicando esfuerzos cuando la Organización de Estados Americanos (OEA) aprobó ayer el envío de una misión especial a Haití para ayudar en la búsqueda de una salida a la crisis política. También una duda que se generó es si la Celac tiene una normativa que le permita al menos nombrar una comisión especial que acuda al país.
Finalmente, se decidió que los cancilleres de Ecuador, Venezuela, Uruguay y Bahamas viajen a Haití para conocer sobre la crisis política e informar a los países miembros.
Otro tema que se discutió fue la igualdad de condiciones y oportunidades de las mujeres, con miras a incluir un enfoque de género en la Agenda 2030.
El cambio climático fue mencionado varias veces, así como el uso de recursos naturales. El presidente de Guyana, David Granger, expresó que los países caribeños “están muy atentos” a las declaraciones sobre el tema y que Celac “es el vehículo de llevar nuestra intención a la acción” en temas de desarrollo económico y de procurar la paz.
" La discusión giró alrededor de si se estarían duplicando esfuerzos cuando la Organización de Estados Americanos (OEA) aprobó ayer el envío de una misión especial a Haití para ayudar en la búsqueda de una salida a la crisis política. También una duda que se generó es si la Celac tiene una normativa que le permita al menos nombrar una comisión especial "
Al momento de la entrega de la presidencia pro témpore de la Celac  por parte de Ecuador a República Dominicana, el primer mandatario de ese país, Danilo Medina, expresó que el mundo y América Latina enfrentan inmensos desafíos que “solo la política podrá resolver”. Uno de ellos es la difícil situación económica que afronta la región.
Para Medina, la Celac no debe sentirse pequeña sino grande, por lo que prometió trabajar duramente el próximo año en la agenda definida en la Cumbre para que en 2017 el organismo regional sea más integrado y más reconocido a nivel internacional.
Será un espacio para discutir nuevas ideas: “Es el momento de reflexionar sobre los próximos pasos y nuestro papel en una realidad cambiante que necesita más que nunca esa visión humanista y única que sumamos todos los miembros de esta comunidad”, manifestó.
A las 21:30 el cuarteto de la Celac compuesto por Costa Rica, Belice, Ecuador y República Dominicana, hizo su declaración conjunta. Allí Medina felicitó al primer mandatario Correa por su gestión y por impulsar el fortalecimiento del organismo.
Niños recibieron a los invitados
De lejos, el edificio de la Unasur parece un cóndor. En el fondo se levanta el Monumento a la Mitad del Mundo que indica a los visitantes que están en el paralelo 0. Con ese panorama, cargado de simbolismos, el presidente Rafael Correa recibió a las 33 delegaciones de los miembros de la Celac.    
A las 08:00 la música anunció la llegada de Correa. El Mandatario saludó con un grupo de niños vestidos con trajes típicos de todas las regiones de país. Ellos lo acompañaron mientras recibía a sus homólogos y jefes de las delegaciones de los 33 países miembros de la Celac.
Los 5 aspectos de la agenda 2020 fueron el eje del discurso de Correa: la reducción de la pobreza y las desigualdades; la educación, ciencia, tecnología e innovación; el medio ambiente y el cambio climático; la infraestructura y la conectividad y el financiamiento para el desarrollo.
Correa rememoró los principios que unen a la región: la primacía del derecho internacional; la democracia y la autodeterminación de los pueblos; la defensa de los derechos humanos y la búsqueda del desarrollo humano sostenible. Por eso considera que la Celac tiene la capacidad de verificar el cese al fuego y la dejación de armas que se avecinan en Colombia.
Para él, lo que ha conseguido el bloque regional muestra que “América vive un cambio de época, donde el poder de las élites se debilita”.  
En cuanto a lo económico, propuso un sistema tributario progresivo en “donde el que más tenga, pague más”. América Latina tiene 22.7% de presión tributaria cuando los países desarrollados alcanzan el 35,3% “pese a ser mucho menos equitativos”.
El planteamiento es que ese ingreso sirva para financiar un adecuado gasto público que permita la igualdad de oportunidades. (I)
DATOS
El presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, aseguró que será la ONU la encargada de escoger a los representantes de países de la Celac que participarán de la supervisión del fin del conflicto armado en Colombia.  
“No es Colombia ni las FARC. Son Naciones Unidas las que escogen de acuerdo a su experiencia, de acuerdo a su conocimiento y de acuerdo a las ofertas que reciban”, aclaró el mandatario en una rueda de prensa al margen de la cumbre de la Celac.
Jeffrey Feltman, secretario general adjunto de Asuntos Políticos de la ONU, participó en la cumbre para discutir la participación de la Celac en la supervisión de los acuerdos de paz.
En Latinoamérica y el Caribe habitan unos 620 millones de personas (8,5% de la población mundial). Según estimó en 2014 la Comisión Económica para América Latina (Cepal), en la región unos 165 millones de personas viven en situación de pobreza, de los cuales 69 millones están en extrema pobreza.
Brasil ordenó que 200.000 efectivos de las FF.AA. trabajen ‘casa por casa’ en la prevención del zika y distribuyan repelente al menos a 400 mil mujeres embarazadas.
El Aedes aegypti, mosquito que transmite también dengue y chikungunya, ya está presente en 21 de los 55 países de las Américas.

Leer el artículo aquí  

El lunes arrancan las elecciones primarias en EEUU: ya no está todo tan definido como parecía

El largo camino a las elecciones presidenciales en Estados Unidos

El largo camino a las elecciones presidenciales en Estados Unidos

Por Julia de Titto – @julitadt
Notas.org.ar
 
Si hace un año se podía prever un escenario típico en las elecciones estadounidenses, a fines de enero el panorama cambió radicalmente. Aún con Hillary Clinton encabezando las encuestas nacionales para la interna demócrata, el ascenso de Bernie Sanders y sus posibilidades reales de imponerse en los dos primeros “caucus” (asambleas partidarias), podrían darle un impulso a su candidatura e influir en los resultados finales.
Por otro lado, en el disgregado partido Republicano, un “outsider” como Donald Trump dejó de ser el dato de color noticioso y encabeza todas las encuestas, con una distancia de más de 20 puntos a sus competidores. Nada está dicho, pero de mantenerse las tendencias, el multimillonario ultraconservador podría ser el nominado a la presidencia.
Iowa y New Hampshire, primera parada
La importancia de las dos primeras rondas electorales, más allá de quién resulte triunfante en cada elección interna, reside en que determinan qué candidatos siguen en carrera y cuáles quedan ya fuera de la contienda. Es decir, una especie de “filtro”.
El 1 de febrero los afiliados a cada partido del Estado de Iowa definirán su candidato. En el caso republicano -que tiene 14 precandidatos en la interna- las encuestas (en promedio, según el New York Times) dan ganador a Trump (29%), seguido por Ted Cruz (25%), Marcos Rubio (13%) y Ben Carson (9%). Detrás corren Rand Paul y Jeb Bush (5% y 4%, respectivamente) y más lejos aún Chris Christie, Mike Huckabee, John Kasich, Carlie Fiorina y Rick Santorum.
En la pelea demócrata, la ex secretaria de Estado, Hillary Clinton, y el senador de Vermont, Bernie Sanders, se encuentran en un empate técnico con el 46% de la intención de voto. Desde lejos mira el gobernador de Maryland, Martin O’Malley, con el 3%.
Iowa, además de lo mencionado, cuenta con varias particularidades, ya que es considerado un Estado muy politizado y las estrategias de campaña se diferencian de las que aplican en el resto del país. A pesar de no ser un Estado representativo en términos demográficos, la campaña personal y la multiplicación de apariciones públicas en distintos eventos locales, marcan un elemento distintivo a los grandes gastos en publicidad televisiva, por ejemplo.
Allí, en consonancia, el “caucus” no es una simple votación, sino que durante toda la jornada los adherentes partidarios se reúnen y discuten las propuestas de cada precandidato. Se van agrupando por afinidades e intentando convencer a los demás. Además, las decisiones de Iowa son consideradas un “voto informal” en última instancia, ya que los representantes partidarios elegidos, a diferencia de los demás Estados, no tienen la obligación formal de votar en la convención partidaria nacional al precandidato electo en la interna local.
Por otro lado, en las internas de New Hampshire, que se celebrarán el 9 de febrero, las proyecciones continúan sin echar luz sobre quién despegará de la manada de precandidatos del establishment republicano (Cruz, 13%; Kasich, 12%; Rubio, 11%) y se convertirá en la alternativa a Trump, que se estima obtendrá el 33% allí.
Para los demócratas New Hampshire será el escenario –si los resultados coinciden con las encuestas- de un triunfo seguro de Sanders (52%) sobre Clinton (40%), en lo que varios medios estadounidenses analizan como una posible similitud a la campaña de Obama de 2008, que en los últimos 13 días superó a Hillary Clinton y finalmente se terminó imponiendo como candidato y luego presidente de los Estados Unidos.
Aunque es muy pronto para vaticinar cómo terminará la larga carrera de elecciones primarias, estos primeros resultados son de especial importancia para ambos partidos.
Cómo sigue el calendario electoral
Luego de las dos primeras rondas internas, el próximo evento electoral que concentrará el interés mundial es el llamado “supermartes” del 1 de marzo, donde se realizará más de una decena de primarias en simultáneo. El 7 de junio termina la ronda de internas con cinco Estados votando.
Con los congresales partidarios ya definidos, se llevarán adelante las convenciones para elegir finalmente a los candidatos presidenciales. La Convención Republicana será el 18 de julio y la demócrata el 25 del mismo mes. Después de eso, el país del norte se sumergirá en la campaña presidencial propiamente dicha hasta el 8 de noviembre cuando la población elegirá a sus representantes al colegio electoral que definirán al sucesor de Barack Obama.


