jueves, 21 de junio de 2012

La “Alianza del Pacífico”, un reimpulso liberal en América Latina

 


En estos días se ha conocido la constitución de la “Alianza del Pacífico”, espacio de integración conformado por Chile, Perú, Colombia y México.
Si quedaba alguna duda sobre el giro de 180 grados que ha dado el Presidente peruano Ollanta Humala desde que asumiera el año pasado, el apoyo a esta iniciativa nacida del gobierno de Alan García termina de eliminar la incertidumbre. A esto hay que sumarle las 12 muertes en conflictos sociales como resultado de la represión en tan solo 10 meses y un rumbo general del gobierno que ha puesto a la derecha conservadora peruana como su principal sustento en el poder.1
La aparición de esta Alianza viene a terminar con un período de “repliegue táctico” de la política exterior de los gobiernos liberales en el continente. Tras la caída del ALCA en la Cumbre de las Américas del año 2005, asistimos a un contexto regional donde la iniciativa política ha estado fundamentalmente del lado de los gobiernos del MERCOSUR (sobre todo Brasil y Argentina) y del ALBA (especialmente Venezuela y Ecuador).
Este contexto llevó a los gobiernos afines a Washington a poco más de un lustro de ostracismo a nivel subcontinental. Espacios relativamente amplios como la UNASUR y la CELAC los encontró en minoría ante debates estratégicos para América Latina y relativamente desarticulados entre sí. De hecho, el propio surgimiento de estas instituciones que excluyeron a América del Norte de la toma de decisiones, está vinculado con ese declive de la hegemonía neoliberal en nuestra América.
Estos gobiernos han atravesado la etapa con una estrategia de boicots, a través de oposiciones abiertas o dilaciones sutiles, frente a proyectos de avanzada como el Banco del Sur, el SUCRE o la creación de un Fondo de Reservas para el Desarrollo de la UNASUR. Estas iniciativas han surgido desde el bloque del ALBA, que supo dinamizar estos espacios internacionales e intentó traccionar a los países del MERCOSUR hacia una política de transformaciones radicales a nivel latinoamericano.
Un equilibrio inestable en América del Sur.
El ALBA y el “bloque liberal” (Colombia, Chile y tendencialmente Perú) representan proyectos ideológica, cultural y económicamente antagónicos. Por otro lado, la política exterior brasilera, muchas veces acompañada por la argentina, intenta articular un espacio sudamericano que contenga a ambos bloques en la UNASUR. Las aspiraciones brasileras están guiadas por el objetivo de consolidar y proyectar su liderazgo a nivel global desde esta plataforma regional. Esta compleja estrategia de mediaciones y arbitrajes, lleva a los brasileros a tensiones con los EE.UU. y acercamientos con el ALBA en algunas ocasiones, y a acuerdos con los socios de los norteamericanos en otras. El objetivo de fondo es consolidarse como el principal líder regional, el único capaz de dialogar con todos los gobiernos (y moderarlos…). A grandes rasgos, este es el mapa con tres grandes bloques y orientaciones que venimos observando los últimos años en el sur del continente.
La conformación de la Alianza del Pacífico (re)incorpora a México, aliado incondicional de los EE.UU., al debate latinoamericano. Este espacio tiene la envergadura económica, demográfica y política para contrapesar el liderazgo brasilero (y del MERCOSUR) y ensayar una estrategia de aislamiento/hostigamiento hacia el ALBA que seguramente se pondrá en marcha más temprano que tarde.
Detrás de esta Alianza están los intereses estadounidenses y canadienses, de las grandes trasnacionales y financieras globalizadas. A través de Perú podrán impulsar presiones económicas a Brasil que necesita de esas rutas para salir al pacífico y comerciar con China.
Para los países del ALBA esta Alianza es una mala noticia. La política que han ensayado estos gobiernos, en muchos casos a través de articulaciones con el bloque del MERCOSUR, ahora encontrará nuevos obstáculos. La correlación de fuerzas políticas y sociales a nivel regional parece imponer un techo más bajo para determinados avances.
Si en estos años, experiencias como la revolución bolivariana habían tenido un contexto regional favorable para su desarrollo, este reagrupamiento encarna un polo hostil para los procesos populares y de cambio.
Si bien la Alianza del Pacífico ha sido tomada con cautela y hasta cierto escepticismo, incluso por lobbystas afines a la Casa Blanca2, su incipiente existencia es síntoma de un intento por parte de estos gobiernos de romper el letargo y retomar una agenda de alcance continental.
El éxito de este reimpulso liberal dependerá de la voluntad y la capacidad que tengan pueblos y gobiernos del continente para contrarrestarlo. El panorama está abierto, lo que es seguro es que no se podrá subestimar ningún movimiento de estos poderosos enemigos, que tienen detrás al más poderoso de los enemigos, digitando cuidadosamente cada paso de este nuevo avance…

Notas:
1 El uruguayo Raúl Zibechi escribió “La encrucijada peruana” en el diario La Jornada de México, el 16 de junio de 2012, que retrata con mucha claridad el nuevo escenario peruano.
2 Oppenheimer, Andrés. “Los países del Pacífico se unen”. Diario La Nación, 12 de junio de 2012.

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