jueves, 7 de junio de 2012

Los que se oponen a la reforma de la OEA

Una reforma que debilita los mismos principios que defiende

Por Ramiro Pellet Lastra  | LA NACION
La Organización de Estados Americanos (OEA) tuvo esta semana una ruidosa asamblea general, donde el presidente anfitrión, el boliviano Evo Morales, y su par ecuatoriano, Rafael Correa, consiguieron imponer, después de arengas contra el "imperialismo" norteamericano, la necesidad de reformar el organismo para defender mejor "los intereses de la región".
Por la presión de esos reclamos, el Consejo Permanente de la OEA evaluará, en los próximos meses, en Washington, un proyecto de reforma de resultado incierto, que podría hacer tambalear los mismos principios que promueve: entre ellos, y sobre todo, la plena defensa de los derechos humanos.
Todo ello es parte de la "refundación" que los gobiernos de Bolivia, Ecuador y, erigiéndose por detrás, Venezuela, buscan para la OEA y para su instrumento más respetado, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).
Queda por ver cuáles son "los intereses de la región" que pregona el bloque bolivariano que también integran Nicaragua y Cuba, entre sus principales miembros.
"Hay muchos gobiernos que se amparan diciendo que, como ganaron las elecciones, ya están habilitados para hacer de todo, como amañar elecciones o controlar a la prensa", dijo a LA NACION Rodolfo Gil, ex embajador argentino en la OEA.
Los gobiernos del ALBA "se sienten incómodos porque siempre están en el banquillo de los acusados. Lo que quieren es ejercer cierto tipo de control sobre la CIDH. Decir: «Ustedes van a investigar, pero van a investigar de tal manera». La CIDH tiene que ser totalmente independiente y actuar ajena a los gobiernos. Si no, no tiene sentido", agregó.
Gil cree que los gobiernos bolivarianos tienen "alguna posibilidad" de lograr que su reforma tenga éxito. Pero es probable que, debido a que las resoluciones de la OEA requieren consenso, el intento se disuelva en la nada.
Las reformas propuestas, según las organizaciones de derechos humanos, amenazan la autonomía de la comisión, al exigir, por ejemplo, que la CIDH discuta sus informes con los gobiernos. En palabras del secretario general de la OEA, José Miguel Insulza, cuestionado por supuestamente ceder a los reclamos de Bolivia y Ecuador, la comisión debe actuar menos como un "tribunal" y buscar más "soluciones amistosas con los Estados".
Rubén Perina, ex funcionario de la OEA y actual profesor universitario en Washington, cree que la explosiva retórica contra la CIDH es "para mover el foco de la atención". "Buscan cuidarse, taparse, lanzar cortinas de humo para otras cosas", entre ellas, tal vez, sus propios abusos de los derechos humanos.
Por lo menos desde la ola democrática de los 80, afirmó Perina, la OEA ha tomado decisiones que fueron muchas veces en contra de los deseos de Estados Unidos.
Tal es el caso del golpe de Honduras en 2009, cuando la OEA votó suspender al país como miembro del organismo, pese a la oposición norteamericana. El argumento de la OEA como avanzada del imperialismo, como brazo político del mal, entonces, caería por peso propio.
"Lo que pueden lograr con la reforma es dilatar las respuestas a las demandas cautelares de la CIDH, no tener que responder rápidamente", dijo Perina sobre un eventual triunfo de la propuesta del ALBA.
Para Diego Guelar, ex embajador argentino en Washington, "por los mecanismos de la OEA, es difícil que se logre el cambio, porque las resoluciones necesitan un consenso y no lo va a haber. La propuesta va a ser neutralizada".
Y agregó: "Lo que sí logran esos gobiernos es hacer barullo. Los países serios ponen las luces, ellos ponen el ruido".

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