Martín Lousteau recibió ayer a periodistas en Washington y hoy tendrá su reunión con Obama

Washington: Lousteau inauguró su ciclo como embajador en EE.UU.

La intimidad del nuevo embajador argentino en EE.UU., recién llegado a la capital de ese país. La próxima reunión con Barack Obama y los temas bilaterales que están en la agenda inmediata.


“Hola, bienvenidos, esta es su casa”, nos dijo Martín Lousteau a los periodistas acreditados en la capital de los Estados Unidos al recibirnos en un desayuno esta mañana en la embajada argentina.
Lousteau, que vino rápido desde Buenos Aires para un encuentro con el Departamento de Estado apenas le dieron el plácet de estilo -o sea la oficialización de su cargo ante el gobierno norteamericano-, comentó que le espera una nutrida agenda.
Por lo pronto lo recibe mañana el presidente Obama en una ronda diplomática que hará con distintos embajadores nuevos que van a representar a diversos países ante la Casa Blanca. “Apenas pude venir lo hice”, dijo Lousteau. “Ha sido un proceso rápido. Aún no tengo logísticamente establecida mi vida en Washington, pero estoy ya instalándome”, contó.
Una de las primeras actividades de Lousteau, como embajador, fue recibir a la prensa argentina. Algo que no era para nada común en tiempos pasados, especialmente con los anteriores representantes de Cristina Kirchner. Inclusive uno de los invitados de la prensa comentó que en la época anterior, casi no dejaban pasar la puerta de entrada. Solamente el ex embajador Jorge Argüello solía recibir a la prensa, pero fue abruptamente movido fuera de Washington por ser “muy dialoguista”, según trascendió años atrás.
Lousteau comentó que tiene pensado relanzar la relación con los Estados Unidos. “Voy a trabajar con el Departamento de Estado y el Congreso. Por lo pronto tenemos al presidente Macri viniendo a Washington a una cumbre en temas nucleares junto a una treintena de presidentes”. asegura. Sabe que tiene que modificar totalmente el estilo comunicacional que tenía la administración anterior y tiene en claro que hay heridas abiertas. En su agenda también figura seguir de cerca la relación con los bonistas enojados con la Argentina.
Embajada argentina en EE.UU.
También el nuevo embajador tiene por delante fechas interesantes. Este año se cumple un Bicentenario de la Independencia y Lousteau tiene pensado presentar ante los Estados Unidos un programa especial que muestre los aspectos culturales interesantes sobre la Argentina.
“Los norteamericanos aman el tango y el Malbec”, le dije. “Si lo ves al presidente Obama, preguntale si toma Malbec o si baila tango”, sugerí. Lousteau, entre risas, dijo que inicialmente tratará de enfocar en los aspectos donde la Argentina y los Estados Unidos tienen mucho para desarrollar, especialmente en el campo de la informática, las ciencias, la educación y la energía.
Hubo en la charla informal algunos detalles sobre los intereses de Estados Unidos con Argentina y las preocupaciones también. Los estadounidenses están siguiendo lo que pasa con el narcotráfico en el continente. Eso no es novedad. Y quieren que el nuevo gobierno de Mauricio Macri trate de colaborar con ellos en forma directa.
Lousteau nos dejó una línea abierta. Muy distinto a aquellos tiempos en los cuales los funcionarios de la embajada hasta tenían miedo de encontrarse con un periodista en un bar de Washington.

*Andy Jud es periodista y analista internacional. Vive en Washington DC. En Twitter: @andyjudxUSA.

Cumbre de la CELAC: Michetti siguió el libreto injerencista de EEUU y atacó a Venezuela


MICHETTI HIZO UN RECLAMO Y MADURO LE PIDIO QUE NO SE ENTROMETIERA EN LOS ASUNTOS DE SU PAIS

El latiguillo macrista con Venezuela

Página/12
La vicepresidenta, quien viajó en lugar de Mauricio Macri, reclamó por “prácticas contrarias a la defensa de derechos humanos”. El presidente Nicolás Maduro le salió el cruce.

La cruzada del gobierno argentino por mostrarse como lugarteniente de los derechos humanos de los ciudadanos venezolanos, en especial del dirigente opositor Leopoldo López, tuvo un nuevo capítulo ayer en la apertura de la IV cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac). La vicepresidenta Gabriela Michetti, quien viajó a Quito en reemplazo de Mauricio Macri –en reposo por su costilla fisurada–, reiteró los cuestionamientos al país bolivariano por supuestas “prácticas de gobierno contrarias a la defensa de derechos humanos”, durante la reunión que mantuvieron los mandatarios a solas, sin transmisión televisiva. En respuesta, Maduro volvió a exigir a la delegación argentina “no involucrarse en los asuntos internos” de su país.
Mas allá del intercambio entre ambos representantes, hasta ayer la posición argentina respecto de las “violaciones a los derechos humanos” y la caracterización de López –condenado a 13 años de prisión como autor intelectual de las protestas de la derecha venezonala que provocaron 14 muertos a principios de 2014, la mayoría de ellos militantes chavistas– como “preso político”, no tuvo eco en otros mandatarios de la región presentes en la cumbre. En cambio, durante la primera reunión de diputados progresistas del Parlasur, que se desarrolla en paralelo, se aprobó un “manifiesto” que exige “la liberación inmediata” de la dirigente de la Tupac Amaru, Milagro Sala, también diputada del Parlasur. El documento será entregado al presidente anfitrión, Rafael Correa (ver página 6).
De las delegaciones presentes en Quito, la argentina figura entre las incompletas. Por recomendación médica, según un comunicado de la Casa Rosada, Macri debió cuidarse de “efectuar viajes a sitios que se encuentren a una altura de 2400 metros o superior sobre el nivel del mar”, dado que la “fisura” que sufrió en una costilla “le impide realizar esfuerzos respiratorios”. En su lugar viajaron la vicepresidenta, Gabriela Michetti, y la canciller, Susana Malcorra.
Michetti repitió ayer en la Celac el cruce entre el gobierno argentino y el venezolano que se produjo en la Cumbre del Mercosur de diciembre. Allí, Macri –en su intención de conseguir un posicionamiento internacional con el tema– reclamó “la pronta liberación de los presos políticos en Venezuela”, lo que luego le significó una respuesta de la canciller venezolana Delcy Rodríguez, en parte fallida porque habló sobre una supuesta medida de Macri a favor de los represores de la dictadura que no había ocurrido. Por eso, Maduro estaba esperando la cumbre de ayer para retrucarle en persona. Días atrás, el venezolano llamó a Macri “presidente demacrado, que no para de hablar de Venezuela” y lo situó como parte “de los gobiernos de derecha alzados contra la revolución bolivariana”.



miércoles, 27 de enero de 2016

Claudio Katz: "Desenlaces del ciclo progresista"

 
Ensayos neo-desarrollistas y proyectos socialistas



RESUMEN
El ciclo progresista surgió de rebeliones populares que modificaron las relaciones de fuerza en Sudamérica. Hubo mejoras sociales, conquistas democráticas, y frenos a la agresión imperial. Pero se acentuó el extractivismo exportador y la balcanización comercial. Los convenios de cada país con China ilustran fracturas en la integración que han facilitado el resurgimiento de los tratados de libre comercio. El progresismo quedó afectado por ensayos neo-desarrollistas fallidos, que no lograron canalizar las rentas agro-exportadoras hacia actividades productivas. El gasto social permitió distender la protesta, pero el descontento se extendió bajo los gobiernos de centroizquierda. La derecha logró la presidencia de Argentina por las inconsistencias del kirchnerismo, se fortaleció en Brasil por la mutación conservadora del PT y despunta en Ecuador por las falacias del discurso oficialista. Los conservadores ocultan la corrupción, el narco-tráfico y la desigualdad que acosan a sus gobiernos.
Venezuela batalla contra la intención estadounidense de retomar el control de su petróleo. Un contragolpe chavista requiere poder comunal para erradicar el desfalco de divisas que enriquece a la burocracia. Se define la radicalización o la involución del proceso bolivariano. La caracterización del ciclo progresista como un período pos-liberal omite las continuidades con la fase previa e ignora los conflictos con el movimiento popular. Pero la preeminencia del extractivismo no uniforma a los gobiernos, ni convierte a las administraciones de centro-izquierda en regímenes represivos. Los proyectos socialistas ofrecen el mejor desemboque para la etapa en curso.

