jueves, 11 de junio de 2015

"Estados Unidos-Cuba. Un giro histórico que impacta sobre América Latina y el Caribe"



Revista Crítica y Emancipación, CLACSO, Número 12




Leandro Morgenfeld



El 17 de diciembre de 2014 se inició la postergada distención de la política de Estados Unidos hacia Cuba. Un año antes, el 18 de noviembre de 2013, el Secretario de Estado John Kerry pronunció una pomposa frase frente a los embajadores del continente en la sede de la Organización de Estados Americanos (OEA): “La doctrina Monroe ha terminado”[1]. En aquel momento, el canciller estadounidense ya sabía que se estaban llevando a cabo negociaciones secretas con el gobierno cubano, que recién se hicieron públicas mucho después, nada menos que con los discursos simultáneos de Barack Obama y Raúl Castro. En su momento, no dimos demasiado crédito a la pomposa declaración de Kerry. Existían razones de peso para desconfiar del jefe del Departamento de Estado, quien apenas unos meses antes, el 17 de abril de 2013, ante el Comité de Relaciones Exteriores de la Cámara de Representantes, había vuelto a usar la ofensiva denominación de patio trasero estadounidense para referirse a Nuestra América[2].
            Obama, hasta diciembre pasado, había dado sobradas muestras de que no llevaría a la práctica sus promesas de una nueva etapa en las relaciones con sus vecinos del sur. Ni cerró la cárcel de Guantánamo, ni clausuró las actividades de la IV Flota del Comando Sur, ni permitió a Cuba participar en las Cumbres de las Américas, ni frenó la proliferación de bases militares en todo el continente, ni detuvo la fracasada guerra contra las drogas, ni dejó de desestabilizar a los gobiernos opositores de la región, en especial a los de Venezuela, Honduras y Paraguay (Morgenfeld, 2014b).
            ¿Por qué, entonces, se produce ahora este giro en la política de Estados Unidos hacia su histórico enemigo? ¿Qué alcances tiene? ¿Qué limites debió y deberá enfrentar, tanto en Estados Unidos como en Cuba? ¿Qué implicancias tendrá esta anunciada distensión para la economía y el sistema político cubanos? ¿Cuáles son los riesgos para la revolución? ¿Cómo impactará en Nuestra América[3], en los procesos de integración regional y en las relaciones interamericanas?
            Para dar cuenta de estos interrogantes, en el presente artículo repasaremos, en primer lugar, la historia de las agresivas políticas de Estados Unidos hacia Cuba y por qué se mantuvieron, en la posguerra fría, el bloqueo y la ruptura de relaciones diplomáticas y no se logró una distensión más temprana.
            En segundo lugar, analizaremos en qué consistió el giro: qué se anuncio efectivamente el 17 de diciembre y cómo lo hizo cada uno de los mandatarios, cuáles son todas las dimensiones de la distensión planteadas, cuáles fueron las primeras medidas tomadas.
            En tercer lugar, profundizaremos el análisis sobre las múltiples causas del cambio, de orden geopolítico, económico, electoral, generacional, ideológico y personal.
            En cuarto lugar, describiremos los debates que se suscitaron en Estados Unidos a partir del anuncio de Obama, y los alcances y límites del viraje, vinculados entre otros motivos a la nueva composición del congreso, cuyas dos cámaras dominan desde enero de 2015 los republicanos.
            En quinto lugar, nos ocuparemos de contextualizar la histórica decisión de Obama en la particular coyuntura de recalentamiento del enfrentamiento con Rusia, de las disputas geoestratégicas con China y de la ofensiva contra el gobierno venezolano tras la muerte de Hugo Chávez.
            En sexto lugar, plantearemos cuáles son las posibles consecuencias para Cuba: ¿Permitirán los cambios atraer las necesarias divisas que escasean en la isla? ¿Alentarán la transición plena al capitalismo?, ¿Permitirán apuntar la “actualización del modelo económico cubano”?, ¿Servirán para cimentar el modelo chino?, ¿Alentarán la implosión del sistema político?, ¿Darán lugar a  otras variantes originales?.
            En séptimo lugar, repasaremos los resultados de las primeras semanas de las arduas negociaciones bilaterales, con idas y vueltas, y las perspectivas en torno a las mismas.
            Por último, nos ocuparemos de esbozar las implicancias para Nuestra América: ¿Cómo se enmarca esta nueva posición del Departamento de Estado en la ofensiva de Estados Unidos por recuperar posiciones en la región?, ¿Permitirá debilitar la influencia del eje bolivariano?, ¿Cuáles serán las implicancias para la próxima Cumbre de las Américas (Panamá, abril de 2015)? ¿Cómo se reconfigura el mapa de la coordinación política e integración regional a partir de este giro por parte de Estados Unidos?



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[1] CNN en español 2013 (Estados Unidos) 18 de noviembre. En ese mismo discurso, Kerry atacó a Cuba señalándola como el único país, entre todos los del hemisferio, que no estaba comprometido con la lucha por la democracia, ignorando las activas relaciones diplomáticas que el gobierno encabezado por Raúl Castro sostiene con la mayoría de sus pares de la región, quienes en reiteradas oportunidades exigieron a Estados Unidos que revirtiera su política agresiva hacia la isla.
[2] La Nación 2013 (Buenos Aires) 18 de abril.
[3] Tanto la expresión Nuestra América como América Latina refieren en este texto al conjunto de los países de América Latina y el Caribe, es decir los 33 países del continente que no son ni Estados Unidos ni Canadá. 

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