lunes, 2 de noviembre de 2015

"Macri y el peligro de la restauración conservadora en Nuestra América"

Macri y el peligro de la restauración conservadora en Nuestra América

  Foto: Macri conversando con el ultraconservador colombiano Uribe

Macri y el peligro de la restauración conservadora en Nuestra América


Por Leandro Morgenfeld
www.notas.org.ar


Macri fue la sorpresa en las elecciones del 25 de octubre y quedó bien posicionado de cara al ballotage del próximo 22 de noviembre. Si bien trata de eludir definiciones sobre las políticas que implementará en caso de ser elegido presidente, sus principales referentes dieron señales de un amplio giro en materia de política exterior e inserción internacional, apuntalando la restauración conservadora y neoliberal que intenta imponerse en Nuestra América.

En abril pasado, referentes de política exterior del macrismo y otros opositores, que forman el Grupo Consenso, presentaron un documento denominado “Reflexiones sobre los desafíos externos de la Argentina: Seremos afuera lo que seamos dentro”. Allí criticaban la política exterior de la última década, y planteaban la necesidad de una apertura económica de la Argentina y de retomar los vínculos tradicionales con Estados Unidos y Europa. Esas posiciones, nostálgicas de las “relaciones carnales” de los noventa, fueron explicitadas recientemente por el máximo referente diplomático del macrismo: Fulvio Pompeo.
En una entrevista publicada en La Nación, el 14 de octubre, el virtual futuro canciller del PRO señaló cuáles serían los lineamientos de la política exterior de un eventual gobierno de Macri. El objetivo central sería reinsertar la Argentina en el mundo, para lo cual habría que retomar la agenda internacional que imponen los países centrales. Señaló que pretenden activar la cláusula democrática en el Mercosur, contra Venezuela, en una ofensiva abiertamente funcional a los intereses desestabilizadores de Estados Unidos.
En toda la extensa conversación con Joaquín Morales Solá, el macrista jamás mencionó ni a la UNASUR ni a la CELAC, pero sí planteó la necesidad de confluir con la Alianza del Pacífico -impulsada por los gobiernos de la región subordinados a Washington-, para insertarnos en el Acuerdo Transpacífico.
Repitiendo la muletilla neoliberal de que Argentina está aislada, señaló que “tenemos que salir al mundo”. Criticó las reticencias del gobierno argentino a avanzar con un Tratado de Libre Comercio del Mercosur con la Unión Europea: “Somos la traba para firmar una acuerdo de libre comercio con la Unión Europea”. Señaló como uno de los objetivos centrales la profundización del vínculo con Washington: “Queremos tener una relación sensata, constructiva y cooperativa con Estados Unidos. Una relación de confianza”.
Para ello, y en línea con la postura de Macri de “hay que pagarles lo que Griesa diga”, destacó que era necesario acordar con los “fondos buitre” -aunque se refirió a ellos como los holdouts- y levantar el “cepo” al dólar. Por supuesto, no aclaró que lo primero implicaría una salida inmediata de ocho mil millones de dólares -el viernes 30 de octubre Griesa dio lugar a la demanda de los “me too”, multiplicando el monto de reclamos-, provocando un vaciamiento de las reservas del Banco Central, y lo segundo, una devaluación brusca, produciendo una caída drástica del poder adquisitivo del salario y por consiguiente un fuerte enfriamiento de la economía, en línea con las recesiones que están afectando a buena parte de los países emergentes.
Por último, deslizó una crítica a cómo fueron manejadas las relaciones con Estados Unidos: “Tuvimos una relación plagada de anti-cumbres”. Esta referencia es a la Cumbre de los Pueblos y movilización popular que se realizó en Mar del Plata hace exactamente diez años, para repudiar la presencia del guerrerista Bush y para rechazar el ALCA, proyecto de dominación hegemónica impulsado por Estados Unidos.
También señaló, en una entrevista publicada en The Telegraph el 22 de octubre, que había que profundizar y desmalvinizar la relación con Gran Bretaña, lo cual implicaría eliminar la Secretaría de Asuntos Relativos a las Malvinas, justo en el momento en el que el apoyo internacional contra la pervivencia de ese enclave colonial es más alto que nunca.
El giro en política exterior que promueve Macri tendría efectos regresivos en toda la región, por el particular contexto internacional. Estados Unidos logró recientemente aprobar el Acuerdo Trans-Pacífico (ATP), con el objetivo de crear un mercado común entre las Américas (actualmente participan además Canadá, México, Perú y Chile), Australia y Asia, sin China. En línea con una política exterior de la Casa Blanca que mira con recelo la expansión y la competencia de Pekín (los principales despliegues militares del Pentágono se realizan actualmente en el Pacífico), la ATP cumple el doble objetivo de intentar contener y limitar la expansión económica china y a la vez lograr una suerte de ALCA remozado que contrarreste la influencia que supo tener la integración alternativa impulsada por el eje bolivariano.
En función de los intereses de las grandes corporaciones estadounidenses, este acuerdo se negoció a puertas cerradas. Al mismo tiempo, movimientos sociales de todo el mundo luchan contra la concreción de esta nueva ofensiva del capital trasnacional que afectará derechos laborales, regulaciones ambientales, acceso a medicamentos genéricos, regulaciones financieras, a la vez que impulsará la consolidación de oligopolios y disminuirá la potencialidad de desarrollos locales.
Tanto la iniciativa de la Alianza del Pacífico como el Acuerdo Trans-Pacífico son complementarios y funcionales a los intereses de la Casa Blanca en América Latina. Washington busca meter una cuña en el continente, impulsando a los países con los cuáles ya tiene Tratados de Libre Comercio bilaterales (Colombia, Chile, Perú) a que se unan y sean remolcados hacia la ATP. La llegada de Macri a la Casa Rosada sería absolutamente funcional a ese objetivo estratégico de la diplomacia estadounidense.
La crisis económica mundial iniciada en 2008 impulsó a las potencias a intensificar las disputas para mantener o modificar la configuración del poder mundial. En ese contexto, América Latina y el Caribe, con un creciente mercado de consumo y una disponibilidad de bienes naturales renovables y no renovables, está en el centro de las luchas entre Estados Unidos, Europa y China, sean éstas comerciales, financieras, políticas o militares.
El riesgo para Nuestra América es plantear, como lo hacen viejos cultores de la teoría del “realismo periférico” y las “relaciones carnales”, la conveniencia de avanzar en acuerdos de cuño neoliberal como el ATP, establecer una alianza estratégica con el gigante asiático o firmar un acuerdo de libre comercio con la Unión Europea, con características similares al ALCA. Eso implicaría consolidar la dependencia, repitiendo patrones primario-exportadores como los establecidos hace más de un siglo con Gran Bretaña.
Un triunfo de Macri, entonces, no sólo implicaría una regresión neoconservadora en la Argentina, sino también modificaría el equilibrio de fuerzas a nivel regional, potenciando la ofensiva neoliberal en toda Nuestra América. La política de apertura comercial, endeudamiento y avance del capital trasnacional, subordinándose a Estados Unidos y Europa, ya fue ensayada repetidas veces en nuestra historia, y mostró que sólo lleva a profundizar la dependencia y a que las mayorías pierdan derechos sociales y políticos.
La alternativa, en cambio, debe construirse en alianza con los países latinoamericanos y con autonomía respecto a las grandes potencias, no resignándose a la conformación de un sistema capitalista mundial que genera y regenera periferias.


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