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El 2015 concluyó con significativos avances de la derecha en Sudamérica. Macri llegó a la presidencia de Argentina, la oposición obtuvo la mayoría en el parlamento venezolano y persisten las presiones para acosar a Dilma en Brasil. También hay campañas de los conservadores en Ecuador y habrá que ver si Evo obtiene un nuevo mandato en Bolivia. ¿En qué momento se encuentra la región? ¿Concluyó el periodo de gobiernos distanciados del neoliberalismo? La respuesta exige definir las peculiaridades de la última década.
CAUSAS Y RESULTADOS
El ciclo progresista surgió de rebeliones populares que tumbaron gobiernos neoliberales (Venezuela, Bolivia, Ecuador, Argentina) o erosionaron su continuidad (Brasil, Uruguay). Esas sublevaciones modificaron las relaciones de fuerza, pero no alteraron la inserción económica de Sudamérica en la división internacional del trabajo. Al contrario, en un decenio de valorización de las materias primas todos los países reforzaron su perfil de exportadores básicos.
Los gobiernos derechistas (Piñera, Uribe-Santos, Fox- Peña Nieto) utilizaron la bonanza de divisas para consolidar el modelo de apertura comercial y privatizaciones. Las administraciones de centro-izquierda (Kirchner-Cristina, Lula-Dilma, Tabaré-Mugica, Correa) privilegiaron la ampliación del consumo interno, los subsidios al empresariado local y el asistencialismo. Los presidentes radicales (Chávez-Maduro, Evo) aplicaron modelos de mayor redistribución y afrontaron severos conflictos con las clases dominantes.
La afluencia de dólares, el temor a nuevas sublevaciones y el impacto de políticas expansivas evitaron en la región los fuertes ajustes neoliberales que prevalecieron en otras regiones. Los clásicos atropellos que padecía el Nuevo Mundo se trasladaron al Viejo Continente. La cirugía de Grecia no tuvo correlato en la zona y tampoco se padecieron los desgarros financieros que afectaron a Portugal, Islandia o Irlanda.
Este desahogo fue también un efecto de la derrota del ALCA. El proyecto de crear un área continental de libre comercio quedó suspendido y ese freno facilitó alivios productivos y mejoras sociales.
Durante el decenio imperó una drástica limitación del intervencionismo estadounidense. Los marines y la IV flota continuaron operando, pero no consumaron las típicas invasiones de Washington. Esta contención se verificó en el declive de la OEA. Ese Ministerio de Colonias perdió peso frente a nuevos organismos (UNASUR, CELAC), que intermediaron en los principales conflictos (Colombia).
El reconocimiento estadounidense de Cuba reflejó este nuevo escenario. Al cabo de 53 años Estados Unidos no pudo doblegar a la isla y optó por un camino de negocios y diplomacia, para recuperar imagen y hegemonía en la región.
Esta cautela del Departamento de Estado contrasta con su virulencia en otras partes del mundo. Basta observar la secuencia de masacres que soporta el mundo árabe para notar la diferencia. El Pentágono asegura allí el control del petróleo, aniquilando estados y sosteniendo a gobiernos que aplastan las primaveras democráticas. Esa demolición (o las guerras de saqueo en África) estuvieron ausentes en Sudamérica.
El ciclo progresista permitió conquistas democráticas y reformas constitucionales (Bolivia, Venezuela, Ecuador), que introdujeron derechos bloqueados durante décadas por las elites dominantes. También se impuso un hábito de mayor tolerancia hacia las protestas sociales. En este terreno, salta a la vista el contraste con los regímenes más represivos (Colombia, Perú) o con los gobiernos que utilizan la guerra contra el narcotráfico para aterrorizar al pueblo (México).
El período progresista incluyó, además, la recuperación de tradiciones ideológicas antiimperialistas. Esta reapropiación fue visible en las conmemoraciones de los Bicentenarios que actualizaron la agenda de una Segunda Independencia. En varios países este clima contribuyó al resurgimiento del horizonte socialista.
El ciclo progresista involucró transformaciones que fueron internacionalmente valoradas por los movimientos sociales. Sudamérica se convirtió en una referencia de propuestas populares. Pero ahora han salido a flote los límites de los cambios operados durante esa etapa.
FRUSTRACIONES CON LA INTEGRACIÓN
Durante el 2015 las exportaciones latinoamericanas declinaron por tercer año consecutivo. El freno del crecimiento chino, la menor demanda de agro-combustibles y el retorno de la especulación a los activos financieros tienden a revertir la valorización de las materias primas.
Esa caída de precios se afianzará si el shale coexiste con el petróleo tradicional y se consolidan otros sustitutos de insumos básicos. No es la primera vez que el capitalismo desenvuelve nuevas técnicas para contrarrestar el encarecimiento de los productos primarios. Estas tendencias suelen arruinar a todas las economías latinoamericanas atadas a la exportación agro-minera.
Las adversidades del nuevo escenario se verifican en la reducción del crecimiento. Como la deuda pública es inferior al pasado no se avizoran aún los colapsos tradicionales. Pero ya declinan los recursos fiscales y se estrecha el margen para desenvolver políticas de reactivación.
El ciclo progresista no fue aprovechado para modificar la vulnerabilidad regional. Esta fragilidad persiste por la expansión de negocios primarizados en desmedro de la integración y la diversificación productiva. Los proyectos de asociación sudamericana fueron nuevamente desbordados por actividades nacionales de exportación, que incentivaron la balcanización comercial y el deterioro de procesos fabriles.
Luego de la derrota del ALCA surgieron numerosas iniciativas para forjar estructuras comunes de toda la zona. Se propusieron metas de industrialización, anillos energéticos y redes de comunicación compartidas. Pero estos programas han languidecido año tras año.
El banco regional, el fondo de reserva y el sistema cambiario coordinado nunca se concretaron. Las normas para minimizar el uso del dólar en transacciones comerciales y los emprendimientos prioritarios de infraestructura zonal quedaron en los papeles.
Tampoco se puso en marcha un blindaje concertado frente a la caída de los precios de exportación. Cada gobierno optó por negociar con sus propios clientes, archivando las convocatorias a crear un bloque regional.
El congelamiento del Banco del Sur sintetiza esa impotencia. Esta entidad fue especialmente obstruida por Brasil, que privilegió su BNDS o incluso un Banco de los BRICS. La ausencia de una institución financiera común socavó los programas de convergencia cambiaria y moneda común.
La misma fractura regional se verifica en las negociaciones con China. Cada gobierno suscribe unilateralmente acuerdos con la nueva potencia asiática, que acapara compras de materias primas, ventas de manufacturas y otorgamientos de créditos.
China prioriza los emprendimientos de productos básicos y retacea la transferencia de tecnología. La asimetría que estableció con la región sólo es superada por la subordinación que impuso en África.
Las consecuencias de esta desigualdad comenzaron a notarse el año pasado, cuando China redujo su crecimiento y disminuyó sus adquisiciones en Latinoamérica. Además, comenzó a devaluar el yuan para incrementar sus exportaciones y adecuar su paridad cambiaria a las exigencias de una moneda mundial. Estas medidas acentuaron su colocación de mercancías baratas en Sudamérica.
Hasta ahora China se expande sin exhibir ambiciones geopolíticas o militares. Algunos analistas identifican esta conducta con políticas amigables hacia la región. Otros observan en ese comportamiento una estrategia neocolonial de apropiación de los recursos naturales. En cualquier caso el resultado ha sido un aumento geométrico de la primarización sudamericana.
En lugar de establecer vínculos inteligentes con el gigante asiático para contrapesar la dominación estadounidense, los gobiernos progresistas optaron por el endeudamiento y la atadura comercial. En UNASUR o CELAC nunca se discutió como negociar en bloque con China para suscribir acuerdos más equitativos.
Los fracasos en la integración explican el nuevo impulso que logró el Tratado del Pacífico. Los TLCs rebrotan con la misma intensidad que decae la cohesión sudamericana. Estados Unidos tiene objetivos más nítidos que en la época del ALCA. Alienta un convenio con Asia (TTP) y otro con Europa (TTIP) para asegurar su preeminencia en actividades estratégicas (laboratorios, informática, medicina, militares). En el escenario que sucedió al temblor del 2008 promueve con renovada intensidad el libre-comercio.
