lunes, 31 de diciembre de 2012

Fin de año con suspenso

Fin de año con suspenso

Fin de año con suspenso

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En Estados Unidos, republicanos y demócratas dirimen la batalla sobre el nuevo pacto fiscal. De no haber acuerdo en las próximas horas, a partir del 1 de enero el país entraría en recesión.
Volvió de las vacaciones a las corridas. El presidente norteamericano Barack Obama se presentó en Washington cual jefe que entiende que sus empleados no están cuidando la empresa en su ausencia. Es que las noticias que llegaban desde los despachos demócratas en el congreso no eran nada alentadoras Los republicanos no quieren acordar con sus rivales el 'plan de salvataje' presentado por Obama, y de esta manera ponen en peligro la solidez del sistema económico de la primer potencia mundial.
La ley es clara. La administración norteamericana sólo puede actuar si tiene dinero para hacerlo. El presupuesto es votado por el congreso, y cualquier modificación a sus topes debe ser acordada en el legislativo. El 31 de julio de 2011 demócratas y republicanos aprobaron un plan de emergencia que fijó el tope máximo del déficit público, dando vía libre a un presupuesto 'temporario' para la administración Obama. Sin embargo, ese acuerdo preveía que para el 31 de diciembre de 2012, se debía aprobar un nuevo plan para la reducción definitiva del déficit público, algo que parecía descontado hasta hace unos días. No obstante, mientras todos apostaban a la cordura de los senadores norteamericanos para evitar el 'fiscal cliff', o abismo fiscal, en las últimas horas trascendió que el presidente no cuenta con los 60 votos necesarios para aprobar su proyecto, y el miedo a la recesión se hizo palpable.
Mientras los despachos del congreso norteamericano hierven en reuniones y peleas, los norteamericanos se preparan para un fin de año con suspenso. De no haber acuerdo en el legislativo para salvar en el último minuto la economía, a partir del 1 de enero entrará en vigor automáticamente la cláusula del plan de 2011 que obligaría a la administración Obama a un recorte de unos 600.000 millones de dólares. Esto provocaría un derrumbe económico evaluado entre el 4 y el 5% del PBI de EEUU, un hueco que ni la Reserva Federal podrá colmar, según admitió su presidente Ben Bernanke.
Sin la sanción de la ley en las próximas horas, caerá automáticamente el recorte a los impuestos lanzado por George Bush entre 2001 y 2003, y se deberán recortar gastos obligatoriamente por unos 1.200 billones de dólares en diez años. Los primeros 600.000 millones se descontarán inmediatamente de los subsidios a los desocupados -unas 2 millones de personas- y del transporte. El objetivo de los recortes automáticos sería llegar a 2020 con una deuda pública reducida al 60% del PBI y un déficit por debajo del 2% en 2016. Pero, en la situación económica actual, para lograr esos indicadores habría golpear con fuerza a los sectores sociales más desprotegidos, trabajadores y clase media.
Un ajuste sin aviso ni preparación, increíblemente inesperado, y que podría tener un efecto de contagio hacia el resto del mundo, especialmente para países que ya de por si no la están pasando bien, como en Europa o Japón y Corea. El mundo observa anonadado demócratas y republicanos pelearse hasta el último segundo, mientras Obama debe salir públicamente a dar explicaciones. Ayer se declaró “medianamente optimista” en torno a la llegada de un acuerdo de último momento, y aseguró que hará de todo para evitar la suba de los impuestos para la clase media. Mientras tanto, se sumerge nuevamente en la pelea que se mantiene desde hace más de un año en torno a la ampliación del recorte impositivo para los sectores de mayores recursos.
Para que no entre en vigor el ajuste a partir de mañana, los senadores deben aprobar un plan presentado por Obama en 2011, que prevé un recorte de 400.000 millones de dólares en el presupuesto, compensados por una suba impositiva de 200.000 millones, recaudada desde los sectores más pudientes de EEUU. Según el proyecto, los norteamericanos cuyos ingresos superan los 250.000 dólares anuales -el 2% de la población- deberían pagar más impuestos a partir de 2013. A eso se le agregaría un mínimo recorte al gasto militar que terminaría de cerrar las cuentas. Pero los republicanos no quieren saber nada. Proponen que el aumento se aplique sólo a quienes tengan un rédito anual superior al millón de dólares -el 0,3% de la población- y no aceptan en absoluto una baja en el gasto militar. Pero de no llegar a un acuerdo, el impuestazo recaería sobre el conjunto de la población, y el estado social debería achicarse repentinamente.
En un país donde la deuda pública ha superado ya el 70% del PBI, y donde la brecha entre ricos y pobres ha aumentado en 20 veces en los últimos 15 años, 7 senadores republicanos tienen en su voto la posibilidad de evitar la recesión. Obama cuenta con 53 senadores, pero necesita otros 7 para aprobar su plan, que de todas maneras comprende recortes a los planes sociales, sanidad y educación. De no resolverse el dilema, una recesión estadounidense podría tener un impacto devastador en las demás economías, ya golpeadas por la crisis financiera mundial comenzada en 2008.

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