sábado, 25 de mayo de 2013

EEUU y la Revolución de Mayo




Fragmento del capítulo 1 de Relaciones Peligrosas sobre la relación con EEUU a partir de la Revolución de Mayo:
 
Estados Unidos y las Provincias Unidas del Río de la Plata, 1810-1823

En un principio, la relación bilateral era esencialmente económica. En junio de 1810, la Casa Blanca envió a Joel Roberts Poinsett a Buenos Aires para fomentar el comercio con el Río de la Plata. Nunca antes Estados Unidos había nombrado un representante ante un gobierno no reconocido. En Buenos Aires, la Junta estaba en crisis, se iniciaba la guerra y Portugal avanzaba sobre la Banda Oriental. El gobierno porteño necesitaba armas y envió representantes a Londres, pero no consiguieron ni financiamiento ni pertrechos militares. Surgió, entonces, la alternativa de pedir ayuda a Washington.
En abril de 1811, Poinsett pasó oficialmente a ser cónsul general en las provincias de Buenos Aires, Chile y Perú. Tres años más tarde, el gobierno porteño nombró a Diego de Saavedra y Juan Pedro Aguirre como enviados a Estados Unidos. Si bien fueron bien recibidos en Washington por el entonces Secretario de Estado Monroe, quien accedió a que se les vendieran armas a buen precio, éste siempre aclaró que su gobierno se mantendría neutral en el conflicto de la Junta de Buenos Aires con España. La Casa Blanca estaba gustosa de hacer negocios vendiendo armas, pero no dispuesta a comprometerse con un gobierno anticolonial cuya suerte era incierta. La guerra entre Estados Unidos y Gran Bretaña iniciada en 1812, más los intentos de reconquista española en el resto del continente, reforzaron la neutralidad del gobierno estadounidense. Resultaron vanos, entonces, los pedidos de ayuda impulsados por las Provincias Unidas.
Poco después, cuando se avecinaba la declaración de la independencia, el Director Supremo Ignacio Álvarez Thomas envió a Martín Thompson a Estados Unidos, con una carta dirigida al presidente James Madison (1809-1817). Su misión, secreta, era afianzar las relaciones bilaterales, ofreciendo facilidades comerciales a Estados Unidos. Procuró comprar armas, contratar oficiales y, además, iniciar relaciones diplomáticas con México. Estuvo entre mayo y agosto en New York, pero no logró entrevistarse con el presidente estadounidense, y se dedicó, entonces, a conseguir armamentos sin autorización del gobierno de Washington. Esto provocó el disgusto de la Casa blanca y la decisión de Álvarez Thomas de hacerlo retornar a Buenos Aires. La independencia había sido declarada en Tucumán el 9 de julio de 1816, pero en el resto de América Latina las tropas realistas avanzaban velozmente, lo que llevó a Madison a no dar ninguna señal a favor del reconocimiento diplomático de las Provincias Unidas.
Más allá de esta postura más bien prescindente, importantes financistas del país del norte miraban con avidez las oportunidades que florecían en el Río de la Plata. John Devereux partió rumbo a Buenos Aires como agente comercial, para ofrecerle un préstamo privado al Congreso de Tucumán. El cónsul Thomas Lloyd Halsey (1814-1818) le sugirió a su gobierno que apoyara la misión privada de Devereux, pero Madison no dio el visto bueno, temeroso de otorgar cobertura a una causa que se vislumbraba como perdida y de hacer peligrar la amistosa relación que estaba cultivando con España. En 1817, ya con Monroe como presidente, el Director Supremo Juan Martín de Pueyrredón (1816-1819) envió a Manuel Hermenegildo de Aguirre como nuevo agente confidencial a Washington, para hacer gestiones en función de lograr el reconocimiento diplomático y comprar buques. El Secretario de Estado Adams se negó a lo primero, pero autorizó a Pueyrredón a adquirir naves, siempre que lo hiciera como particular, y no como representante formal del gobierno rioplatense.
En tanto no se producía el reconocimiento de las Provincias Unidas, el agente especial en Buenos Aires, John Murray Forbes, hizo gestiones a favor del fortalecimiento de las relaciones bilaterales. Ya hacia fines de 1821, la relativa “normalización” de la situación política en el Río de la Plata mejoró las condiciones para el reconocimiento. El inicio formal del mismo se produjo finalmente el 8 de marzo de 1822, cuando Monroe solicitó al Congreso los fondos necesarios para enviar representantes diplomáticos a Buenos Aires, entre otras capitales latinoamericanas. Así, Estados Unidos reconocía por fin a las Provincias Unidas, constituyéndose en el primer país fuera de América Latina que efectivamente establecía relaciones diplomáticas con la nueva nación independiente.
De todas formas, el gobierno estadounidense tardó varios meses en cumplir el efectivo reconocimiento y, recién en enero de 1823, Monroe nombró al ministro comisionado en Buenos Aires: César A. Rodney. Su desempeño estuvo limitado por sus inconvenientes de salud y concluyó rápidamente, cuando falleció al año siguiente. Forbes terminó reemplazando al fallecido Rodney y fue nombrado encargado de negocios el 10 de junio de 1824, cargo que ocupó hasta 1831. Buenos Aires también hizo lo propio. Nombró a Carlos María de Alvear como representante en Washington, quien se desempeñó en ese cargo desde 1824. Luego de muchos años de idas y vueltas, se iniciaban las relaciones diplomáticas formales entre ambos países.

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