Sudamérica es un mercado apetecido por todas las empresas transnacionales. Estas compañías exigen tratados con mayor flexibilidad laboral y explícitas ventajas para litigar en los pleitos de contaminación ambiental. Estados Unidos y China rivalizan utilizando estos mismos instrumentos de apertura comercial.
Chile, Perú y Colombia ya aceptaron las nuevas exigencias librecambistas del TTP en materia de propiedad intelectual, patentes y compras públicas. Sólo esperan lograr mayores mercados para sus exportaciones agro-minerales. Pero la gran novedad es la disposición del gobierno argentino a participar en ese tipo negociaciones.
Macri pretende destrabar el acuerdo con la Unión Europea e inducir a Brasil a cierta participación en la Alianza del Pacífico. Ha registrado que el gabinete de Dilma incluye representantes del agro-negocio, más proclives a la liberalización comercial que al industrialismo del MERCOSUR.
Un test de los TLCs se verificará en las tratativas de otro convenio negociado en secreto por 50 países, con cláusulas extremas de liberalización en los servicios (TISA). Esta iniciativa ya afrontó un rechazo en Uruguay, pero las tratativas continúan. El ciclo progresista está directamente amenazado por la avalancha de libre-comercio que propicia el imperio.
FALLIDOS NEO-DESARROLLISTAS
Los límites del progresismo han sido más visibles en los intentos nacionales de implementar políticas neo-desarrollistas. Estos ensayos pretendieron retomar la industrialización con estrategias de mayor intervención estatal, para imitar el desenvolvimiento del Sudeste Asiático. A diferencia del desarrollismo clásico promovieron alianzas con el agro-negocio y apostaron a un largo período de reversión del deterioro de los términos de intercambio.
Al cabo de una década no lograron avanzar en ninguna meta industrializadora. La expectativa de igualar el avance asiático se diluyó, ante la mayor rentabilidad que genera la explotación de los trabajadores en el Extremo Oriente. La esperanza de conductas emprendedoras de los empresarios locales se desvaneció, frente a la continuada exigencia de auxilios estatales. La promoción de un funcionariado eficiente quedó neutralizada por la recreación de ineptas burocracias.
El principal intento neo-desarrollista se llevó a cabo en Argentina durante el decenio que sucedió al estallido del 2001. Ese experimento fue erosionado por múltiples desequilibrios. Se renunció a administrar en forma productiva el excedente agrario mediante un manejo estatal del comercio exterior. También se confió en empresarios que utilizaron los subsidios para fugar capital sin aportar inversiones significativas. Además, se apostó a un virtuosismo de la demanda cimentado en aportes de los capitalistas, que prefirieron remarcar los precios.
El modelo preservó todos los desequilibrios estructurales de la economía argentina. Afianzó la primarización, potenció el estancamiento de la provisión de energía, perpetuó un esqueleto industrial concentrado y sostuvo un sistema financiero adverso a la inversión. El mantenimiento de una política impositiva regresiva impidió modificar los pilares de la desigualdad social. 
Las tensiones acumuladas inducían a un viraje regresivo que el candidato del kirchnerismo (Scioli) eludió al perder los comicios. Postulaba un programa gradual de ajuste con re-endeudamiento, devaluación, arreglo con los buitres, mayores tarifas y recortes del gasto social.
En Brasil se ha discutido si el gobierno del PT gestiona una variante conservadora de neo-desarrollismo o una versión regulada del neoliberalismo. Como allí no se afrontó la crisis y la rebelión popular que convulsionaron a la Argentina, los cambios de política económica tuvieron menor intensidad.
Pero al cabo de un decenio los resultados son semejantes en ambos países. La economía brasileña se ha estancado y la expansión del consumo no ha resuelto las desigualdades sociales, ni masificado a la clase media. Hay mayor dependencia de exportaciones básicas y un fuerte retroceso industrial. Los privilegios al capital financiero persisten y el agro-negocio sofoca cualquier esperanza de reforma agraria.
Dilma introdujo el viraje conservador que el progresismo evitó en Argentina. Ganó la elección cuestionando el ajuste promovido por su rival (Aecio Neves) y desconoció esas promesas frente a las presiones de los mercados. Designó un ministro de economía ultra-liberal (Levy) que reprodujo el debut de Lula con personajes del mismo tipo (Palocci).
Durante el 2015 esta gestión ortodoxa generó subas de tasas y aumentos de tarifas. Dilma justificó el recorte de las políticas sociales y mantuvo las ventajas que tienen los financistas para acumular fortunas. Pero al comienzo del nuevo año remplazó al hombre de los banqueros por un economista más heterodoxo (Barbosa), que promete un ajuste fiscal más pausado para atenuar la recesión. Este giro no anticipa salidas al pantano que generan las políticas conservadoras.
Ecuador ha padecido la misma involución del neo-desarrollismo. Correa debutó con una reorganización del estado que potenció el mercado interno. Aumentó los ingresos fiscales, otorgó mejoras sociales y canalizó parte de la renta hacia la inversión pública.
Pero posteriormente enfrentó todos los límites de experimentos análogos y optó por el endeudamiento y el privilegio de las exportaciones. Suscribió un TLC con Europa, facilita la privatización de las carreteras y entrega campos maduros de petróleo a las grandes compañías.
Las falencias del neo-desarrollismo han obstruido el ciclo progresista. Ese modelo intentó canalizar los excedentes de la exportación hacia actividades productivas. Pero enfrentó resistencias del poder económico y se sometió a esas presiones.
EL NUEVO TIPO DE PROTESTAS
Durante la última década se atenuaron los estallidos de descontento popular. Todas las administraciones contaron con un significativo colchón de ingresos fiscales para lidiar con las demandas sociales. La derecha recurrió al asistencialismo, la centroizquierda concretó mejoras sin afectar a los poderosos y los procesos radicales facilitaron conquistas de mayor gravitación.
En toda la región hubo mayor distensión social y los principales conflictos se trasladaron al plano político. Se verificaron grandes resistencias contra las acciones destituyentes de la derecha y gigantescas movilizaciones para apuntalar las batallas electorales. Pero no se registraron levantamientos equivalentes al periodo pre-progresista. Sólo la heroica respuesta al golpe de Honduras se aproximó a esa escala.
La combatividad popular se expresó en otros terrenos. Irrumpieron multitudinarias manifestaciones de estudiantes chilenos por la gratuidad de la educación y se consumó una llamativa huelga general en Paraguay. También se observaron activas demandas de los campesinos, indígenas y ambientalistas en Colombia y Perú.
Pero la principal novedad de la etapa fueron las protestas sociales en los países gobernados por la centroizquierda. En un contexto de fuertes presiones políticas de la derecha, esa interpelación desde abajo puso de relieve la insatisfacción popular.
El desafío fue notorio en Argentina. Primero se extendieron las huelgas de los docentes y estatales. Luego apareció el rechazo al pago de un impuesto que grava a los asalariados de mayores ingresos. Este disgusto detonó cuatro paros generales en el 2014-2015. La masividad de estas acciones sorprendió a los gremialistas del oficialismo que se opusieron a la protesta.
En Brasil el descontento emergió en las jornadas de julio del 2013. Las grandes manifestaciones para reclamar mejoras en el transporte y la educación convulsionaron a las principales ciudades. Estas peticiones no sólo constituyeron reclamos de “segunda generación” suplementarios de lo ya logrado. Expresaron el fastidio con las condiciones de vida. Ese malestar se verificó en los cuestionamientos a los gastos superfluos realizados para financiar el Mundial de Futbol, en desmedro de las inversiones en educación.
Finalmente en Ecuador, las movilizaciones sociales e indígenas incrementaron su presencia callejera y alcanzaron el año pasado un pico de masividad. Correa respondió con dureza y autoritarismo, ensanchando la grieta que separa al oficialismo de amplios sectores populares.
¿POR QUÉ AVANZA LA DERECHA?
El arribo de Macri a la presidencia representa el primer desplazamiento electoral de una administración centroizquierdista por sus adversarios conservadores. Este viraje no es comparable a lo ocurrido en Chile con la victoria de Piñera sobre Bachelet. Allí se registró una acotada sustitución dentro de las mismas reglas neoliberales.
Macri es un crudo exponente de la derecha. Triunfó recurriendo a la demagogia, la despolitización y las ilusiones de concordia. Con promesas vacías transformó los virulentos cacerolazos en una oleada de votos.
