jueves, 28 de febrero de 2013

El ajedrez de la integración americana

El ajedrez de la integración americana

El ajedrez de la integración americana

Leandro Morgenfeld
www.marcha.org.ar

Fracasado el proyecto del ALCA, se abrió la posibilidad histórica de avanzar en la integración latinoamericana. Cómo ubicarse en el complejo ajedrez del MERCOSUR, UNASUR, ALBA, CELAC y ALIANZA TRANSPACÍFICA.
En la Cumbre de las Américas de 2005, cuando se derrotó el ALCA impulsado por Washington, apareció la posibilidad de pensar una integración latinoamericana en clave pos-neoliberal. Poco antes, Cuba y Venezuela habían lanzado la iniciativa del ALBA, que promovía el intercambio no mercantil en América Latina. La nueva coyuntura regional, con la caída y/o derrota de gobiernos abiertamente alineados con el Consenso de Washington, permitió ampliar el área de influencia del eje bolivariano. Sin embargo, casi una década más tarde, proliferan múltiples y contradictorias estrategias de construcción de una unión regional. Si bien Estados Unidos ya no manda como antes, tampoco se consolidaron los proyectos alternativos.
Desde las revoluciones de independencia, los proyectos de construcción de la "patria grande", inspirados en la ambiciosa iniciativa de Simón Bolívar, enfrentaron recurrentes obstáculos. Por un lado, la estrategia de Estados Unidos y las potencias europeas de alentar la balcanización latinoamericana. Para consolidar la dependencia regional, precisaron fogonear la fragmentación regional. El "divide y reinarás" logró tronchar sucesivas iniciativas de integración a lo largo de los siglos XIX y XX. Pero eso fue posible, fundamentalmente, por la complicidad de la mayor parte de las clases dominantes latinoamericanas. Subordinadas a Gran Bretaña o Estados Unidos, fueron escépticas frente a cualquier atisbo de confluencia anti-imperialista, siempre temerosas de que cualquier movimiento o revolución en ese sentido atentara contra sus privilegios de clase. 
El MERCOSUR surgió en la década de 1990, con una lógica comercialista y en función de los intereses de las clases dominantes de Argentina y Brasil, que adscribían al "realismo periférico" y al "regionalismo abierto". En la actualidad, las fracciones más concentradas del capital regional, con estrechos vínculos (subordinados) con las multinacionales de los países centrales, intentan adecuarlo a sus necesidades, priorizando una economía "exodirigida" que supone la especialización en materias primas y en insumos industriales. En términos generales, ya no plantean como antaño recuperar la estrategia de sustitución de importaciones y reindustrialización basada en el mercado interno. Si bien la reciente incorporación de Venezuela podría potenciar otro perfil, persisten los obstáculos históricos, se profundizan las asimetrías entre los socios y no hay atisbos de una perspectiva "social" del MERCOSUR.
La Comunidad Sudamericana de Naciones (CSN), luego transformada en UNASUR, es la principal instancia de articulación política entre los presidentes de la región. El hecho de que convivan proyectos y perspectivas disímiles en América Latina, dificultó la convergencia política, económica y estratégica para analizar cuál sería la mejor forma de integración. De todas formas, ha servido para fortalecer la posición de Evo Morales cuando la oposición intentó desestabilizarlo impulsando un movimiento separatista o cuando se concretó la agresión militar de Colombia contra Ecuador. Intentó contrarrestar el golpe en Honduras y actuó para frenar el levantamiento de la policía ecuatoriana contra Correa. También presionó y aisló diplomáticamente a Paraguay cuando su parlamento destituyó al presidente Fernando Lugo en junio de 2012, aunque no revirtió la situación. No pudo, tampoco, frenar la instalación de bases militares estadounidenses en Colombia. Más allá de las limitaciones, esta coordinación de los gobiernos de la región actuó como instancia alternativa a la desprestigiada OEA, para atender conflictos regionales sin la omnipresencia estadounidense.
En febrero de 2010 se produjo la creación de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), instancia que implica una “OEA latinoamericana”, un organismo en ciernes que reúne a 33 países del continente, incluyendo a Cuba. Por primera vez, se instala un foro con todos los países latinoamericanos, que excluye a Estados Unidos y Canadá. Su cumbre inaugural se realizó en diciembre de 2011, no casualmente en Caracas. Es impulsada por Venezuela, pero hasta ahora sólo es una instancia embrionaria, con escaso desarrollo debido a las diferencias que anidan en su seno.
A diferencia de las anteriores iniciativas, el ALBA se plantea abiertamente como una opción para confrontar con el proyecto estadounidense. Para afianzar la integración, Chávez propuso hace años la asociación de las petroleras de cada país para formar Petrosur, crear un banco regional -Bansur- con las reservas de cada país, establecer acuerdos comerciales entre la Comunidad Andina de Naciones y el Mercosur, y avanzar con proyectos de integración cultural y de comunicación, como Telesur. Si bien se empezaron a materializar algunos de estos proyectos, en realidad el ALBA es hasta el momento una iniciativa de algunos países (Cuba, Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua, entre otros centroamericanos y del Caribe), sin mucho mayor apoyo de los demás gobiernos, aunque sí reivindicado por organizaciones sociales de todo el continente (existe el "ALBA de los movimientos sociales").
Más allá de su decreciente influencia en la región, Washington logró algunos acuerdos de libre comercio bilaterales y, con México, Colombia y Chile, impulsa la Alianza Transpacífico. Esta incipiente iniciativa, de matriz neoliberal, pretende ser una cuña en la integración latinoamericana, contener la influencia bolivariana, congelar las iniciativas que excluyen a Washington (como la CELAC o el ALBA) y morigerar la influencia de potencias extra-regionales, como China. Versión remozada del ALCA, muestra claramente las contradicciones entre los gobiernos latinoamericanos y la persistencia de una perspectiva abiertamente neoliberal.
La integración regional, una necesidad histórica para superar la dependencia latinoamericana, debe enfrentar los embates externos y las reticencias internas. O se hace en función de los grandes capitales locales, aliados subordinados de distintas potencias, o se hace con una perspectiva anti-imperialista, que permita ampliar el horizonte para un proceso emancipador y anti-capitalista. La primera opción ya fue ensayada repetidas veces a lo largo de la historia y mostró sus fracasos. La segunda tiene que ser nuestra apuesta militante.

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