El nuevo mandatario ya designó un gabinete de gerentes para administrar el estado como si fuera una empresa. Inició una drástica transferencia regresiva de ingresos mediante la devaluación y la carestía. Recurre a los decretos para criminalizar la protesta social y prepara la anulación de los logros democráticos.
El triunfo de Macri no fue una casualidad. Estuvo precedido por la negativa del progresismo a asumir numerosas demandas que la derecha recogió en forma distorsionada y demagógica. Esta responsabilidad del kirchnerismo es omitida por sus seguidores.
Algunos progresistas observan la victoria del PRO como una desventura pasajera y esperan retomar el gobierno en pocos años, desconociendo las probables modificaciones del mapa político en ese interregno. Otros suponen que la elección se perdió por mala suerte o por el desgaste de 12 años, como si ese cansancio siguiera una cronología fija.
Quienes atribuyen el desenlace electoral a la prédica ciertamente efectiva de los medios de comunicación hegemónicos, no aceptan que al mismo tiempo falló el armado alternativo de la propaganda oficial. Lo mismo vale para quienes se burlan de la “pos-política” del macrismo, sin registrar la decreciente credibilidad del discurso kirchnerista. El fastidio con la corrupción, el clientelismo y la cultura justicialista de verticalismo y lealtad explican la victoria de Macri.
La ofensiva reaccionaria para acosar a Dilma no logró los resultados de Argentina, pero desconcertó al gobierno brasileño durante todo el 2015. Los derechistas comenzaron con grandes manifestaciones en marzo, que no pudieron sostener en agosto y menos aún en diciembre. Las movilizaciones sociales contra el golpe institucional siguieron en cambio un curso opuesto y se engrosaron con el paso del tiempo.
El Tribunal Supremo frenó por ahora el juicio político y el gobierno logró un alivio, que utiliza para reordenar alianzas a cambio de cierto desahogo fiscal. Pero Dilma sólo ha conseguido una tregua con sus oponentes en el Congreso y los medios de comunicación.
Al igual que en Argentina el progresismo elude cualquier explicación de ese retroceso. Simplemente maniobra para asegurar la supervivencia del gobierno, mediante nuevos pactos con el poder económico, las elites provinciales y la partidocracia.
Sus teóricos evitan indagar la involución del PT que erosionó su base social al aceptar los ajustes. En la última elección Dilma ganó por muy poco y compensó con votos del nordeste los sufragios perdidos en el sur. El sostén de las viejas bases obreras del PT disminuyó frente al clientelismo tradicional.
Además, el gobierno está manchado por graves escándalos de corrupción. Han salido a flote negociados con la elite industrial, que retratan las consecuencias de gobernar en alianzas con los acaudalados. En vez de analizar esta dramática mutación, los teóricos del progresismo reiteran sus genéricos mensajes contra la restauración conservadora.
Una regresión semejante se observa en Ecuador. La gestión de Correa está signada por un gran divorcio entre la retórica beligerante y la administración del status quo. El presidente polemiza con los derechistas y es implacable en sus denuncias de la injerencia imperial. Pero cada día cruza una nueva barrera en la aceptación del libre-comercio y en la confrontación con los movimientos sociales.
También aquí los análisis del progresismo se limitan a redoblar las alertas contra la derecha. Omiten la desilusión que genera un presidente comprometido con la agenda del establishment. Este giro explica su reciente decisión de renunciar a un próximo mandato.
LA CENTRALIDAD DE VENEZUELA
El desenlace del ciclo progresista se juega en Venezuela. Lo que sucede allí no es equivalente a lo acontecido en otros países. Estas diferencias son desconocidas por quienes equiparan los recientes triunfos de la derecha venezolana y argentina. Ambas situaciones son incomparables.
En el primero caso los comicios se desarrollaron en medio de una guerra económica, con desabastecimiento, hiperinflación y contrabando de las mercancías subsidiadas. Fue una campaña llena de pólvora, paramilitares, ONGs conspirativas y provocaciones criminales.
La derecha preparaba sus típicas denuncias de fraude para descalificar un resultado adverso en los comicios. Pero ganó y no logra explicar cómo pudo registrarse esa victoria bajo una “dictadura”. Por primera vez en 16 años obtuvieron mayoría en el Parlamento e intentarán convocar a un revocatorio para deponer a Maduro.
Como no están dispuestos a esperar hasta el 2018 se avecina un gran conflicto con el Ejecutivo. Promoverán en el Congreso exigencias inaceptables, con el explícito propósito de acosar al presidente (liberar golpistas, transparentar la especulación, anular conquistas sociales).
Ningún rasgo de ese escenario se observa en Argentina. No sólo Capriles tiene prioridades muy distintas a Macri, sino que el chavismo difiere significativamente del kirchnerismo. El primero surgió de una rebelión popular y declaró su intención de alcanzar objetivos socialistas. El segundo se limitó a capturar los efectos de una sublevación y siempre enalteció al capitalismo.
En Venezuela hubo redistribución de la renta afectando los privilegios de las clases dominantes y en Argentina se repartió ese excedente sin alterar significativamente las ventajas de la burguesía. El empoderamiento popular que desencadenó el chavismo no se equipara con la expansión del consumo que promovió el kirchnerismo. Tampoco el proyecto antiimperialista del ALBA guarda semejanzas con el conservadurismo del MERCOSUR (Cieza, 2015; Mazzeo, 2015; Stedile, 2015).
Pero la principal singularidad de Venezuela proviene del lugar que ocupa en la dominación imperial. Estados Unidos concentra todos sus dardos contra eses país, para recuperar el control de las principales reservas petroleras del continente. Por eso mantiene una estrategia de agresión permanente.
Basta observar la guerra que libró el Pentágono en Medio Oriente -demoliendo a Irak y Libia- para notar la importancia que le asigna al control del crudo. El Departamento de Estado puede reconocer a Cuba y discutir con presidentes adversos, pero Venezuela es una presa no negociable.
Por esta razón los medios de comunicación hegemónicos martillean día y noche sobre el mismo país, con imágenes de un desastre que requiere salvamento externo. Los golpistas son presentados como víctimas inocentes de una persecución, omitiendo que Leopoldo López fue condenado por los asesinatos perpetrados durante las guarimbas. Cualquier tribunal estadounidense hubiera dictado sentencias mucho más duras frente a esas tropelías. La diabolización mediática busca aislar al chavismo para incentivar mayores condenas de la socialdemocracia.
Esta campaña no logró resultados hasta la reciente victoria electoral de la derecha. Ahora se disponen a retomar los planes para tumbar a Maduro, combinando el desgaste que promueve Capriles con la destitución violenta que impulsa López. Tratan de empujar al gobierno a una situación caótica para repetir el golpe institucional perpetrado en Paraguay.
Macri es el articulador internacional de esa conspiración. Encabeza todos los cuestionamientos a Venezuela, mientras criminaliza la protesta en Argentina. Gobierna por decreto en su país y exige respeto a los parlamentarios de otra nación.
El líder del PRO ya sugiere sanciones contra el nuevo socio del MERCOSUR, pero no habla de Guantánamo, ni menciona los padecimientos de los presos políticos en las cárceles estadounidenses. Pospuso su exigencia de sanciones a Venezuela a la espera de mayores definiciones de Dilma. Pero volverá a la dureza si estima oportuno acompañar las provocaciones de López.
DEFINICIONES IMPOSTERGABLES
El chavismo ha debido confrontar con fuertes agresiones por la radicalidad de su proceso, la furia de la burguesía y la decisión imperial de manejar el petróleo. El contraste con Bolivia es llamativo. También allí ha primado un gobierno radical-antiimperialista. Pero el Altiplano no tiene la relevancia estratégica de Venezuela y arrastra un nivel muy superior de subdesarrollo.
Evo mantuvo la hegemonía política y logró un crecimiento económico significativo. Forjó un estado plurinacional desplazando a las viejas elites racistas e impuso por primera vez la autoridad real de ese organismo en todo el territorio.
Hasta ahora la derecha no pudo disputarle el gobierno, pero hay una batalla abierta en torno a la reelección de Morales. En cualquier caso Bolivia no afronta aún las impostergables definiciones que debe asumir el chavismo.
Desde la caída del precio del petróleo Venezuela sufre un drástico recorte de los ingresos. Están amenazadas las importaciones requeridas para el funcionamiento corriente de la economía. También se verifica un gran desborde del déficit fiscal, la brecha cambiaria, la inflación y la emisión.
Ya no alcanza con la simple constatación de la guerra económica. También hay que registrar la incapacidad del gobierno para enfrentar ese atropello. A Maduro le ha faltado la firmeza que tuvo Fidel durante el período especial. El sabotaje económico es efectivo porque la burocracia estatal continúa sosteniendo con los dólares de PDVSA, un sistema cambiario que facilita el desfalco organizado de los recursos públicos (Gómez Freire, 2015; Aharonian, 2016; Colussi, 2015) .
Este des-manejo acentúa el estancamiento del modelo distribucionista, que canalizó inicialmente la renta hacia programas asistenciales y no logró posteriormente gestar una economía productiva.
El escenario actual ofrece una nueva (y quizás última) oportunidad para reordenar la economía. Resulta imprescindible cortar el uso de las divisas para el contrabando de mercancías y el ingreso de importaciones encarecidas. Ese fraude enriquece al funcionariado aburguesado y subleva a la población. No basta con reorganizar PDVSA, controlar las fronteras o encarcelar a ciertos delincuentes. Sin remover a los corruptos el proceso bolivariano se auto-condena al declive.
El chavismo necesita un contragolpe para recuperar sostén popular. Varios economistas han elaborado detallados programas para implementar otra gestión cambiaria, a partir de la nacionalización de los bancos y el comercio exterior. Como ya no hay dólares suficientes para solventar las importaciones y pagar la deuda habría que encarar también una auditoria de ese pasivo.
Maduro ha declarado que no se rendirá. Pero en la delicada situación actual no alcanzan las definiciones por arriba. La supervivencia del proceso bolivariano exige construir un poder popular desde abajo. Ya existe una legislación que define las atribuciones del poder comunal. Sólo esos organismos permitirían sostener la batalla contra capitalistas que burlan controles cambiarios y recuperan excedentes petroleros.
El ejercicio del poder comunal está bloqueado desde hace años por una burocracia que empobrece al estado. Ese sector sería el primer afectado por una democracia desde abajo. Al comenzar el año Maduro instaló una asamblea del poder comunal. Pero el verticalismo del PSUV y la hostilidad hacia las corrientes más radicales obstruyen esa iniciativa (Guerrero, 2015; Iturriza, 2015; S zalkowicz, 2015; Teruggi, 2015).
Cualquier impulso a la organización comunal redoblará las denuncias de la prensa internacional contra la “violación de la democracia” en Venezuela. Estos cuestionamientos serán propagados por los artífices del golpe estadounidense en Honduras y por los inspiradores de la farsa institucional que derrocó a Lugo en Paraguay.
Son los mismos personajes que silencian el terrorismo de estado imperante en México o Colombia. Han debido aceptar la institucionalidad cubana dentro de UNASUR, pero no están dispuestos a tolerar el desafío de Venezuela. Confrontar con ese establishment mediático es una prioridad en todo el continente.
OCULTAMIENTOS DERECHISTAS
El nuevo escenario sudamericano ha envalentonado a la derecha. Piensa que llegó su hora y promete cerrar el ciclo “populista”, para reemplazar el “intervencionismo por el mercado” y el “autoritarismo por la libertad”.
Con estos mensajes oculta su responsabilidad directa en la devastación sufrida durante los años 80 y 90. Los gobiernos progresistas impugnados aparecieron frente al colapso económico y el desangre social generado por los neoliberales. La derecha no sólo retrata ese pasado como un proceso ajeno a sus gestiones. También encubre lo que sucede en los países que gobierna.
Pareciera que los únicos problemas de América Latina se ubican fuera de ese radio. Este engaño ha sido construido por los medios hegemónicos de comunicación, que pasan por alto cualquier información adversa a las administraciones derechistas.
El apañamiento es tan descarado que el grueso de la población desconoce cualquier información ajena a los países objetados por la prensa dominante. Los medios describen la inflación y las tensiones cambiarias reinantes en los gobiernos impugnados, pero omiten el desempleo y la precarización imperantes en las economías neoliberales.
También resaltan la “pérdida de oportunidades” que ocasiona el control de los capitales y silencian los terremotos que provoca la desregulación. Despotrican contra el “artificio del consumo” y ocultan el deterioro generado por la desigualdad.
Pero la omisión más grosera se ubica en el funcionamiento del estado. La derecha impugna el “paternalismo discrecional” vigente en el área progresista y desconoce el desmoronamiento que afecta a los narco-estados, expandidos al calor del libre comercio y la desregulación financiera. Tres economías ponderadas por su grado de apertura y afinidad con el capital -México, Colombia y Perú- sufren esa corrosión del estado.
México padece el nivel de violencia más dramático de la región. Ningún funcionario de alto rango ha sido encarcelado y numerosos territorios están bajo control de bandas criminales. En Colombia los carteles de la droga financian presidentes, partidos y sectores del ejército. En Perú el grado de complicidad oficial con el tráfico de drogas incluyó la conmutación de penas a 3200 condenados por ese delito.
Ninguno de estos datos es difundido con la insistencia que se retratan las desventuras de Venezuela. Esta dualidad comunicacional se extiende al tema de la corrupción. La derecha presenta esta adversidad como una gangrena del progresismo, olvidando la participación protagónica de los capitalistas en los principales desfalcos de todos los estados.
Los grandes medios exponen los detalles del oscuro manejo oficial del dinero público en Venezuela, Brasil o Bolivia. Pero no hablan de los casos más escandalosos que afectan a sus protegidos. La indignación colectiva que precipitó la reciente renuncia del presidente de Guatemala no encabeza los noticieros.
La derecha recurre a las mismas unilateralidades mediáticas parar embellecer el modelo económico de Chile. Este esquema es ponderado por sus privatizaciones, ocultando el asfixiante endeudamiento de las familias, la precarización laboral y las miserables pensiones de la jubilación privada. Tampoco se comenta el freno del crecimiento y el aumento de la corrupción, que socavan las reformas de la educación y la previsión social prometidas por Bachelet.
El contraste entre el paraíso neoliberal y el infierno progresista también incluye el silenciamiento del único caso de cesación de pagos del 2015. Puerto Rico se quedó sin plata para financiar el despojo de sus recursos humanos (emigración), naturales (reemplazo de la agricultura por la importación de alimentos) y económicos (deslocalización de la industria y el turismo).
Las consecuencias del neoliberalismo no tienen espacio en los periódicos, ni minutos en los informativos. La derecha discute el fin del ciclo progresista omitiendo lo que sucede fuera de ese universo.
¿UN PERÍODO POS-LIBERAL?
La engañosa mirada de la derecha sobre el ciclo progresista contrasta con el importante debate que se desenvuelve en la izquierda, entre teóricos de la continuidad y del agotamiento de ese período.
El primer enfoque resalta la solidez de las transformaciones de la última década. Subrayan los logros socio-económicos, los avances en la integración, los aciertos geopolíticos y las victorias electorales ( Arkonada, 2015a; Sader, 2015a).
La consistencia que observan en los cambios operados se verifica en el uso del calificativo pos-liberal para describir ese ciclo. Estiman que una etapa “pos” ha dejado atrás a la fase precedente por la contundencia de las mutaciones registradas . Con este enfoque polemizan con las visiones que remarcan el declive de ese proceso (Itzamná, 2015; Sader, 2016b; Rauber, 2015) .
El triunfo de Macri, el avance de Capriles-López y la parálisis de Dilma o Correa han moderado estas apreciaciones e inducido a ciertas críticas. Algunos resaltan los efectos nocivos de la burocracia o las falencias en la batalla cultural ( Arana , 2015; Arkonada, 2015b).
Pero en general mantienen la caracterización del período y subrayan las limitaciones de la ofensiva conservadora. Resaltan la debilidad de ese proyecto, la transitoriedad de sus éxitos o la proximidad de grandes resistencias sociales (Puga Álvarez, 2015; Arkonada, 2015b).
Esta visión no permite registrar hasta qué punto la profundización del patrón extractivista ha socavado el ciclo progresista. La sintonía de ese esquema económico con las administraciones derechistas no se extiende a sus pares de centroizquierda. Estos gobiernos son afectados por las nefastas consecuencias de un modelo que deteriora el empleo e impide el desarrollo productivo. Esta contradicción es mucho más severa en los procesos radicales.
El supuesto de un periodo pos-liberal omite esas tensiones. No sólo olvida que la superación del neoliberalismo exige comenzar a revertir la primarización de la región. También recurre a muchas indefiniciones en la caracterización del período. Nunca se aclara si el pos-liberalismo está referido a los gobiernos o a los patrones de acumulación.
A veces se sugiere que conforma un período contrapuesto al Consenso de Washington. Pero en ese caso se enfatiza el giro político hacia la autonomía, desconociendo la persistencia del patrón de exportaciones básicas.
También se argumenta que un cambio más sustancial del modelo económico desborda lo que puede encarar América Latina. Este giro supondría virajes más significativos en un capitalismo multipolar en gestación. Pero nadie precisa como esas transformaciones alterarían la fisonomía tradicional de la región. Lo ocurrido en la última década ilustra un curso de primarización, contrapuesto a los pasos que debería transitar la región para forjar una economía industrializada, diversificada e integrada.
El enfoque afín al progresismo también reivindica el basamento económico neo-desarrollista del último decenio resaltando sus contrastes con el neoliberalismo. Pero no registra las numerosas áreas de complementariedad entre ambos modelos. Tampoco nota que ningún ensayo de mayor regulación estatal ha revertido las privatizaciones, erradicado la precariedad laboral, o modificado los pagos de la deuda.
Estas insuficiencias no constituyen el “precio a pagar” por la gestación de un escenario pos-liberal. Perpetúan la dependencia y la especialización primario-exportadora.
Es cierto que en la última década hubo mejoras sociales, mayor consumo y cierto crecimiento. Pero estos repuntes ya ocurrieron en otros ciclos de reactivación y valorización exportadora. Lo que no ha cambiado es el perfil del capitalismo regional y su adaptación a los requerimientos actuales de la mundialización.
Cuando este dato es ignorado se tiende a observar avances donde hay estancamiento y logros perdurables donde imperan los desaciertos. El trasfondo del problema es la santificación del capitalismo como único sistema factible. Los teóricos del progresismo descartan la implementación de programas socialistas o a lo sumo aceptan su eventualidad para futuros lejanos.
Con ese presupuesto imaginan la viabilidad de esquemas heterodoxos, inclusivos o productivos de capitalismo latinoamericano. Cada evidencia de fracaso de este modelo es sustituida por otra esperanza del mismo tipo, que desemboca en desengaños semejantes.
OFICIALISMO SIN REFLEXIÓN
Los problemas reales que afectan al progresismo son frecuentemente eludidos, cuestionando exclusivamente a la burocracia, la corrupción o la ineficiencia. Se olvida que esas adversidades suelen acosar en algún momento a todos los modelos económicos y no constituyen una peculiaridad de la última década.
Como se supone, además, que la única alternativa frente a esas administraciones es el retorno conservador se justifican conductas que terminan facilitando la restauración derechista.
Este comportamiento se corroboró durante las protestas que irrumpieron bajo los gobiernos de centroizquierda. Los oficialistas rechazaron estas manifestaciones observando una mano de la derecha en su gestación. Cuestionaron a los “desagradecidos” que ganaron las calles, desconociendo lo hecho por las administraciones progresistas.
Durante los paros de Argentina (2014-15) el progresismo repitió los argumentos tradicionales del establishment. Objetó el carácter “político” de las huelgas, omitiendo que ese perfil no reduce su legitimidad. Arremetió contra la “extorsión de los piquetes”, olvidando que ese chantaje es ejercido por las patronales y no por los activistas. Ignoró que esos cortes protegen de sanciones a los trabajadores precarizados sin derecho a la protesta.
Otros progresistas descalificaron las huelgas afirmando que “mañana todo seguirá igual”, como si un acto de fuerza de los trabajadores no favoreciera su capacidad de negociación. Incluso presentaron la huelga como un acto de “egoísmo” de los asalariados con mayores sueldos, cuando esa ventaja ha permitido motorizar las mayores resistencias sociales de la historia argentina.
En Brasil la reacción del PT fue semejante. No participó en el inicio de las jornadas del 2013, expresó su desconfianza hacia los manifestantes y sólo aceptó la validez de las marchas cuando se masificaron. El gobierno se limitó a acusar a la derecha de incentivar el descontento, en lugar de registrar la desilusión popular con una administración que designa ministros neoliberales.
La hostilidad hacia las acciones callejeras fue un resultado de la involución del PT. Ese partido perdió sensibilidad hacia los reclamos populares al estrechar vínculos con el empresariado y los banqueros. Su cúpula gestiona la economía al servicio de los capitalistas y se sorprende cuando sus bases sociales demandan lo que siempre reclamaron.
Las mismas tensiones salieron a flote en Ecuador frente a numerosas peticiones de los movimientos sociales en defensa de la tierra y el agua. Como estas marchas coincidieron con rechazos de la derecha a los proyectos impositivos del gobierno, los oficialistas subrayaron la convergencia de ambas acciones en un mismo proceso de restauración conservadora. En vez de propiciar una aproximación a los reclamos sociales para forjar un frente común contra los reaccionarios, el progresismo acompañó ciegamente a Correa.
Lo ocurrido frente a las protestas en los tres países gobernados por la centroizquierda ilustra como las administraciones progresistas toman distancia (en vez de aproximarse) al movimiento popular. De esa forma pavimentan el repunte de la derecha.
DISTINCIONES PERDURABLES
Las tesis pos-liberales son objetadas por otros autores que remarcan el agotamiento del ciclo progresista, como consecuencia del extractivismo. Estiman que los emprendimientos mega-mineros (Tipnis, Famaitina, Yasuni, Aratiri) y la primacía de la soja o los hidrocarburos han impedido reducir la desigualdad social. Consideran, además, que todos los gobiernos de América Latina convergen en un “consenso de commodities” que acentúa la primarización (Svampa, 2014; Zibechi, 2016, Zibechi, 2015ª).
Esta visión describe correctamente las consecuencias de un modelo que privilegia las exportaciones básicas. Pero postula erróneamente la preeminencia de una fisonomía uniforme en la región. No registra las significativas divergencias que separan a los gobiernos derechistas, centroizquierdistas y radicales en todos los terrenos ajenos al extractivismo.
Venezuela no erradicó la gravitación del petróleo, Bolivia no se liberó de la centralidad del gas y Cuba mantiene su atadura al níquel o el turismo. Pero esta dependencia no convierte a Maduro, Evo o Raúl en mandatarios semejantes a Peña Nieto, Santos o Pinera. Las exportaciones básicas prevalecen en toda la economía latinoamericana sin definir el perfil de los gobiernos.
Al resaltar los nefastos efectos del extractivismo se evita la ingenua visión pos-liberal. Pero las limitaciones del progresismo no se reducen al reforzamiento del patrón agro-minero. Tampoco el neo-desarrollismo se define por esa dimensión. Si la impronta extractiva constituyera el rasgo principal de ese modelo, no presentaría diferencias significativas con el neoliberalismo.
Los nuevos desarrollistas han intentado canalizar la renta agro-minera hacia el mercado interno y la recomposición industrial. Fallaron en ese objetivo, pero tuvieron una pretensión ausente en sus adversarios librecambistas.
Es importante precisar estas distinciones para elaborar alternativas. De la exclusiva contraposición en torno al extractivismo no emergen esas respuestas. Frente al capitalismo pos-liberal impulsado por los teóricos de la continuidad del ciclo progresista, sus objetores no postulan la opción socialista. Más bien enuncian genéricas convocatorias a proyectos centrados en la multiplicación de comunidades auto-gestionadas.
Este horizonte localista suele desechar la necesidad de un estado administrado por las mayorías populares, que concilie la protección del medio ambiente con el desenvolvimiento industrial. América Latina necesita nacionalizar los principales resortes de su economía, para financiar emprendimientos productivos con la renta agro-minera.
Los beneficiarios de estas propuestas serían las mayorías laboriosas y no las minorías capitalistas. Aquí radica la principal diferencia del socialismo con el neo-desarrollismo.
Los teóricos del declive progresista cuestionan el autoritarismo de los gobiernos de ese signo. Describen restricciones a las libertades públicas, agresiones al movimiento indígena y reforzamientos del presidencialismo. También denuncian la sustitución de dinámicas de hegemonía por lógicas coercitivas y el silenciamiento de las voces independientes frente a la palabra oficial ( Svampa, 2015; Gudynas, 2015; Zibechi, 2015b) .
Pero ninguna de estas tendencias ha convertido a una administración de centroizquierda en un gobierno de la reacción. El único caso de ese tipo sería Ollanta Humala, que se disfrazó de chavista y ejerce la presidencia con mano dura y entrega neocolonial.
Es importante reconocer estas diferencias para tomar distancia de los mensajes que divulga la derecha contra el “autoritarismo” y el “populismo”. Mientras que los políticos conservadores buscan unificar las críticas al progresismo en un engañoso discurso común, la izquierda necesita delimitarse. Repudiar explícitamente los argumentos o posturas de los reaccionarios es la mejor forma de evitar esa trampa.
Conviene no olvidar que radicalizar los procesos empantanados por las vacilaciones del progresismo es una meta contrapuesta a la regresión neoliberal. Por eso pueden existir áreas de convergencia con la centro-izquierda pero nunca con la derecha. La confrontación con los reaccionarios es un requisito de la acción política popular.
Estas distinciones se verifican en todos los planos y tienen especial vigencia en el terreno democrático. El progresismo puede adoptar actitudes coercitivas pero no actúa estructuralmente con patrones represivos. Por esta razón un pasaje de formas hegemónicas (consenso) a dominantes (coerción) en la gestión estatal es habitualmente acompañado por cambios en el tipo de gobierno. Las diferencias entre la centroizquierda y la derecha que aparecieron al inicio del ciclo progresista persisten en la actualidad.
CONTROVERSIAS CONCRETAS
Todos los debates en curso asumen actualmente en Venezuela un contenido urgente. Allí no se discuten diagnósticos genéricos de continuidad o agotamiento de la etapa, sino propuestas específicas de radicalización o involución del proceso bolivariano.
El primer planteo es alentado por los revolucionarios. Rechazan los pactos con la burguesía, promueven acciones efectivas contra los especuladores y auspician la consolidación del poder comunal. Estas iniciativas retoman la audacia que caracterizó a las revoluciones exitosas del siglo XX. Propician tomar la iniciativa antes que la derecha gane la partida ( Conde, 2015; Valderrama, Aponte, 2015; Aznárez, 2015; Carcione, 2015).
El segundo enfoque es alentado por los socialdemócratas y los funcionarios que lucran con el status quo. Sus teóricos no explicitan claramente un programa. Ni siquiera objetan abiertamente las tesis radicales. Simplemente soslayan las definiciones, sugiriendo que el gobierno sabrá encontrar el camino correcto.
Con esa actitud suelen denunciar la culpabilidad del imperialismo en todos los atropellos que sufre Venezuela, pero no aportan propuestas para derrotar esas agresiones. Convocan a redoblar los esfuerzos contra la “ineficiencia” o el “descontrol”, sin mencionar la nacionalización de los bancos, la expropiación de quienes fugan capital o la auditoria de la deuda.
En la disyuntiva actual la simple reivindicación del proceso bolivariano (y de la adhesión que preserva) no resuelve ningún problema. Sin discutir abiertamente por qué el chavismo perdió votantes activos, no hay forma de revertir el mayor predicamento de la derecha. Tampoco alcanza señalar elípticamente que el gobierno “no supo o no pudo” adoptar las políticas adecuadas.
Más desacertado aún es culpabilizar al pueblo por su “olvido” de lo otorgado por el chavismo. Esta forma de razonar supone que las mejoras concedidas paternalmente por una administración deben ser aplaudidas sin chistar. Es la mirada contrapuesta al poder comunal y al protagonismo de trabajadores que construyen su propio futuro.
Los proyectos de capitalismo pos-liberal chocan con la realidad venezolana. Allí se comprueba el carácter fantasioso de ese modelo y la necesidad de abrir caminos anticapitalistas para impedir la restauración conservadora. Rechazar estos senderos con un recetario de imposibilidades simplemente conduce a bajar los brazos.
Algunos pensadores coinciden con esta caracterización, pero estiman que “ya pasó el momento” para avanzar en esa dirección. ¿Pero cómo se determina esa temporalidad? ¿Cuál es el barómetro para dictaminar el fin de un proceso transformador?
La pérdida de entusiasmo, el repliegue a la vida privada y las proclamas de “adiós al chavismo” son datos de la coyuntura. Pero muchas veces el pueblo reaccionó frente a situaciones de extrema adversidad. No sería la primera vez que las divisiones y los errores de la derecha precipitan un contragolpe bolivariano.
IDENTIDAD SOCIALISTA
La persistencia, renovación o extinción del ciclo progresista en la región depende de la resistencia popular. No se puede indagar la continuidad o cancelación de ese período omitiendo esta dimensión. Es un gran error evaluar cambios de gobiernos ignorando los niveles de lucha, organización o conciencia de los oprimidos.
Por el momento la derecha tiene la iniciativa, pero el signo del período se definirá en las batallas sociales que seguramente precipitarán los propios conservadores. El resultado de esos conflictos no sólo depende de la disposición de lucha. La influencia de corrientes socialistas, antiimperialistas y revolucionarias será un factor clave de ese final.
Las tradiciones de estas vertientes han sido actualizadas en la última década por movimientos sociales y procesos políticos radicales. Una nueva generación de militantes retomó especialmente el legado de la revolución cubana y el marxismo latinoamericano.
Chávez jugó un papel clave en esa recuperación y su fallecimiento afectó severamente el renacimiento de la ideológica socialista. Ese impacto fue tan grande que indujo a buscar referentes sustitutos. La centralidad asignada al Papa Francisco es un ejemplo de esos reemplazos, que suelen confundir roles de mediación con papeles de liderazgo.
Es incuestionable la utilidad de ciertas figuras para negociar con los enemigos. El primer latinoamericano que accede al Papado aporta una buena carta de intermediación con el imperialismo. Su presencia puede servir para romper el bloqueo económico sobre Cuba, contrarrestar el sabotaje a las negociaciones de paz en Colombia o interceder frente a las bandas criminales que operan en la región. Sería insensato desperdiciar el puente que aporta Francisco para cualquiera de esas tratativas.
Pero esa función no implica protagonismo del Papa en las batallas contra el capitalismo neoliberal. Muchos suponen que Francisco encabeza esa confrontación, a través de mensajes contra la desigualdad, la especulación financiera o la devastación ambiental.
No registran que estas proclamas contradicen la continuada fastuosidad del Vaticano y su financiamiento a través de oscuras operaciones bancarias. El divorcio entre prédica y realidad ha sido un clásico de la historia eclesiástica.
El Papa retoma también varios preceptos de la doctrina social de la Iglesia, que auspician modelos de capitalismo con mayor injerencia estatal. Estos esquemas buscan regular los mercados, alentar la compasión de los poderosos y garantizar la sumisión de los desposeídos. Desenvuelven una ideología forjada durante el siglo XX en polémica con el marxismo y sus influyentes ideas de emancipación.
Las concepciones de la Iglesia no han cambiado. Francisco intenta retomarlas para recuperar la pérdida de adhesión que sufre el catolicismo a manos de credos rivales. Esas religiones se han modernizado, son más accesibles a las clases populares y están menos identificadas con los intereses de las elites dominantes.
La campaña del Vaticano cuenta con el beneplácito de los medios de comunicación que enaltecen la figura de Francisco, ocultando su cuestionado pasado bajo la dictadura argentina. Bergoglio mantiene su vieja hostilidad a la Teología de la Liberación, rechaza la diversidad sexual, niega los derechos de las mujeres y evita la penalización de los pedófilos. Encubre, además, obispos impugnados por las comunidades (Chile), canoniza misioneros que esclavizaron indígenas (California) y facilita las agresiones contra el laicismo.
Es un error suponer que la izquierda latinoamericana se construye en un ámbito compartido con Francisco. No sólo persiste una gran contraposición de ideas y objetivos. Mientras que el Vaticano continúa reclutando fieles para disuadir la lucha, la izquierda organiza protagonistas de la resistencia.
Es tan importante reforzar esta actitud combativa como afianzar la identidad política de los socialistas. La izquierda del siglo XXI se define por su perfil anticapitalista. Batallar por los ideales comunistas de igualdad, democracia y justicia es la mejor forma de contribuir a un desemboque positivo del ciclo progresista.
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El autor es Economista, investigador del CONICET, profesor de la UBA, miembro del EDI. Su página web es: www.lahaine.org/katz